Familia compenetrada VII

Federico ya en casa, la vida familiar se intenta recomponer

Federico seguía tenso con su familia después de enterarse de todo. Unas semanas después de despertar y de que los médicos comprobasen que todo marchaba correctamente, Federico fue dado de alta. Su familia fue en conjunto a por él, apoyándolo, aunque él no dijo nada en todo el camino, seguía confundido.

Federico: ¿Cómo habían cometido semejante atrocidad? – pensaba todavía incrédulo.

Ninguno dijo ni una palabra hasta que no llegaron a casa. Desde que le contaron todo a Federico, su comportamiento rayaba la indiferencia. Román era el más afectado, sentía que había fallado a su padre. Federico al entrar por la puerta de su casa, la recorrió en silencio, palmo a palmo, notando que absolutamente nada había cambiado en ella. Nada salvo los dos bebés que estaban en sus cunas junto con la vecina. Cuando lo vio, la mujer se levantó alegre y le saludó. Gloria era una mujer mayor, que a veces hacía de nana de los bebés.

Gloria: ¡Federico, vecino! – dijo abrazándole con alegría – Por fin está usted de vuelta – dijo sonriente – No sabe la falta que les hacía a su familia.

Federico: Muchas gracias – dijo consternado.

Gloria no le dio importancia a su cara cuando lo miró y saliendo tranquilamente por la puerta, se fue al salón a despedirse del resto de la familia.

Gloria: Bueno queridos, los niños están ya dormiditos, yo ya me voy para que descanséis – dijo amable.

Carmen: ¿Todo bien? – dijo sonriéndole agradecida.

Gloria: Todo perfecto, esos angelitos no dan ni un ruido salvo para comer – dijo risueña – Adiós queridos – dijo saliendo por la puerta.

Federico se quedó con sus nietos, mirándolos. No podía negar que la niña era igual que su amada mujer, y que su nieto era igual que su hijo. Estuvo mirando a los niños un rato hasta que salió hacia el salón. Allí se encontró con su familia que los miraba expectante.

Carmen: ¿Cómo estás, amor? – dijo con cuidado y ternura.

Federico: Confundido – dijo escuetamente.

Román: Perdóname, papá – dijo sin poder aguantar más la presión en su pecho.

Federico: ¿Qué? – dijo sorprendido, al igual que Carmen y Débora que lo miraron atónitas.

Román: Por fallarte como hijo, por avergonzarte como hombre y por ser egoísta – dijo serio.

Federico: Explícate – exigió, le comenzaba a doler la cabeza, no se esperaba esa confesión de su hijo.

Román: Siempre te he idolatrado como padre, he aprendido de ti, y cuando pasó lo que te pasó, me sentí hundido – dijo sincero y serio – Sé que no es una justificación, pero es la realidad, llevaba toda mi vida bajo tu amparo, bajo tu compañía, bajo tu guía, que no supe qué hacer – dijo mirándolo – Cuando el médico nos dio la posibilidad de que vivieras encontrando un donante que se complementara casi al 80% contigo me alegré y desilusioné al mismo tiempo, sabía que eso era imposible.

Federico callaba, solo observaba a su hijo, atento.

Román: Cuando el médico nos propuso tener bebés con mamá y Débora y poder unir los genes necesarios para dar con el dichoso porcentaje, me pareció descabellado, nunca en mi vida, se me hubiera pasado por la cabeza mirar a mi propia madre y hermana como una mujer o como un objeto sexual – confesó serio, madre e hija le acariciaban la espalda – Pero te quería de vuelta y si eso era necesario, lo haría, y eso hice. Me siento orgulloso de que gracias a eso, hoy estás aquí – dijo sonriendo – No pensé en las consecuencias – dijo serio – Nunca pensé en que estaba teniendo sexo con mi propia madre, tu mujer – dijo mirándolo serio – Nunca pensé, no solo en tener sexo con mi hermana, sino en enamorarme de ella como un idiota – dijo mirándole a su padre a los ojos – Y nunca pensé que sería tan egoísta de querer seguir con esta relación a pesar de que mi padre esté en contra, por mucho que nos duela a ti y a mí – dijo agarrando la mano a su hermana y mirándole – Perdón por todo eso, papá.

