Familia VillaDuero. Así empezó todo.

Primer episodio de las vivencias compartidas de un joven con los miembros de una familia especial. Hoy conocerá al hijo.

Hace unos días leí el relato de un chico que preparaba oposiciones y tenía un asunto con sus vecinos que terminaba con los zapatillazos de ella en los muslos y el culo para terminar follando como dos animales. Me hizo recordar una antigua vivencia de mi época de estudiante. Creo que os puede gustar revivirla conmigo y por eso os la cuento a continuación.

Aunque sucedió hace unas décadas lo contaré como si fuera reciente para que me resulte más fácil la redacción y a vosotros os resulte más cercano. Lo voy a dividir en varios capítulos independientes pues es una historia que tiene muchos enfoques distintos y describe mi relación con toda una familia compuesta con diversos y complejos protagonistas.

Bueno, no quiero hacerme pesado con la presentación. Mejor empiezo y ya iremos descubriendo juntos todo eso que os quiero compartir.

Episodio 1

Hola, me llamo Enrique, aunque todos me llaman Quique. Estoy en una de las habitaciones de invitados de la casa de mi amigo Carlos. Cuando me hablaba de ella lo siempre la imagine como las típicas casas de pueblo, de aspecto exterior sobrio, laberíntica en el interior con muchas habitaciones pequeñas, oscuras y muebles antiguos.

Mi sorpresa ha sido mayúscula al presentarme frente a la casa, desde fuera parece un palacete antiguo y dentro es una casona de una familia acomodada, seguro que con hondas raíces y regusto de viejas noblezas en el linaje.

Me ha traído hasta aquí la buena amistad que me une a Carlos. Él  llevaba mucho tiempo insistiendo en que viniera a visitar a su familia y que conociera su entorno familiar, al fin he accedido para complacerlo y dejándome llevar por la curiosidad y el morbo de ver a los miembros de su familia en su verdadera salsa.

Carlos y yo nos conocimos hace tres años, en el instituto. Yo era una estudiante brillante, de familia humilde de obreros industriales que a ojos del régimen merecía una ayuda en forma de beca. La intención era tener contenta a la clase obrera explotada por terratenientes y empresarios sin escrúpulos con un señuelo tal como las ayudas para que algunos elegidos pudieran subir en la escala social mediante los estudios.

La ayuda consistía en el pago de la estancia en un internado regentado por curas y los estudios para poder ir después a la universidad. A ese colegio iban los hijos de familias adineradas de toda la provincia y allí estaba Carlos por méritos familiares.

Las habitaciones eran para cuatro alumnos, en la nuestra estábamos dos chicos de la capital, el hijo de un rico comerciante y el otro hijo de un alto funcionario estatal. Carlos, era hijo de una conocida familia de provincias y yo que procedía de un barrio obrero de la capital.

Enseguida Carlos se acercó a mí, el nuevo, empujado por el trato que los otros chicos le daban. Le gastaban bromas pesadas, se metían con él por su aspecto y sus amanerados modales. Por el contrario,  yo acepte como un compañero más de habitación que merecía mi respecto y amistad, a lo que inmediatamente respondió pegándose a mi.

Carlos era un chico especial, alto, delgado, con el pelo rubio abundante y con ricitos. La cara era la de un niño grande, tan guapito que parecía una niñita. Este aspecto delicado y casi femenino lo utilizaban de forma despreciable nuestros compañeros para humillarlo. Era muy reservado y tímido, poco preparado para sobrevivir en un entorno hostil como era un internado de esa época.

Yo era todo lo contrario, físicamente adelantado a mi edad, con aspecto muy masculino, con pelo abundante en piernas y pubis y un carácter extrovertido. Era lo que se podía catalogar como un “machito” rodeado de niños consentidos, aniñados y en muchas ocasiones caprichosos y malcriados.

A mí no me importaba nada ser el “distinto”, tanto por procedencia como por características físicas. Era perfectamente consciente que muchos me aprovechan para satisfacer su curiosidad y después de las clases de gimnasia, en las duchas muchos me miraban de arriba abajo con curiosidad… especialmente Carlos, aunque lo trataba de disimular.

Pronto nos hicimos muy amigos. Estando conmigo se sentía cómodo y seguro, a salvo de los típicos chulitos de colegio que buscan una presa débil propicia para sus abusos. A mí también me gustaba que viniera conmigo, el era el típico buen estudiante, trabajador y muy cumplidor.

Me interesaba tener cerca alguien así como compañero para hacer los deberes y también para tener a alguien de confianza con quien hablar. El resto de chicos me miraban por encina del hombro, mientras que Carlos me miraba con admiración. A falta de compañía femenina a la que yo estaba acostumbrado,(dos hermanas y tres primas más las chicas de mi clase),  Carlos era lo más cercano a una pareja con quien compartir secretos durante los largos días de estudio.

