Familia compenetrada VI
Federico por fin despierta y se entera de todo.
A la mañana siguiente, Román dormía plácidamente, cuando Débora se despertó abrazada a él. Le miró sonriente, enamorada, lujuriosa al ver su polla aún flácida. Se sonrió pícara y se colocó entre sus piernas para darle un buen despertar. Con una sonrisa en la boca se colocó a cuatro patas entre sus piernas con la cara en su polla. La olió y se relamió. Con sumo cuidado de no despertarlo aún, le agarró la polla con ambas manos y comenzó a lamerla.
Débora: Mi amor, despierta, tu mujercita quiere más de su hombre – decía intentando despertar a Román entre lamidas - ¡Qué bueno estás, mi amor! – susurró.
Débora, le empezó a tocar la polla a Román suavemente, con deseo, comenzando a masturbar a Román suavemente mientras él comenzaba a gemir en sueños.
Román: ¡Mmmmhhh! – gemía.
Débora: Disfruta, mi amor – susurró.
Débora seguía con su tratamiento a la polla de Román cuando, ya no pudo aguantar más y comenzó a comerle la polla. Al principio le daba lamidas desde los testículos hasta la punta, pero luego se fue tragando poco a poco toda la polla de su amado hermano, que se fue despertando mientras Débora le comía la polla. Cuando Débora aumentó la intensidad de la mamada, Román despertó, y se encontró con Débora entre sus piernas y su polla en el fondo de su garganta.
Román: ¡Qué buen despertar, puta! – gimió incrustando su polla en la garganta de Débora, quién se sorprendió por la brusquedad, pero aceptó encantada la polla de su hermano - ¡Vamos chupa, puta chupa pollas!
Débora, al no utilizar sus manos para ayudarse con la mamada a su hermano, se comenzó a masturbar frenéticamente. Román le follaba la boca de manera bestial, haciendo que Débora tuviera que aguantar las ganas de vomitar varias veces hasta que, se corrió en la garganta de Débora abundantemente. Débora recibió gustosa toda la corrida de su amado, uniéndose a él en un orgasmo. Cuando Román terminó de correrse, dejó de apretar la cabeza de Débora contra su polla, pero ella seguía chupando y tragando los restos de semen que quedaban.
Román: ¿Tienes hambre? – dijo divertido.
Débora: De tu leche, mi amor – decía sin dejar de lamer la polla de él – Me encanta mi desayuno – dijo terminando de lamerle la polla.
Román la miraba divertido mientras dejaba que Débora se saciara. El sonido del teléfono móvil de Román los interrumpió. Román vio que lo llamaba su madre y se sorprendió.
Román: ¿Sí? Pasa algo mamá – dijo sorprendido por su llamada y preocupado.
Carmen: Nada, cariño, los bebés están bien, pero me llamaron del hospital, daros prisa, papá ha despertado – dijo emocionada antes de colgar.
Débora: ¿Qué pasa, amor? Te has quedado paralizado – dijo preocupada acariciando su cara.
Román: Papá despertó – dijo de forma automática - ¡Papá despertó! – dijo contento, abrazando a su llorosa hermana.
Ambos hermanos se asearon y vistieron raudos para llegar a su casa. Allí les esperaba una emocionada Carmen que los abrazó y besó, antes de recoger a los bebés e irse en dirección al hospital. Federico se encontraba desorientado, lo último que recordaba era estar en su trabajo y luego volverse todo negro. Ahora veía que estaba en una sala de hospital, rodeado de máquinas, con unos ventanales desde donde veía a los médicos que le habían examinado cuando despertó y a las enfermeras que le suministraban medicamentos. Pronto, vio a su familia a través de los cristales que le saludaban emocionados, pero les sorprendió verlos cargando dos bebés.
Federico: ¿Cuánto tiempo ha pasado? - se preguntó.
Se fijó en la mirada de su amada mujer, y era una mirada cargada de amor, de ilusión, de felicidad. Se sintió pleno al verla así. Se fijó en su cuerpo para saber cuanto tiempo había pasado y no vio gran cambió en ella, quizá algo más gordita, pero seguía bellísima para él, perfecta. Luego, posó su mirada en sus hijos. Débora ya era una mujer, nada quedaba de la chica adolescente que él recordaba, se veía más mujer, más madura, aunque poco más mayor que la última vez que la vio. Por último, se fijó en su hijo, su ojito derecho, Román. Vio que, como su hermana, parecía más maduro, aunque poco mayor a la última vez que lo vio. Miró que todos le miraban con alegría. Se sintió más seguro al verlos, al darse cuanta que no se habían separado de él. Mientras, los médicos hacían su trabajo. Unas horas después, los médicos acabaron su trabajo y salieron de la habitación, dejando pasar a los familiares para ver a Federico. Se abrazaron a él, llorando emocionados.