Federico se desmoronó. Empezó a llorar desconsoladamente mientras Carmen lo abrazaba con amor, con cariño, con ternura, consolándolo, al mismo tiempo que Román lo miraba con los ojos aguados y Débora abrazaba igual que su madre, a su amado hermano. Estuvieron así unos minutos, hasta que Federico paró de llorar, levantó la cabeza y lo miró.

Federico: No voy a negar que estoy abrumado y decepcionado a partes iguales – dijo limpiando sus lágrimas – Me ofende y duele que hayas tenido, no solo sexo con tu madre, mi mujer, sino que hayáis tenido una hija juntos – dijo serio – Pero entiendo vuestros motivos, aunque no los comparto.

Román: Mamá y yo no volveremos a tener sexo – dijo serio y decidido – Es tu mujer, mi madre y la razón por la que lo hacíamos ya no existe, ya no hay razón para seguir – dijo serio y maduramente – Te lo prometo.

Federico: Eso espero – dijo serio – Y en cuanto a lo de tu hermana…

Román: Eso va a seguir como hasta ahora, papá – dijo decidido – nos amamos como hombre y mujer.

Federico: Yo no me voy a meter, solo espero que seáis discretos y que en mi presencia os comportéis como hermanos – dijo serio – Tenéis prohibido dormir juntos en esta casa.

Ambos asintieron serios y apesadumbrados. Carmen no dejaba de abrazar a su marido, sosegándolo. Ambos hermanos se fueron a cuidar de los bebés al escucharlos llorar. Y así, a partir de ese día ambos hermanos dormían en sus respectivas habitaciones y solo cuando no estaban en presencia de su padre, se demostraban su amor, cosa que no les gustaba, pero acataban. Carmen, aunque dormía con su amado marido, y se acercaba amorosamente a él, había conseguido que su relación volviera al punto dónde se quedaron antes del accidente, pero no tenían sexo. Al principio se preocupó al pensar que su marido no quería tocarla al saber que había tenido sexo con otro hombre, pero pronto descubrió que no era así. Un par de semanas después acompañó a su marido al médico a una revisión, cuando ambos recibieron la noticia.

Federico: Doctor, todo va bien en mi cabeza, pero no consigo tener erecciones – confesó.

Doctor: No te preocupes, es normal, siento decirte que te costará mucho tenerlas – dijo serio.

Carmen: ¿Por qué? – dijo preocupada.

Doctor: Bueno, dado su inactividad tanto cerebral como corporal por tanto tiempo, es normal que alguna parte de su cuerpo falle – explicó – Debido a la falta de riego y de oxígeno suficiente, su cerebro no riega correctamente la sangre en esa parte del cuerpo. ¿Usted siente excitación? – dijo serio.

Federico: Mucha – confesó – Pero no tengo erecciones.

Doctor: No puedo asegurar que no vuelva a tener alguna erección, pero ya no serán completas – dijo serio – Le va a costar mucho tener erecciones duraderas.

Carmen: ¿Ni con viagra? – dijo preocupada.

Doctor: Ni con viagra, no va a actuar correctamente y en caso de hacerlo podría tener efectos secundarios como imposibilidad de eyacular o taquicardia por aumento del ritmo cardiaco – explicó.

