Familia feliz (1)

Un viaje obligado ayudo a una jovencita a descubrir su sexualidad en compañia de su tío.

Hola amigos, desde que leí algunas historias en esta página que estoy tentada de contar un episodio de mi vida que seguramente les resultará interesante, lo que voy a contar es absolutamente real y compartirlo es una manera de volver a vivir momentos alucinantes, únicos.

Mi nombre es Julia, me dicen Juli y tengo actualmente 20 años, una formación intelectual respetable para mi edad y una rebeldía a flor de piel, por ello mis padres decidieron mandarme un verano a la chacra de mis tíos a 300 kilómetros de Buenos Aires, donde vivimos.

Estos hechos que voy a narrarles ocurrieron hace dos años, un sábado emprendí el viaje en micro y llegue al pueblo al atardecer, mido 1,65 metros y estaba vestida con un short y una blusa que destacaban mi figura, estilizada y sensual, sin mostrar más de lo necesario.

Mi tía, Mary de 55 años, muy simpática y amigable destacó lo bien que me veía, ella lucía avejentada y minúscula al lado de mi tío Pepe, como lo conoce todo el mundo, un hombretón rudo de casi 2 metros de altura y 120 kilos de puro músculo.

Fuimos a la finca, se escuchaban todo tipo de cantos de chicharras, ladridos de perros y una calma celestial mientras cenábamos bajo el alero de la casa, me informaron que a la mañana siguiente iríamos a misa, que me vistiera bien para lucirme con sus amigos y los hijos de estos.

A la mañana siguiente golpearon la puerta de mi cuarto para despertarme y me vestí haciendo gala de mi rebeldía, una furiosa minifalda con una remera escotada, prácticamente se veía mi tanguita y los pechos resaltaban por la falta de corpiño.

Mi tía me miró con la boca abierta y Pepe exclamó lleno de furia: No vamos a ninguna parte, desayunamos y así como esta vestida va a limpiar el granero!!!!

Querido, exclamo mi tía, se pone decente y cumplimos con el Padre Rafael.

La respuesta fue terminante: No voy a permitir que esta calienta pijas nos ponga en boca de todos.

Por mi parte terminé de desayunar tranquilamente y le informé a mi tío que estaba lista para mi primer tarea, me guió al granero, realmente estaba muy sucio, cerró la puerta luego de dejarme pasar y sentí sus manos en mis tobillos levantándome en aire, apenas pude con las manos agarrarme del carro que afortunadamente estaba cerca, quedé paralela al piso a un metro de altura.

La escena era ridícula, mi tío sosteniéndome de los tobillos y yo agarrada al carro, entonces abrió mis piernas tanto como pudo y comenzó a lamer y mordisquear mi conchita y también el culo por encima de mí tanga, la sorpresa e irritación hicieron que comenzara con una serie de insultos a pesar que comenzaba a mojarme por lo erótico de la situación.

De golpe, inesperadamente se abrió la puerta y apareció mi tía, mis insultos se hicieron más agresivos y mi tío seguía concentrado en su tarea, de pronto me soltó asegurándole a su esposa que yo no le ganaría y saldría hecha una mujer respetable de allí.

Me soltó de golpe, mi tía se retiró y seguimos limpiando toda la mañana, era inevitable que al agacharme se viera que mi tanga era demasiado pequeña para cubrir lo que se suponía debía hacer, antes de culminar la mañana e ir a almorzar, inesperadamente mi tío me agarró de la nuca, estando agachada, rompió mi tanga e introdujo uno de sus dedos en mi chochito, primero fueron movimientos como para lubricarme, yo no podía evitar que ello ocurriera y lo fue introduciendo más, era doloroso porque los dedos del gigante eran enormes, cuando introdujo dos le pedí llorando que no lo hiciera, no le importó y lo más enloquecedor fue que cuando comenzaba a disfrutarlo me soltó asegurando que solo me cogería si se lo imploraba, que era demasiado puta para él, y se fue dejándome con una calentura y desconcierto como nunca tuve hasta allí.

Al llegar la hora del almuerzo me dirigí a la casa con la idea de ducharme, almorzar y dormir una siesta (sabía que me masturbaría porque tenía un calentón que quería negar y no podía), de ello solo se cumplió el almuerzo, fue bastante frugal y mi tío me informó que iríamos al corral de los cerdos a limpiar y darles de comer.

Preparó un caballo para él y otro para mí, le informé que no sabía cabalgar y su respuesta fue otra vez humillante: Inútil, vendrá conmigo y aprenderá.

