Familia Femdom 01

Cuando descubres que tu madrastra es un sádica total

Edward entró desnudo al cuarto de baño, acababa de llegar a la pubertad y este evento había sido marcado por un magno acontecimiento, hacía una semana Ekaterina, su madrastra rusa, junto a sus hijas, la adolescente Ivannia y la pequeña Kimberly, se habían mudado a su casa. Ambas, las tres, madre e hijas, eran unas bellezas rubias de ojos azules, perfectas, como seleccionadas de agencia de modelaje, aficionadas al gimnasio y a la ropa cara.

Edward se detuvo frente al tocador, estaba en el cuarto de baño de la habitación de Kimberly, observó el cesto de la ropa, se puso de rodillas, con mano temblorosa hurgó dentro, elevó entre sus manos, como si fueran una santa reliquia, las bragas sucias, eran color rosadas, a lo largo se les dibujaba una línea color marrón, se llevó las bragas al rostro y aspiró profundo.

La tremenda erección le creció al doble.

-¿Pero que haces? -Exclamó la voz juvenil de Ivannia, la adolescente.

El corazón del chico dio un brinco, de haber sido cuarenta años mayor le hubiera fulminado un infarto ahí mismo. Estaba frente a su hermanastra, con sus bragas en el rostro y apuntando le con una tremenda erección.

Ivannia estaba fabulosa, como una Diosa, vestida con unos diminutos pantaloncillos de mezclilla que hacían resaltar sus largas piernas bronceadas, un top blanco que cubría sus pequeños e incipientes pechos, y calzaba zapatillas deportivas.

-¡Cerdo!

Helado de miedo como estaba no alcanzó a divisar la patada de karate de arriba abajo que la chica le lanzó directo a los testículos.

Cayó de rodillas al suelo, apresado por el más intenso dolor que jamás había sentido, por inverosímil que fuese su pene creció aún más, y no solo eso, comenzó a bambolearse presa de violentos espasmos, y de pronto estalló, lanzando chorros de espesa leche blanca.

Fue su primer orgasmo.

De rodillas, en el baño, frente a su bella hermanastra.

Quedó a gatas, como perro, mientras por debajo de él se formaba un gran charco sobre el piso.

Ivannia le observaba con sus ojos azules como platos, su sensual boca bien abierta.

Unos tacones resonaron sobre las baldosas de mármol blanco del baño.

Edward, estaba como globo desinflado, y al distinguir las sandalias rojas de altos tacones de acero sintió que se iba a desmayar ahí mismo.

-¿Pero que pasa aquí? -Exclamó Ekaterina.

La rubia de unos treinta y tantos años era la versión madura de Ivannia, su calcó exacto, sólo que con el rostro con las facciones más afiladas, la mirada más dura, unos senos enormes como globos y la musculatura de su cuerpo más definida gracias a levantar pesas en el gimnasio. Estaba vestida con un diminuto vestido corto de verano, color rojo intenso, llevaba las largas piernas desnudas, sus fuertes muslos y musculosas pantorrillas resaltaban.

Ivannia explicó lo ocurrido.

Ekaterina se puso furiosa.

-¿A qué masturbándote en el baño con las bragas de tu hermana menor? ¡Asqueroso cerdo degenerado!

La rusa hablaba con un duro acento, a diferencia de las hijas.

-¡Pero que bárbaro! ¡Si ha hecho un lago acá en el baño!

Edward estaba pálido, avergonzado al extremo, le dolían terrible los huevos y la próstata y para peor, la verga se le había vuelto a poner dura como barra de acero.

-¡Crío, lo que has hecho es deleznable! ¡Entrar desnudo a buscar las bragas de tu hermanita! ¡Y encima masturbarte frente a Ivannia! ¡Pero es rayano en delito!

En ese momento Ivannia le tomó varias fotos con su iPhone.

-¡Si te denunciamos te podríamos mandar derecho a la cárcel juvenil!

-¡No! ¡Por favor!

-¡Silencio! ¡No hables a menos que te lo ordenemos! Ahora escúchame bien, de ahora en adelante nos vas a obedecer a las tres, seremos tus Amas, y tú serás nuestro esclavo, obedecerás a todo lo que ordenemos sin siquiera rechistar o te entregamos a la policía ¡Delincuente juvenil!