Sin más, el matrimonio salió de la consulta, Federico cabizbajo y Carmen consolándolo, a ella no le importaba no tener sexo con su marido, le importaba saber que la amaba y que todo volvía a estar como antes entre ellos. Durante varios días, Federico estaba tenso, no solo debido a qué quería hacer el amor con su mujer, sino porque lo que no había confesado, es que lo que le provocaba excitación, era ver a su amada mujer, siendo follada por su hijo en su presencia. Le daba vergüenza, pero cuanto más tiempo pasaba, más morbo sentía. Por eso cuando ya no aguantaba más, comenzó a actuar. Sin que madre e hijo lo notasen, provocaba que se quedaran solos mientras él los espiaba desde una cámara que había instalado en el salón y en sus dormitorios. Pero entre ellos no pasaba nada, se comportaban como madre e hijo solamente, cosa que a Federico le frustraba. Por eso, una semana después de empezar, decidió jugársela y provocar él la situación. Ese día Federico estaba viendo la televisión en el salón, era sábado y Román había quedado para salir con los amigos mientras Débora paseaba a los niños y hacía unas compras. Federico sabía que, aunque su mujer lo respetara, ella necesitaba sexo. Carmen iba recatada, de estar por casa y Federico vio como su mujer miraba a como su hijo se dirigía al baño. Vio su oportunidad.

Federico: ¿Qué miras? – dijo serio.

Carmen: No, nada – dijo nerviosa.

Federico: A mí no me engañas, estabas mirando a tu hijo, deseando meterte con él al baño, zorra – dijo serio y morboso.

Carmen: No, eso no es así – dijo nerviosa por saberse pillada.

Federico: ¿A no? Vamos a comprobarlo – dijo serio.

Sin mediar una palabra se levantó del sofá y agarró del brazo a su mujer y como un huracán preso del morbo, se metió en el baño junto con su mujer. Román ya estaba desnudo cuando sus padres entraron, intentó taparse.

Román: ¡Mamá! – dijo asustado – ¡Papá! ¿Qué hacéis aquí? – dijo nervioso.

Federico: Está zorra quería acompañarte en la ducha y la he traído – dijo arrancándole la roa, dejándola en tanga y sujetador – Ahora no te cortes, haz lo que tenías pensado – dijo serio y morboso.

Román: Papá...

Carmen: No hagas eso, amor – dijo suplicante a su marido desviando su mirada a la entrepierna de su hijo.

Federico: ¿Acaso no vas a negar que quieres que tu hijo te folle? ¡Vamos perra, haz lo que querías hacer! – le exigió apartándose.

Román estaba nervioso. Carmen estaba asustada por las consecuencias, pero morbosa por hacer lo que le exigía su marido. Temblando de calentura y morbo, Carmen se dirigió a su hijo, que la miró sorprendido.

Carmen: Tranquilo, cariño, mami te va a bañar – dijo nerviosa y morbosa.

Sin mediar palabra, Carmen guio su hijo a la bañera y lo metió, quitándole la toalla y dejándole desnudo con su morcillona polla colgando frente a su cara. Carmen empezó a lavar a su hijo, temblando de excitación, excitación que se incrementó cuando desde atrás, su marido le quitó el sujetador y le arrancó el tanga, dejándola desnuda. Román se separó y se quedó medio nervioso medio morboso mirando a su madre y su padre.

Román: Esto no está bien – dijo nervioso.

Federico: No, tienes razón, la zorra de tu madre no está contenta con solo lavarte, quiere más – dijo agarrando la cabeza de su mujer y haciendo que se metiera su aún flácida polla en la boca.

Madre e hijo gimieron, pero Carmen no dejó pensar a su hijo, rauda comenzó a comerle la polla ansiosa, se sentía un objeto en manos de su marido, eso siempre la excitó. Román, poco a poco, comenzó a dejarse llevar, a tocarle las tetas a su madre mientras ella le comía la polla y le masajeaba los huevos mientras Federico los miraba de nuevo desde la puerta del baño. Federico supo que su plan funcionaba al sentir como su polla se ponía morcillona bajo sus pantalones de chándal, ahora esperaba que su mujer cumpliera su parte no pactada. Federico tocó el coño de su mujer y lo notó muy encharcado, buena señal de que cooperaría. Carmen al notar los toqueteos de su amado marido en su entrepierna, se colocó de rodillas en el suelo a cuatro patas, delante de la polla de su hijo y comenzó a besarla y lamerla mientras lo pajeaba. Román gemía, aunque no se lo esperaba, esa situación le estaba poniendo a mil.

