Familia compenetrada IV
Comienzan las situaciones morbosas
Luego de la noticia de ambos embarazos, Román se sentía pletórico por dos razones, por dejar preñadas a dos mujeres y por ayudar a su padre a salir de esa sucia cama. De lo único que tenía miedo era de cómo se tomaría su padre que haya embarazado a su mujer e hija. A partir de ese día, la vida de Román mejoró aún más, si es que eso era posible. Su madre y hermana le atendían, mimaban y le daban todo el sexo que pedía. Y ahora había más libertad, no tenía que terminar corriéndose dentro de sus coños. Un ejemplo claro de eso pasó un día con su madre. Ambos estaban comiendo en casa, mientras Débora estaba en el hospital con Federico.
Carmen: Cariño, ¿puedo preguntarte algo? – dijo curiosa.
Román: Sí, claro, dime – dijo sin dejar de comer.
Carmen: ¿Tienes alguna fantasía sexual, conmigo, que quieras cumplir? – dijo curiosa.
Román: Sí, algunas – dijo riendo – Pero hay tiempo, sin prisa – dijo sin dejar de comer.
Carmen: Yo te las cumpliré, sea la que sea, encantada, cariño, - dijo agarrando su mano con ternura – Solo tienes que pedirlo.
Román: Lo haré, mamá – dijo mirándola con intensidad.
Román comió y volvió con su madre al salón a ver la televisión. Se dio cuenta de que estaba como esperando algo, y pronto descubrió el qué. ¡Esperaba que le dijera la primera fantasía! Se giró hacia su madre decidido.
Román: Oye mamá…
Carmen: ¿Sí, cariño? – dijo solícita.
Román: ¿Podríamos ir al baño? – dijo nervioso y morboso.
Carmen: ¿Para qué? – dijo curiosa.
Román: Quiero…quiero hacerme una paja mientras me miras – dijo nervioso.
Carmen: ¿Quieres hacerte una paja delante de mami mientras ella te mira? – dijo sonriente.
Román: Sí – dijo excitado.
Carmen: ¿Y quieres hacerlo en el baño? Podemos hacerlo aquí si quieres – le ofreció sonriente.
Román: ¿No te importa quedarte aquí? Pensé que no querrías que manchara mucho – dijo nervioso.
Carmen: No te preocupes, te dejo si quieres correrte encima de mí o en dónde quieras – le ofreció.
Román: ¿En serio? – dijo morboso.
Carmen: Sí – dijo sonriéndole.
Román: ¡Guay! – rio.
Carmen le miró y vio como su hijo, con un entusiasmo del que va a explorar algo nuevo, se desnudaba de cintura para abajo dejando ver su polla grande y gruesa, aun morcillona.
Carmen: ¿Quieres que me quite algo de ropa? – dijo sugerente.
Román: ¿Podrías ponerte en ropa interior, pero sin sujetador? Me encantan tus tetas – le dijo morboso.
Carmen: Claro – dijo sonriente.
Carmen se levantó del sofá y lentamente, mientras miraba sonriente a su hijo, se quitó la camiseta que llevaba y la dejó encima de la mesa, para, después, quitarse los pantaloncitos cortos que llevaba y quedarse en tanga. Dejó los pantaloncitos junto con su camiseta y sin perder la sonrisa y mirando a su hijo a los ojos, para ver el ansía que tenía y su vista fija en sus tetas, desabrocharse el sujetador y dejarlo caer por sus brazos, para tirarlo al sofá.
Román: ¡Joder mamá, qué tetazas tienes! ¡Me encantan! – dijo embelesado.
Carmen: Gracias cielo – dijo sonriendo – ya veo que no mientes – dijo al ver cómo se le ponía aún más dura la polla - ¿Cómo quieres que me ponga? ¿Prefieres de rodillas en el suelo o sentada en el sofá abierta de piernas?
Román: Prefiero de rodillas en el suelo con las piernas abiertas – dijo sonriendo con lujuria.
Carmen: Claro cariño – dijo sonriendo.