Edward tembló de miedo ante la autoritaria voz de su madrastra, era claro que no le quedaba de otra más que someterse a lo que ellas mandasen.

-¡Indica con tu cabezota si has entendido!

El chico asintió.

-¡Excelente! Para comenzar vas a empezar por limpiar el desastre que has hecho acá. Y lo vas a hacer usando tu lengua. ¡Sí! ¡Lame la leche que has derramado!

Edward lleno de miedo se dispuso a obedecer, inclinó su cabeza y sacó su lengua, con timidez probó el viscoso líquido que acababa de derramar.

-¡Lame todo! ¡Como un perro!

Sintió el tacón de acero de la sandalia presionar contra su nuca.

-¡Vas a sacar brillo al piso!


Edward estaba desnudo, de rodillas, en la recámara principal, le habían hecho llevar puesto al cuello un grueso collar de cuero negro, como de perro, unido a una larga cadena, la cual habían conectado a uno de los postes de la gran cama. Tenía las manos esposadas tras la espalda, sentía el frío acero morder sus muñecas.

No le quedaba de otra más que obedecer al par de mujeres. Tenían pruebas y le habían amenazado, no quería terminar en una correccional, en cuanto a su padre estaba en viaje de negocios en el extranjero y no iba a regresar en varias semanas.

Ekaterina entró al cuarto, sus tacones sonaban contra las duelas de madera del piso, tomó asiento al borde de la cama, junto al chico, se alisó la falda de su corto vestido y cruzó sus exquisitas piernas.

-Me alegra que hayas asumido también tu nuevo función como nuestro esclavo.

El chico bajo la mirada, sin poder ocultar la enorme erección que sufría, recordaba bien la dura patada de Ivannia, y el cegador dolor, sin embargo en el amasijo de sensaciones, no podía negar, había experimentado un intenso placer, una absurda combinación de sufrimiento y deleite.

-¡Edward, que grande la tienes!

Ekaterina flexionó sus pies, eran hermosos, de perfecta manicura, llevaba las uñas laqueadas de color rojo intenso.

-¡Anda! ¡Quítame las sandalias!

El joven la observó confuso.

Ella le cruzó el rostro de una dura bofetada.

-¡Usa tu boca, imbécil! ¡Y baja la mirada!

Con gran esmero y trabajo el joven soltó las hebillas de las sandalias usando sus dientes y retiró los zapatos que colocó sobre el suelo.

-¡Ahora me vas a dar un majase en los pies! ¡Usando tu lengua!

Él inició lamiendo las plantas de los pies de su Ama madrastra, lo que al inicio, tal vez le hubiese parecido indeseable, resultaba en realidad muy agradable, la planta de los pies eran muy suaves, con un partícula sabor avinagrado, muy delicioso, también le gustaba el aroma de los pies. A continuación chupo uno a uno cada dedo, introduciéndolos en su boca y saboreándolos como caramelos.

-¡Suficiente! -Dijo Ekaterina luego de un buen rato. Soltó el extremo de la cadena que estaba sujetado al poste de la cama.

-¡Ahora vas a llevarme al baño!

Ella tomo asiento sobre las espaldas del chico, montándolo como un caballo pony.

Entraron al gran cuarto de baño.

Ekaterina bajó de sobre las espaldas del chico, y le indicó a este que se tumbara de espaldas en el piso justo bajo la ducha.

-Me vas a servir de alfombra humana.

Ella se quitó el vestido y luego se retiró la ropa interior, quedando desnuda por completo, trepó sobre el cuerpo del chico, plantando sus pies sin miramientos, uno sobre el abdomen y el otro sobre el pecho. El dolor era intenso y le incomodaba mucho, pero a cambio tenía la soberbia vista del esplendoroso cuerpo desnudo de su madrastra. Ella abrió las piernas y comenzó a orinar encima de él, un copioso chorro de néctar dorado se derramó bañándolo por completo. El pene se le ponía cada vez más grande y duro.

Ekaterina se duchó, enjabonó su cuerpo, lavó su cabello, todo de pie, sin bajarse de su alfombra humana.

Cuando hubo terminado cogió una toalla, y la arropó alrededor de su cuerpo.

Indicó al chico que le calzara unas sandalias y que le siguiera andando a gatas, así salieron de la habitación.