Familia compenetrada IX
Final de la serie
Pasaron unos meses, los niños crecían sanos, la familia era muy unida, Federico se recuperaba cada día más, incluso ya no sufría de impotencia y tenía sexo con su mujer regularmente sin tener que pedirle a su hijo que se la follara. La relación entre Román y Débora era cada día más fuerte. Era un día soleado, hacía calor. Los bebés estaban dormidos. Se encontraban todos en casa, era fin de semana, y estaban todos en el salón viendo la televisión. Por la tarde, estaban todos en el salón viendo la televisión sentados por parejas, Carmen y Federico en un sofá mientras Román y Débora en otro, ambas parejas muy acarameladas. Débora, que se había vuelto más atrevida, le propuso una idea, un juego, a su madre mientras ambas recogían la cocina.
Flashback
Débora: Mamá, ¿te apetece hacer una travesura? – dijo sonriendo pícara.
Carmen: Me das miedo – dijo divertida – A ver, ¿qué se te a ocurrido ahora? – dijo traviesa sabiendo que iba a ser algo sexual entre la familia.
Fin del Flashback
Carmen aceptó en cuanto escuchó el plan de su hija. Se puso muy cachonda solo con pensarlo. Carmen, tras guiñarle el ojo a su hija, que sonrió traviesa mientras abrazaba más fuerte a su amado hermano, expuso la idea, cachonda perdida.
Carmen: Chicos, ¿por qué no jugamos a un juego? - dijo traviesa.
Federico: ¿A cuál? - dijo curioso.
Carmen: Poneos Román y tú en las sillas sentaditos, desnudos de cintura para abajo y tapados con el mantel, nosotras - dijo señalando a su hija y a ella - nos metemos debajo y os comemos la polla, si acertáis quién os la está comiendo os dejaremos correros en nuestra boca, pero si no os ataremos a la cama y os violaremos a los dos - dijo pícara.
Federico: Eres toda una puta, mi amor - dijo riéndose morboso - yo por mí acepto, ¿tú, hijo?
Román: Yo, si mi mujercita está de acuerdo – dijo suspicaz, mirándola – yo acepto encantado.
Débora: Acepto – dijo relamiéndose los labios con anticipación, morbosa.
Carmen: ¿Pues a qué esperamos? – dijo pícara y morbosa.
Federico y Román, tras mirarse divertidos, se quitaron los pantalones y calzoncillos y se sentaron en una silla cada uno, tapándose con el mantel hasta el ombligo para no ver nada. Débora y Carmen los besaron, cada una a su hombre, con pasión y lujuria, antes de guiñarles el ojo con sensualidad y meterse debajo del mantel. Cada una se situó delante de una polla, Débora delante de la de su padre y Carmen delante de la de su hijo. Empezaron a lamerles las pollas y los testículos sin tocarlos.
Román: ¡Oh, sí! – gimió.
Federico: ¡Qué bien usas tu lengua! – gimió morboso.
Carmen y Débora siguieron lamiendo las pollas un rato más, luego se intercambiaron el lugar, para lamer la otra polla que tenían a su alcance, ya toda dura por el trabajo de la otra. No dejaron de lamer hasta que Carmen dio el banderazo de salida a su hija guiñándole un ojo. Carmen se tragó entera la polla de su marido despacio, mientras que Débora se tragó la de su amado hermano imitando a su madre.
Román: ¡Oh sí, así, despacio, métetela toda entera! – gimió - ¡Sí, como tragas polla puta, sí!
Federico: ¡Oh sí, que boca tienes puta, oh! ¡Eres toda una traga pollas, sí! – gimió - ¡Vamos, demuéstrame qué sabes hacer puta con esa boca!
Carmen y Débora, despacio, lento, profundo, haciendo enloquecer de placer a sus hombres. Luego, siguieron comiendo las pollas un rato más y se intercambiaron el lugar de nuevo, mientras ellos disfrutaban de una comida de polla espectacular, pero aún sin arriesgarse a decir quién se la estaba comiendo, porque Débora imitaba a su madre en la manera de comer y lamer las pollas para hacerlo más divertido y torturar más a su padre y su amado hermano, estaba deseando que se equivocaran para usarlos sexualmente a ambos.
Román: ¡Oh si, te voy a dar rabo hasta que se te seque la lengua, perra! – gimió.
Federico: ¡Oh sí, vamos demuéstrame qué sabes hacer puta con esa garganta! – gimió.
En ese momento, Carmen le comía la polla a su hijo y Débora a su padre. Carmen sabía que su marido quería que le hiciera lo que más le gustaba: que se quedara con su polla incrustada en la garganta unos segundos cómo ella le hacía, y quería que lo hiciera para comprobar que era ella, pero lo que no sabía su marido era que su hija también estaba acostumbrada a hacérselo a su amado hermano, así que le hizo un gesto afirmativo a su hija con la mano para que lo pusiera en práctica y así lo hizo. Madre e hija estaban muy cachondas y morbosas.