Carmen se colocó de rodillas en el suelo con las piernas abiertas, como le indicó su hijo. Román se colocó delante de ella y se empezó a pajear frenéticamente. Carmen se dio cuenta de que iba a correrse muy pronto así que decidió pararlo y guiarlo ella.
Carmen: ¡Para cielo! Vas muy rápido y no vas a disfrutar. Ves más despacio, mira ven toca a mami – dijo ofreciéndole sus tetas.
Román se lanzó loco perdido a por las tetas de su madre y empezó a amasarlas con ansia. Las amasaba con fuerza, como si se las quisiera arrancar. Carmen se dejaba hacer, sin perder la sonrisa para que su hijo continuara haciéndolo.
Román: Tienes un buen par de tetas mamá – dijo sonriendo lascivo - ¡Me encantan! Me he hecho algunas pajas pensando en ellas cuando no te follo – le confesó.
Carmen: Me alegro de que te gusten – dijo sonriendo lasciva – mira, mientras con una mano me tocas las tetas, con la otra vete pajeando, lentamente.
Román: Sí mamá, me gusta tocártelas y meneármela – gimió haciendo caso a su madre.
Román empezó a amasar las tetas de su madre, lentamente mientras no paraba de pajearse delante de la cara de su madre, que no perdía detalle de la paja de su hijo. Carmen se dejaba hacer, sin perder la sonrisa mientras veía como su hijo se iba calentando cada vez más.
Carmen: ¿Te gustan las tetas de mami? Vamos, ¡sigue tocándolas! ¡No pares! A mami también le gusta que su niño se las toque. Complace a mami, ¡vamos! ¡No dejes de pajearte en mi cara y córrete donde quieras cielo, en mi cara, en mis tetas, dónde quieras! – le incitaba, morbosa.
Carmen lo miraba con cara de puta que sabía que le pondría más cachondo a su hijo. Román estaba en el cielo y pronto comenzó a ir más rápido en la paja, cosa que Carmen notó. Con una sonrisa lasciva empezó a empujarlo hacía el final.
Carmen: ¿Quieres correrte, cielo? ¡Lo estás haciendo muy bien! – le provocó sacando la lengua y abriendo la boca.
Román: Sí mamá, quiero correrme ya – gimió avisando a su madre.
Carmen: ¿Y a qué esperas, cielo? ¡Dale a mami tu leche caliente! ¡Dámela toda, vamos! – le pidió morbosa.
Román: ¡Oh sí, mamá! Pon tu cara que te la voy a llenar de leche, puta. ¡Oh sí, que buenorra estás, perra! Toma leche, mami, ¡me corro! – gimió.
Román empezó a correrse como un bestia en la cara de su madre, quién recibía toda la leche de su hijo sonriendo lujuriosa, morbosa. Román se corrió en la cara de su madre muy abundantemente, tanto que le bañó las tetas y la boca con su leche, mientras su madre recibía gustosa el regalo de su hijo. Cuando terminó de correrse, Román cayó al sofá rendido mientras su madre se limpiaba el semen de su hijo de la cara y las tetas y tragaba el que le había caído en la boca.
Carmen: ¿Te ha gustado? ¿Te ha cumplido mami una fantasía? – dijo sonriendo orgullosa.
Román: Sí mamá – dijo eufórico – y con creces – dijo sonriendo mientras la tocaba las tetas aun bañadas en semen.
Carmen: Me alegro – dijo sonriendo orgullosa – A partir de ahora, pídeme lo que quieras, no te preocupes, mami se encargara de complacer a su hombrecito.
Román: Te tomo la palabra, mamá – dijo morreándola.
