Fantaseo con mi hijo
Mi hijo. Mi propio hijo. Con una polla grande y dura. Masturbándose delante de mí mientras me grabo en la cama, abierta de piernas y con los dedos mojados de la mano derecha realizando círculos alrededor de mi clítoris. Estoy con los ojos cerrados y los abro asustada. ¿Es una fantasía? ¿Fantaseo con mi propio hijo ahora?
Mientras me hago un vídeo masturbándome para enviar a mi marido, ponerlo cachondo perdido y poder follármelo cuando regrese del trabajo, de repente me viene a la mente una imagen de mi hijo adolescente, semidesnudo y con una enorme erección delante de mí. Me quedo petrificada. No me lo puedo creer.
Soy muy abierta en cuanto al sexo desde casi siempre. He tenido relaciones de todo tipo y mi marido y yo disfrutamos como nos gusta. Soy bisexual y hemos tenido relaciones esporádicas con otras parejas, mujeres y hombres. Siempre desde el respeto y el placer sin inhibiciones y sin ataduras.
Pero esto es demasiado.
Mi hijo. Mi propio hijo. Con una polla grande y dura. Masturbándose delante de mí mientras me grabo en la cama, abierta de piernas y con los dedos mojados de la mano derecha realizando círculos alrededor de mi clítoris. Estoy con los ojos cerrados y los abro asustada. ¿Es una fantasía? ¿Fantaseo con mi propio hijo ahora?
Siento lo mojado que se encuentra mi coño depilado mientras lo acaricio con la palma de la mano por encima de los labios. Quiero continuar grabándome y saco la punta de la lengua de la boca, para pasarla por mis labios y gemir a la cámara. Tengo puestas únicamente las medias de rejilla y unos zapatos de tacón de aguja que a mi marido le vuelven loco. Quiero seguir tocándome y vuelvo a cerrar los ojos.
Mi hijo agarra su polla joven y dura con su mano izquierda mientras me mira. Es grande. La veo palpitar mientras escupe a su capullo y moja con su saliva todo el tronco venoso. Me mira mientras lo hace, con su boca entreabierta. Sé que me mira con deseo, como desea a las nenitas con las que sale por ahí y que seguro que querrían follárselo. Pero él prefiere a su madre. Su madre le da lo que necesita en casa y eso le da seguridad.
No puedo quitarme de la cabeza esa imagen. Mis dedos entran en mi coño hasta casi el fondo y gimo más fuerte. Tiemblo con ellos dentro mientras pienso en susurrarle a mi hijo si le gusta lo que ve, si su madre es lo que él desea cuando piensa en una mujer. Una mujer de verdad, no esas jovencitas impetuosas y poco experimentadas, que creen que todo debe ser como en las pelis porno. Bestia y rápido. Pues no, nene. Tu madre sabe hacértelo como te gusta. Lento e inimaginable. Placentero y delicioso.
Apoyo el móvil en la almohada y libero mi otra mano. La llevo a mis pezones, que están duros como piedras. Los pellizco y agarro mi pecho, no demasiado grande, pero bien puesto para mis 41 años. Y dejo que la idea de tener a mi hijo delante me haga volar a otras cotas.
Las paredes de mi vagina se contraen con el movimiento de mis dedos dentro. Siento que la idea de un hijo adolescente voyeur y empalmado me cubre la mente con una niebla nueva y vergonzosa. Nunca había pensado en este tipo de fantasías, incestuosas y extrañas. Pero ahora sólo pienso en ver cómo esa polla juvenil y completamente empalmada se corre para mí y hace que me corra y me mee de gusto al mismo tiempo.
Agito mi pensamiento y acelero la imagen de su cuerpo excitado y arqueado, con las dos manos puestas en esa polla brillante y joven, masturbándose con energía. Y yo acelero un poco mis movimientos, introduciendo dos dedos en mi coño completamente mojado y follándome con decisión.
“Mami quiere verte correr, nene” pienso, mientras se agita y observa cómo su madre también se masturba para él. “Sí, Mami”, susurra él, acercándose un poco al borde de la cama y dejando su polla muy cerca de mi cara, tanto que si quisiese, podría tocarla con la lengua.
Lo observo absorta, cachonda perdida y mojada como hacía tiempo que no estaba. Él continúa con sus movimientos arriba y abajo con las dos manos sobre ese precioso cacho de carne enrojecido y duro. Y lo hace cerca de mi cara. Puedo oler su excitación. Veo sus gotas seminales y sus dedos estrujando su preciosa polla. Huelo que está a punto, porque sus jadeos se hacen más ostensibles.
Mi propia excitación está llegando al culmen. Siento que el deseo de mi hijo por darme su corrida en la cara hace que mi propio orgasmo asome en mi vientre. Pellizco fuerte mi pezón izquierdo y apuro mis dedos dentro y fuera.
“Dámelo nene, dale a tu madre esa leche tuya” le susurro mientras le miro directamente a los ojos. “Oh Mami sí, quiero dártela. ¿La quieres? ¿Quieres la leche de tu hijo en tu preciosa cara, Mami?” me dice él entre dientes, mientras sé que se va a correr. “Dáselo a tu Mami, nene. Llena mi cara con tu corrida “le digo.
Y entonces exploto mientras él se corre entre jadeos fuertes y temblores. Mi orgasmo me agita y me hace temblar mientras siento sus chorros en la frente, en la boca y en las mejillas. “Eso es, nene, así me gusta. Mami se corre también, nene, sí nene” me repito mientras siento que todo mi líquido se entremezcla con algo de orina y sale a borbotones, mojando y empapando sábanas y colchón.
Me quedo extenuada, estirada en la cama, mojada de mis líquidos y satisfecha. Ha sido increíble. Menudo orgasmo. Y menuda corrida sobre la cama.
Recuerdo que el móvil sigue grabando. Lo recojo y lo paro. Quiero verme. Me regodearé en mi corrida y a lo mejor vuelvo a tocarme viéndome. No lo llevo al principio, quiero verme desde los pensamientos incestuosos. Y me oigo a mí misma susurrando “Dámelo nene, dale a tu madre esa leche tuya”. Dios, me pone cachonda perdida oírme.
Y entonces lo veo. Al fondo, casi en la esquina superior, en la puerta entreabierta, está mi hijo. Asomado entre la penumbra. Con su polla en la mano. Masturbándose mientras me observa.