Carmen: ¡Mi amor! ¡Qué alegría! ¡Pensé que te había perdido! – dijo abrazada a él, llorando, con su hija en brazos.
Débora: ¡Papá! – dijo llorando con su hijo en brazos, abrazada al vientre de su padre con su cabeza en su pecho - ¡No sabes como te echaba de menos!
Román: ¡Papá! – dijo abrazado llorando en su cuello.
Federico les sonreía algo cansado, feliz de verlos allí con él. Estuvieron así varios minutos, Federico dejándose abrazar por su familia, sintiendo su amor, su cariño, mientras sus hijos y Carmen lo abrazaban para cerciorarse de que era verdad, de que tenían a su padre y marido de vuelta con ellos, que no era una ilusión. Cuando se separaron, Federico los miraba a todos, en especial a su amada mujer y a los pequeños en brazos de su hija y su mujer, preguntándose quiénes eran esos bebés.
Federico: Mi amor – dijo hablando suave y rasposo - ¿Y esos bebés?
Carmen: Mi vida, las respuestas poco a poco, cuando estés mejor, para que entiendas, mi vida, ahora calma tu curiosidad y cuéntanos, ¿cómo te sientes? – dijo nerviosa y preocupada por su amado marido.
Federico: Como si me hubieran pasado todos los trenes del mundo por encima – dijo sonriendo, cansado.
Débora: Lo primero es recuperarte, papi – dijo llorosa y sonriente.
Román: Sí, papá, primero debes ponerte bien y luego salir de aquí para volver a casa – dijo alegre y nervioso.
Federico notaba algo rara a su familia, pero no quiso seguir preguntando, pronto se quedó de nuevo dormido por los calmantes que le suministraron los médicos. Aunque, por un lado, la familia estaba tranquila al ver a Federico ya despierto, consciente, y saber que estaba aparentemente bien, sin daño neuronal aparente, también estaban nerviosos por cómo se tomaría la noticia de quienes eran esos bebés. La familia estaba tensa, no se miraban. Madre e hija se fueron a dar de comer a los inquietos bebés y a dormirlos a casa. Román se quedó un rato, esperando a la vecina que viniera a cuidar a su padre. Cuando esta llegó, Román se fue a su casa. Lo que no sabía era la sorpresa que le esperaba allí.
Flashback
Después de darle el pecho a sus hijos, madre e hija se encontraban en el salón, calladas, nerviosas. Débora quería abordar un tema, pero no sabía cómo.
Débora: ¿Cómo te encuentras, mami? – dijo para romper el hielo.
Carmen: Bien, bien, contenta porque tu padre vuelva a estar con nosotros – dijo sonriente.
Débora: ¿No estás nerviosa por cómo reaccionará cuando se entere de todo? – dijo curiosa – Porque a mí, sinceramente, me aterra.
Carmen: Y a mí, cariño, me aterra mucho, no sé cómo se tomará la noticia, no sé si entenderá por qué lo hicimos, no sé qué pasará – dijo seria y nerviosa.
Débora: ¿Crees que papá nos dejará? – dijo nerviosa.
Carmen: No lo sé, cariño, espero que no, que entienda, aunque no le guste, que lo que hicimos fue para tenerlo de vuelta – dijo seria – Porque si nos deja, yo me muero – dijo llorosa.
Débora: Te entiendo, a mí sí me obliga a separarme de Román también me pasaría lo mismo – dijo abrazada a su madre – Lo necesito.
Carmen: Conociendo a tu padre, eso es lo que pasará – dijo ya más calmada – Él contigo es muy celoso, siempre fuiste la princesa de papi, y no quiere que ningún chico se te acerque.
Débora: Lo sé, pero no me importa, yo voy a luchar por mi amor – dijo decidida - ¿Y tú, mamá?
Carmen: ¿Yo qué? – dijo sin entender.
