Familia VillaDuero. Carlos y su fetiche

Difícil clasificar este relato: fetichismo? gay? jovencitos? vosotros mismos...

Episodio 7

—¿lo notas?... aquí huele raro…¿tú no lo notas? …No digas que no…— dice mi compañero de piso olisqueando el ambiente como si fuera un sabueso que trata de identificar y seguir un rastro.

—Es extraño…es una mezcla de un olor que me resulta familiar y otro …extraño …que no logro identificar.

—Yo no noto nada…creo que eres un poco maniático… eres demasiado delicado…incluso para los olores eres un tipo extraño…te lo tienes que hacer mirar— afirmo tratando de disimular y no darle la razón, la verdad es que la habitación huele a hembra que echa para atrás.

—Dejémoslo ahí…por no discutir… pero este olor es extraño y familiar a la vez…no logro identificarlo pero ya me vendrá…seguro que lo recuerdo.

No le puedo dar la razón sin descubrir que lo que el oler que percibe es el de su querida hermana Marta por partida doble. El olor que identifica como familiar es el perfume que usa, y el otro olor extraño que no ha podido identificar, es el olor que queda en la habitación después de haber estado follando todo el día. Dónde se mezcla el olor del sudor de nuestros cuerpos, el olor de sus flujos más íntimos y el olor de mi semen.

—¿Qué me has traído del pueblo? — le pregunto para desviar la atención hacia otro tema para que no siga insistiendo y pueda sospechar algo.

No quiero confesarle me estoy tirando a su hermana siempre que ella puede escaparse del colegio donde esta interna, y que los fines de semana que él va al pueblo con sus padres los aprovechamos para follar como dos poseídos.

—He traído un chorizo casero y unos rosquillos de anís que hace mi madre especialmente para mi, sabe que me encantan y a menudo los hace para complacerme.

—¿y esto? ­... ¿Qué es?  — le preunto revolviendo un poco las cosas que trae en la bolsa de viaje.

—ropa limpia y cosa mías…— me responde recogiendo lo que se ha desparramado sobre la cama al sacar los rosquillos de la bolsa.

A pesar del mucho cuidado que pone al manipularlo, se le escapa de las manos el envoltorio que sujetaba desenvolviéndose parcialmente, justo lo suficiente para que se vea el contenido: son unas zapatillas de señora, de esas que se usan para estar por casa.

Son de color gris y tonos azulados, suela negra de goma, abiertas por detrás para usarlas con chancleta y con un pequeño tacón. Parecen usadas por lo que no logro entender para que las quiere, que utilidad pueden tener, ni porque las esconde con tanto celo.

—Para quien son esas zapatillas… no me dirás que son tuyas…jejeje…no te imaginaba tan…tan así— le pregunto intrigado por el descubrimiento.

—Déjalo…no tienes nada que hacer con ellas…olvida que las has visto…no te importa. Son cosas mias que no te importan— dice con tono enojado y muy incomodo por haber sido preguntado por algo que parece querer en secreto.

—vale, vale…a mi eso no me importa una mierda y si no me quieres decir nada...tampoco me interesa.

—¿me has echado de menos?... yo a ti si…estaba deseando volver para estar aquí contigo… en el pueblo me aburro como una ostra— me pregunta cambiando radicalmente de tema.

—pues yo he tenido un finde distraído…preparando el trabajo que debo presentar mañana… y viendo la tele…no he salido a la calle para nada... dichosos exámenes…¡que ganas tengo de que lleguen las vacaciones!.

No le puedo hacer ningún comentario sobre lo que realmente ha pasado. Ha venido a casa su hermana Marta, se puede decir que solo hemos parado de follar para comer y beber, por lo que no es extraño que la habitación huela “raro”.

Carlos sigue olisqueando tratando de identificar ese olor que lo mantiene intrigado. Me preocupa que pueda finalmente asignar el olor desconocido a la presencia de su querida hermana. Aplicando la técnica del calamar suelto una andanada de tinta para distraer al enemigo y así tener tiempo para escapar.

—Está bien… me has pillado…este olor que sientes es el de una compañera de clase. Ha venido a trabajar conmigo y terminar un trabajo que debemos presentar el lunes. De una cosa hemos pasado a otra, de esta a otra, hasta que hemos terminado en la cama, tu ya me entiendes.

—¿Y qué?... cuenta… cuenta…ya sabes que me gustan mucho los detalles de “tus conquistas” - me interroga emocionado al ver la posibilidad de oír de mi boca como ha ido el encuentro.

—Jejeje…lo se…lo se…algún día lo tenemos que organizar para que lo puedas ver tu mismo…en directo…como espectador o como protagonista invitado…¿te gustaría, ehhh…estar ahí mirando mientras yo hago lo que ya sabes

—Venga…venga…cuenta ¿Cómo es? ¿Qué hicisteis? ¿qué decía?¿le gusto?¿qué caras ponía?¿qué le gusto más?...estoy sobre ascuas…cuenta…cuéntame.