Federico: ¡Sí, vamos puta, sigue así! ¡Que boca tienes, puta! – gimió - ¡Sabía que eras tu puta viciosa! – gimió pensando que era su mujer.
Tras decir eso, madre e hija se sacaron sus pollas de la boca y salieron de debajo de la mesa, cada una por el lado en el que se encontraban, dejando ver que la que le estaba comiendo la polla a Román era Carmen y Débora era la que le estaba comiendo la polla a Federico.
Carmen: ¡Ajá! Te equivocaste mi amor - dijo divertida.
Federico: ¿Qué? - dijo sorprendido y morboso.
Carmen: Pues que nuestra querida hija es la que te acaba de hacer lo que más te gusta, no yo - dijo divertida y morbosa.
Federico: Eso no puede ser - dijo sin salir del shock.
Débora: Es cierto papi - dijo traviesa.
Román: Ya te vale papá, mira que no reconocer a tu hija - dijo riendo burlón mientras azotaba a su amada hermana, haciéndola gemir y que lo mirara con lujuria.
Carmen: Lo que me lleva al siguiente punto: vuestro castigo – dijo divertida - ¿A qué esperamos? ¡Vamos a la habitación!
Carmen los cogió de la mano a cada uno mientras que Débora iba a por unas cuerdas que solía usar su hermano para atarla a la cama cuando quería follarla salvajemente. Cuando llegaron a la habitación, Federico y Román se tumbaron cada uno en un lado de la cama y cuando llegó Débora con las cuerdas, los ataron de brazos y piernas, con las extremidades abiertas, al cabecero y los pies de la cama. Padre e hijo se dejaron, expectantes y morbosos.
Carmen: ¡Bueno! Ya estáis preparados, así que ¡apretaos los cinturones que vienen curvas! - dijo pícara y morbosa mientras se desnudaba.
Débora: Muchísimas curvas - dijo traviesa, desnudándose también.
Carmen y Débora se pusieron encima de ellos rozando sus cuerpos con los de su marido y su hermano respectivamente. Luego de rozarse ambas se besaron lascivamente, sorprendiendo a ambos hombres, antes de ponerse de pie en la cama y colocarse cada una sentada en la cara de ellos.
Carmen: ¡Vamos, cómeme el coño! - gimió caliente- ¡Oh sí, dame lengüetazos en el coño así!
Débora: ¡Oh sí, usa tu lengua, mi amor, cómeme todo mi coño! - gimió cachonda- ¡Me encanta como usas tu lengua!
Federico y Román se esmeraban en comerle los coños a sus mujeres, mientras ellas se restregaban su coño y su culo por toda su cara. Madre e hija movían sus caderas para que las lenguas de sus hombres rozaran aquellas partes que ellas deseaban sentir. Como hacían debajo de la mesa, madre e hija se intercambiaron puestos, quedando Débora encima de la cara de su padre y Carmen encima de la cara de su hijo. Así estuvieron un rato, hasta que ya no aguantaron más, se levantaron y se montaron a horcajadas encima de las pollas de ellos para penetrarse de una estocada el coño, quedando Carmen ensartada por su hijo y Débora por su padre.
Carmen: ¡Oh sí, que polla tienes, amo, me encanta, sí! – gimió empezando a moverse, ensartando la polla de su hijo en el fondo de su coño una y otra vez - ¡Cómeme las tetas, hijo, come las tetas de tu mami!
Román: ¡Oh sí! ¡Qué buena estás, puta! – gimió - ¡Como me gustan las tetas de mi mami!
Débora: ¡Oh sí, papi, como abres mi coño, sí, me encanta! – gimió morbosa empezando a cabalgarlo como una verdadera amazona.
Federico: ¡Oh, princesa, eres más puta que tu madre! – gimió morboso lamiendo sus pezones cada vez que pasaban por sus labios.
Madre e hija comenzaron a cabalgar, cada vez más salvajemente a su hijo y padre respectivamente, presas de un morbo que incrementaba el placer que sentían. No tardaron en correrse. Primero se corrió Carmen al sentir a su hijo mordiéndole duramente sus pezones y provocando tanto morbo en Débora, que se corrió mirándoles mientras su padre le comía las tetas con gula. Así estuvieron un rato, comiéndoles las tetas mientras ellas se follaban solitas el coño y alternaban orgasmos. Luego de unos minutos, presas de una calentura que parecía no tener límites, ambas se levantaron, y como si lo tuvieran ensayado, se dieron la vuelta dándoles la espalda a ellos, y con una parsimonia inaudita, se penetraron el culo de una estocada mientras jugaban cada una con las tetas de la otra, empezando a besarse con lengua, provocándolos. Cuando sintieron como sus pollas abrían los pliegues de sus rectos no dilatados sintieron una mezcla muy adictiva de placer y dolor. Gritaron como locas.