Débora: Bueno, mientras papá no estaba, has tenido sexo a menudo con Román, ahora que papá ya está de nuevo con nosotros, ¿vas a seguir teniendo sexo con tu propio hijo o vas a dejarlo? – dijo curiosa – Lo digo como curiosidad, nada más.
Carmen: Pues, cómo ya te dije, me da morbo tener sexo con mi propio hijo, pero ya tengo a mi amado marido conmigo, así que no veo porque seguir teniendo sexo con Román, te lo dejo para ti sola, espero sepas complacerlo y dejarlo satisfecho – dijo risueña.
Débora: ¿Seguro harías ese sacrificio, mami? – dijo seria.
Carmen: No es un sacrificio, cariño, por el amor de tu vida eres capaz de todo y yo solo amo a tu padre, quiero volver a ser feliz con él – dijo sonriente.
Débora: Entonces, ¿ya no más sexo con Román? – dijo curiosa.
Carmen: No, cariño, no más sexo con mi propio hijo – dijo seria.
Débora: Entonces hagamos una despedida – dijo sonriente.
Carmen: ¿Qué? – dijo sorprendida.
Débora: Sí, a mí me da morbo veros a ti y a Román follando, y a modo de despedida, podríamos tener un trio o follar vosotros mientras yo miro, lo que queráis – dijo sonriente y suplicante – Por favor, mami, compláceme, yo sé que Román quiere un trio con nosotras, pero no se atreve a pedírnoslo.
Carmen: Está bien, como despedida, que conste – dijo seria, morbosa y nerviosa.
Fin del Flashback
Román llegó antes de la cena a casa y se encontró con su madre y su hermana en el salón, vestidas con una bata solamente. Saludó serio y se fue a la ducha. Por el camino comprobó que los bebés estaban bien, dormidos, parecían angelitos. Entro al baño y nada más entrar, su madre y su hermana entraron tras él, cerrando la puerta y bloqueando su huida.
Román: ¿Qué hacéis? – dijo serio.
Madre e hija se miraron cómplices y se acercaron entre sí. Ante su mirada, ambas se desnudaron mutuamente, de forma lenta y sensual, rozando todo su cuerpo. Eso hizo que Román se calentara y creciera una incipiente erección, que no se molestó en ocultar. Madre e hija se dieron cuenta y sonrieron pícaras. Una vez desnudas, se giraron hacia Román y le quitaron los pantalones, la camisa, la ropa interior, dejándole desnudo y encontrándose con su polla erecta frente a sus caras. Pero sorprendentemente no hicieron nada, solo la miraron pícaras y contentas de provocarle eso, y se levantaron de nuevo para conducirlo a la ducha. La ducha era grande, tenía un asiento y espacio suficiente para cuatro personas. Carmen abrió la mampara y se metieron los tres dentro. Débora abrió el grifo y cuando estuvo el agua lista, empezaron a bañar a Román. Débora se colocó a su espalda y le enjabonaba la espalda, las piernas y el culo con suavidad y sensualidad. Carmen por su parte hacia el mismo trabajo, pero por la parte de delante, su pecho, sus piernas, su polla, sus testículos, sus brazos. Román estaba muy complacido y caliente. Carmen le guiñó un ojo a su hija y se colocó de rodillas frente a la polla erecta de su hijo, que esperaba ansioso, mientras Débora le tocaba el culo con sensualidad.
Débora: Se un buen chico y pídele a mamá que te coma esa polla tan grande y dura que tienes – le susurró en el oído mientras se lo mordía – Lo está deseando y no lo hará si no se lo ordenas, no le hagas esperar más.
Román: Mamá, ¡cómete mi polla! – le ordenó morboso.
Carmen: Como mi hijo ordene – dijo sonriendo, sumisa.
Carmen, con una parsimonia que le dejó impresionado, sin perder su sonrisa ni el contacto con su mirada, acercó su cara a la polla de su hijo y la empezó a besar, lamiéndola, mientras le acariciaba los testículos con suavidad. Débora la miraba sonriente y morbosa mientras continuaba con su labor. Román la miraba gimiendo, le parecía muy sexy y morboso tener a una mujer como su madre comiéndole la polla así. Cuando menos lo esperaba, Carmen comenzó a introducirse la polla de su hijo en su boca, succionando y lamiendo la cabeza de su polla. Román se calentó más. Cuando su madre llevaba la mitad de su polla introducida en su boca, su hermana le empujó el culo haciendo que toda su polla se incrustara en la garganta de su madre, que tuvo que abrir las mandíbulas para aguantar semejante ataque y aguantar las arcadas.