Carmen cumplió su palabra durante todo el embarazo, dándole a su adorado hijo mucho placer, pero aun así sabía que no le pedía todo lo que quería. Sabía como le miraba el culo y que lo quería usar, pero no se atrevía. Ella quería que se lo pidiera para entregárselo, pero eso no pasó. El sexo con Débora era normal, seguían haciendo el amor cuando estaban solos y follando como salvajes cuando había gente cerca. Les daba morbo. Lo hacían en el cine, en los baños públicos, en el hospital en el baño de la habitación de su padre. Durante los embarazos de sus mujeres no le faltaba el sexo y el placer a Román. Mientras tanto, los médicos empezaban a preparar el tratamiento, incluyendo las pastillas, una vez extraídos los genes necesarios de los embriones que resultaron compatibles 100%. Sin embargo, cuanto más avanzados estaban sus embarazos, más hormonales estaban. Débora, estaba embarazada de un niño, aún no sabrían como ponerle, pero a causa de eso, estaba más desatada sexualmente. Carmen, por su parte, estaba embarazada de una niña, que quería ponerle Blanca, como su difunta madre, por lo que era más complaciente, más tierna y sumisa. Prueba de ello es que, en una ocasión, Débora, estando en el hospital junto con su madre y hermano, se encontraba caliente y muy morbosa, por lo que, sin ser vista, robó un traje de enfermera y una silla de ruedas y se dirigió a la habitación de su padre con decisión y morbo. Al llegar, vio las caras sorprendidas de su madre y hermano al verla entrar de esa guisa.
Débora: Por favor, necesito llevarle a hacerse unas pruebas, señor Román Márquez – dijo lo más seria posible – Póngase en la silla, por favor.
Madre e hijo la miraban anonadados, pero Román al ver el brillo de deseo y lujuria con el que le miraba su hermana, le hizo caso y la obedeció. Débora, rauda, condujo a su hermano a los ascensores y tras entrar en uno y comprobar que estaban solos, dejó que se cerraran las puertas y lo paró, quedándose entre medias de dos pisos.
Román: ¿Qué haces? – dijo expectante.
Débora: ¿No te apetece hacer una locura, cariño? – dijo sonriendo pícara - ¿No te apetece follarte aquí mismo a tu hermanita y que me oiga gritar todo el hospital?
Román no tuvo tiempo de contestar, pues como una loba hambrienta, su hermana lo besó con ardor al mismo tiempo que comenzaba a desnudarlo. Cuando Débora lo terminó de desnudar siguió besándolo agarrándolo por el cuello con sensualidad, lamiendo sus labios y mordiéndolos mientras le mira, provocativa. Se le marcaban los pezones. Román la empujó y vio en los ojos de Débora fuego, lujuria, deseo y no pudo evitar fijarse en sus pitones. Tuvo una erección instantánea al contemplarla. Débora lo vio y su coño se humedeció del todo, un manantial corría por los pliegues de su entrepierna al ver semejante bulto. Román se envalentonó y agarró a Débora la empujó de espaldas a la puerta del ascensor para besarla con fuerza. Beso que correspondió encantada, como si la vida le fuera en ello. Sus lenguas jugaban una danza violenta para ver quién tenía el poder. Débora gemía sin parar rozando su entrepierna con el bulto de su hermano. Román bajó una de sus manos y agarró con fuerza un pecho de la muchacha haciéndola gemir y dándole luz verde para que ella bajara sus manos a su bragueta para palpar semejante bulto. Se deleitó con su tamaño.
Débora: ¡Es enorme! – gimió entre besos – Me encanta tu polla, hermanito.
Román: ¡Cómetela! – ordenó mientras se sacaba su polla del pantalón.
Débora: Pensé que nunca me lo ibas a pedir – dijo lujuriosa mientras le empujaba para que se sentase en la silla de nuevo – Te voy a dejar seco – dijo traviesa mientras se colocaba de rodillas entre sus piernas - ¡Mmmmmmmmhhgggg! – gimió cuando le incrustó la polla hasta la garganta.
Débora comenzó a follarse la boca al principio de forma lenta, pero profunda, pero luego de unos segundos, se follaba la boca de manera bestial, teniendo que aguantar las ganas de vomitar varias veces. Román se dejó hacer mientras movía sus caderas acompañando los movimientos de su hermana. Débora miraba a los ojos a su hermano, con deseo, con lujuria, mientras su boca era perforada con su tremenda polla hasta la garganta, obligándola a abrirla para no ahogarse, pero disfrutando enormemente mientras le acariciaba los huevos con sensualidad. Román estaba muy cachondo. Llevó sus manos a sus dos ubres y se las palpó mientras ella misma se follaba la boca como una posesa. Débora vio con deleite como su hermano se quitaba la camiseta, dejando sus músculos a la vista.
