Familiarmente sexo

¿Amor filial?, pues sí. ¿Sexo con maduras?, pues también. ¿Infidelidades?, también. A fin de cuento fue algo que simplementó paso y que quedó en familia.

Aquel sábado de invierno tocaba hacer bricolaje en casa. Ni que decir tiene que odio el bricolaje y tampoco soy particularmente habilidoso, ni lo pretendo, pero tocaba arreglar una cañería que goteaba, para colmo el fluorescente también se había fundido, no tenía repuesto y tenía que trabajar con la poca luz natural que entraba por la ventana. Me puse manos a la obra y como era de suponer no me cundió demasiado y mis intentos de arreglo, lo fueron más bien de desarreglo. Y allí estaba tumbado sobre el suelo y sin demasiados ánimos de continuar. Al poco entró alguien en la cocina, estaba aburrido y cansado, ví los zapatos negro que no hacía mucho le había regalado y unas hermosas piernas. Incorporándome ligeramente metí directamente mi mano en su entrepierna, noté un ligero gemido y un respingo, pero poco después se quedó quieta. También quería jugar. Le bajé las bragas, pero ... de pronto escuché algo que me intranquilizó, oí a mi mujer llamar a mi suegra y está contestó, y contestó desde la cocina. Me quedé tieso, pero una voz, me dijo:

No pares, que parece que esto se te da bastante mejor que las chapuzas.

Me quedé cortado, pero la situación me excitó. No, no soy de esos que cuentan que su suegra siempre les dio morbo, y que habían deseado tirársela, todo lo contrario, nunca había tenido una buena relación, me incordiaba y me tocaba las pelotas siempre que podía y nunca había pensado en ella como mujer. En aquella época debía rondar 58 años, y he de reconocer que se conservaba muy bien de tipo. Era una mujer que se cuidaba, hacía ejercicio, etc. Pero... sí, seguí trabajándole el coño, se lo apreté con fuerza, sus labios crecían, mi índice se introdujo en su vagina y empezó a juguetear en su interior. Volví a oir la voz de mi mujer y mi suegra mantenía una conversación con ella con total y absoluta naturalidad. Y yo a lo mío. Noté sus flujos en mis mano, estaba totalmente húmeda, pero no estaba seguro de si se había corrido o no. Rebuscando entre sus pliegues me acerqué a su clítoris que toqué una y otra vez suavemente. Me detuve un momento porque mi posición era bastante incomoda en todos los aspectos.

-Sigue, cabrón, sigue, si te paras te la corto, -me dijo-

Me sentía dominado, inquieto y excitado. Le apreté todo su coño con fuerza. Noté que se doblaba y supe que sí, ahora sí, se había corrido.

No me dijo nada, y se marcho de la estancia. En todo ese tiempo no había visto apenas nada. Y ahora me quede empalmadazo, confundido y con unas bragas negras, que no sabía bien donde guardarlas.

Al poco entró nuevamente alguien en la cocina.

-¿Qué tal lo llevas? - me preguntaron-

Ahora sí que era mi mujer. Le conteste que aquello no era lo mía y que tendríamos que llamar a un fontanero. Mi suegra se incorporó a la conversación y me dijo que estaba segura que otro tipo de arreglos los haría mejor. Me incorporé, todavía con una erección del carajo. El tanga (porque a sus años llevaba tanga) de mi suegra me lo había guardado dentro de mis pantalones, lo que me ponía todavía mucho más si cabe.

La comida ya estaba casi preparada, pero se nos había olvidado el pan. Me ofrecí a ir a la panadería, necesitaba airearme, pero mi mujer dijo que se acercaba ella y que de paso traería algo para el postre. Y nos quedamos solos. Nos miramos, me sonrío de una manera pícara, y me dijo,

¿Creo que tienes algo mío?

Me saqué las bragas por la cintura. Y me dijo que,

Espero que no estén llenas de semen?. Aunque bueno si es así espero que hayas disfrutado de la paja que te has hecho. Ahora te voy a dar tema para más.

Se subió la falda, y quedó ante mí un preciso coño rasurado. En la parte interior de su muslo derecho tenía la misma mancha que tenia mi mujer. Vaya con la suegra, pensé. Evidentemente ahora la veía bien diferente.

Cómemelo, -me dijo-.

Se sentó en el sofá y me agaché para lamérselo, lengüetazo a lengüetazo. Ahí estaba yo arrodillado, comiéndole el coño a una mujer que me doblaba la edad, que era mi suegra y que además se había pasado la vida poniéndome a parir.

