Fantasía cumplida

Por fin cumplo mi fantasía de ser dominada, usada y humillada

Me llamo Laura, tengo 40 años y más de 20 llevo casada. Mi matrimonio es bueno, pero me falta algo. Nunca me he atrevido a confesar a mi marido mis fantasías sexuales y nunca me he atrevido a ponerlas en práctica.

Siempre fantaseo con la sumisión, sentirme dominada, que me usen entre varias personas y muchas más cosas pero, como siempre, se quedaban en fantasías.

A veces me metía en chats y tenía conversaciones con hombres dominantes pero tampoco llegaba a quedar con ellos en persona para ponerlas en práctica.

Hace dos semanas mi marido tuvo que viajar al extranjero por trabajo e iba a estar dos semanas fuera, decidí que era mi oportunidad por fin, o aprovechaba o no iba a tener una ocasión así de nuevo.

Así que me metí en chats y empecé a hablar con hombres que se llamaban a sí mismos Amos y en realidad no lo eran, con gente que solo buscaba una paja mientras charlaban de sexo y cosas parecidas, en fin, mucho tiempo perdido. Cuando casi estaba a punto de tirar la toalla empecé a hablar con un hombre que se hacía llamar Carlos. Era de mi misma ciudad y parecía que coincidíamos en gustos, aunque el tenía bastante experiencia y yo ninguna.

El estaba buscando a una sumisa y quería quedar este fin de semana en su casa, hice caso omiso a todas las advertencias de seguridad que me daba mi propio cerebro y quedé con el. El acuerdo al que llegamos era pasar todo el fin de semana con él. Desde el viernes hasta el domingo por la tarde. Una vez que aceptase no habría marcha atrás. El podría hacer todo lo que quisiera conmigo. Las condiciones que puse yo fueron que no me podía hacer ninguna marca permanente como piercings, tatoos o cosas por el estilo, nada de daño con agujas ni juegos de asfixia.

Quedamos en encontrarnos el viernes a las 5 en su casa, me dio su dirección y lo único que me dijo es que fuera completamente depilada, no me exigió ninguna vestimenta especial.

Estaba nerviosa y excitada, las dos noches que faltaban para la cita sabía que las iba a pasar sin dormir y no era para menos. Nunca había hecho una locura semejante. Aun así no me arrepentía.

Llegó el viernes y me presenté en su casa a las 5 en punto. Carlos vivía en una urbanización con casas muy grandes y terrenos bastante amplios. Desde luego que íbamos a tener privacidad. Lo primero que pensé es que por más que gritase no me iba a oír nadie.

Me acerqué a la verja y llamé por el telefonillo. Contestó Carlos.

  • Muy bien perrita, ahora vas a quitarte toda tu ropa y te vas a poner a cuatro patas. Esperarás a que te abra la puerta y vendrás así hasta la casa.

Me quedé impresionada, sin palabras y aturdida. Como iba a desnudarme en plena calle!! Era impensable para mí. Sabía que si no lo hacía me quedaría sin mi fin de semana así que era mejor no pensar. Me desnudé y me puse a cuatro patas. Notaba como mi cara estaba roja, ardiendo por la humillación al mismo tiempo que notaba como mi coño estaba empapado. Empecé a oír voces a lo lejos, quería morirme, solo pensaba en que abriera la puerta de una maldita vez. Todavía tardó unos segundos en abrir aunque a mí se me hicieron eternos.

En cuanto oí el mecanismo de la puerta me abalancé para entrar y no correr el riesgo a que alguien me viera.

El camino hacia la casa era largo y de gravilla. Tenía que “andar” bastante despacio y me estaba haciendo un daño terrible en las palmas de las manos y en las rodillas. Cuando más o menos estaba en la mitad del camino oí unos gruñidos acercándose. Me acojoné. Al levantar la cabeza vi que se me acercaban dos perros enormes, parecían Mastines, aunque no estaba segura. Se me pasó de todo por la cabeza, desde que iba a morir, que había quedado con un psicópata, que me iba a obligar a follar con los perros…. De todo, aún así , las ganas de cumplir mi fantasía ganaron y continué avanzando.

