Fantasía (1: La amiga de mi Hermana 6)

Continua la historía de María. Su vida esta dando un giro de 180º

Estando tirado aun en la cama me vinieron a buscar para terminar el trabajo. Me acompañaron de nuevo al salón de belleza y empezaron de inmediato a trabajar conmigo.

Estaba en una zona donde no podía verme, comenzaron a maquillarme con gran profesionalidad y la verdad con delicadeza y rapidez. Me aplicaron maquillaje, sombras de ojos, no me pusieron pestañas postizas pero me delinearon los ojos y me pusieron mascara de pestañas. Las cejas ya no me las tocaron pero sí que me retocaron las uñas postizas que me habían puesto por la mañana. Tras ello me peinaron la nueva melena que tenía desde hacia unas horas.

La sesión duró aproximadamente una hora y me condujeron a otra sala. Allí se presento una chica que dijo ser asesora de imagen. Comprobó los resultados de todo el día y me felicitó. Me dijo que era una chica preciosa.

Me quitó definitivamente la bata y abrió un armario donde había ropa que habían comprado para mí durante el día.

  • ¿Qué color te gusta María?
  • Sobre todo el negro.
  • ¿También para la lencería?
  • Si

De un cajón saco un sujetador negro con encajes y me ayudo a ponérmelo. Era muy suave, se notaba que era de un material de calidad. Se acopló perfectamente a las tetas postizas y estas se elevaron haciéndome ver un busto perfecto.

Tras ello me dio unas braguitas a juego que se acoplaron perfectamente en mi culo, tapando por delante la piel falsa que ocultaba mí pene. Yo me miraba y me quedaba alucinado. Aquello era diferente a cualquier otra vez que me había vestido de mujer.

Me hizo separarme unos metros de ella y me estuvo mirando unos segundos.

  • Tu cuerpo es delgado y no está nada mal pero…..
  • Te voy a poner un corsé, el primer día has de estar espectacular

Me puse delante de ella y me pasó el corsé por la espalda. Era a juego con el resto de la lencería. Lo abrochó con rapidez por delate y me hizo volver de espaldas a ella. Cogió las cuerdas y estiró de súbito. Yo instintivamente encogí la tripa. Que sensación, estaba como aprisionado y parecía que no volvería a respirar pero a la vez me sentía bien, mas femenino si cabe.

Me cogió de las manos y las puso a los lados de mi cuerpo a la altura de las tetas y me hizo bajar acariciando el corsé.

  • ¿Te das cuenta de la cintura que hace que tengas?
  • Es increíble

Me ayudo a ponerme aquel top, era negro, ajustado. Era de tirantes anchos y la espalda abierta. Llegaba un poco más abajo de la cintura, acoplándose a la forma que me había proporcionado el corsé. La falda era particularmente extraña, tenía una especie de faja cinturón en colores jaspeados, gris, negro y blanco. Se quedaba por encima del top y por encima del ombligo, en realidad desde allí bajaba un forro sobre el cual pendían hilos en los mismos tonos que la faja dando la sensación de ser un plumaje. Esto hacia parecer que tenía más cadera unido a la reducción de cintura del corsé. Me llegaba a medio muslo.

Lo siguiente fue ponerme unas medias casi tranparentes que hicieron que mis piernas brillaran aun más si cabe. Sin levantarme del asiento me ayudo a calzarme unas botas de charol hasta la rodilla, no sé como mantenían el equilibrio pues se ensanchaban según cogían altura.

Terminado esto me hizo levantar sobre aquellos tacones y no sin problemas para mantener el equilibrio me salió sin pensar una postura muy femenina a lo que mi acompañante aplaudió. Me retocó con la mano el pelo, colocando por delante de los tirantes la melena. Me acondiciono el flequillo y dijo haber acabado la obra maestra.

  • Maria, eres asquerosamente guapa. Te envidio.

Yo quería verme pero no me dejó. Me hizo unas cuantas fotos, orientándome en cómo poner el gesto y la postura, y no sin decirme que debía pasear para acostumbrarme a toda la ropa, corsé y piel sintética, despareció de la habitación.

Allí no había espejos. Yo quería verme y no podía. Intenté salir pero no pude, la puerta solo se abría desde el exterior. Volvió a entrar la asesora de imagen.

