Fantasía Circular (2)
Continuación de fantasía circular I.
DE LA AMISTAD
Cuando por mutua inclinación
se acercan dos almas, la amistad
en breve término se hace antigua
Tomayo y Baus
...¿Qué es la vida? Un frenesí. ¿Qué es la vida? Una ilusión . Una sombra, una ficción, y el mayor bien es pequeño, que toda la vida es un sueño, y los sueños, sueños son.
Calderón de la Barca
CAPITULO II
No pasó ni un mes y Sandra y yo estábamos hablando de la vida, de los sueños de nuestras penas. Como si fuéramos viejas amigas.
Llegó el día en que luego de contarle a Juli mi decisión me animé a mandarle un mail proponiéndole que nos encontráramos. Estaba claro que de por si iba a ser difícil encontrarnos porque ella estaba en Colombia y yo en Argentina. Como las cuentas no estaban para nada mal en mi bolsillo decidí ofrecerle un viaje y pagarlo yo. Nos juntaríamos en un lugar neutral y de por más está decir que era un sueño para mi no sólo verla sino el lugar a donde la quería llevar.
Su respuesta no se hizo esperar. En dos semanas nos encontraríamos en el país que yo la había propuesto. Pasaríamos tres días juntas y después cada una volvería a sus respectivas casas.
Me armé de coraje, saqué plata del banco, compré un boleto de Buenos Aires al destino y de Bogotá al mismo lugar. Le hice un giro con plata y boletos. A pesar que en su mail me decía que ella podía pagarse su propio vuelo y viaje yo quería poder complacerla en todo. Noté como en la ultima respuesta antes del viaje ella estaba ansiosa y un poco enojada por la plata que le había mandado. No quise sacar conclusiones precipitadas y le mandé un mail solo preguntándole si estaba enojada o incómoda, que todo se podía volver atrás. Su respuesta me puso a mil, me dijo que no estaba ni enojada ni incómoda que estaba muy ansiosa y que con muchas ganas de verme y que no aguantaba por darme un beso. Mi cara de asombro y la de Julieta al leer el mail fue rotunda (a partir de la decisión que tomamos juntas de cumplir mi fantasía no había mail que no recibiéramos juntas o mail que yo enviara que ella no leyera).
El vuelo salía temprano y yo llegaría dos horas antes que Sandra al aeropuerto internacional de Egipto.
La noche anterior preparé las valijas con algo de ropa. No quería llevar mucha para viajar cómoda y tener la excusa perfecta para comprar ropa allá. Puse todas mis pinturas, las cremas, las lociones corporales y puse mis mejores conjuntos de ropa interior. A pesar de que no quería pensar que iban a ser solo tres días de sexo me iba preparada para todo. Sin saber que todas mis fantasías no se comparaban con lo que viviría con ella.
A la mañana de un jueves salí a tomar el avión que me dirigiría a mi preciosa Sandra. Quería saber que estaba sintiendo a cada momento pero la distancia y el no conocerla lo suficientemente bien me impedían el placer de imaginarla. Yo tenía una ilusión, un deseo, una imagen en mi mente sobre ella. Solo que no se asomaba ni a la mitad de lo preciosa que era en realidad.
Me puse una falda blanca de verano con corte diagonal que dejaba ver mis piernas casi por completo. Una blusa también blanca con unas tiras rojas muy delicadas que cruzaban a la altura de mis pechos y se unían a la altura de la cintura, tacos rojos bastante altos y unos aros rojos. Me dejé el pelo suelto y lo peiné poco porque sabía que en el vuelo igualmente se desordenaría.
Durante el trayecto no pude dormir mucho, la ansiedad me carcomía. Pedí una copa de champagne, sentí el frío correr en mi interior y deseé que el calor humano lo calmara, pero nadie acudió en ese momento. Tuve que conformarme con pedir otra copa y dormir un poco bajo ese efecto divino del primer mareo de las burbujas. En mi mente pasaban miles de pensamientos y sin saberlo por la de ella corría la misma sensación de incertidumbre. En las escasas dos hora que dormí soñé con ella, estábamos en la arena y nos sacábamos lentamente la ropa. Podía sentir como si fuera real los besos y las caricias de su piel. Podía oler su miel aunque fuera solo un sueño. Ella estaba conmigo abrazadas bailando cerca de las pirámides que caracterizan a ese maravilloso lugar. Uniendo nuestros cuerpos y bocas bajo las miradas de las esfinges que velan la entrada al valle de las reinas donde ningún hombre puede entrar. Estábamos solas, y el desierto nos pretejía como un velo árabe que nos cubría de las miradas de los curiosos turistas que disfrutan de una noche en Egipto. Yo la besaba y en mis labios sentía la salinidad de su interior, mezclado con el aroma de la arena africana. Nosotras estábamos batallando una lucha divina como en los tiempos de los faraones y nuestros cuerpos sudaban como cuando Cleopatra se encontraba con Marco Antonio en las ruinas de sus barcos. En imágenes borrosas podía delinear su rostro y sus contorneados pechos de madre. Su pelvis tantas veces añorada y su interior tantas veces poseída por otros. Estaba celosa de ellos, no quería que nadie más la tuviera y nosotras ni siquiera nos conocíamos. Pero eso se estaba a punto de arreglar.