Débora: Vamos, mi amor, demuéstrale a mamá como tiene que comerse tu polla – le susurró en el oído con sensualidad – Dile como tratas a las putas como ella.
Román: ¡Oh, vamos mamá, cómete mi polla entera, puta! – gimió empezando a mover sus caderas.
Carmen: ¡Mmmmggghhhh! – gimió morbosa al ver que la llamaba mamá.
Madre e hija se dieron cuenta de lo caliente que ponía a Román llamar mamá a Carmen. Débora ayudaba a su amado hermano acompasando sus movimientos con sus manos haciéndole coger ritmo mientras Carmen aguantaba las poderosas embestidas de su hijo. Débora guiaba a Román con maestría mientras él se dejaba guiar, disfrutando enormemente de la follada de boca a su madre. Débora, tocaba sus testículos para comprobar su eyaculación. Cuando notó que el muchacho estaba a punto, con un movimiento le empujó fuera de la boca de su madre, que empezó a toser recuperando el aire. Carmen miró a su hijo con extrema lujuria. Román miró a su madre, que luego de recuperarse le sonrió lasciva y miró a su hermana que le hizo una seña. Carmen sonrió aún más y se levantó, poniéndose de pie delante de su hijo, le besó amorosa y lujuriosa con lengua, jugando ambas lenguas mientras él le agarraba del culo con fuerza, haciéndola gemir. Cuando se rompió el beso, Carmen se dio la vuelta, rozando su culo con la polla de su hijo mientras se colocaba contra la pared. Débora no dejaba de tocar a Román y esta vez, rozando sus enormes tetas con la musculosa espalda de su amado.
Débora: ¿No quieres quitarle follarte a tu madre? – susurró en su oído.
Román: ¿Eso quieres? – dijo sorprendido y morboso por la petición.
Carmen: Eso quiere mami, que su hijo se la folle bien follada – dijo sonriendo mientras no dejaba de rozar su húmedo coño con la polla dura de su hijo.
Débora: Vamos, amor, la puta de tu madre quiere que te la folles – le mordió el lóbulo de la oreja - ¿No le vas a complacer? Ha sido buena comiéndote ese pollón.
Román: ¿Quieres que te folle, mamá? – dijo caliente, provocándola.
Carmen: Sí, cariño, la puta de tu madre lo está deseando, mi vida – gimió colocando su polla en la entrada de su coño.
Román comenzó a restregar su dura polla contra el coño húmedo y resbaloso de su madre, que gemía esperando que su hijo la follara. Débora dejaba que ambos fueran a su ritmo, solo le acariciaba la espalda y el culo a su amado con sensualidad y le restregaba las tetas por la espalda mientras se masturbaba lentamente. Carmen estaba tan ansiosa, que al ver que su hijo no la penetraba, tomó ella la iniciativa, penetrándose hasta el fondo de un rápido movimiento de caderas echando el culo hacia atrás. Román se sorprendió por su brusquedad.
Carmen: ¡Oh sí, me encanta, joder, sí, me encanta la polla de mi hijo, sí! – gimió de placer.
Los berridos de Carmen se escucharon en toda la casa, pero sorprendentemente no despertaron a los bebés. Débora acompasaba los movimientos iniciales, mientras que Carmen no paraba de mover sus caderas cada vez a mayor intensidad, notando mucho más placer al tener incrustada hasta el fondo de su coño la polla dura y palpitante de su hijo. Román contemplaba con excitación como su madre no paraba de acuchillar su coño con su polla con auténtico deseo y lujuria. Eso le calentó. Débora, por su parte, no dejaba de calentar aún más a su amado hermano.
Débora: Demuéstrale que eres un buen semental, amor, ¡fóllatela como se merece! – susurró en su oído, lasciva.
Sus palabras incrementaron la pasión de Román haciendo que se afianzara a las caderas de su madre mientras ahora él empezaba a follarla con una lujuria extrema viendo su culo chocar con su vientre. Actuando como si estuviera domándola, agarró su melena y tirando de ella hacía él, profundizó sus estocadas, haciéndolas más profundas y rápidas, consiguiendo que su madre no pudiera evitar correrse, gritando de placer, berreando como una puta. Carmen sentía cada vez más como la polla de su hijo chocaba con la pared de su vagina, se volvió loca y aullando poseída de un nuevo frenesí, le reclamó que acelerara.