Le abrí fuertemente las piernas, apoyando mis manos en la parte interior de sus muslos. Ella apretó con su mano mi cabeza contra su sexo. Lamí su flujos, cerró su piernas sobre mi, apretándome fuertemente y mi jodida suegra se volvió a correr. Oímos las llaves y me incorporé. Otra vez empalmado y sin deshogo. En la mesa se sentó justo frente a mí. La conversación se desarrolló con los banales temas habituales. De vez en cuando alguna mirada. Tampoco me había fijado nunca, pero tenía unas tetas que aunque caídas, mantenían un forma bonita y sensual. Estaba descubriendo a mi suegra. Me levanté para recoger el postre que estaba en el congelador, lo abrí y casi me dieron ganas de meterme yo allí. Una mano se posó en la mía y me la llevó a un coño húmedo, acercándose a mi oreja y casi besándomela me dijo:

  • Como puedes ver todavía esta mojado, muy mojado,

Y me apretó la mano contra su vulva.

Volvimos a la mesa y volvió a ser la impertinente y desagradable suegra de siempre. No iba a dejar de serlo, a fin de cuentas no le había cambiado el carácter, solamente le había comido el coño y le había hecho una paja. Tengo que reconocer que hasta ese momento nunca había tenido relaciones con ninguna mujer que no fuese la mía. Y no tenía quejas al respecto, follaba estupendamente, aunque en aquel momento pensé que menos mal que no hubiese salido a la salida de su madre. No quería pensar y además me notó que estaba algo distraído. Y me dijo con malicia:

  • Últimamente siempre tienes la cabeza a saber donde.

Antes de terminar recibió una llamada de teléfono y dijo que tenía que marcharse y que esperaba que si no podía terminar con el trabajo que había iniciado no tendría más remedio que llamar a un verdadero especialista. ¿Me estaba provocando? ¿Tenía un amante y había quedado con él? ¿Quería que rematase la faena y que buscase alguna excusa para salir? ¿Simplemente jugaba?. No sabía que hacer ni que era lo que ella quería.

El caso es que se marchó. Nos dimos los besos de rigor y sin que mi mujer se diera cuenta me tocó literalmente los huevos. Hasta entonces lo había echo pero de otra manera.

Como podéis imaginar yo estaba completamente salido. No puede más, fui hacia donde estaba mi mujer, que estaba en la cocina recogiendo, me acerque por atrás y pegándome a ella le metí la mano en el coño. Ella se dejó hacer. Le baje las bragas. Me senté en una silla y ella sobre mí y se la clavé sin preámbulos. Sentí todo su peso sobre mí, y en unas pocas embestidas me corrí y me vacié completamente en su interior. No recordaba nunca haber derramado tanto semen en mi vida. Vaya, tenías unas ganas locas de follar. Ha sido un polvo genial. Yo me quedé por fin tranquilo y relajado. Tengo que admitir, que cuando se la estaba metiendo pensaba e imaginaba a mi suegra. No podía evitarlo, me quedé con unas ganas locas de joder a la jodida de mi suegra. De metérsela sin contemplaciones y no darle tiempo a que se corriera para fastidiarla más. Manda huevos, había descubierto que mi suegra me ponía y me daba morbo.

No tardamos demasiado en volver a coincidir, lo que por otra parte era inevitable. Tengo que decir que mi suegra se había casado en segundas nupcias con un hombre de su edad y condición haría unos 14 o 15 años después de haberse separado del que fue su primer esposo y padre de mi mujer. Al contrario de ella, siempre me calló bien, era un tipo amable, correcto y que siempre estaba de buen talante, y desde luego que había que tenerlo para convivir con ella.

Habíamos quedado un sábado para ir al teatro, cosa que hacíamos con una cierta frecuencia. Casualidad o no , nos sentamos mi suegra y yo nos sentamos juntos. Estaba nervioso. La función estaba siendo bastante aburrida y yo de vez en cuando la miraba de soslayo. Noté que una mano se deslizaba entre mis piernas, apretándome fuertemente los huevos. No quise girarme. Se acercó a mi oído y me dijo que su hija le había contado que había echado un superpolvo el otro día y que estaba segura de que ella había contribuido. Esta noche espero que también cumplas, me dijo. Me bajó la cremallera y empezó a tocarme suavemente la polla, se acercó a los huevos y comenzó también a masajearlos. Finalmente me la envolvió en su mano y empezó a arriba y abajo en un movimiento dulce y acompasado. Ambos mirábamos fijamente al escenario de forma que nadie pudiera percatarse. Me estaba poniendo a cien. Un pequeño chorrillo de semen se escapó y ella lógicamente lo notó. Sacó su mano disimuladamente. Yo estaba supersalido y empalmado y me dieron ganas de seguir yo con la faena, pero me corté. La función acabó.