Arribé y el calor sofocante de África hacía que la ropa se me pegara al cuerpo. Tomé un café y las dos horas de su llegada se hicieron eternas. Nuevamente el tiempo me estaba jugando una mala pasada.
Finalmente la vi. Recordaba su rostro ingenuo por la fotito del chat pero cuando la vi creí verla como una mujer avasalladora, interesante, llena de deseo y muy decidida de si misma. Lo confirmé con el sonoro beso que me dio y el abrazo que rodeó mi cuello.
¡¡Al fin tenía a semejante mujer entre mis brazos!!
El automóvil que nos llevaría al hotel ya nos esperaba. Un modelo viejo de mereces gris nos dio la bienvenida al país de mis sueños. Recorrimos las calles abarrotadas de autos del Cairo y nos condujo hasta el Holiday Inn en donde había hecho reservas para dos personas en habitaciones separadas. No quería que pensara que la cama era mi única finalidad, porque de hecho estaba dispuesta a no tocarla, solo conocerla.
Charlamos muy gustosamente, comimos en el hotel, nos duchamos en nuestras respectivas habitaciones y nos preparamos para la noche. Habíamos concordado en dormir un poco antes de la noche así podíamos estar frescas para dar una vuelta y conocer el centro o simplemente tomar unas copas. Con las pocas veces que chateamos y con los mails que nos habíamos mandado sabía que era una mujer de disfrutar los placeres terrenales y pensaba llevarla al día siguiente al lugar donde los placeres habían sido el motus movilis en los días de Cleopatra. El sábado iríamos a pasar el día en Alejandría y no quería que estuviéramos muy cansadas. Comer en la costa del mar Mediterráneo me parecía mucho más agradable que caminar por las contaminadas e inseguras calles de el Cairo
El teléfono sonó, era la recepcionista que me avisaba que ya eran las veinte horas en un perfecto inglés americano. Me incorporé la llamé por el intercomunicador y para mi alegría ya estaba despierta. Odio despertar a la gente por teléfono y ella me facilitó las cosas.
Me puse la bata, sentí el calor y lo pesada que estaba, el cansancio era mayor de lo que creía y esta bata que aprisionaba mi cuerpo denudo era demasiado. Busqué rápidamente uno de mis mas preciados "trajes de gala" como Julieta les solía decir. Mi mente sonrió y mis labios la esbozaron. Me había percatado que no la había llamado. Hice un corto llamado a casa sin recordar que al diferencia horaria era de cinco horas y que en ese momento ella debía estar en la facultad. Le dejé un mensaje diciéndole que habíamos llegado bien y que la llamaría a la mañana del sábado. Volvía a ver el traje, lo elevé para admirar el negro profundo y me fui a bañar. La ducha fresca me sentó muy bien. Pinté mis ojos con una sombra suave y dejé solamente un brillo en los labios para no sentirme muy cargada ni llamar la atención. Mi único objetivo era pasar una noche agradable con ella. Me puse perfume corporal de rosas y lentamente me puse el pantalón de seda italiana, subí la parte delantera que sólo estaba unida con una tira de oro en la espalda. El traje ajustaba poco a la altura de la cadera y la cadena que sujetaba la espalda era muy delicada. Mi espalda quedaba casi el descubierto por completo. La parte de arriba se sujetaba del cuello quedando mis hombros a la vista. Ya eran las nueve. Me puse perfume, los tacos aguja negros y salí con la llave en la mano y un saquito que no duró mucho en mi cuerpo debido al abrumador calor. A pesar que no quería provocar miradas, sabía que no estaba vestida precisamente como monja, y pretendía cubrir un poco de mi espala con un saco que nada tenía que ver con el traje. En pocas palabras los nervios estaban arruinando lo hermoso del traje. Salí y toqué el timbre. Abrió. Me quedé sin palabras. Como ahora. Recordar lo hermosa que estaba me eriza la piel. Sin preocupación me dio un beso en la mejilla del cual tuvo que borrar con la mano el rojo carmesí del labial. El roce de su dedo pulgar circulando por mi mejilla casi me arranca un suspiro. Cerré los ojos y me dejé fluir por el momento. Y ahí sentí el momento más lindo entre dos amigas. El beso húmedo de sus labios en los míos. Mi asombro fue tal que a mis inexpertos 19 años me arrancaron con estupor de su boca. La miré y la entré a la habitación. Estaba sumamente hermosa y no podía decirle que no, pero el fuego dentro mío me quemaba. Ella llevaba un traje gris de falda que dejaban ver una mujer con llamas en su interior. La contemplé con asombro y admiración y finalmente me animé a hablar:
-Sandra, estás hermosa
-Tu también, sácate ese saco que no te va con este traje tan bonito.