A partir de ese momento nos sentamos en el sofá cómodamente y empiezo a relatar mi aventura del sabado. Evidentemente le doy una versión reducida y sin dar ninguna pista para que no pueda volver a sus dudas iniciales con el olor misterioso.

Marta se presentó el viernes por la tarde dándome una gran sorpresa. En la residencia dijo que se iba al pueblo con su hermano, a él y la familia les dijo que tenía que preparar un examen y que ese finde no podía ir a casa con Carlos. En realidad, lo tenía todo planeado para venirse conmigo y pasar dos días completos juntos...para probar y descubrir todo lo que ella había oído contar sobre sexo en los últimos tiempos.

En este momento no quiero entrar en detalles, ya os lo contaré en otro momento para que saborear conmigo este finde de lujo y para que conozcáis mejor a la más jovencita de la familia VillaDuero. Sin casi tiempo para explicaciones, ella estaba tan morbosamente excitada por su “travesura”, que nos pusimos a follar como dos animales en el comedor, primero en el sofá y luego por el suelo. Antes de dormir, echamos otro casquete, esta vez más reposado, en la cama.

El sábado por la mañana amanecimos abrazados con la postura de la cucharilla, tras algunos tocamientos termine haciéndole una rica comida de su hermoso sexo. El resto del día lo dedicamos a charlar y conocernos mejor, hasta que llego el atardecer que nos volvió a invitar a practicar varias posturas: el misionero, con las piernas en alto, ella sentada sobre mi… un amplio repertorio, aunque todavía nos quedaron muchas posturas para probar.

El domingo hubo más… Marta parecía incansable…llena de curiosidad por todo lo que hacíamos y lo que se le ocurría. Creo que terminó algo dolorida y yo quedé exhausto, aunque completamente satisfecho. La tarde del domingo la utilice para descansar y dormir un poco, hasta que llego Carlos y me despertó de mi larga siesta.

Tras su insistente interrogatorio le conté lo que había hecho por la mañana con Marta, con la precaución siempre de ir dejando caer que la chica que había estado era una compañera de clase, y que se llamaba Carolina, lo que le complació mucho.

—¡Joder, tío…que bien te lo has pasado!... yo todo lo contrario. El sábado en el desayuno me cogió mi padre por banda y empezó a soltar paridas sobre mi futuro y mi comportamiento…no acepta que sea como soy. Me sentí ofendido y discutimos…mi madre que estaba presente, se puso de mi lado y la discusión se fue ampliando hasta llegar a los gritos e insultos…un mal rollo.

—Lo siento mucho por ti...sé que estas cosas te afectan mucho…se te nota…estas tristón— le digo ­dándole un cariñoso puñetazo en el hombro en señal de apoyo

—La verdad es que si…siento haberte preocupado — me contesta.

A partir de ahí seguimos charlando de temas diversos, de la semana próxima, de las vacaciones que se acercan, y de quien se debe encargar de hacer la limpieza del piso pues el desorden empieza a dejarse ver con claridad.

—Si mi madre viera como tenemos el piso…seguro que le daba algo…Jejeje— dice jocoso y avergonzado.

Recogemos un poco, preparamos unos bocadillos para cenar nos comemos una buena ración de rosquillos y no preparamos para ir a dormir.

—¿me dejas que me acueste contigo?... Hoy no querría estar solo…no te importa, ¿verdad? En fin de semana ha sido muy duro y esta noche preferiría no estar solo— me dice Carlos desde la entrada de mi cuarto.

Al rato ya estamos en la cama de matrimonio donde yo duermo. Cada uno en un lado de la cama, si tocarnos, apagamos la luz, yo me pongo de costado dándole la espalda. A los pocos minutos ya estoy durmiendo profundamente, llevo dos días sin parar, durmiendo poco y teniendo un gran desgaste.

Esta atmosfera sosegada y rutinaria me da la tranquilidad que mi cuerpo pide para relajarme y caer rendido como un tronco. A pesar de eso, al rato me despierto sin saber por qué motivo.

Sin moverme de la postura que tengo, de costado, las piernas ligeramente recogidas y mirando hacia afuera de la cama, tomo conciencia para a continuación darme cuenta que Carlos me está acariciando mi polla por encima del pijama.

Lo hace con tanto cuidado para no despertarme que el roce de sus dedos es casi imperceptible. Lo que sí que resulta más que evidente es que al  mismo tiempo se está haciendo una paja mientras me toca.

Conozco las inclinaciones de mi compañero de piso, él sabe que yo le respeto, que es mi mejor amigo, pero que no tengo los mismos gustos ni deseos que él. Estos tocamientos furtivos y a escondidas, sin que yo aparentemente lo sepa, es lo más lejos que ha llegado hasta ahora.