Lo único que no me gustaba de él es que era “demasiado guapo”. Su carita de muñeco, su voz aniñada y sus modales “refinados” contrastaban mucho con lo que yo esperaba de quién debía ser mi amigo inseparable.

Llegamos a tener tanta confianza entre nosotros que se hizo natural que fuéramos juntos a todos los sitios. De forma cariñosa yo empecé a tocarle el culo, como si fuese mi “chica”. Al principio a él le molestaba mucho, o eso hacía ver, pero al final lo aceptó como una forma cariñosa de comunicarnos. Aunque todos sabían que éramos buenos amigos, estos tocamientos los hacíamos a escondidas de los demás, en aquella época nadie lo habría entendido ni siquiera nosotros queríamos ser conscientes de lo que hacíamos.

Yo sabía que a Carlos le gustaba mucho verme desnudo  y cuando estábamos solos en la habitación no se escondía.  Él también sabía que a mí me gustaba darle esos toques en el culo, donde mi mano aterrizaba como si él fuera una chica con un buen culo.

En esa época de austeridad y represión solo podíamos salir los fines de semana para ir a nuestras casas con la familia o a determinadas horas un corto tiempo para ir de paseo por la ciudad. Con las hormonas más que revolucionadas, muchas eran las noches que yo soñaba con tener “alguna amiga especial”, y mientras eso sucedía me la meneaba en la oscuridad, bajo las mantas, con mucho cuidado y  disimulo hasta correrme como un bendito.

Si hacía más ruido de lo habitual y alguno de los compañeros de cuarto a la mañana siguiente hacia algún comentario al respecto yo argumentaba que tenía el sueño muy movido, y si insistían yo contestaba que no me masturbaba, solo me tocaba sin llegar a correrme. La masturbación no era algo que estuviese bien visto en un colegio regentado por curas reprimidos, y sobre el simple tocamiento no había dictada ninguna doctrina.

Carlos nunca hizo ningún comentario al respecto, él sabía con certeza que yo me hacía muchas pajas. Este tema ya lo habíamos comentado con muchos detalles, poniendo de manifiesto la frecuencia, lo que pensaba mientras lo hacía, las técnicas que utilizaba y el gran placer que obtenía de semejante actividad. Siempre me escuchaba con mucho interés, y su cara se dibujaba una gran sonrisa de complicidad.

Un domingo por la tarde, volviendo de pasar el fin de semana con nuestras respectivas familias me dijo:

—Quique, he traído del pueblo algo muy guay. Vamos a la habitación antes de que lleguen los otros y te lo enseño—

—¿qué es? ¿qué es? —

—Vamos…vamos te lo enseño enseguida…lo he traído para ti—

Minutos más tarde estábamos los dos en el cuarto, con la puerta atrancada haciéndonos una soberana paja mientras hojeábamos una revista francesa llena de fotos de mujeres desnudas. Aquello sí que era un buen motivo para hacerse una buena paja. Era la primera vez que yo hacíamos uno frente al otro y eso le dio un plus de morbo que nos encantó.

Tengo que decir que yo estoy bien dotado y que por aquel tiempo ya le había cogido el tranquillo para hacerme unas pajas espectacularmente gustosas. Carlos todavía andaba envuelto con sus complejos y sus inseguridades, le costaba hacerlo delante de mi, y yo lo tenía que animar para que venciera sus temores.

—Mira que tetas tiene estas…uffff… que buena está—

—y ésta…que culo… y ésta y ésta…—

—dale duro…fíjate como lo hago yo…mira…mira—

Carlos era tan tímido que no se atrevía a meneársela abiertamente delante de mí. El la tenía larga y fina, parecía más un gusano que una polla gorda y vigorosa como la mía. No dejaba de observar como lo hacía yo, ahora sé que le daba más placer mirar que meneársela. A mí no me importaba que me mirase, incluso me sentía halagado por su insistencia y su curiosidad

—¿me dejas que te la toque?... sólo si tú quieres…es para aprender cómo se hace—

—¿en serio?... ¿quieres cogerla?... ¿no te desagrada? —

—No, nooo…es para que me enseñes…tu sí que lo sabes hacer bien—

—Está bien…pero solo porque eres tu…eh… que lo sepas…sólo porque eres tu—

—Pon la mano aquí… así…así…yo te enseño—

Le dije rodeando su mano con la mía para que las dos abrazaran mi polla totalmente erecta y dura. A continuación, practicamos un lento sube y baja que nos llenó de satisfacción a ambos. Ya no necesitábamos la revista, la excitación era mucho más al compartir este momento entre dos buenos amigos.