Débora: ¡Qué bueno estás, hermanito! – dijo sacándose la polla un momento de la boca para respirar - ¡Me encanta tu polla! – gimió volviéndosela a incrustar en su garganta.
Luego de unos minutos en los que la calentura de ambos subía enormemente por el morbo de que les pillaran, Román subió a su hermana hasta colocarla de pie y la subió encima de él sin dejar de basarla, le arrancó el tanga, rompiéndolo, y separó sus piernas hasta colocarlas a ambos lados de él.
Román: ¿Esto buscabas, putita? – dijo rozando su polla por su encharcado coño.
Débora: Sí, cariño, ¿a ti no te pone que te puedan pillas follándote a tu hermanita? – gimió desesperada por que la tomara - ¡Hazme tuya! – pidió.
Román: Tú lo has querido, putita – dijo antes de besarla con ardor y dejarla caer para que se incrustarse su polla con violencia en su coño.
Román notó como se abrían los pliegues de su húmedo coño al paso de su polla. Débora notó el mayor placer de su vida, ninguna fantasía sexual le llegaba a la suela de los zapatos al placer debido al morbo de la situación y la adrenalina. Román rompió el beso y agarró las ubres de su hermana para agarrarse antes de comenzar un galope desenfrenado. Débora le agarró del cuello para ayudarle en sus embestidas mientras le miraba a los ojos, con extremo deseo y lujuria. Nunca antes nadie le había mirado así. Por ese motivo acompañó las acometidas, dándole a su amante un placer infinito, notando un mar saliendo de su coño, inundándole la polla y las piernas de flujos. Dominada por la lujuria, su hermana le rogó que la tomara sin compasión. Cada vez que la cabeza de su glande chocaba con la pared de su vagina, berreaba como loca, pidiendo más. Su completa entrega elevó su erección al máximo y olvidando que era su hermana, le regaló un sonoro y doloroso azote que acentuó su calentura a su hermana mientras le decía que se moviera. Débora le imploró que no parara. Sus penetraciones eran profundas y sus testículos rebaban en su sexo, en un desenfrenado galope. Débora nunca había sido objeto de una monta tan brutal y sintiéndose una yegua a la que un garañón estaba inseminando, no paraba de gritar de placer cada vez que sentía la palma de su mano sobre su trasero o la cabeza de su glande chocar con la pared de su vagina.
Román: ¡Córrete para mí, putita! – le ordenó.
Débora: ¡Oh sí, tu puta se corre! – berreaba de placer - ¡No pares, dame más, más, sí, me encanta!
Román: ¡Toma polla, putita! ¡Qué tetazas tienes zorra! ¡Oh sí, toma polla! ¡No voy a parar hasta reventártelo, zorra! – gemía.
Román la cogió en brazos y sin sacarle la polla del coño, la empotró contra la pared del ascensor contra los botones con las piernas abiertas, y siguió follándose a su hermana de una manera salvaje mientras no paraba de pellizcarle los pezones con fuerza mientras le lamía el cuello y la azotaba duramente los pezones. Román siguió follando a Débora mientras la muchacha recibía la follada, feliz.
Débora: ¡Cariño, folla mi coño, dame bien fuerte! ¡Vamos fóllame! – berreaba encadenando orgasmos - ¡Oh sí, dame, dame, dame más, mucho más, no pares, reviéntame el coño a pollazos! ¡Oh sí! ¡Me corro, sí! ¡Dame polla, así, sigue, más duro, así! ¡Oh sí! – gritaba de placer.
Román: ¡Toma polla, putita! ¡Qué buena estás! – gemía - ¡Oh sí, toma polla, oh sí! ¿Quieres que te llene el coño de leche, puta? – gimió.
Débora: ¡Oh sí, quiero tu leche en mi útero! ¡Oh sí! ¡Me corro, sí! – gemía.
Román: ¡Toma polla, putita! Si quieres mi leche en el fondo de tu coño, ¡pídemelo! – ordenó mientras la pellizcaba más duro sus pezones.