  • Bueno Maria. Hemos enviado las fotos a Arturo y nos ha dado el ok. Está deseando verte. Pero antes de irte vamos a hacer unos ejercicios.
  • Vale, estoy un poco cansada.

¿Cansada? ¿Había dicho cansada? Me ruboricé y me avergoncé. Pero en realidad. ¿No había elegido yo misma estar allí convirtiéndome en una nena preciosa? Ella empezó con las clases rápidas.

  • El sexo femenino registra pasos cortos, con piernas cerradas y con un movimiento simétrico de todo el cuerpo, un desplazamiento de conjunto, en el que todo el cuerpo se ve involucrado. Cuando una mujer camina, no solo se desplazan sus piernas, también sus nalgas, caderas, abdomen, brazos, senos y hasta el cabello.

Me colocó un libro en la cabeza y me hizo caminar por la habitación durante un rato largo mientras iba corrigiendo mis fallos. Me felicitó por la rapidez con la que fui asumiendo aquella forma de andar, pero es que no era la primera vez y ella no lo sabía.

  • Vamos a pasar a la voz. Emite un sonido con tu voz normal y ve agudizándolo hacia un sonido como de dibujos animados, cuando llegues a un tono alto vuelve a bajar hasta un término medio. Nota donde rebota el sonido en tu boca y siente en las cuerdas vocales la vibración diferente. Sigue caminando y hazlo.

Me sentía un poco ridículo en aquel momento. Haciendo lo que ella me decía subiendo y bajando el tono, llegó un instante en que me dijo que mantuviera ese tono y me acostumbrara a él. Mientras seguía con mi paseo habitación arriba y abajo.

  • Ese es perfecto. Quítate el libro de la cabeza ábrelo por cualquier pagina y lee con ese tono de voz.
  • "Con la Revolución Francesa estos excesos estéticos desaparecieron y, en el 1800 la reina Victoria declaró el maquillaje públicamente descortés y vulgar; sólo lo usaban los actores y las prostitutas. No fue sino hasta la llegada de Napoleón al poder, y gracias a su esposa Josefina, que los cuidados de belleza renacieron en Francia. Llega después el Romanticismo y con él la languidez, las pelucas dan paso a bucles realizados en las peluquerías parisienses. Pero también surge una mujer que osa vestirse como un hombre y fuma cigarrillos puros, es el tiempo de George Sand. En América también surgieron empresas dedicadas a la cosmética. Charles Meyer en 1860 abrió una tienda en Broadway, donde vendía el maquillaje……."

Así estuve un buen rato leyendo y caminando. Según ella los pasos ya me salían solos. Era cierto pues veía como se contoneaban las "plumas" de la falda. La voz que brotaba de mi garganta era fina, pero no chillona. No daba la sensación de estar forzada.

  • Bien, Creo que hemos terminado. ¿cómo te llamas que no me acuerdo?
  • Mario- Dije yo con mi voz normal
  • ¿Qué?. ¿Llevamos una hora con esto y me contestas así?
  • Perdón, María. Me llamo María. Contesté de nuevo bajando la mirada pero con una voz perfecta y acaramelada.
  • Bien, el trabajo está terminado. Antes de irte te daremos instrucciones para que se mantengan en condiciones estos días los implantes y la piel sintética. Puedes hacer vida "normal" pero sigue esos consejos. Trabaja un poco más la voz durante unas horas. Cuando estés sola.
  • Gracias por todo. – Dije yo – Es increíble lo que habéis hecho.- Esta vez me salió la voz de María sin forzarla.

En el hall de la clínica estaba todo el equipo que había trabajado conmigo. Al verme salir aplaudieron y se lanzaron sobre mí diciéndome lo guapa que estaba. Me besaron y me desearon suerte. Una de ellas me dijo al oído: " Si no te convence esto volverás a ser Mario. Yo lo deseo porque me gusta mucho. Si vuelves a ser Mario no te olvides de mi."

Al separarme de ella le guiñé un ojo. Les di las gracias a todas y me disponía a salir cuando la chica de recepción me dio mi bolso y un sobre. Justo entonces me vi reflejado en uno de los espejos que allí había. Era impresionante. No había ni rastro de mí. En cambio veía una mujer imponente, elegante, juvenil. Una mujer que hubiera deseado para mí, pero que era yo mismo.