Fuimos a una cafetería cercana a tomar una copa. Yo estaba loco por llegar a casa y desahogarme, pero no, parecía que había gana de charla y la velada se demoró casi un par de horas más. Ni que decir tiene que cuando llegué a casa, otra vez, zás, se la clavé nuevamente a mi mujer. Al terminar tumbado boca arriba en la cama, pensaba que quizá mis suegros estarían haciendo justamente eso mismo, y ese pensamiento me puso aun más cachondo. Mi mujer estaba ya casi dormida me puse detrás de ella, le abría las piernas y se la metí por atrás. No me dijo nada, solamente gemía, se doblaba, y me dejaba hacer. No tardé en correrme. Sea como fuere, cierto era que la intervención de mi suegra estaba digamos alegrando mis relaciones sexuales con mi mujer, aunque fuera de una manera no demasiado ortodoxa.

Pasaron algunas semanas sin más novedades. Las cosas habían vuelto a la normalidad y todo aquello me parecía algo lejano e incluso irreal como si no hubiese sucedido y por un motivo u otro apenas si habíamos coincidido. Un día ya casi del verano se presentó nuevamente mi suegra en casa con todos los papeles para hacer la declaración de la renta. Solía ser yo quién se ocupaba de aquellos temas.

Llevaba un vestido azul de un tejido que se ajustaba bastante bien al cuerpo, con un pronunciado escote que dejaba entrever unos senos pecosos y los ribetes de un sujetador blanco. Venía como siempre muy arreglada, los labios de un carmesí intenso y con unos zapatos de tacón. Se había cortado el pelo y le había dado unas mechas. Nos saludamos y hablamos de manera informal. Me preguntó por su hija. La noté algo inquieta. Yo estaba tranquilo, creo que ya había superado el calentón o calentones pasados. Miré los papeles y le ofrecí algo de beber. Había una serenidad que no dejaba de ser algo forzada. No nos mirábamos directamente a los ojos, pero cuando en un momento nos encontramos no quedamos mirando fijamente sin decir nada.

Creo que están todos los papeles y si no necesitas nada más me voy.

Ahora que lo dices, -respondí yo- sí, creo que necesito algo, quiero que me hagas una mamada, porque eres una perfecta calienta pollas.

Vaya, vaya, mi yernecito se está espabilando – contestó con sorna-.

Se agachó, me bajo la cremallera, y me la sacó. Ya estaba totalmente empalmado y salió como un resorte. Me desabroché los pantalones para estar más cómodo y me recliné hacía atrás en el sofá dejándola hacer. Se la metió completamente en su boca y se la fue sacando lentamente, así una y otra vez. Después empezó a lamerme los huevos y metérselos en la boca, mientras con la mano agarraba mi polla. Volvió a metérsela, esta vez solamente la punta del capullo y jugueteba con su lengua. Cada vez apretaba un poco más, un poco más, un poco más hasta que por fin me hizo algo de daño y me incorporé hacía delante.

Eres un poco blandito, -me dijo-

.

Y tu una jodida chupa pollas, -le contesté-, apretándole la cabeza contra mi entrepierna.

De pronto paró y se incorporo. Volvía a tener el control. Se levantó la falda del vestido, dejando ver su sexo envuelto en unas escuetas bragas también blancas, completamente húmedas. Me lo acercó había mi cara y me dijo:

Huele.

Empecé a oler y chupetear con la punta de mi lengua sus jugos. Me incorporó y cogió mi polla y empezó a rozar su entrepierna con ella, primero la parte interna de sus muslos. Que suavidad. Después continuó por encima de sus bragas que eran de un tejido igualmente suave y casi transparente. Apartó con su mano las bragas e hizo como que se la metía. Al fin rocé la su coño e intenté metérsela apretándola contra mí, pero esquivó mi embestida. Volviéndose a agachar, se inclinó y se la metió nuevamente en la boca, sujetándola con las dos manos. Quería esperar, pero no puede más y me corrí en su boca e hice todo lo posible para mancharle el vestido y así obligarla a que tuviera que quitarse el vestido... pero la muy guarra se lo tragó todo.

Se levantó, se quitó las bragas y me las dio.

  • Toma para que te "pajees" pensando que puedes metérmela.

Y tenía toda la razón porque me hice unas cuantas pajas con sus bragas. Los calentones eran tremendos y empezaba a estar algo desquiciado con todo aquella situación.