Román empezó a follarle con violencia el coño a Débora. Ella le hizo la pinza con las piernas apretándole bien con las manos su culo contra su coño para que no pudiera sacar su polla de dentro de su coño mientras le miraba decidida, con lujuria, con deseo.
Débora: ¡Oh sí, quiero tu leche en mi útero! ¡Dame toda tu leche en el fondo de mi coño! – berreó para ponerle más cachondo - ¡Vamos, tu puta está esperando toda tu leche en su coño! ¡Vacía tus huevos en mi coño! ¡Me encanta tu polla! ¡Vamos, dame tu leche! – gritaba de placer.
Román: ¡Toma polla, putita! ¡Toma toda mi leche en tu coño, guarra! ¡Oh sí, me vacío los huevos en tu coño, putita! ¡Tómala toda, oh sí, toda mi leche! ¡Me encanta follarte, zorra! – gimió.
Román se corría dentro del coño de Débora y lo hacía más cachondo que nunca, soltando una cantidad de corrida enorme por la situación tan morbosa, pues se escuchaban ya muchos murmullos detrás de la puerta. La muchacha se corrió como una loca entre gritos de placer al sentir la descarga de leche de su hermano en el fondo de su coño. Cuando terminaron de correrse, acabaron tumbados en el suelo exhaustos y abrazados. Luego de unos segundos descansando, Román se levantó e incorporó a su hermana con dulzura.
Román: Estarás contenta – dijo divertido mientras ambos se vestían - ¡Menuda has liado señorita! – dijo refiriéndose a los murmullos de detrás de la puerta.
Débora: Mucho – rio – Es muy morboso hacerlo en público – dijo divertida terminando de vestirse.
Ambos hermanos terminaron de vestirse entre arrumacos y besos mientras fuera la gente se agolpaba curiosa por los ruidos escuchados. Unos largos minutos después, se terminaron de acicalar y ambos volvieron a sus roles de enfermo y enfermera para salir del paso ante los mirones.
Débora: Perdonen las molestias, el paciente es claustrofóbico – dijo lo más seria que pudo mientras salían del ascensor.
Raudos, ambos huyeron de allí y se fueron a la habitación dónde dejaron la silla y Débora se cambió de ropa mientras Román acariciaba su incipiente tripita de apenas dos meses de embarazo. Débora le miraba con ternura. Ambos salieron cogidos de la mano y se dirigieron a la habitación de su padre. Cuando entraron, Carmen los miró entre reprobadora y divertida mientras ambos se reían por lo ocurrido, pero sin decir nada. Unos días después, por el día de navidad, Débora fue la encargada de cuidar a su padre en el hospital, dejando espacio a su madre y hermano. Se despertó primero Carmen con una idea en la cabeza. Se aseó y se puso un disfraz sexy de mamá Noel, con gorro incluido y botas de cuero altas con mucho tacón. Apenas le tapaba el culo. No llevaba absolutamente nada debajo, por lo que, a través de su escote, al inclinarse, su amado hijo podría verle las tetas libremente. Cuando Román se levantó fue primero al baño a asearse y vestido únicamente con unos calzoncillos se dirigió a la cocina, dónde no esperaba ver a su madre de esa guisa. Sin darse cuenta de que su hijo la observaba desde la puerta de la cocina mientras le terminaba de preparar un suculento desayuno, Carmen contoneaba su culo tarareando una suave melodía, dándole mayor erotismo al momento inconscientemente. Luego de unos instantes que a Román le parecieron horas, su madre se giró y sus miradas se cruzaron.
Carmen: Buenos días – dijo sonriendo seductora - ¿Estoy guapa? - le preguntó coqueteando descaradamente.
Román: Mucho – respondió acercándose a ella - se te ve muy sexy.
Encantada por haberle sorprendido, se dejó manosear su expuesto culo por su adorado hijo, se pegó a él y empezó a restregar sus nalgas contra su entrepierna.
Carmen: ¡Qué ganas tengo de que me folles! – gimió.
Román: Estás realmente buenísima, puta – alabó mientras agarraba sus pechos por detrás, haciéndolo gemir.