Sacó la montura de uno de los caballos, puso en su lugar una pequeña manta, montó de un salto y me extendió una mano para que suba delante de él, le comenté que con la mini y sin bragas me dolería, solo taloneo al caballo y a todo galope iniciamos una recorrida para que yo aprenda a cabalgar antes de ir al corral de los cerdos.

El galope se convirtió en una corrida furiosa que me aterró, me agarraba como podía al cuello del caballo, para ello levantaba la cola dejando todo a la vista de mi tío, este se me pegó de tal forma que no podía ver nada y a mi comenzó a alarmarme un bulto que crecía bajo su pantalón, era como un brazo y yo sabía que era en realidad.

Le gritaba que era un calentón degenerado y que me dejará bajar: Lo que me voy a bajar son los pantalones, calienta pijas, gritó y fue lo que hizo, comencé a sentir entre mis cachetes el terrible machete caliente que antes percibía a través de la tela de su pantalón.

Así al galope como veníamos me levantó una de las piernas y pasó el taladro para que rozará mi conchita mientras estábamos lanzados a campo traviesa, nunca había experimentado nada parecido a semejante instrumento, en un momento la cabezota se introdujo en mi, fue solo la punta y el dolor me estremeció, estando muy lubricada no toleraba a semejante bestia, la verdad que estaba muy asustada, pude tirarme hacia adelante y zafar de la amenaza de desgarro vaginal al que estaba expuesta.

Frente a los corrales el gigante paró la carrera, bajo del caballo, me ayudo a bajar, me dio una pala para que haga un pozo en el barro que el haría otro, se paró a un metro de distancia de donde yo estaba y comenzó a tirarme el barro que sacaba, comencé a hacer lo mismo, se fue convirtiendo en un juego que rompió la tensión, estábamos cubiertos de barro y riéndonos a carcajadas, en un gesto humano exclamó: Va aprendiendo zorrita asquerosa, va a salir buena de aquí. Venga vamos al arroyo a bañarnos y sacarnos este asco.

Fuimos caminando hasta el arroyo que quedaba a unos 200 metros, charlábamos y reíamos como buenos amigos, al llegar comenzó a desvestirse y cuando se saco los calzoncillos comenzó a reírse al ver mi expresión de asombro, su miembro completamente laxo media por lo menos quince centímetros y un diámetro considerable coronado con una cabeza que me hacia babear de las ganas de tenerla en mi boca, era enorme.

Me invito a que yo también me desvistiera para entrar al agua con él, comencé a tontear por lo que se acercó y levantándome en el aire me llevó al arroyo y me sumergió en el, se revolcó conmigo en juego erótico en el cual sus manos sobaron mis pechos, se adueñaron de mi culo y mi panocha que, con las distintas situaciones del día estaba en espera del momento de la guerra cuerpo a cuerpo.

Salimos a secarnos al sol y fue entonces cuando se sentó y me acomodó sentada en sus muslos con las piernas abiertas abrazando su cintura, sus labios buscaron los míos y un beso profundo, con su lengua enredando la mía, me transportó de una manera impensada a mundos mejores, increíble la calentura que tenía por ese hombre viejo y antiestético como ningún otro.

Tomándome de las caderas me elevó en el aire quedando la cabeza de su temible instrumento en la entrada de mi conchita que, muy caliente y húmeda, se abrió para darle paso, primero fue esa cabezota enorme que produjo un dolor absorbido y convertido en placer por la misma calentura, pero con un movimiento de cintura hundió hasta la mitad dentro de mi, dilaté mucho los ojos y, más aún cuando uno de sus dedos penetro mi culo.

Estaba paralizada por la sorpresa, ojos y boca muy abiertos, concha y culo penetrados, completamente llenos cuando comenzó un mete y saca lento y profundo, sus dedos continuaban dilatando mi ano, el dolor se había convertido en puro placer, levanto mis piernas al aire y las fue cerrando, su pija friccionaba mis paredes interiores y se desplazaba con cierta dificultad, ese roce hacia indescriptible lo que estaba sintiendo que era diferente a todo lo vivido hasta allí.

Cuando sentí que se corría aceleré yo también mis movimientos lo que hizo que termináramos juntos, abrazados y besándonos profundamente, como dos enamorados, cuando en realidad sabíamos que lo nuestro sería sexo puro, diario durante todo lo que quedará del verano.

Esta historia continúa y les contaré como siguieron los días que me convirtieron en una adicta a lo mejor del sexo salvaje cuando encuentro un compañero capaz de hacerme vibrar como mi tío.