Fantasía con fantasía
Ese polvo rápido, intenso
Ella, con su camisa blanca, abierto el escote dejando ver el nacimiento de sus senos. Su ajustada falda negra que, descaradamente, moldea sus glúteos acariciados por fina lencería.
Él, con su traje gris oscuro y esa corbata morada que hace las delicias de ella cuando la usa para atar sus manos.
Ella, apresurada, con los nervios a flor de piel, moviéndose de un lado para otro buscando sin saber muy bien qué y terminando de arreglarse.
Él, sentado, sin dejar de mirarla; embobado viendo lo sensual que está. Una madura muy atractiva se dice a sí mismo al tiempo que lleva su mano a la dureza que empieza a formarse bajo su pantalón.
Ella, sentándose para atarse la fina tira de su zapato que ha de rodear su tobillo; la falda que sube y el muslo que queda al aire dejando ver la sugerente tira de blonda de sus medias.
Él, frotando su entrepierna sin apartar la vista de sus piernas.
Ella, que levanta la vista y lo ve acariciándose la entrepierna bromea con el caballero que se levanta ante las damas.
Él, replicando que el caballero necesita de sus atenciones y en ese preciso momento va hacia ella estrechándola entre sus brazos.
Ella, intentando zafarse pero dejando que se la coma a besos al tiempo que la lleva hacia el sofá.
Ellos, sus bocas, su beso profundo.
Él, dueño de las manos que entran por su escote, abren su blusa y magrean sus pechos bajando ligeras a alcanzar su sexo.
Ella, poniendo el contrapunto al abrir su pantalón liberando la endiablada dureza que va a parar a su ya trémula boca.
Él, apresando su cabeza y marcando el ritmo a la boca empeñada en absorber su esencia. Agitado, saliendo de la tibia boca haciendo que sea la suya la que se hunde ahora en los humedales de ella.
Ella, gimiendo al oír el chapoteo de la lujuriosa lengua recorriendo su sexo, al notar los mordiscos que la están llevando al punto sin retorno. Ella, derramándose empapando su cara.
Él, levantando su cuerpo que aún se estremece, se coloca tras ella abriendo bien sus nalgas y acercando el caballero a la entrada, acero templado en sus manos, propina una fuerte estocada arrancando los alaridos de la dama.
Ella, de rodillas en el sofá inclinada hacia delante agarrando sus manos que sus pechos saltarines amasan.
Él, los empellones acelerados de su cuerpo contra ella; se hunde entero, horada su sexo con urgencia.
Ellos, en vertiginosa espiral, gemidos, gritos, “folla”,”así”, “más”, “rompe”,“mássssssssssssssssssss”,estallan.