Román se excitó mucho al ver a su madre de esa guisa y con esa actitud. El entusiasmo del muchacho le hizo saber que había acertado, notando como crecía la polla de su hijo bajo su culo. Carmen, se pegó aún más al muchacho dándose la vuelta y quedando cara a cara con él.
Carmen: Me ha dicho un pajarito que este año te has portado excelentemente bien – dijo metida en su papel – Por lo que te mereces un buen regalo estas navidades, ¿cuál quieres? – dijo lujuriosa.
Totalmente imbuida en su papel, Carmen se sentó en el sofá y colocó a su hijo en sus piernas sentado, y la empezó a preguntar acerca de lo que él deseaba. Román fue contestando según deseaba su madre. La cara de Carmen era de satisfacción con sus respuestas mientras desabrochaba aún más su disfraz.
Carmen: Te has portado entonces muy bien, ¿quieres tu regalo? – dijo de modo sugerente.
Román: Por supuesto - respondió excitado.
Entonces, poniendo una cara de zorrón desorejado y a propósito, se fue desabrochando el resto de los botones del disfraz, dejando ver su cuerpo desnudo y su barriga incipiente. Román comprendió que era parte del juego y no hizo ningún movimiento para placer de Carmen.
Carmen: Toma tu regalo – dijo cogiendo sus manos y llevándolas a sus tetas – Soy toda tuya.
Román siguió los movimientos de su madre sin dejar de mirarla a los ojos, excitado. Carmen al percibir que la polla de su hijo palpitaba debajo de su calzoncillo, sonrió y la agarró con una mano.
Carmen: Mi niño está bruto por la culpa de la puta de su mami - le susurró mientras acariciaba sus pechos.
Carmen, más alborotada de lo que se imaginaba, dejó que los dedos de su hijo amasaran sus sensibles tetas y pezones. Su miembro se alzaba hasta su máxima extensión y sabiendo que había logrado esa reacción en su hijo, llevó su mano hasta su polla erecta y la sacó de su encierro, colocándola entre los labios de su sexo sin meterlo, y se comenzó a masturbar. La humedad que envolvió su polla le alertó al muchacho de que su madre estaba totalmente cachonda y antes que lo pudiese evitar, se empezó a mover haciendo que se deslizara rozando todo su sexo por el exterior de su coño. Al sentirlo, se dio la vuelta con agilidad y colocó a su madre bajo su cuerpo y sin más hundió su cara en su entrepierna.
Carmen: ¡Dios! - gimió al sentir la lengua de su hijo recorriendo los pliegues de su sexo – ¡Sí, cariño, haz uso de tu regalo, sí, cómeme!
Román comenzó a comerle el coño con violencia, ansioso y caliente mientras le agarraba del culo atrayéndola hacia él. Carmen como acto reflejo le hizo un nudo con sus piernas atrayéndolo hacía ella. Ella sentía su lengua y los dientes de su hijo moverse y clavarse en su clítoris, haciéndola berrear de placer. En pocos segundos, su coño se anegó de fluidos y se corrió como loca sin poder evitarlo, le encantaba lo que le hacía su hijo, su amante. No pudo evitarlo, pero su cuerpo convulsionaba sin parar. Era tal el placer que sentía, que loca de excitación y con una fuerza inaudita, giró a su hijo y se empaló con su polla ante la sorpresa y morbo de Román, que veía como su sexy y embarazada madre comenzaba a cabalgarlo mientras le sonreía lujuriosa y sus tetas se movían sin parar. El modo tan lento en que se empaló, le permitió sentir cada centímetro de su conducto abriéndose para dejar pasar su polla dentro. Con auténtica urgencia, consiguió embutírsela completamente y solo cuando sintió que su glande chocaba con la pared de su vagina, se quedó satisfecha y se dejó caer sobre él.
Carmen: ¡Me encanta tu polla, cariño! – berreó.
Román terminó de quitarle el disfraz, dejándole solo el gorro de mamá Noel y con sus manos se apoderó de sus grandes pechos. Si en un principio sus caricias fueron suaves, poco a poco fue elevando su intensidad y llevando sus dedos hasta sus pezones, fue incrementando la presión de sus yemas hasta que el pellizco la hizo gritar de placer. Carmen involuntariamente separó sus rodillas y pegando un berrido se corrió sin remedio.