Carmen: ¡Oh sí, hijo, no pares de follarme, sí, sí, dame más, más, así, sí, me vuelves loca, sí, me corro! – gritaba loca de placer.
Román: Te gusta, ¿verdad mamá? - preguntó al tiempo que descargaba un azote sobre una de sus nalgas - ¡Eres una puta, mamá!
Carmen: ¡Qué gusto! ¡No pares, dame más, azota a la puta de tu madre! – pidió berreando como loca mientras se agarraba a la pared para no caer.
La humedad de su coño era total y sobrepasando sus límites se desbordó fuera, de modo que, con cada penetración, su flujo salpicaba a su alrededor empapando las piernas de su hermano y mezclándose con el agua de la ducha. Si ya de por sí eso era brutal, ver que su culo se volvía de color rojo por los duros zotes que le propinaba, hizo que la calentura y el deseo crecieran en Román, que sin pedir permiso metió el dedo gordo de su mano en el ojete de su madre, que gimió de deseo y sorpresa. Espoleado por sus gritos, el muchacho seguía machacando su vulva sin pausa durante más de cinco minutos mientras le metía el dedo en el ojete acompañando sus embestidas. Román comenzó a meterle y sacarle la polla con potentes y profundas estocadas mientras Débora le acariciaba el clítoris a su madre mientras le comenzaba a pasar la lengua por el ojete a su amado, sin dejar de masturbarse. Madre e hijo se calentaron aún más. Román al sentir como la lengua de su amada hermana se adentraba unos centímetros en su ojete y al oír como su madre gritaba de placer, incrementó el ritmo de sus embestidas, empezando a follarla bestialmente mientras su madre colapsaba de nuevo en un potente orgasmo. Débora, sabedora de lo que ocurría se apartó del culo de su hombre colocándose de pie a su altura aumentando el ritmo de su masturbación y le agarraba los testículos a Román con suavidad a la vez que pasaba sus tetas por su espalda sensualmente.
Débora: Córrete, ¡dale tu leche! – gimió en su oído mientras se lo mordía.
Carmen: ¡Oh sí, vamos hijo! ¡Llénale el coño de leche a mami! - aulló con su voz teñida de lujuria - ¡Dale a mami tu rica leche!
Era ya tanta su calentura que explotó derramando se semen en su interior mientras la muchacha se veía sacudida por el placer con mayor intensidad.
Román: ¡Oh sí, me corro, mamá, sí, toma mi leche, la leche de tu hijo en tu coño, sí! – gimió.
Carmen: ¡Me estás llenando de leche! - chilló con alegría al tiempo que usaba sus caderas para ordeñar los testículos de su hijo y uniéndose a él en otro brutal orgasmo.
El orgasmo que sentían ambos iba in crescendo y no paraba. Cada vez que Román eyaculaba era mayor el gozo y por eso al sentir sus testículos ya vacíos, madre e hijo cayeron sobre Débora que se corría sincronizadamente con ellos, sentados encima totalmente agotados. Débora se vio sorprendida, pero los aguanto con amor y cariño sin dejar de besar el cuello y la oreja de su hombre. Luego de unos minutos descansando, Carmen se sacó suavemente la polla de su coño, haciendo caer sobre los pies de Román restos de flujos y semen. Con una sonrisa, los limpio, Román estaba callado, pensando en lo que acababa de pasar, en lo que acababa de hacer. ¡Había follado a su madre con su padre ya despierto! Iba a disculparse, pero Carmen conociéndole le miró sonriendo, feliz y se hecho a su cuello.
Carmen: No has hecho nada que yo no quisiera – dijo callándole con un tierno beso – Es una despedida pactada con tu mujercita – dijo pícara.
Débora: Sí, me has cumplido mi fantasía de veros follar – dijo feliz – Y he participado – dijo orgullosa.
Carmen: Siempre te has comportado como un hombre responsable – dijo sonriendo contenta – Es mi regalo de despedida, cariño, espero que hayas disfrutado – dijo saliendo de la ducha.
Román: Me ha encantado - confesó.
Carmen: No esperaba menos, cariño – dijo pícara – Os dejo tortolitos, voy a ver a los niños, tu cena está preparada en la cocina, cielo – dijo saliendo del baño con la bata puesta.
