Fantasía.

Dos amigos se vuelven a encontrar de nuevo, pero en esta ocasión en un lugar diferente. Escrito desde primera persona. Fantasías de una mujer fogosa.

Estaba nerviosa. Salí por la mañana de trabajar y al llegar a casa ya estaba todo preparado. Solo tenía que meterme a la ducha, intentar tranquilizarme y poner rumbo a lo que esperaba sería un gran fin de semana. Una ciudad enorme, mucha cerveza por beber y él. Llevaba esperando este momento tanto tiempo… Nunca me imaginé que llegaría a hacer tal proeza, plantarme allí sola, con la confianza de que estuviera esperándome.

Cogí el coche y llegué al aeropuerto ensimismada en mis pensamientos, en pensamientos fogosos, en fantasías que quizás se harían realidad. Cogí un vuelo, un bus y, al fin, él ya solo me esperaba a una parada de metro. Cuando salí, el aire fresco y húmedo me golpeó en la cara y respiré. Cogí aire fresco y volví a respirar. Y no pensaba en nada, solo en averiguar dónde estaba. Me giré y lo vi. Moreno, con mucha barba, pelo oscuro y largo, ojos grandes y marrones y aquellos labios que tantas veces había besado. Pero eso había sido mucho tiempo atrás, y ambos lo sabíamos y lo recordábamos. Había pasado tiempo y los dos habíamos cambiado. Mientras caminaba hacia él me miraba con esa sonrisa de picarón que tanto me gusta, y cuando lo tuve delante lo abracé fuerte durante un rato que no sé cuánto fue, pero lo agarré como si se fuera a escapar; en realidad como otras veces que nos habíamos encontrado en nuestra ciudad natal. Éramos amigos desde hacía mucho tiempo, y nunca fuimos nada más, nunca salimos al cine, a beber o a bailar… solo quedábamos, fumábamos, hablábamos y follábamos.  Pero en esta ocasión era tiempo de olvidar eso y todo lo demás. Estábamos él y yo, y aquella increíble ciudad.

Cogimos camino hacia su casa mientras hablábamos… Llegamos y me acompañó a su habitación. Era pequeña, con una cama pequeña, un sofá pequeño y un suelo muy grande, de moqueta. Me quité el abrigo y me tumbé en la cama. Tras casi 24 horas sin dormir, estaba cansada, pero le dio igual. Se tumbó a mi lado y ambos de lado nos miramos y sin saber cómo me besó. Nuestros labios bailaban la misma canción, al principio lento como intentando saborear lo máximo esos besos y poco a poco la velocidad fue aumentando, así como el ritmo de nuestra respiración y los movimientos de todo nuestro cuerpo. Las lenguas comenzaron a jugar, nuestros cuerpos se juntaron hasta que las piernas se entrecruzaron y los brazos intentaban desprender las prendas del otro.  Ya solamente con la ropa interior, comenzó a besarme el cuello, a acariciarme la espada y los pechos. Me desabrochó el sujetador, me lo quitó y no había caído al suelo cuando ya se encontraba jugando con mis pezones erectos. Comencé a palpar su abdomen, su espalda, sus pectorales… madre mía, que duro estaba todo él, incluido su sexo, que me esperaba más abajo con ganas de que le prestara atención, y eso hice. Lo aparté las manos de mis pechos y le subí los brazos hacia arriba, lo tenía justo en el sitio que quería. Y comencé a besarle el cuello, el pecho, el abdomen y llegué al pubis. Todavía con el calzoncillo puesto comencé a besarle el miembro, a emitir aire caliente desde mi boca. Notaba las ganas que tenía de liberarlo de aquella prisión y le concedí el deseo, a un amigo no se le niegan ciertas cosas. Al principio unos ligeros lametones por la parte interior de sus muslos y por sus testículos hasta que ya no pude ignorar más su polla y despacio me la metí entera en la boca; noté como exhaló todo el aire que tenía en sus pulmones, como cuando por fin pasa algo que llevas deseando mucho tiempo. Y se la chupé como a él le gusta, noté que lo disfrutaba. Poco tiempo después me cogió de la cabeza, me atrajo hacia sí y nos unimos en un apasionado beso compartiendo sus fluidos. Se escabuyó de debajo de mi, me quitó las chorreantes bragas y me puso a cuatro patas. Después de chupar sus dedos me acarició  la vulva, se abrió hueco y lentamente me penetró. Y ahí me tocó exhalar todo a mí. Aquella polla curvada entraba y salía, al principio despacio y después a una velocidad pasmosa. Las embestidas que me pegaba no me podían gustar más. En un segundo salió de dentro de mi sin previo aviso, me tumbó boca arriba y me volvió a besar dejándome aturdida tras el repentino cambio. Me subió los brazos hacia arriba y me susurró que ahora mandaba él. Comenzó a besarme por todas partes, a masajearme los pechos, hasta que bajó y bajó y me besó el clítoris con una delicadeza que aquí no puedo plasmar. Yo solo podía retorcerme del placer. Y su lengua comenzó a juguetear con él mientras que en ocasiones me introducía un par de dedos por mi vagina. Y solo podía seguir gimiendo. Poco tiempo me quedaba para llegar al orgasmo, cuando de repente se levantó y me penetró de nuevo, pero esta vez rápido al principio, después lento y después sacaba todo el miembro y lo volvía a meter hasta el fondo, cosa que me hacía estremecer y cada vez gemir con más fuerza. Y de nuevo comenzó a lamer mi clítoris y en lo que me pareció una milésima de segundo llegué a un intenso orgasmo. Todos mis músculos se contrajeron, le agarré fuerte la cabeza como intentando apartarlo de mi pero el se mantuvo firme y saboreó todas y cada una de las contracciones de mi vagina. Una vez se extinguieron las mismas, sin apenas un resquicio de fuerza ya, me incorporé, lo tumbé en la cama y me subí a horcajadas encima de él. Y cabalgué despacio y rápido, contoneé mis caderas hacia delante y hacia atrás y de nuevo subiendo y bajando me comunicó que su corrida llegaba, me aparté y comencé a chuparla como si no hubiera un mañana hasta que todos sus fluidos se desparramaron en mi boca. Y caímos los dos rendidos, tumbados uno al lado del otro hasta que cerré los ojos. Cuando los abrí de nuevo ya era de día y él dormía, pero me propuse despertarlo de la mejor manera que se.