Carmen: ¡Me encanta! - aulló y dando vía libre a su lujuria, comenzó a moverse usando su pene como montura.
Carmen se acomodó y le dejó sus tetas a la altura de su cara a su hijo, cosa que le motivó para empezar a comérselas. Carmen respondió con pasión y sacando la lengua, jugueteó con la boca de su hijo mientras le comía las tetas y le pasaba una mano por su germinado vientre, haciendo que su sexo nuevamente se licuara más aún del morbo. Al sentir que, Carmen se había corrido y que él todavía no lo había hecho, la empujó con cuidado, colocándola boca arriba en el sofá con ambas piernas bien abiertas y la empaló con más fuerza mientras se agarraba a sus tetas y le pellizcó duramente los pezones, retorciéndoselos.
Carmen: ¡Qué gusto! - chilló confirmando a los cuatro vientos que le encantaba ser follada por él.
Román: ¡Me encanta follarte, puta! – gimió.
Carmen: ¡Oh sí, cariño, sigue follándote a la guarra de tu madre, sí, sí, dame duro, dame más, más, clávamela entera, sí, sí! – berreó loca de placer.
Carmen para entonces estaba absolutamente poseída de la lujuria, le prometió darle siempre tanto placer mientras le pedía que nunca la dejara de follar así. Román tuvo la imagen de su madre vestida de mamá Noel cada año mientras él se la follaba sin descanso y eso fue más de lo que pudo soportar y pegando un gruñido, eyaculó dentro de su vagina.
Román: ¡Oh sí, puta, me corro, sí, toma mi leche! – gimió.
Carmen: ¡Sí, cariño, sí, córrete en tu puta, dame toda tu deliciosa leche! – berreó loca de placer - ¡Mami se corre con su niño!
Carmen, al ver rellenado su sexo con su simiente, buscó ordeñar su miembro con mayor énfasis haciéndole la pinza y moviendo sus caderas a toda velocidad hasta que agotada se dejó caer en el sofá. Después, Román cayó con delicadeza encima de su madre y se abrazaron, rendidos. Román luego de unos minutos de descanso, se levantó del sofá, cogió a su madre en brazos mientras la sonreía y la besaba con cariño en la boca y la llevó a su habitación para tumbarla en la cama. Se la quedó mirando, nunca pensó en esa imagen. Su madre con el gorro de papá Noel le miraba sonriente y sonrojada, completamente desnuda y expuesta a él después de habérsela follado salvajemente. Sonrió y se acurrucó en la cama con su madre y Carmen se acurrucó junto a él, feliz, amorosa. Carmen le miró con una sonrisa.
Román: ¿No estás cansada? - preguntó soltando una carcajada.
Carmen: Todavía no – dijo pícara.
Carmen, puso música con su móvil y se puso a bailar. Un sensual baile, teniéndole como testigo. Sus movimientos cada vez más acusados le demostró que lo deseaba. Carmen tomando la iniciativa, cogió la cabeza de su hijo y aproximó sus labios a los él. El brillo de los ojos de Carmen le informó de su excitación cuando Román forzó su boca con violencia abriendo la boca. Con sus dorsos pegados mientras se comían los morros, siguieron rozando sus sexos mientras ella bailaba. Le encantó disfrutar a Román del modo en que sus pezones ya duros se clavaron en su pectoral y de la garganta de su madre brotara un gemido de deseo al sentir la mano de su hijo recorriendo su trasero.
Román: ¡Cómemela! – le ordenó.
Carmen: Pensé que no me lo ibas a pedir nunca, cariño – dijo sonriendo – A mami le gusta comerse el pollón de su niño – dijo lujuriosa.
Carmen le sonrió lujuriosa a su hijo y, como si fuera una serpiente, reptó por su cuerpo hasta que su cara quedó a milímetros de la palpitante y dura polla de su hijo. Con una sonrisa, sacó su lengua y recorrió toda la extensión, desde los huevos hasta el capullo, para luego meter dentro de su boca la punta de su polla y comenzar a succionar suavemente. Román comenzó a gemir. Carmen comenzó una mamada suave y lenta, incrustándose milímetro a milímetro toda la extensión en su garganta.
