Familia compenetrada III
Buenas noticias para la familia
El día empezó normal para ambos hermanos, desayunaron juntos y se fueron a clases. Carmen habló con su hija a la hora de la comida mientras Román la pasaba en la biblioteca para hacer un trabajo.
Carmen: Bueno, ¿Qué tal anoche? – dijo pícara.
Débora: Muy bien, mamá, la verdad que Román se comportó como todo un caballero y un hombre – dijo sonriente.
Carmen: Me alegro de que mi hombrecito se haya portado bien – bromeó.
Débora: Demasiado bien, mamá, y de hombrecito nada, muy hombre que menuda polla gasta – dijo sonriente en susurros para que no le escuche la enfermera que acababa de pasar.
Carmen: Sí – rio – La tiene muy grande y gorda, más que su padre.
Débora: ¿Sientes más placer con Román que con papá? – dijo curiosa.
Carmen: Por un lado, sí, por el tamaño, me llena más la de tu hermano, y si le añades el morbo que sientes por el parentesco, el placer es enorme – explicó sincera – Con tu padre siento placer porque nos amamos, todo lo que hacemos es porque así lo sentimos y es la persona idónea.
Débora: Es raro, pero a la vez morboso tener sexo con mi hermano pequeño – coincidió con su madre – Siempre me imaginé perder la virginidad con el hombre o el chico del que me enamorara, pero eso no pasó – dijo encogiéndose de hombros - ¿Y tendrás sexo con Román una vez que papá despierte?
Carmen: Sinceramente, me gustaría seguir sí – dijo mirándola seria a los ojos – Me da mucho morbo y placer, me gusta sentirme así, tener seo con mi propio hijo me hace sentir joven y sexy – susurró - ¿Tú quisieras tener seo con él?
Débora: También, mamá, coincido contigo, me encantó tener sexo con él, incluso me folló el culo – dijo pícara – Fue morboso y placentero.
Carmen: ¿Te folló el culo? – dijo anonadada.
Débora: Sí, es una fantasía mía – explicó – Como no tenía sexo y mis amigas sí, me masturbaba viendo porno y me llamaba la atención por el morbo de ser penetrada por atrás. Román, a pedido mío, lo hizo con mucho cuidado – explicó – Y fue espectacular, ¿tú nunca lo has hecho por ahí?
Carmen: Nunca, no he tenido esa fantasía y tu padre tampoco – explicó – Pero quién sabe, quizá en un futuro, tenga sexo anal.
Débora: Román quiere follártelo – dijo sorprendiendo a su madre - pero me dijo que si no se lo pides no lo hará.
Carmen: Es un caballero – dijo orgullosa – Algún día puede que se lo deje follar.
Débora: Mamá, si te digo algo, no te enfadarás – dijo seria y nerviosa.
Carmen: Dime – dijo seria.
Débora: Verás mamá, ayer después de hacerlo con mi hermano, me sentí plena, me sentí mujer – empezó a explicar – Me gustaría tener tu permiso para seguir teniendo sexo con mi hermano siempre, y también con papá si él quiere – dijo sonrojada.
Carmen: ¿Con papá? – dijo sorprendida.
Débora: Sí, mamá, ayer lo pensé, y la verdad lo deseo – explicó – Quiero a papá y siempre he buscado un chico como él, me gustaría, si él quiere claro, tener sexo con él, entregarme a él para demostrarle todo el amor que le tengo.
Carmen: Bueno – dijo tras pensarlo unos minutos – sería hipócrita decirte que no después de que yo misma he tenido sexo con mi propio hijo. Sí, tendrás mi permiso, cariño – dijo seria, mitad celosa mitad morbosa.
Débora: Muchas gracias, mamá – dijo abrazándola con cariño – Y así tú puedes seguir follando con Román – dijo traviesa.
Carmen: Sí, pervertida, yo seguiré follando con Román – dijo riendo entre susurros.
