Fantasía

Una joven relata su fantasía con una mujer que la vuelve loca.

FANTASÍA

Dedicada especialmente a Ana, mi amante virtual.

Era tarde en la noche. La tormenta se había cebado contra la ciudad. Yo, acostada en mi cama trataba de leer aquel libro que tú me habías regalado. Pero no podía concentrarme. El libro era muy interesante, pero mi pensamiento estaba lejos. Pensaba en ti Pensaba en que estabas lejos de mí, que la ausencia ya había durado muchos días.

El ruido de la lluvia repiqueteaba contra mi ventana y yo no pude más. Dejé el libro a un lado y mi mano derecha, casi por voluntad propia, se posó en mi entrepierna. Comencé a sobarme y la excitación fue creciendo en mí. Hice a un lado la tanga y comencé a acariciarme el clítoris. Mi cuerpo crecía en calentura y agitación.

Mi botón caliente respondía a mis caricias. Hubiera querido ser contorsionista para lamerme yo misma y sentir que era tu lengua la que se apoderaba de mi ser. Era indiscutible. Mi mente sólo pensaba en ti, sólo pensaba en tener tu cuerpo a mi lado y tus manos recorriendo mi cuerpo.

Mi mano izquierda se desplazó hacia arriba. Comenzó a tocar mis senos y friccionar mis pezones, que rápidamente respondieron ante la caricia. Soñé. Soñé que eran tus manos las que me acariciaban.

¿Dónde estás? -me pregunté en voz alta-. ¿Por qué no estás a mi lado? ¿Por qué no tengo tus caricias? Te deseo. Te deseo tanto... Quiero tenerte a mi lado y mi mente se tortura pensando que quizás estés con otra.

El fuerte viento azotaba la lluvia contra los cristales. De pronto, la puerta de mi alcoba se abrió y entraste tú. Estabas hecha una sopa, calada hasta los huesos. Corrí hacia ti, me abracé a ti, sin importarme que tu ropa estaba mojada. Te besé y te dije lo mucho que te he extrañado.

Te ayudé a quitarte las prendas mojadas y te traje una toalla para secarte el pelo. Contemplé cómo, con aire sensual, te quitabas también la ropa interior. Tu sujetador cayó al suelo, dejando al descubierto esos senos que tanto me fascinan. Hiciste deslizar tus bragas a lo largo de tus muslos, hasta el suelo. Te miré arrobada... ¡y te deseé!

Ofrecí ir a prepararte un poco de sopa, para hacerte entrar en calor. Me detuviste. Te acercaste a mi, y tomándome en tus brazos, me dijiste: - Es otra cosa lo que necesito para entrar en calor.

Y me besaste y me desnudaste. Juntas, desnudas, abrazadas, caímos en la cama. Tu lengua penetró en mi boca y chupaste mi lengua. Intercambiamos saliva. No besamos hasta rabiar. Bajaste por mi cuello con tus labios. Llegaste a mis hombros y seguiste bajando.

Te detuviste en mis pechos. Los besaste con pasión, mordiste mis pezones, los mamaste y me transportaste a un jardín de deleites. Mis gemidos llenaban la habitación.

Seguiste bajando por mi vientre y, finalmente, llegaste hasta mi pubis. Te abrí las piernas y te colocaste en medio. Metiste tu cara en mi entrepierna y lamiste con pasión mi vulva. Cuando mordiste mi clítoris, me hiciste gritar de placer.

Mientras tu lengua penetraba mi vagina, tus manos ávidas amasaban mis senos. Entonces, te pedí una tregua. Yo quería hacértelo también. Me incorporé. Te halé de las caderas y metí mi cara en tu pubis. Lamí tu clítoris con gozo, e introduje mi lengua en tu vagina.

Gemiste de placer y me sentí contenta. Amasé tus senos, chupé tu vulva y bebí los líquidos que comenzaban a manar de tus entrañas.

Me agarraste de la cabeza, me estrechaste con tus muslos. Me pediste piedad: - ¡Detente! Me vas a hacer llegar.

Pero no me detuve. Seguí lamiendo, mamando y chupando, sin parar y, de pronto, tu cuerpo se contrajo, un grito pasional salió de tu garganta y me inundaste la boca con tus jugos deliciosos. Habías llegado a tu orgasmo.

  • ¿Por qué no paraste? -me dijiste-. Quería que hiciéramos un "69" para gozar simultáneamente. - Quería que te dieras cuenta de lo mucho que te extrañé -te respondí.

Pero nos acomodamos, una al contrario de la otra y comenzamos un feroz 69. Tu boca en mi clítoris, me llevó al paraíso, como sólo tú sabes hacerlo. Seguí chupando y lamiendo tu vulva. Un segundo orgasmo te sacudió, casi al mismo tiempo en que un clímax agresivo, se apoderó de mí y me hizo explotar en exclamaciones de placer.

  • Estás en casa, mi amor -te dije-. ¡Mi sueño se ha cumplido!

Autora: Anaso anaso111@yahoo.com