Federico: Mira el cabronazo de mi hijo, como se aprovecha de su madre, ¿a qué es una mamona de primera? – dijo morboso.

Román: ¡Papá! – gimió entre morboso y nervioso - ¡Joder, sí, como la chupa!

Carmen: ¡Folla la boquita de la puta de tu mami! – gimió y pidió sugerente mirándole lujuriosa y morbo.

Román no sabía qué hacer. Por un lado, estaba nervioso al tener a su padre mirándolos, pero por otro sentía mucho morbo al usar a su madre delante de su padre. Así, preso de la lujuria y el morbo, se dejó llevar y agarrando a su madre del pelo, le incrustó su polla en la garganta, empezando a follársela como si de su coño se tratara. Carmen gimió de la sorpresa, pero no se quejó. Luego de unos segundos de intensa follada bucal a su madre, Román se veía sobrepasado, iba a correrse en cualquier momento y su padre se dio cuenta. Federico observaba muy morboso y excitado el espectáculo que madre e hijo le estaban dando, y pudo notar, luego de apenas un minuto, que su hijo estaba a punto de correrse. Tuvo que pararlo para poder seguir con el juego.

Federico: Para Román – dijo serio separando a su mujer de la polla de su hijo - Venid al sofá.

Ambos, nerviosos y excitados a partes iguales, se fueron al sofá, desnudos, salvo Federico que iba vestido, pero se notaba su semi erección. Carmen se relamió inconscientemente, echaba de menos el sabor de su amado marido en su boca, en su garganta. Federico empujó a su hijo al sofá haciendo que se sentara y se colocó delante sentado en una silla, obligando a su mujer a sentarse al lado de su hijo. Román intentaba taparse.

Federico: Vamos, mostrarme todo lo que hicisteis para engendrar a mi nieta – exigió.

Carmen sonriendo, agarró la polla de su hijo, y sin dejar de mirar a su marido mientras masturbaba la polla a su hijo, la fue lamiendo de arriba abajo. Román gemía sin contenerse. Carmen comenzó a meterse en la boca la polla de su hijo sin dejar de mirar a su marido.

Román: ¡Oh sí, mamá, cómemela, sí! – gimió.

Federico miraba sentado desde una silla la escena pensando lo morboso que le resultaba todo eso, ver a su esposa, a su mujer, siendo la puta de otro, y no de uno cualquiera, sino de su propio hijo. Ese pensamiento le puso la polla más dura sin llegar a estar erecta. Carmen se dio cuenta de eso. Mientras, Carmen seguía a lo suyo metiéndose poco a poco la polla de su hijo entera en la boca.

Carmen: ¡Mmmmmhhhhgggggg! – gimió presa del morbo y la excitación aumentando el ritmo de la mamada a su hijo, tragándose hasta la garganta la verga de su hijo, entera.

Carmen se metía la polla entera, haciéndole una buena garganta profunda y llevando a su hijo a la gloria. Aumentó el ritmo de la mamada.

Román: ¡Oh sí, sí! – gimió - ¡Vas a hacer que me corra, puta!

Carmen: Vamos semental, dame toda la leche que guardas para mí - exigió sacándose la polla de su hijo de la boca y sin dejar de mirarle a los ojos, para acto seguido, volverse a meter la polla hasta la garganta y subir aún más el ritmo.

Federico: Vamos, complace a la puta de tu madre, sé un hombre – dijo morboso.