No quise mirar más y Salí de allí dirigiéndome al coche. Miguel estaba fuera y me miro con descaro. Estaba apoyado en el coche fumando un cigarro. Al ver que me dirigía hacia el, salto como un resorte. "¿María?"

  • Dios mío, es increíble. Estas…….. impresionante.
  • Gracias Miguel. ¿Nos vamos?
  • Y su voz…….

Volví a verme reflejado en el coche y en ese momento supe que del coche había bajado Mario pero nunca volvería a subir. Maria era la dueña de mi cuerpo y cada vez mas de mi mente.

Miguel me explico que nos íbamos a la residencia de verano de Arturo. Que él llegaría ya por la noche. Tendría tiempo de relajarme un rato antes de cenar con el. El coche arrancó y yo me volví para mirar a la clínica. Estaba en un estado de bienestar total. Si de hombre siempre me había sentido atractivo, con mi nuevo aspecto estaba convencida de ser una reina.

Durante el viaje abrí el sobre, había instrucciones sobre maquillaje y sobre lo que me habían estado haciendo y como evitar que se deteriorara con rapidez. También había dos fotos de las que me habían hecho. A pesar de todo mi mente masculina seguía ahí y no pude evitar excitarme y de pronto me di cuenta que no me habían dado nada para evitar el dolor si tenía otra erección. Intenté disimular pero no podía. Miguel me vio inquieta por el retrovisor y me pregunto si estaba bien. Yo contesté que no.

  • Miguel para donde puedas por favor. Igual tomando el aire se me pasa.
  • De acuerdo.

Llegamos a un parador de carretera y me bajé del coche. Allí había unos cuantos camiones parados. Debía ser un restaurante barato donde suelen hacer sus paradas. Sin pensarlo dos veces le dije a Miguel que entraba un momento al baño.

El bar olía a fritanga y no era precisamente un lugar que rebosara limpieza. Había pensado en ir al baño y tocarme por encima de la piel para ver si conseguía eyacular y bajar la excitación que tenia.

El paseo por el restaurante fue bastante desagradable. Nada más entrar, de repente, se hizo un silencio demoledor. Todos aquellos hombres me estaban mirando con la boca abierta. De repente uno grito "Ven aquí que te voy a dar de comer". Aquello reventó el silencio y todos empezaron a gritar obscenidades y a reírse. El camarero vino a mi rescate y me pregunto qué quería. Le pedí ir al servicio un momento y me orientó. Yo pasé todo lo deprisa que mis tacones me dejaban y la situación hizo que me pusiera a mil por hora, asi que todavía me dolía mas.

Instintivamente entre en el baño de hombres. Estaba sucio y me di cuenta que no me correspondía aquel sitio. Al salir para ir al de señoras un hombre me cerró el paso.

  • ¿ Qué te pasa guapa?
  • Nada. Por favor déjeme entrar al baño.
  • Ok. Yo te vigilo la puerta por si acaso.
  • Gracias.

Mi intención era lavarme la cara pero me di cuenta que destruiría el trabajo de maquillaje. Me miré con detenimiento y me encandilaba mirando aquella chica del espejo. Entonces el dolor era horrible y empecé a llorar. El hombre de la puerta entró y me pregunto qué pasaba.

  • No te lo puedo explicar pero no puedo más. Ayúdame por favor.
  • Lo que quieras princesa.
  • Follame por el culo.

A él se le cambio la cara, entro rápido, cerró la puerta con el pestillo y se bajo los pantalones de golpe. Era un tipo peludo de unos 45 años, los largos viajes sentado y seguramente muchas cervezas le habían hecho tener aquella barriga.

  • Sabía que eras una puta.
  • Rápido por favor. Me esperan fuera.
  • Estas calentorra ¿eh?, ¿No quieres chupar un poco?
  • No, confórmate con follarme

El tenía la pija a tope y entonces me fije lo grande que era y me asuste un poco. El intentò quitarme las bragas pero le dije que las apartara. No quería que descubriera mi parte delantera. El saco un condón del pantalón, se lo puso y dándome saliva en el ano se coloco en posición. Yo estaba apoyada en el lavabo ofreciéndole todo mi culo con la falda levantada sobre mi espalda.