Carmen: ¡Oh sí, me duele, pero me encanta sentir como me abres, como me perforas el culo, el culo de mami perforado por su hijo! – berreó colapsando de placer.
Román: ¡Joder que culazo tienes, puta! – gimió al sentir su estrecho conducto absorbiendo su polla.
Débora: ¡Oh dios, me encanta papi, me encanta que le abras el culo a tu princesita, joder sí! – berreó loca de placer.
Federico: ¡Que culito tienes, putita! – gimió con los ojos inyectados en sangre de la lujuria.
Madre e hija empezaron a moverse follando sus estrechos y poco lubricados conductos anales. Interactuaban entre ellas, comiéndose las tetas o besándose lujuriosas. Luego de unos minutos de intensísima follada anal, ambas se levantaron y se intercambiaron puestos de nuevo, con una mirada cómplice, mientras sus hombres las miraban con extrema lujuria, al tener ya el ano dilatado, se penetraron el culo de una estocada mientras seguían jugando cada una con las tetas de la otra para llevar a sus hombres al éxtasis.
Débora: ¡Oh sí, mi amor, me encanta tu polla, como me perfora, sí, me encanta ser tuya, sí, me corro, sí, sí, sí! – berreaba masturbando su coño con frenesí - ¡Te amo!
Román: ¡Oh sí! ¡Yo también te amo, te deseo! – gimió - ¡Como no pares me corro, putita mía!
Débora: ¡No te cortes, rellena el culo de tu mujer con tu lefa, con tu leche, dámela toda, sí, córrete conmigo! – berreó loca de placer.
Román: ¡Oh sí, puta, me corro, me corro, toma leche, sí, toda en tu culazo, perra! – gimió.
Carmen: ¡Oh sí, mi amor, cuanto tiempo sin que me follaras así, como te amo, como te deseo, mi hombre, sí, me corro, me corro! – berreó.
Federico: ¡Oh sí, me encanta que seas tan puta, mi amor, me corro, sí, toma leche, sí, sí, sí! – gimió.
Padre e hijo, sincronizados, se corrieron como posesos en lo más profundo de los intestinos de sus mujeres, uniéndose así al brutal orgasmo que las asolaba a ambas y prolongándolos a tal grado, que madre e hija se desmayaron, cansadas y felices. Cuando recuperaron padre e hijo el pulso por tamaña corrida, se miraron preocupados y sudorosos por sus mujeres. Madre e hija yacían encima de los cuerpos desnudos y sudorosos de sus hombres, con sonrisas de felicidad en sus labios. Pasados unos minutos, en los que padre e hijo intentaron que despertaran con su voz o zarandeándolas moviendo sus cuerpos aún atados, madre e hija despertaron y se dieron la vuelta para abrazar amorosas y felices a sus hombres, sacando sus pollas aún morcillonas de sus culos y dejando en la cama una gran mancha de heces y semen.
Román: ¿Estás bien? – dijo preocupado.
Débora: En el cielo – dijo besándolo con amor.
Federico: ¿Llamamos al médico? – dijo preocupado.
Carmen: No te preocupes, mi vida, solo ha sido demasiado placer para nosotras, estamos bien – dijo besándolo con todo su amor, sonriente.
Padre e hijo las dejaron descansar un rato, abrazadas a ellos y llenándolas de besos amorosos, cariñosos, tiernos.
Carmen: ¿Qué os ha parecido? - dijo curiosa.
Federico: Bastante bueno y excitante - dijo morboso.
Román: Ya te digo - dijo riendo.
Madre e hija se rieron y desataron a su amado hermano y marido, respectivamente. Luego se abrazaron de nuevo. Los bebés seguían profundamente dormidos.
Carmen: ¿Repetiríais experiencia? - dijo divertida.
Federico: Siempre que queráis - dijo riendo mientras le tocaba el culo a su mujer la besaba.
Débora: A mí me ha encantado, es morboso hacerlo en familia - dijo riendo mientras besaba a su hombre – Solo espero que cuando me quieras follar el culo lo hagas sin lubricarlo antes – dijo traviesa – Es mucho más excitante, mi amor, me ha puesto muy cachonda – dijo besándolo.
Román: Coincido contigo, amor - dijo riendo, besando a su hermana.
Carmen: Me alegro de que os haya gustado – dijo contenta.
Débora y Román se levantaron y fueron al baño para asearse y mimarse mutuamente. Carmen y Federico fueron a su baño y imitaron a sus hijos. La verdad, ambos estaban felices, después de todo, la vida les sonreía, Federico estaba de nuevo con ellos al 100%, sus hijos eran felices juntos, los bebes crecían sanos, y eran felices, juntos. Eran una familia compenetrada.