Los perros se pusieron a mi lado, me olfateaban, sobre todo me olfateaban mis genitales y cuando se acercaban demasiado podía notar su hocico húmedo pegado a mi piel.

Finalmente llegué a la casa y pude observar como había una portezuela especial para que entraran los perros. Como nadie me abría supuse que lo que quería de mí es que entrase como un perro y así lo hice. Era humillante, pero descubrí que eso me excitaba mucho más.

Nada más atravesar la puerta me encontré con unos pies, al subir la cabeza por fin pude descubrir a mi Amo, por lo menos iba a ser mi dueño durante todo el fin de semana. Me encantó lo que vi, supe que había hecho lo correcto. Me miraba con aire de suficiencia que me hacía sentir más humillada todavía y eso me ponía más cachonda.

  • Así que aquí, está mi perrita. Pues para empezar te voy a dar un regalito.

Me empezó a colocar un collar de perro atado a una cadena.

Yo no podía ni hablar. Estaba excitada, emocionada, asustada…

  • Así me gusta, calladita como una buena perra. Sígueme

Le seguí a cuatro patas hasta la cocina. Me enseñó dos cuencos que había. Eran los típicos cuencos de comida para perros.

  • Aquí es donde vas a tener tu comida y tu agua. Aquí vas a comer y beber todo el fin de semana, perrita

Fui a protestar inmediatamente, pero antes de poder articular siquiera una palabra recibí un tortazo en toda la cara.

  • Eres una perra!!! Las perras no hablan, solo ladran. No, podrás hablar en todo el fin de semana. Solo ladrar. Has entendido?

Yo todavía estaba descolocada. Sabía a lo que había venido pero esto me parecía demasiado. Me gustaba que me humillasen y dominasen pero reconocía que yo era muy cabezota y esto me parecía demasiado.

Le mire desafiante. Sin hablar, pero desde luego que tampoco ladré.

  • Vaya perrita, que bien me lo voy a pasar contigo este fin de semana.

Se dirigió hacia un cajón y sacó una especie de varita. Yo no sabia exactamente lo que era. Se acercó a mi y me puso la varita en un pecho. Soltó una descarga. No grande pero lo suficiente para hacerme daño. Gruñí.

  • Ladra perrita

Tuvo que intentarlo varias veces, pero en cuanto vi que dirigía la varita hacía mi coño, ladré. Ladré alto, muy alto.

  • Así me gusta, perrita. Ahora bebe agua de tu bebedero que quiero que tengas la boca fresquita para que me comas la polla.

Todo me lo decía mientras me acariciaba la cabeza como si fuera un animal. No se que era peor. Su condescendencia al hablar conmigo, su mirada y sonrisa de suficiencia o esas caricias. Para mí toda la situación era de lo más humillante. Aunque reconocía que estaba más húmeda de lo que había estado nunca.

Se dirigió al cajón y esta vez si que sabía lo que traía. Era un tapón anal acabado en cola de perro o zorro. Me mandó abrir la boca para chuparlo.

  • Chupa perrita. Mejor un poco lubricado que nada

En cuanto oí eso, abrí la boca y chupé. Lo ensalivé todo lo que pude para que el daño fuese el menor posible.

Yo ya había tenido sexo anal, pero tengo que decir que siempre se me vuelve a quedar bien cerradito mi ano, sin quedar nada ensanchado. Es como si cada vez que tengo sexo anal fuese virgen.