Carlos aprendió pronto a hacer todo lo que me gustaba y lo deje a su aire para que jugueteara con mi polla. ¡cerré los ojos y le toqué el culo, tan suave…tan redondito, ¡uhmmm!  que placer. Abrí los ojos y le vi acercándose a mi polla con intención de llevársela a la boca…

—No…no eso no…que no somos mariquitas—

—Tú solo hazme la paja y luego yo te la hago yo a ti—

—Si, siiii eso mismo pensaba yo…como buenos amigos— me dijo Carlos retomando con ímpetu sus meneos de sube y baja, olvidándose por completo de su intención de llevarse a la boca aquel capullo morado y gordote que tenía entre las manos.

—Uffff, sigue…sigue… que ya me viene—

Le dije para animarlo en el movimiento que se había tornado algo cansino para él pues no veía ningún resultado aparentemente de sus meneos.

—Uy….cuanta leche tienes…vaya corrida más brutal— exclamó cuando mi polla empezó a sacar leche, en una, otra y otra andanadas…

Mi amigo no salía de su asombro mientras movía los dedos pasando la corrida entre ellos, observando su color, su textura… parecía maravillado mientras jugueteaba con mi leche. Sé que le caigo bien…somos amigos y ahora sé que lo vamos a pasar bien juntos. Me ha hecho una soberana paja, me ha sacado hasta la última gota provocándome un rico orgasmo. A Carlos también le ha llegado…su polla no deja de sacar un hilo de líquido espeso y viscoso… no es leche pero debe ser algo parecido.

A partir de ese día, nuestras vidas empezaron a cambiar de forma drástica e irremediable. Se hizo habitual que Carlos me hiciera las mejores pajas de mi vida. Yo también le hice pajas algunas veces, aunque esto  no era lo que más le gustaba a él, como descubrí más adelante.

Desde entonces hasta hoy que me hallo por primera vez delante de su casa, han acontecido diversos episodios que os iré contando poco a poco para haceros participes de esta inolvidable aventura.

Me vienen a la cabeza los días memorables que pasé con la hermana de Carlos, Marta, una linda jovencita que estaba estudiando en un colegio - residencia de señoritas. Esa fierecilla con la que me voy a encontrar hoy en su casa, me abrió la puerta a un mundo nuevo, donde estaba ella y un interminable repertorio de amigas y compañeras de clase.

Según dice Carlos es idéntica a su madre, soberbia, engreída, mandona y autoritaria. Yo no la recuerdo así, en algunos aspectos para mí fue todo lo contrario, y sobre todo nada de ser una niña reprimida…nada que ver con lo yo viví. Tendremos que ver si en su entorno familiar se comporta de distinta manera a como se presentó ante mí.

También me encontraré con su padre, D. José y su madre, Dª Julia, los que conocí en una de sus visitas al colegio. Posteriormente coincidimos en alguna visita esporádica de ellos por separado al piso que compartíamos Carlos y yo en los años siguientes en que estábamos en la universidad. Por cierto, sus padres corrían con todos los gastos del piso, y en todas las ocasiones me hicieron ver lo contentos que estaban porque su hijo y yo estuviésemos juntos. Debían pensar que yo era buen chico y que ejercía una influencia positiva para su estimado hijo.

Era una familia rica, incluso perteneciente a la baja nobleza, pero que no se ajustan para nada a los cánones de la ortodoxia familiar, por sus tendencias y gustos, tampoco por como satisfacen sus deseos y necesidades de toda indole.

Por experiencia propia, sé que su madre es una mujer de armas tomar, que siempre consigue lo que quiere, que lo que quiere no es lo que quiere una mujer corriente, y que mejor no ponerse en medio de su camino pues tiene un carácter…muy especial.

De su padre no tengo muchas referencias, es un tema que no suele tratar. Solo se que es bastante estricto con las normas y la disciplina, y que defiende la identidad masculina como valor aunque luego parece ser que su madre y la esposa lo tienen bastante “domesticado”.

Estoy realmente intrigado por ver como se desenvuelven en su ambiente, pues lo que Carlos me ha ido contando y lo que yo he vivido con ellos me deja lleno de dudas, expectativas y algún temor.

Veremos si el cuidado de las apariencia es tan importante como me dice y si son tan rigurosos con los temas de disciplina y represión  sexual que me ha comentado repetidamente. Yo voy precavido y con una buena dosis de valentía… hasta ahora me ha ido bien pero este capítulo está todavía por escribir y no sé cómo evolucionará.

Os iré contando.

Deverano.