Fantasía cumplida

Las cosas de un piano-bar

Tengo una amiga que se llama Mandy; bueno, en realidad se llama Magdalena, pero no le gusta que la llamen así; es de las que están ‘infelizmente’ casadas, por lo que se acostaba conmigo cada vez que se presentaba la oportunidad. Tenía una curiosa filosofía: decía que no le ponía los cuernos al marido, sino que le ayudaba, porque se ‘estimulaba’ para poder follar con él pensando en mí, y sobre todo en su fantasía sempiterna.

Me costó algún tiempo que me contase esa fantasía, pero al fin, en una noche ‘loca’, después de seis o siete orgasmos, lo hizo:

“Mi fantasía es que un hombre me folle en un sitio público, estando con mi marido, a ver si él se da cuenta o no, y como reacciona”.

-¿Pero quieres realizarla? –Pregunté.

-Verás, las fantasías no realizadas son las que pueblan mi imaginación cuando me masturbo, o cuando echo un polvo con el soso de mi marido… Pero cuando realizo una enseguida es sustituida por otra. Sí, me gustaría realizarla, pero es difícil.

-No tan difícil, yo sé donde se podría hacer.

-Seguro, pero una parte de la dificultad está en convencer a mi marido de que me acompañe a ese ‘donde’.

-¿Tan ‘estrecho’ es?

-¡Es gilipollas! Pero si tú tienes el sitio, yo me encargo de convencerle.

-Sí, sé donde puede hacerse.

-Pues dime que tipo de sitio es, donde está, y yo ‘camelo’ al cornudo.

Le di los datos que me pedía y quedó en avisarme cuando la oportunidad fuese propicia.

**

Nos vimos algunas veces después, pero me decía que estaba ‘trabajándose’ al marido. No fue hasta dos semanas después que me llamó por teléfono y me dijo que tenía el asunto resuelto para ese sábado. Era un buen día, pues el local en cuestión estaba a rebosar y todas las cosas pasaban un poco más desapercibidas… para los más alejados o menos atentos.

Le sugerí que fuésemos pronto, sobre las doce de la noche, a fin de poder ocupar el sitio más adecuado para sus propósitos. Ella iría con el marido y yo por mi cuenta, como siempre.

Cuando llegué ya estaba allí, aunque se habían puesto en un lugar poco adecuado. Yo me puse justo al final de la cola; suplemento postizo que hace de barra; del piano y le hice señas discretas de que se viniesen a mi lado. No sé como convenció al marido, pero al rato se habían ubicado junto a mí.

El marido, que parecía algo más joven que ella, no presentaba la pinta de ‘inepto’ con que le describía.

El local se fue llenando, como era previsible. En cuanto hubo unas cuantas personas alrededor nuestro, Mandy, no sé si impaciente, cachonda, o las dos cosas, puso disimuladamente la mano en mi entrepierna y me dirigió una sonrisa velada al notar mi miembro duro.

Con el pretexto de dejar mi ‘privilegiado’ sitio a una chica que se había puesto tras de mí, me coloqué estratégicamente a su espalda, luego no fue más que cuestión de esperar unos minutos a que el local se abarrotase.

Cuando consideré que estábamos bien ‘cubiertos’ por el abigarramiento de personas, le levanté la falda, me saqué el pene y empecé a frotárselo por su entrepierna. De inmediato empezó a mover las caderas como si siguiese el ritmo de la música. Presioné con las manos para que echase el culo un poco más para atrás, busque la entrada de su vagina y se la metí. No podía moverme demasiado, pero entre lo que podía yo y lo que podía ella fue suficiente para que empezase a emitir gemidos contenidos. Con el ruido de la música y el de los clientes, pocos podían oírla, pero los más cercanos sí, incluido el marido, y no creo que se pensasen que estaba cantando.

En principio vi caras de asombro pero luego se fueron transformando en expresiones de excitación.

La fantasía de Mandy se estaba cumpliendo, pues el marido se dio cuenta de lo que estaba pasando. Ella gemía de placer haciendo como si cantara.

Al poco sentí que una mano me tocaba en el hombro, era un hombre que con gestos me decía si podía ocupar mi lugar. Hice que Mandy mirase al sujeto y me dijo que sí con la cabeza.

Me aparté y el individuo no tardó en ocupar mi sitio y meterle a Mandy la polla hasta los huevos. Ella ya gemía descaradamente.

Lo que no me esperaba fue lo que sucedió después. Al ver que me apartaba de Mandy, la chica a la que había dejado mi sitio en el piano me cogió del brazo y me acopló detrás de ella, al tiempo que se subía la falda. Supe lo que quería y no dudé en apartarle el tanga y metérsela poco a poco en el coño.

¡Al cabo de un cuarto de hora toda la cola del piano era una orgía de tías y tíos follando! ¡Hasta el marido de Mandy se la ‘acopló’, en un momento, a la misma Mandy!

Cuando los acontecimientos se disparan no hay quien los pare. De forma que terminamos en no sé que casa, cinco parejas, en una orgía desenfrenada de sexo.

¡Una fantasía cumplida!.