Al cabo de 2 semanas me acerque al apartamento de mis suegros para llevarles la declaración. Era un apartamento que tenían alquilado desde hacía pocas semanas. Quedamos en una cafetería cercana, nos dimos los besos de rigor. Esperaba encontrarme también con mi suegro, que se ocupaba más de los temas fiscales, pero tanto mejor. Estaba espléndida con una camiseta negra y una falda a juego que le llegaba por al rodilla. Medias también negras y unos zapatos de tacón alto. Como siempre pintada y maquillado y con el olor a su perfume habitual. La miraba y la imaginaba en ropa interior. Como bien sabéis había tocado y comido casi todo su cuerpo pero éste aun seguía siendo un misterio porque nunca la había visto completamente desnuda. Subimos juntos. Abrimos la puerta. Me abalancé sobre ella y le metí la mano directamente en su coño. Sí, llevabas bragas, pero se las aparté como pude e introduje un dedo en su raja. Oímos ruidos. La miré con sorpresa, auque ella no parecía en absoluto sorprendida. Nos miramos y nos acercamos hacía donde provenían aquellos sugerentes ruidos.

Abrí la puerta de la habitación y reconocí a aquella mujer cabalgando sobre un tipo totalmente desnudo, y bocarriba en la cama. Era la MIA¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡ Se percató de mi presencia. El hombre se incorporó y era el marido de mi suegra. Vaya panorama. Quería desaparecer. Nadie dijo nada. Mi suegra empezó a desnudarme y a desnudarse. Me agarró la polla con fuerza hasta conseguir empalmarme completamente. Ahora sí la tenía completamente desnuda ante mí y por un momento se me olvidó que teníamos espectadores y vaya que espectadores. Me tumbó en la cama y empezó a juguetear con su coño sobre mi polla, hacía arriba y hacía abajo. Se la cogió con la mano y se la introdujo completamente y de golpe toda dentro de sí. Yo la embestí con fuerza. Empezó a agitarse y moverse suavemente. Miré a mi mujer, me sentía entre un sueño y una pesadilla y simplemente me dejaba llevar, y ella sin pensarlo más posó su coño sobre mi boca. Tenía mi polla dentro del coño de mi suegra y mi lengua dentro del coño de mi mujer. Me sentía perdido y a la vez en la gloria. La apreté fuertemente contra mí, y comí con deleite el coño, de la puta de mi mujer que estaba follando con otro. Se levantó y se dio la vuelta quedando frente a frente con su madre. Ella siempre prefirió que se lo comiese así, claro porque a la vez ella me hacía una mamada, pero ahora mi polla estaba entretenida y ocupada. Mi suegro se acercó con su polla ya casi erecta otra vez hacía las dos hembras que me montaban. Quería unirse a la fiesta. Mi suegra se empezó a lamérsela con la lengua mientras seguía cabalgando lentamente sobre mí. Al fin se la metió en la boca apretándole la punta del capullo con sus gruesos labios. Mi mujer se la sacó de la boca y ahora fue ella quien se la metió completamente en la boca y empezó a mamársela con deleite. Mi suegra se la volvió a quitar. Parecían dos hembras luchando por una polla. Mi mujer la recuperó, parecía desesperada por tenerla dentro, y mi suegra se la sujetó con la mano. Se la saco de su boca, hizo un gesto a mi mujer y ésta se incorporó y se puso a cuatro patas sobre mí, y fue embestida por detrás con todas sus fuerzas . Tenía su cara casi contra la mía, veía su lujuria y retorcerse en gestos de placer y aquello me ponía y sentía como mi polla se endurecía en el interior del delicioso coño de mi suegra. Siguió embistiendo, una vez más y desparramó todo su semen dentro de mi mujer que gemía como una loca. Se apartaron y quedé al fin frente a frente con mi suegra.

Como la deseaba, como deseaba llenar y quedarme en su coño. No me importaba que sus tetas estuviesen ya algo caídas, y que sus carnes no estuviese prietas y firmes. Con mi mano derecha le toqué su coño. Me miró con vicio y se retorció sobre mí. Se tumbó hacía mí sin sacársela de su raja y me besó apasionadamente en los labios. Nos incorporamos ambos, hizo un gesto como de apartar sus labios pero no la dejé, le metí la lengua y sentados sobre la cama y si dejara de besarnos, le dí un último empujón y me demarré en su interior en la mayor corrida de mi vida. Permanecimos un instante abrazados, al girarse levemente mi leche se le empezó a derramarse por las piernas. Quedamos todos inmóviles durante un rato en un amasijo de cuerpos cubiertos de semen, sudor y flujos. Nadie quería ser el primero en moverse... ... ...

Y como siguió todo aquello ... ... ... Pues como podéis imaginar la cosa no terminé ahí. Pero eso ya es otra historia.