Fantasía cumplida (2)
Mi madre y yo somos amantes, y exploramos nuevas formas de darnos mutuamente placer.
Para aquellos que no lo han hecho, les recomiendo leer la primera parte donde se explica como empezó todo.
Cuando volvimos de nuestras vacaciones, continuamos viviendo como pareja, en privado. En público éramos madre e hijo y cuando mi hermana estaba en la casa también actuábamos normalmente.
Pero cuando estábamos solos éramos amantes. Yo dormía con ella y cogíamos al menos 3 veces a la semana. Mi madre no menstruaba porque había tenido una operación siendo más joven, así que no había riesgos de embarazo.
Siendo su amante me empecé a dar cuenta porque mi padre se había aburrido de ella. Le gustaba la rutina. Lo hacíamos martes, jueves y sábado, siempre de noche, siempre con la luz apagada. Había pasado 2 meses desde la primera vez, pero nunca me la cogí en ninguna posición que no fuera la del misionero, nunca le chupé la concha, nunca me le chupó y por supuesto, ni pensar en darle por el culo.
A pesar de que entendía que mi padre se hubiera aburrido, yo no me aburría, estaba feliz con lo que quisiera darme. Esperaba ansiosamente que fuera marter, jueves o sábado y se hiciera de noche para poder gozar con ella.
Pero por supuesto que quería más, pero no me animaba a arruinarlo todo. Un día, recuerdo que era viernes, estábamos en la cama, pero como no tocaba no habíamos cogido. Hacía mucho calor, yo dormía desnudo y mi madre con un camisón. En un momento dado dijo que tenía mucho calor y se lo quitó, quedándose desnuda, luego se abrazó a mi, y empezó a acariciarme, yo por supuesto me excité. Entonces ella me empezó a tocar la pija muy suavemente, y me preguntó que porqué nunca la cogía los viernes.
Yo le dije que no me animaba a proponérselo, a lo que se rió, diciendo que como no me animaba a algo después de todo lo que habíamos hecho.
Le dije que yo sabía que era muy conservadora, y que aunque me gustaría hacerlo más a menudo, o simplemente cuando quisiéramos, no en días predeterminados, no me animaba a asustarla, o enojarla.
Ella se rió y me dijo que no era tan mala, que le encantaba hacerlo conmigo y que su única preocupación era que nadie se enterara, así que si estábamos solos, podía cogérmela cuando quisiera.
Luego apoyó la cabeza en mi estómago, y se puso mirando mi pija, pajeándola suavemente, entonces me preguntó si había algo que no hubiéramos hecho que me gustaría hacer.
Me armé de valor y le dije que me gustaría que me la chupara, a lo que ella me dijo que le tendría que enseñar porque nunca lo había hecho. Luego sin esperar respuesta, acercó su cara a mi pija y empezó a lamérmela, y luego se la introdujo en la boca.
No lo hacía bien, por supuesto, pero me estaba volviendo loco. Mi madre me la estaba mamando, y la mía era la única pija que había estado en su boca. Yo no le decía nada, pero ella observaba mis reacciones y se daba cuenta de lo que me gustaba. Se metió la cabeza de mi pija en la boca, cerró los labios alrededor y me empezó a chupar con la lengua la punta, eso fué demasiado, sentía que me venía y se lo dije, pero ella no me soltó, y exploté en su boca. Ella mantuvo la pija adentro todo el tiempo. Cuando terminé, pude ver claramente que su lengua estaba llena de semen, y luego como lo tragaba.
Me sonrió y me dijo que le había encantado, y que lo haríamos más a menudo.
Yo le debía una, así que la acosté, le abrí las piernas y me lancé a comerle la concha, fue hermoso, le mordía el clítoris y le metía la lengua tan adentro como podía, acabó a los pocos minutos dando alaridos de placer.
Desde entonces nuestra vida sexual fue todavía mejor, practicábamos el sexo oral, lo hacíamos en todas las posiciones que nos podíamos imaginar, nos bañábamos juntos. En una ocasión hice algo que nunca creí que me animara. Había vuelto de la Universidad y ella estaba preparando la cena. Me acerqué por detrás, le bajé la falda y la bombacha, la acosté en el piso y se la metí. Ella por supuesto no estaba lubricado y le dolió, pero se quedó quieta hasta que acabé.
Cuando terminamos, me dijo que le había encantado, no había gozado porque no estaba excitada y le había dolido, pero le gustó que la deseara tanto que no pudiera esperar.
Nuestra vida sexual continuó mejorando día a día, aunque yo no creía que eso fuera posible, pero mi madre todavía tenía más sorpresas, pero eso será el tema de la tercera parte.