Fantasía Brasileña
Unos turistas disfrutan de la cordialidad de las muchachas en una playa brasileña.
En la playa la mañana era inmejorable. La sensación de placer era constante desde que habíamos llegado a pasar una semana de vacaciones. La temperatura del aire en combinación con su suave brisa, producía en nuestros cuerpos una sensación que podíamos comparar a la que se siente cuando rozan tu piel con los dedos casi sin tocarte.
Estábamos tumbados en la arena medio dormidos tomando el sol cuando llegaron Naí, Elena y Shu, como días anteriores después de salir de la escuela. Se pusieron delante de nosotros cerca de la orilla.
Nuestras chicas acababan de comenzar el paseo que todos los días les llevaba a recorrer la playa durante algo mas de una hora, dejándonos solos con las mulatitas, con las que cada día ganábamos más confianza, obsequiándonos mutuamente con prolongadas miradas y sonrisas.
Hoy nuestras amigas parecían dispuestas a provocarnos sin rodeos, tocándose sus pechos y culitos al tiempo que nos miraban y se interesaban por nuestra estancia en la villa.
Pronto Naí tomó la iniciativa cambiando de posición en su toalla quedando ahora cabeza hacia el mar y sus piernas hacia nosotros. Después de los primeros instantes en los que se tocaba el pubis por encima del bañador, cogió una lata de cerveza, la abrió y se la derramó en su conejito apartando su tanga con la otra mano para que la cerveza mojase directamente su sexo, mostrándonos claramente toda la operación.
Pepe y yo nos miramos, para asegurarnos que realmente lo estábamos viendo y no soñando. Una vez comprobada la autenticidad de tan agradable visión, seguimos disfrutando de la película que nuestra joven y exuberante mulatita nos ofrecía.
Una vez vaciado todo el líquido amarillo de la lata, deslizó sus dedos por su húmedo chochito arriba y abajo, centrándose posteriormente en un movimiento circular sobre el clítoris.
Ante tal numerito nuestros bañadores experimentaron un crecimiento central, asunto del que se percataron las niñas riéndose y ofreciéndonos más espectáculo. Se levantaron, dirigiéndose a la orilla del mar. Una vez allí se tumbaron boca arriba y, desprendiéndose de la parte superior de sus bikinis, jugaron con la flotabilidad de sus tetas medio sumergidas en el agua.
Durante unos minutos, Pepe y yo seguimos los movimientos de seis nuevas islas surgidas en la orilla, lo cual nos ponía cada vez más cachondos. Después de unos comentarios calientes decidimos sentarnos junto a ellas con la esperanza de que el agua aplacara nuestros mástiles. Una vez en la orilla, ellas seguían con sus juegos sin cortarse lo mas mínimo por nuestra cercanía, más bien al contrario intensificaban sus voluptuosos movimientos mientras miraban los bultos de nuestros bañadores, tocándonos con sus miradas. Después se acercaron y cogiéndonos de las manos nos llevaron hacia el interior, buscando aguas más profundas donde sus manos pudieran tocar nuestras pollas sin que se viera desde la playa.
Al tiempo que nos toqueteaban, nosotros empezamos a acariciar sus culos, pubis, cinturitas y todas las partes de sus cuerpos que el mar tapara, excitándonos cada vez más mientras hablábamos como si nada estuviera sucediendo. Pasados unos minutos, dos de ellas se sumergieron y comenzaron a realizarnos una mamada.
Aquello era sublime y lo hacían con una maestría oriental. De minuto en minuto subían a respirar, bajando rápidamente a continuar la misión que se habían impuesto.
Y como todo lo que bien empieza bien acaba, sus chupadiñas provocaron sendas descargas de semen en esas aguas costeras de Brasil, justo cuando ya se acercaban nuestras chicas después de su paseo mañanero. Nosotros quedamos de maravilla y las mulatitas encantadas de practicar uno sus juegos preferidos.
Bucanero