Román: ¡Me encanta! - gimió.
Esa confesión dio a Carmen el pistoletazo de salida, para aumentar la velocidad de su mamada, comenzando a sacar la polla de su hijo de la boca hasta que solo el capullo quedaba dentro y volvérselo a incrustar entero, haciendo una garganta profunda. Carmen estaba muy caliente, por lo que sin que se lo dijera su hijo, llevó sus manos a su chorreante coño y empezó a masturbarse metiendo y sacando su dedo en su coño con violencia mientras torturaba su clítoris. Desde la cama, observó a su madre separar aún más las piernas.
Román: ¡Córrete para mí, puta! – le ordenó incrustándole su polla de una estocada en el fondo de su garganta.
Al sentir la presión de la polla de su hijo sobre su glotis, pegó un gemido y obedeciendo a su amado hijo, se corrió berreando su placer con la polla de su hijo incrustada en su garganta. A Román le encantó ver que su cuerpo temblaba mientras el empezaba a follarle la boca haciéndola encadenar orgasmos, pero más aún observar que una vez cumplida su orden, su madre se sacara su polla de la boca.
Carmen: Ahora, ¡quiero mi ración de leche! – exigió poniendo cara de puta – Mami piensa dejarte seco.
Carmen abrió sus labios y mientras le acariciaba la extensión con sus manos, se dedicó a besar sus testículos y luego la engulló y succionó hacia arriba, humedeciéndola por completo. No satisfecha con ello, lamió su glande y viendo que ya estaba listo, separó sus piernas y se metió en medio. Luego, con la lengua empezó a lamer su extensión de nuevo, hasta que de nuevo se metió toda la polla de su hijo en su garganta para empezar una vertiginosa mamada. Al sentir sus labios en la base, Román comenzó a gemir mientras le agarraba del pelo, haciéndole una coleta y usándola como montura para incrustar aún más su polla en su garganta mientras con otra mano le masturbaba su encharcado coño. Román al meter sus dedos en su sexo para embadurnarlos con su flujo, comprobó que chorreaba como nunca y le dio un duro y sonoro azote. Esa nalgada fue el banderazo de salida para que la mujer aumentara sus movimientos y se tragara a mayor velocidad la polla de su hijo. Carmen berreó de placer al sentir como su hijo la azotaba sin descanso. Carmen enlazó un orgasmo con el siguiente hasta que no pudo más y desesperada le pidió que se corriera. Sus palabras fueron el acicate que necesitaba y con un último empuje, explotó dentro de su boca.
Román: ¡Me corro, pura! – gimió - ¡Bébetelo todo!
Román se corrió como un bestia en la garganta de su madre que aguantó su corrida, atrapándola en su boca con habilidad, sin desperdiciar ni una sola gota. Cuando terminó de correrse, Carmen recogió todos los restos de esperma y sacando su polla de su boca se la enseñó a su hijo para, con una sonrisa de satisfacción, tragárselo todo. Curiosamente, al tragarse su corrida, Carmen sufrió un nuevo y potente orgasmo que la hizo convulsionar frente a su hijo. Luego, se tumbó a su lado y se abrazó a él, que la miraba atónito y divertido.
Román: ¿Estás bien? – dijo curioso – Nunca te has corrido así.
Carmen: Mejor que nunca, cariño – dijo besándolo, feliz – No sé qué me pasa, pero desde que estoy embarazada mis orgasmos son más fuertes y me siento siempre muy morbosa estando cerca de ti – confesó - ¿Te ha gustado el espectáculo? – dijo pícara.
Román: Demasiado – confeso riendo.
Carmen: A partir de ahora si quieres algún jueguecito de este tipo, solo tienes que pedírmelo, cariño – dijo besándolo – A mí también me ha encantado – dijo riendo – Ha sido extremadamente morboso.
Entre risas y arrumacos pasaron parte de la mañana, hasta que se fueron a ver a su marido y padre al hospital.