Me introdujo suavemente el tapón. Era bastante grueso y no fue indoloro, pero soportable. Lo metía lentamente. Sacaba y metía para ir acomodando mi ano al tamaño del tapón. Cuando llegó a la parte más ancha si que fue doloroso y se recreó un poco. A parte del dolor, yo lo que sentía era cada vez más excitación. Ya estaba muy cachonda. Y empecé a mover mis caderas y mi culo como si fuera una perra en celo. Quería que me follara allí mismo y quería correrme.

  • Así que esta perrita quiere correrse. Menuda perra más puta que tengo. Ni media hora que estas aquí y ya estás pidiendo polla. Tranquila perrita, que este fin de semana te vas a hartar de polla

Me metió todo el tapón anal y me dijo que bebiera del cuenco. Al no hacerlo me acerco la varita al clítoris y me dio otra pequeña descarga. Vi las estrellas. Me quemaba el coño. Empecé a beber rápidamente del cuenco mientras Carlos se reía y me humillaba más todavía. En cuanto di cuatro lametazos en el cuenco, me cogió la cabeza con las dos manos y me metió la polla de golpe hasta la garganta.

Empezó a follarme la boca sin piedad. Metía y sacaba su polla de forma rápida, profundamente y a veces la dejaba metida hasta que yo me quedaba sin respiración y la sacaba un poco, lo justo para poder coger una pequeña bocanada de aire. Me gustaba el sexo oral pero nunca lo había practicado de esta forma. Aunque estaba descubriendo que me gustaba más así. Me encantaba notar como esa polla se llegaba a introducir en mi garganta. Como me daban arcadas. Como estaba goteando toda mi saliva porque no podía tragar nada que no fuera su polla. Estaba cachonda. Quería correrme pero no me atrevía a tocarme. Así que cerré los ojos para seguir disfrutando de esa follada de boca. Me gustaba sentir ese trozo de carne llenándome. Después de un rato bombeándome, la sacó, se puso detrás de mi y me la metió de golpe en el coño.

Yo estaba empapada así que no le costó nada. Me encanto sentirme tan llena entre su polla y el tapón anal. Me notaba plena, rellena por todos los lados, sabia que había acertado con la decisión y todavía era el principio. Me deje llevar. Iba a correrme. Estaba a punto cuando Carlos acercó su boca a mi oído

  • Ni se te ocurra correrte, perrita. No puedes hacerlo sin mi permiso

En ese momento me quedé anonadada. Como era posible si no me quedaba nada. En ese momento noté como me llenaba de leche todo el coño. Notaba como se corría dentro de mi y aunque no pude correrme, el placer que tuve fue indescriptible. Me sentía usada, humillada y al mismo tiempo me sentía feliz, llena y bien follada.

Salió de mi y no hizo falta que me dijera nada. Me puse a limpiarle la polla con mi boca y lo hice encantada. Se la comí de tal manera como si fuera el mejor manjar de la tierra y efectivamente para mí lo era.

Cuando termine, se dirigió de nuevo al cajón y sacó como dos barras de hierro. No sabia para que eran pero pronto iba a descubrirlo. La primera me la colocó en los tobillos

  • Esto es una barra separadora. Vas a tener los tobillos separados todo el fin de semana. Así tendrás siempre el coño y el culo bien expuesto.

Me quitó el collar que tenía y me puso uno metálico del que salía una barra a cada lado donde me enganchó las manos.

  • Con este nuevo collar tendrás las patitas delanteras quietas, así estarás mejor

Agarró la correa al nuevo collar y tiro para que le siguiera. Era una tarea difícil. No podía ponerme a cuatro patas ya que tenía las manos pegadas al cuello así que iba arrastrando mi cabeza por el suelo y con las piernas separadas totalmente. El sabía muy bien como humillarme.

Me llevo a otra habitación, era una especie de comedor bastante grande. Una mesa rectangular enorme donde se sentaban alrededor cuatro hombres más y dos mujeres. No sabía si asustarme o emocionarme porque iba a cumplir todas mis fantasías de una vez.

  • Hombre, por fin conocemos a la perra!!!

Continuará…..