  • Cariño toda para ti

Tras decir esto empujó de golpe. Yo creí que me había desgarrado por dentro y grité.

  • Calla puta. O te tendrás que follar a todo el bar.

Ahora me dolía todo, la polla y el culo. El empezó a follarme frenéticamente pues estaba más caliente que yo. La barriga me daba en el culo en cada embestida de aquella bestia. El no hacía más que despreciarme, "perra", "puta", "zorra", cada entrada de aquel pollón iba ligada a un insulto. Yo me corrí enseguida y el dolor desapareció, pero no podía dejar que se enfadara así que dejé que terminara diciéndole lo feliz que me hacía, para que se excitara más y se corriera cuanto antes.

El muy cabrón cuando notaba que se iba a correr, sacó la polla de mi culo y se quitó el condón e intentó correrse encima mío. Pude reaccionar a tiempo y me retire para evitarlo. Entonces me cogió del pelo e intentó que me la metiera en la boca. A punto estuvo de estropearme el maquillaje cuando sonaron golpes en la puerta.

  • Maria ¿estás bien? – Era Miguel que se había preocupado por mi tardanza.
  • Si si, ahora salgo.

Mi amante me preguntó quién era, le dije que mi escolta. Esto le acojonó y se puso a subir los pantalones. Yo le paré me puse detrás de él y le masturbé hasta que se corrió en el lavabo. El me miró con agradecimiento y entonces, aun no me explico por qué, con un dedo cogí aquel semen y lentamente me lo metí en la boca mientras él se subía los pantalones. Me quiso besar pero no le dejé. Entonces me agarró de las tetas y me asusté. Pensé que se daría cuenta de que eran falsas. Pero no paso nada, me miro mal, me dijo puta una vez más y salió de allí.

A mí me había cambiando de sitio el dolor. Ahora tenía el culo reventado por aquella polla pero no era nada comparado con el sufrimiento de la cárcel en la que tenía mis testículos y el pene. Me bajé la braga y vi que estaba llena de mi propio semen. La limpié con un poco de papel higiénico, me arregle la ropa y el pelo y salí de allí.

El regreso a la puerta fue menos traumático porque Miguel me estaba esperando en la barra, así que no se atrevieron a dar el espectáculo de la entrada. Miguel me pregunto qué había pasado. Yo le explique que necesitaba ir al baño y refrescarme. No se quedo muy conforme porque había oído algo al llamar a la puerta y porque había visto salir a aquel hombre, con cara de satisfacción, de los baños, pero no preguntó nada más.

Al salir por la puerta me volví a buscar con la mirada a mi amante. El me lanzo un beso y gritó puesto en pie "adiós princesa de las putas". Y todos volvieron a estallar en una carcajada.

  • María vámonos de este sitio. Debes entender que tu no perteneces ya a este tipo de lugares. Lo vas a descubrir muy pronto
  • Lo siento Miguel. Pero era una necesidad "fisiológica" urgente.

Subimos de nuevo al coche y reanudamos el viaje. Yo no podía dejar de pensar en lo ocurrido y me sentía muy sucia e ingrata. Aunque en realidad no pertenecía aun a nadie, sentía que había traicionado a Arturo. Rompí a llorar.

  • Que te ocurre María. ¿No estás convencida de esto?
  • No es eso Miguel. De momento excepto la parada en el restaurante todo parece como un sueño. Un sueño bueno.
  • ¿Que ha pasado? ¿Te han hecho algo verdad?
  • No. La culpa es mía.
  • María. Yo soy una persona muy discreta. Si quieres me lo puedes contar.
  • Me da vergüenza y miedo.
  • Como quieras. Pero creo que te vendría bien hablar un poco más. Creo que tienes muchos sentimientos a flor de piel encerrados dentro de ti.
  • La verdad es que muchos.
  • Pues te escucho, si tu quieres.

Miguel era una persona tan afable y cercana que me dio confianza. Le conté todas mis desventuras desde el día que descubrí que Mónica era Raúl. Le conté que estaba loco por Mónica pero que ella había tardado en perdonarme y le expliqué la situación que Arturo había creado para que me encontrara ahora mismo allí.

El me contó que Arturo era una persona increíblemente buena y que aquello obedecía a que se había enamorado de mí. También me contó que desde que, de joven, murió su novia de toda la vida jamás había estado con nadie, se había volcado en trabajo hasta que aparecí yo aquel día en aquella discoteca.