Román: ¡Oh sí, toma mi leche puta, sí, me encanta correrme en tu boca, sí, trágatelo todo, sí, bébetelo! – gimió mientras sujetaba la cabeza de su madre con su polla incrustada en su garganta.

Carmen: ¡Mmmmmhhhgggggg! – gemía uniéndose al orgasmo de su hijo, presa del morbo.

Román se corría y se corría dentro de la boca de su madre, que tragaba todo lo que podía de la grandísima corrida de su hijo, sin dejar de mirarlo a los ojos en ningún momento. Cuando terminó de correrse, Román se quedó sentado y relajado. Carmen se tragaba los restos de corrida de la polla de su hijo y Federico miraba.

Carmen: Caray, ¡que corrida! - alabó a su hijo.

Federico: ¿Eso te hacía la guarra de tu madre? – dijo morboso.

Román: Sí - dijo de nuevo nervioso.

Federico: Bien, ahora besa a tu madre con amor y cariño, para agradecer lo que ha hecho por ti – dijo serio.

Román, algo cohibido miró a su madre y empezó a besarla, al principio besos pequeños y poco a poco subiendo de tono hasta que su madre le cogió de la nuca y lo atrajo a ella. Carmen besaba como una loba a su hijo, le metía la lengua hasta la campanilla, llena de deseo. Román comenzó a devorarle la boca a su madre mientras la acariciaba sus tetas y le pellizcaba los pezones. Román seguía tocando las tetas a su madre y Federico seguía mirando morboso. Román empezó a besarle el cuello a su madre arrancándole suspiros y gemidos. Viendo lo que sus acciones causaban a su adorada madre, se volvió más osado y bajo su mano para tocarle el coño a su madre.

Carmen: ¡Oh sí! – gimió empezando a mover sus caderas.

Federico observaba callado y morboso como su hijo se soltaba estando él y cómo trataba a su madre. Román llevaba la batuta, bajó a las tetas de su madre para lamerlas, comerlas y morderlas, mientras no dejaba de tocar y acariciar el coño a su madre con suavidad, jugando con sus dedos como si se tratara de un instrumento musical, de arriba abajo y de forma circular. Después de un rato así Federico se dio cuenta de que su mujer quería más.

Federico: Creo que tu madre necesita un tratamiento más profundo – dijo excitado.

Román captó el mensaje. Román muy caliente bajó desde las tetas de su madre hasta su coño sin dejar de mirarla, mientras Carmen se abría de piernas y sonreía de forma sexy a su hijo. Cuando llegó a su coño comenzó a lamerlo de arriba abajo hasta el culo, como tantas veces había hecho, disfrutando de los gemidos de su madre. Carmen gemía de placer, estaba muy caliente, sentía mucho morbo, no podía dejar de mirar a su amado marido a los ojos y ver su semi erección. Su calentura era máxima, pero quería ir poco a poco. Román le comía el coño con gula, con ímpetu, llevando a su madre al límite una y otra vez. Carmen disfrutaba todo lo que podía de la comida de coño que le daba su hijo sin llegar a correrse aún. Federico observaba a su mujer disfrutar.

Federico: Dile a tu hijo lo que quiere la puta de su madre – dijo morboso y excitado.

Carmen: ¡Quiero que te folles a tu madre, a tu puta! - gemía deseosa abriéndose de piernas en el sofá y pellizcando sus duros pezones.

Román: Si mamá, te voy a follar por puta – dijo morboso y excitado.

Carmen: ¡Ven y métemela! – pidió con urgencia, separándose los labios vaginales y enseñándole el agujero del coño.

Luego de unos instantes Román se colocó entre las piernas de su madre y la empezó a rozar con su incipiente erección mientras Federico miraba desde su silla y se agarraba su polla. Carmen estaba muy excitada viendo a su amado marido pajearse mientras su adorado hijo la empezaba a follar en su presencia. Era una situación muy morbosa para todos, incluido Román, que al ver a su padre pajearse sobre el pantalón penetró de una estocada lenta y profunda a su madre.