Débora: Te has comportado como todo un hombre – dijo orgullosa – Mamá se merecía esa despedida.
Estuvieron un rato en silencio. Débora, sin decir una sola palabra, hizo que se levantara y lo terminó de limpiar y asear a Román. Cuando salieron de la ducha, se secaron y mimaron mutuamente. Román se sentía feliz, pero sabía que esa felicidad se esfumaba con su padre despierto. Los hermanos salieron del baño y se vistieron. Esa noche, ambos durmieron juntos por última vez. A los dos días, ya se encontraba mejor Federico, así que lo encararon y le contaron todo. Cerraron la puerta de la habitación para que nadie les molestara. Se colocaron separados, Román al frente de su padre, serio, Débora con su hijo en brazos a su izquierda y Carmen a su derecha con su hija en brazos. Ambas le miraban nerviosas, temerosas.
Carmen: Mi vida, ya que los médicos nos han dicho que estás mucho mejor, vamos a contarte todo – dijo nerviosa.
Román: Solo te pedimos que nos dejes acabar de contarlo todo, sin interrumpir – dijo serio.
Débora: Vamos a contártelo todo muy despacio, para que no te pierdas nada porque son muchas cosas – dijo nerviosa.
Federico: Me estáis asustando, ¿qué pasa? – dijo preocupado.
Carmen: Primero, queremos presentarte oficialmente a tus nietos, Natalia – dijo enseñándole a su hija con una sonrisa orgullosa.
Débora: Y a Manuel – dijo imitando a su madre.
Federico: ¿Nietos? ¿Quiénes son los padres de estas preciosidades? – dijo con una mezcla de padre celoso y orgulloso de sus hijos.
Román: El padre de los dos niños soy yo papá – dijo serio mirándole a los ojos.
Carmen: La madre de esta niña tan preciosa soy yo, mi amor – dijo mitad asustada mitad orgullosa.
Débora: Y la madre de este hombrecito tan hermoso, soy yo, papi – dijo igual que su madre.
Federico: ¿Qué? – dijo con los ojos como platos.
Carmen: Tranquilo, mi amor, respira, te hemos dicho que te lo vamos a contar todo y eso haremos, pero solo si respiras – dijo asustada.
Román: Quiero dejar claro desde ya, que todo lo que hicimos fue para ayudarte – dijo serio – De otro modo nunca lo hubiéramos ni siquiera llegado a pensar.
Débora: Sí, eso es cierto – dijo nerviosa.
Federico: Está bien, yo me calmo, pero quiero toda la verdad – dijo muy serio.
Carmen: Verás mi vida, cuando pasó lo de tu accidente, todos nos quedamos devastados, no sabíamos qué hacer, cómo actuar, sin ti nuestra vida se desmorona – dijo mirándole a los ojos con todo su amor.
Federico: ¿Y por eso decidisteis tener hijos entre vosotros? – dijo cabreado.
Román: No fue por eso – dijo serio.
Federico: ¿Entonces? – dijo muy serio.
Carmen: El médico tras hacerte unos exámenes vino a hablar con nosotros, nos dijo tu estado y que no había muchas posibilidades de salvarte – comenzó a explicar.
Débora: Pero nos habló de un tratamiento experimental que posiblemente te podría ayudar a despertar – dijo nerviosa.
Federico: ¿Cuál? – dijo serio.
Román: Encontrar un familiar directo que compartiera contigo entre el 0% de los genes y el 100% - contestó sin apartar su mirada de sus ojos.
Federico: ¿Y quién es esa persona? – dijo serio, mirándolos a los tres.
Carmen: Por desgracia, ninguno de nosotros ni de tus familiares, amor – dijo nerviosa.
Román: Después de hacernos unos exámenes genéticos, el doctor nos dijo que podría haber una solución, pero que no nos iba a gustar – continuó.
Débora: Nos dijo que, para conseguir el tratamiento, debíamos tener un hijo – dijo nerviosa.
Román: Más bien, que yo debía tener al menos un hijo, ya que soy el que más genes comparto contigo, un 60% - informó.
Carmen: Después nos dijo que Débora compartía solo el 30% de tus genes y que el resultado de un hijo entre Débora y Román tendría una compatibilidad genética contigo del 70% - explicó.
Débora: Y cómo aún así no llegaba a la compatibilidad requerida para el tratamiento, si mamá y Román tenían un hijo, este compartiría un 40% de tus genes y que al combinar ambos genomas de ambos bebés, tendría el 100 de compatibilidad y podrías iniciar tu tratamiento – dijo llorosa.