Nos hemos visto desnudos, hemos jugado juntos con nuestros miembros…pero siempre con una visión limpia y compartida, siendo los dos plenamente conscientes

En esta ocasión, lo hace por su cuenta, cogiendo sin permiso lo que tanto anhela y desea…. Yo lo aprecio y no se lo voy a tener en cuenta…dejaré que disfrute de su paja, y si quiere tocarme para excitarse más…le dejaré que lo haga.

Después de sus tocamientos y que estos pensamientos me recorran el cerebro, me doy cuenta que mi polla… la que parecía que estaba agotada por el tute recibido estos dos días, se ha despertado y lentamente está tomando volumen. Fingiendo estar todavía dormido me doy la vuelta sobre la cama con lo que obligo a Carlos a darse la vuelta a él también con lo que queda dándome la espalda.

Me acerco a él, lo abrazo desde atrás y pego mi cuerpo al suyo. Tras unos minutos de calma y silencio, noto como mi amigo vuelve a tocársela…al principio poco a poco, con miedo a despertarme y que lo pille en medio de la faena.

Luego con más intensidad…el contacto de su cuerpo me transmite sus vibraciones y cada vez estoy más cachondo. Él me debe notar cada vez más duro y gordo, apoyado sobre sus nalgas y lo aprovecha…separa las piernas, su mano se cuela entre ellas buscando mi polla, cuando la encuentra se la coloca en medio de sus piernas y la aprieta entre sus muslos.

Vuelve a tocársela y a hacerse una rica pajilla mientras tiene mi polla entre las piernas. Siento como se estira para coger algo, pero con cuidado para no perder el contacto. Oigo el ruido característico del papel de periódico al desenvolverse para sacar lo que cubre.

Lo oigo caer al suelo y a continuación la respiración de Carlos se hace más entrecortada…hay algo que lo ha puesto a cien… y no es mi polla entre las piernas…ni la paja que lleva rato haciéndose… ¿Qué será?

Con mucho cuidado, para que no se dé cuenta, levanto la cabeza y miro por encima de su hombro para ver que ha cogido. La luz es escasa, aunque suficiente para identificar lo que hay sobre la cama…una zapatilla de andar por casa de mujer... la que se ha traído del pueblo.

Me llama mucho la atención, en un principio no entiendo lo que está sucediendo. Tienen que pasar unos segundos para que mi cerebro logre armar una explicación.

Carlos mantiene atrapada mi polla entre sus piernas, con una mano se toca la polla muy suavemente, con la otra acaricia la zapatilla como si fuera un objeto divino. Con sus dedos recorre el perímetro de la suela de goma oscura, luego con el dorso alisa la parte superior hecha de tela afelpada decorada con motivos geométricos. La decoración es de líneas y cuadros, aunque el fondo es de pequeños rombos de varias tonalidades de azul y gris.

Es lo que cualquiera diría es una zapatilla de andar por casa clásica, con un toque de modernidad. La zapatilla se ve bastante usada, es cerrada y se nota que ha sido llevada más como chancleta que como zapatilla bien puesta. El borde de la tela esta rematado por un ribete peludo de color azul oscuro, que termina en el frente de la zapatilla en una especie de hendidura con forma de corazón que le da una cierta gracia.

Mi amigo Carlos, la observa con devoción, es su fetiche…no logro entender de dónde le viene, pero es cierto que tenerla a la vista y tocarla mientras se pajea es lo mejor que puede pedir.

De vez en cuando se detiene para pasar los dedos con más detenimiento, la coge se la acerca a la nariz e inspira profundamente…el olor de unos pies sudados y una crema hidratante, han dejado su rastro impregnando la zapatilla y para él …es gloria bendida. Está tan concentrado en su delirio que no se da cuenta que las fuertes sacudidas que ha dado a su polla, se han traducido en pequeños empujones de su culo contra mi pubis, y han terminado por ponerme a mi …también…muy verraco.

—Mami…mami…no me pegues más…me portaré bien y hare todos mis deberes— dice Carlos en un hilo de voz que casi no se puede escuchar, lo que explica en parte su enorme devoción.

Mientras lo repite una y otra vez, sigue acariciando la zapatilla, sigue masturbándose cada vez con más ahínco, ¡qué extraña mezcla!... zapatilla, el calor de mi pubis y una buena paja…el resultado final es inmejorable. Mi amigo se corre entre gemidos, callados por su mano y por la voluntad de mantener su secreto a salvo de miradas indiscretas… incluso la mía.

Un minuto después ya está completamente dormido, relajado y satisfecho. He sido testigo de cómo obtiene su máxima satisfacción y placer, eso ayudará a que sigamos siendo los mejores amigos, al tiempo que iremos descubriendo nuevas emociones. Algún día le preguntaré de donde viene ese amor tan espcial hacia las zapatillas de su madre.

A la mañana siguiente todo es normal, ambos seguimos con nuestra rutina, no parece que me tenga que decir nada nuevo y yo no le pregunto, todo queda envuelto por la nebulosa de la noche. No ha quedado ni rastro de la zapatilla ni del papel que la envolvía. Seguro que la ha guardado muy bien escondida.

Deverano.