Carmen: ¡Oh sí, cariño, me estás follando, sí, folla a mami, demuestra a tu padre que eres un semental, sí, sí, dame fuerte, duro, sí, cómeme las tetas, sí, me encanta! – gemía.

Román: ¡Oh sí, eres una puta, te voy a follar como tal, perra, sí, toma polla! – gemía - ¡Qué buena estás!

Federico observaba pajeándose el espectáculo de su mujer y su hijo muy excitado. Carmen alternaba las miradas entre su hijo y su marido, aumentando su excitación al sentirse una vulgar puta en manos de su hijo frente a su amado marido. Román, sin parar de follar a su madre, empezó a comerle las tetas mientras no paraba de follarla. Carmen berreaba de placer al notar las fuertes y profundas penetraciones de su retoño en el interior de su coño. La excitación se palpaba en el ambiente.

Carmen: ¡Oh sí, cariño, sigue así, mami se corre, sí, me corro, sí, sí, sí! – gimió de placer al notar los pellizcos de su marido y su hijo en sus tetas.

Federico: ¡Eres una vulgar puta! – dijo levantándose y agarrando a su mujer de los pelos.

Federico colocó ante la sorpresa de su hijo y su mujer, a Carmen en la mesa, de pie, abierta de piernas.

Federico: Ahora vamos a ver lo puta que eres – dijo morboso - ¡Tú, fóllale el culo a esta puta! – le exigió excitado.

Román se sorprendió más aún, puesto que nunca había follado a su madre analmente. Al ver la cara de su padre, entre excitado y asustado, se levantó del sofá y se colocó tras su madre que temblaba de excitación. Carmen se moría de ganas por pedirle a su retoño que le follara el culo, pero nunca se había atrevido y ahora lo iba a hacer delante de su amado marido cuando a él no se lo había entregado. Era muy excitante y morboso para ella. Casi se corre de solo pensarlo. Por eso y viendo como su hijo se agarraba la polla, pero no se movía, lo incitó.

Carmen: Vamos mi semental, haz caso a tu padre y rómpeme el culo, desvírgamelo, sé un hombre – pidió morbosa y excitada mientras separaba sus nalgas.

Román miró su rosado esfínter y se puso aún más cachondo al oír como su madre le pedía desvirgárselo. Enfiló su dura polla y antes de metérsela la restregó bien por todo su coño, embadurnándola de fluidos para lubricarla, ates de colocarla en la entrada de su ojete y embutírsela de una suave, lenta, pero profunda estocada. Carmen gritó mitad de dolor, mitad de placer, pero no se movió. Federico miraba morboso, pajeándose delante de su mujer sobre el pantalón mientras ella era enculada por su propio hijo frente a él. Eso elevó más si cabe la calentura de Carmen. Román al ver que su madre gritaba de placer empezó a darle duros azotes. Carmen berreaba loca de placer.

Carmen: ¡Mi semental, folla mi culo, sí, me duele, pero me encanta, no pares, sí, azótame, dame bien fuerte por el culo! – berreaba de placer - ¡Vamos folla el culo de la puta de tu madre! ¡Oh sí, dame, dame, dame más, mucho más, no pares! ¡Oh sí! ¡Qué placer, mi vida, sigue, dame más duro, sigue, no pares por favor! ¡Oh sí! ¡Me corro, sí! ¡Qué bien follas mi cielo, dame polla, así, sigue, más duro, así, azótame! ¡Oh sí!

Román complacía a su madre dándole duro azotes mientras la follaba el culo, prácticamente la taladraba el culo con su polla y mientras la cogía del pelo para follarla de la forma más salvaje posible. Federico los observaba morboso y excitadísimo. Madre e hijo se dejaron llevar.