Federico estaba callado, tratando de entenderlo todo.
Carmen: Tienes que entendernos, mi amor, aunque nunca se me hubiera pasado por la cabeza tener un hijo con mi propio hijo, lo hice para volver a tener conmigo a mi alma gemela – dijo mirándole con amor, con dulzura.
Federico: ¿Cómo los tuvisteis? – dijo suspicaz, pues sabía que no tenían mucho dinero para la fecundación invitro.
Carmen: Al modo tradicional – dijo nerviosa – No teníamos ni tenemos dinero suficiente para hacerlo artificialmente.
Débora: Así que, mamá y yo, tuvimos sexo con Román para quedarnos embarazadas – confirmó.
Federico: No me lo puedo creer – dijo enfadado con los ojos cerrados y llevándose las manos a la cara.
Carmen: Era la única solución – dijo nerviosa.
Federico no salía de su asombro, lo que habían llegado a hacer su familia, la aberración que habían cometido, solo para salvarlo. Nunca se lo imaginó. Aunque, sentía un infinito orgullo y amor por su familia por lo que estaban dispuestos a hacer por él, también sentía un asco y repulsión a que alguien que no haya sido él hubiera tocado a su mujer, su compañera de vida y que se haya aprovechado para tocar a su princesa, a su niña. Tenía sentimientos encontrados.
Román: Sé que es mucha información, papá, pero aún hay más – dijo serio, ganándose una mirada orgullosa de su madre por su valentía y una asustada de su amada hermana.
Federico: ¿Más? – dijo preocupado - ¿Qué más?
Román: Toda esta situación, trajo un efecto secundario que ninguno esperó – dijo serio – Me enamoré.
Federico: ¿De quién? – dijo preocupado - ¿De tu madre?
Román: No, papá, mamá solo te ama a ti y yo no puedo llegar a quererla más que como madre y amiga – dijo serio – Estoy enamorado de Débora – dijo sin apartar su mirada de su padre.
Débora: Nos amamos, papi – dijo nerviosa.
Federico: ¿Qué? – dijo sorprendido y asqueado.
Román: No sabemos cómo pasó, pero yo me fui enamorando de mi hermana, compartimos muchos momentos juntos, y no solo por tener un hijo, también al consolarnos cuando llorábamos por tu situación, cuando hacíamos cosas juntos como ir a dar un paseo para despejar nuestra mente, ir al cine – enumeró – Nos fuimos conociendo más y, para mi desgracia, cada cosa que descubría de mi hermana me enamoraba cada vez más de ella – dijo mirándola, perdiéndose en su mirada.
Débora: A mí me pasó lo mismo, sobre todo cuando ya estaba embarazada, como me cuidaba, como me mimaba, como hablaba con el bebé apoyado en mi barriga, esos momentos hicieron que me enamorara de él, papá, nunca había mirado a otro chico y lo que siempre busqué, lo encontré en él – confesó mirando con amor a su hermano.
Federico no dijo ni una palabra. Vio que su hija tenía la misma mirad que tenía su amada mujer cuando lo miraba a él y que su hijo miraba a Débora de la misma manera en la que miraba él a su amada mujer. Eso no podía ser. Ellos tendrían que enamorarse de otras personas. Su cabeza era un torbellino.
Román: Sé que no lo apruebas, y que no lo vas a aprobar nunca, papa, y que seguramente nos odies por lo que hicimos, pero solo te puedo asegurar que mis sentimientos son sinceros y que no me pienso separar ni de mi mujer, ni de mis hijos – dijo serio agarrando la mano de su hermana y cogiendo en brazos a su pequeño.
Débora: NI yo del hombre de mi vida, papi, lo siento – dijo entre nerviosa y orgullosa de su hombre.
Federico no dijo ni una palabra. Todo le sobre pasaba. Su familia lo dejó reposar la información tranquilamente. Sus hijos se fueron al rato y Carmen se quedó con su marido. Débora se llevó a los bebés a casa junto con Román. Federico se sentía entre orgulloso de su hijo por decírselo a la cara, al ver que le tenía confianza como padre, al ver que luchaba por lo que quería como él le había enseñado siempre, y cabreado por todo lo que habían hecho por salvarlo. Ni siquiera podía mirar a su amada mujer a la cara.