Mientras me sacaba el saco la miré fijamente:
-Pensé que no querías que nadie se enterara de, bueno, no sé como decirlo..., este...
Su mirada tierna de madre y a la vez de mujer que sabe exactamente que es lo que quiere me calló.
-Nenita mira que a mi me va a preocupar lo que el resto diga. ¿A caso no te puedo dar un beso de agradecimiento por el lindo rato que estamos pasando?
-Eh.. sí! Pero pensé que lo querías hacer en l habitación o en algún lugar en donde no te vieran.
-Bueno pues
Y sin más me plantó un beso. Mis ojos se pusieron como dos pelotas de béisbol y fueron cediendo hasta entregarme al placer de tener a semejante hermosura de mujer en mi boca. No quería salir quería ahí mismo sacarle la ropa y verla entera. Pero ella que sabía como manejar la seducción me tomó de una de las manos y se limpió un poco la boca y me obligó a salir de la habitación sin poder arreglarme un poquito la boca llena de rojo. Caminábamos por el pasillo y antes de que llegara el ascensor me puso contra la pared y me inclinó la cabeza para que la besara de nuevo. Yo no salía de mi asombro. Sabía que era fogosa pero esto no me lo esperaba. Me estaba demostrando que yo sola no era la que deseaba pasar un momento de pasión. El ascensor abrió las puertas, subimos y ella se emparejó con un poco de labial, cuando yo iba a sacarme sus restos de labial me lo impidió.
-Quiero que te lo dejes.
-¿Segura?
-Sí. Déjatelo
Entendí, quería que todos en el restaurante vieran que yo era su posesión. Yo le pertenecía y estaba marcada como ganado en mi zona más sensible.
-Te faltaba pintura en los labios. Así estás mejor.
Entrelazó los dedos con los míos y salimos al hall del salón. Caminamos agarradas de la mano, ella me guiaba como una maestra a una nena de jardín. Pasamos ante las miradas de algunos y los deseos de muchos. La mujer que me acompañaba era digna de deseo.
Cenamos y pedimos vino tinto para acompañar. Cuando terminamos le ofrecí de ir a la terraza a tomar un poco de aire fresco. Encargamos un champagne y no tardamos en acomodarnos cerca.
Nunca pensé que su compañía fuera tan placentera. Hablamos de los mails de lo loca que era la situación y de cuanto habíamos deseado encontrarnos. Me confesó que el lugar le era muy agradable y que a pesar de ser heterosexual la atraía mucho. Cuando me dijo esto ay no podía contenerme. Pero había decidido que ella llevaría las riendas.
-Me acuerdo que en uno de tus relatos le das un masaje a tu amante.
-Si, le conteste, como prediciendo lo que ella me pediría.
-¿No me masajearías los hombros un ratito que estoy un poco tensionada del viaje en avión?
-Si, seguro. ¿Querés acostarte o sentada?
-Acostada y tu no te arrodilles porque te vas a ensuciar ese traje tan divino.
Debe haber notado la cara de desconcierto y eso la divirtió. Me ordenó ¡vamos! Nunca había sentido que me dominaban así. Era benevolente pero a la ves dura. Suave pero no lo quería demostrar.
Como pude me mantuve y traté de complacerla en todo. Le daba champagne y la masajeaba desde el cuello hasta los brazos. Suavemente traté de bajar hasta su cintura. Deslicé mis dedos por el interior de la blusa rosa y masajeé toda su espalda. Desde la base del cráneo hasta la entrada de sus glúteos. Pero no quería provocarla sin que ella me lo ordenara. Cuando mi cuerpo estaba que explotaba se sentó y comenzó a conversar como si nada hubiera ocurrido. No entendía nada. Sabía que tenía un esclavo peor no entendía como seguir y obtener un poco de mimos yo también. Ahí fue cuando entendí la clave para disfrutar. Tenía que verla disfrutar y con eso disfrutar yo también. De alguna manera me las ingenié para no plantarle un beso y romper su ropa.
Pasadas unas horas nos fuimos a la habitación. Cuando estaba en la puerta esperé que me invitara a pasar peor nada. Entró y con un beso en la mejilla me dio las buenas noches.
Con mi alma gritando fui a mi cuarto a sacarme este fuego yo sola y a soñar con ella. Entendí que la barrera entre la amistad y el amor no se iba a romper esa noche.
Fin capítulo segundo