Román: ¡Toma polla, puta! ¡Qué culazo tienes zorra! ¡Oh sí, toma polla! ¡Qué apretadito lo tienes y que gustazo follarlo puta! ¡Oh sí! ¡No voy a parar hasta reventártelo, zorra! – gemía.

Carmen: ¡Me matas de placer! ¡No pares! ¡Oh sí, dame, dame, dame más, mucho más, no pares! ¡Oh sí, sí, me corro! – berreaba - ¡Fóllame bien follada!

Román cada vez follaba con mayor violencia y salvajismo el maltrecho culo de su madre. Federico estaba cachondo perdido por el espectáculo, pajeándose por encima del pantalón mientras le agarraba una teta a su mujer y la pellizcaba. Tenía los pezones sensibles por la lactancia por lo que la leche salió de ellas. Carmen volvió a colapsar en otro potente orgasmo entre gritos de placer.

Carmen: ¡Oh sí, me corro, hijo! – gimió para ponerle más cachondo - ¡Vamos, usa a tu puta!

Román: ¡Toma polla, puta! – gimió.

Román siguió follando muy duro y salvaje a su madre por el culo mientras la azotaba salvajemente, sin darle un respiro, mientras Federico los miraba masturbándose sin parar por encima del pantalón. Tras varios minutos de intensa follada y tras encadenar varios orgasmos sin parar, Carmen le pidió a su adorado hijo que se corriera.

Carmen: ¡Oh sí, sí, córrete ya, mi semental, no aguanto más, sí, sí! – berreaba suplicando.

Román: ¡Pídemelo bien, puta! – gimió azotándola, sorprendiendo a su padre.

Carmen: ¡Por favor, amo, córrete en tu puta, sí, sí, dame tu rica leche! – berreó.

Román: ¡Tus deseos son órdenes, perra! – gimió azotándola - ¡Me corro, puta, toma mi leche, sí!

Fue una corrida en cadena. Román se corría dentro del culo de su madre al mismo tiempo que su padre se corría bestialmente con dentro del pantalón mientras decía “hijo de puta” a su hijo. Carmen se corrió como una loca entre gritos de placer al sentir la descarga de leche de su hijo en el fondo de su culo, tanta que pensó que cagaría semen durante un mes. Cuando terminaron de correrse, acabaron tumbados en el sofá exhaustos y abrazados.

Carmen: ¡Ha sido genial! – dijo sin creérselo aún.

Federico: Sabía que te gustaría, amor, lo necesitabas – dijo acariciando tiernamente su cara.

Román: ¿No estás enfadado? – dijo nervioso.

Federico: No, tu madre necesitaba desfogar, yo aún no cumplo en la cama, pero no te preocupes, la atenderé bien – dijo sonriendo a sabiendas de que era imposible – Y dado que ya lo hiciste para engendrar a mi mini princesa – dijo refiriéndose a su nieta – no creí que te importara volver a complacer a tu madre de nuevo, y visto lo visto se te da muy bien.

Román: Me alegro – dijo recuperando el aliento – Yo también lo necesitaba, demasiado tiempo sin sexo.

Federico: No necesitaba esa información – dijo sabiendo a quién se refería su hijo – Desde hoy, os doy permiso para tener sexo siempre que queráis, pero antes debéis pedirme permiso – avisó - ¿No habíais hecho el sexo anal? – dijo curioso.

Carmen: No, amor, lo pensé varias veces, pero por respeto a ti y como Román no me lo pedía, no se lo di – dijo abrazándolo, llenando el suelo y el sofá de restos de heces y semen.

Federico: Iros a lavar, yo limpio – dijo besando tierno a su mujer.

Madre e hijo se fueron por turno al baño y se asearon y vistieron. Román se fue con sus amigos y el matrimonio se quedó viendo una película, abrazados, románticamente. Cuando llegó Débora, la saludaron y tras llegar Román, le contó lo que había pasado, ganándose una reprimenda por celos de su amada hermana.