Me explicó que trabajaban para Arturo, él y su mujer Natalia, a la que conocería en breves, desde hacía unos 10 años. Cada uno había empezado de distinta forma pero la convivencia había hecho que se enamoraran y se casaran. Tenían unos treinta años. Arturo les ofreció todo cuando le explicaron que se querían, les ayudó en la boda y les regaló un maravilloso viaje.

" Ya no lo consideramos un trabajo, es nuestra vida y vivimos en las mismas condiciones que él. Es más, lo compartimos todo. Vivimos con él, no trabajamos para él. Y no hay secretos entre nosotros."

Aquello me pareció extraño. El tono de "todo" fue bastante explícito e ilustrativo. Estaba pensando en aquello cuando me preguntó de golpe:

  • ¿Me quieres contar ahora que ha pasado en el restaurante?
  • No se
  • Sera nuestro primer no secreto María
  • Bueno. De perdidos al rio. Igual se acaba esto ahora y no el lunes.

Le explique las consecuencias de esconder el pene y como se puede remediar.

  • El asqueroso que viste salir me dio la medicina.
  • Vaya.

Ya no dijo nada en un buen rato hasta que pudo parar el coche. Se bajo y me pidió que esperara dentro. Yo volví a mirar mis fotos. Al tenerlas en la mano me di cuenta que estaba temblando. Me cogí una mano con la otra y las aprisione sobre mis piernas, Miguel estaba fuera llamando por teléfono. Yo me miraba de vez en cuando acostumbrándome a ver aquella belleza que me enamoraba de mi misma. Mi cuerpo se había adaptado pero mi mente no. Sin darme cuenta me había vuelto el dolor.

Con el teléfono en la mano Miguel abrió la puerta de atrás y me dijo que me levantara la falda y me bajara las bragas. Yo le mire asustada y él me dijo que quería ver lo que le había contado. Con delicadeza hice lo que me pidió. El se sorprendió y siguió hablando por el teléfono.

  • Si si. Es cierto, le han ocultado todo simulando una vagina. Eso debe ser horrible cuando se excite.
  • .
  • Bien voy a llamar a la clínica.

Miguel llamó a la clínica y le explicaron el remedio que me habían dado pero que me lo había dejado en la habitación.

. María, creo que deberías haberme dicho lo que pasaba antes de hacer lo que hiciste.

  • Lo siento pero es que quise evitarlo pero el dolor me pudo.

Entonces entró en asiento conmigo me acaricio la cara con suavidad y me dijo que el también tenía remedio para mis males. Que me lo había recetado Arturo hasta que el llegara. Se bajó la cremallera del pantalón y se saco la pija para enseñármela.

  • ¿Te gusta esta inyección de calmantes?
  • Pero Miguel. Esto…….
  • Te he contado que compartimos todo ¿Verdad?
  • Si pero…..
  • ¿Te duele ahora?
  • La verdad es que si y mucho.

Terminé de quitarme las bragas y me senté a horcajadas encima de él le cogí el pene, me lo puse en la entrada de mi cueva y me senté despacio. Muy despacio. El cerró los ojos con cara de placer y yo me mordí los labios con la respiración agitada.

  • Bésame Maria.
  • Pero el maquillaje se estropeará y yo aun…..
  • Natalia te ayudara, no te preocupes.

Le metí la lengua hasta donde pude y él me cogió de la nuca. Yo saltaba encima de él. Ya no me dolía nada. Estaba en pleno éxtasis. De vez en cuando me quedaba sentada en mi estaca moviendo la cadera para sentir más aquella polla en mi interior.

  • Mariaaaa. Eres una diosa. Ahora entiendo todo.
  • Calla y bésame.
  • Lo vamos a pasar muy bien los cuatro.

Yo llegué al orgasmo pero prácticamente no eyaculé. El se corrió dentro de mí con grandes espasmos y cayó derrotado en el asiento. Tras unos minutos de descanso reanudamos el viaje.

No tardamos en llegar. Aquella casa era impresionante y Natalia, la mujer de Miguel más aun. Me dio la bienvenida con dos besos y me invitó a pasar.

  • Arturo llegará en un par de horas. Hemos de prepararnos.