Débora y su madre siguieron hablando y pensando en el futuro. Madre e hija pasaron la tarde juntas. Cuando llegó la noche, Débora se quedó con su padre y fue el turno de Carmen de pasar la noche con su hijo follando. Esa era la rutina, desde ese día se turnaban para follar un día sí y un día no con Román. Durante los siguientes dos meses, el día a día de toda la familia fue así. No fue hasta navidad que Román recibió las noticias que toda la familia estaban esperando. La primera en dar la noticia fue Débora, el día de nochebuena que toda la familia pasó en el hospital con permiso de los médicos. Habían preparado una pequeña mesa alrededor de la cama, quedando madre e hija a ambos lados de Federico, quedando Román a los pies de la cama frente a su padre. La cena iba bien, entre risas recordando anécdotas pasadas y hablando con Federico, haciéndole partícipe de todo, aunque no estuviera consciente. Madre e hija iban con sendos vestidos y Román con una camisa y un pantalón vaquero.
Débora: Bueno familia, quiero deciros una cosa – dijo conteniéndose.
Carmen: Dinos, cielo – dijo sonriente.
Débora: Román, hermanito, quiero que sepas, que, aunque nunca pensé en ti como hombre, me estás haciendo la mujer más feliz del universo desde que empezamos nuestra relación – dijo agarrando sus manos con una sonrisa tierna – Y me hace muy feliz, decirte que vas a ser papá, cariño – dijo sonriente.
Román: ¿Qué? ¿Qué tú…?
Carmen: ¿Voy a ser abuela? – dijo sorprendida.
Débora: Sí – dijo riendo con lágrimas de emoción en los ojos – Estoy embarazada, tenía un retraso y me hice el test esta mañana, dio positivo – dijo contenta a Román – ¡Vas a ser papá! – dijo esperando su reacción.
Román se quedó sin palabras. Iba a ser padre, él. No se lo podía creer, las palabras de su hermana retumbaban en su cabeza. Él quería ser padre sobre todo para salvar a su padre y estaba seguro de que pronto serían una gran familia numerosa, pero no se lo esperaba ya. Madre e hija le miraban sonrientes esperando su reacción. De repente, con una sonrisa de oreja a oreja se abrazó a su hermana Débora y su madre se lanzó a abrazarlo en un abrazo grupal, riendo, sonrientes. Todos sonreían contentos sabiendo lo que eso significaba.
Román: ¡Qué alegría, hermanita! ¡Dios! – dijo antes de besarla apasionadamente en un arranque de felicidad.
Carmen: ¿Sabes lo que eso significa? – dijo emocionada.
Débora: Sí – dijo sonriente – Pronto sacaremos a papá de aquí y seremos una familia de nuevo – dijo contenta.
Carmen: Pronto estarás de nuevo con tus hijos y conmigo, con tu mujer – dijo emocionada abrazando a su marido con ternura.
Ambos hermanos se abrazaron por la cintura mientras miraban la escena. La imagen desde fuera, vista por las enfermeras que allí se encontraban era la de una familia unida por las adversidades, amor incondicional. Menos mal que no vieron el beso entre hermanos. Pasaron así el resto de la cena, en familia, hasta que a media noche, el médico les informó que debían irse ya. Se despidieron de su padre ambos hermanos de forma cariñosa, para dejar a su madre sola con él. Durante todo el camino a casa, ninguno de los hermanos dijo nada, solo iban abrazados. Cuando llegaron a casa, Román abrió la puerta y como un caballero, dejó pasar a su hermana, quien sonreía complacida. Al llegar al salón, Román la abrazó, cariñoso.
Román: ¿Como te sientes? – le preguntó.
Débora: Sinceramente, mejor que nunca, el saber que una nueva vida crece dentro de mí – dijo agarrando su vientre con ternura – es algo mágico.
Román: Me alegra oírlo, no quería arruinaros la vida a mamá y a ti por traer hijos míos – dijo serio – Pero me siento orgulloso por estar cerca de sacar a papá de ahí y contento por tener mi primer hijo – dijo dándole la vuelta y besándola amorosamente.
Débora: Lo único que me pondré gorda – dijo entre besos.
Román: Es verdad – dijo riendo divertido – Pero siempre serás una mujer muy sexy e irresistible, estando embarazada o no.
Débora: ¿A sí? ¿Eso crees? – dijo mimosa.
Román: Sí – dijo besándola amoroso – Te quiero, hermanita.
Débora: Y yo a ti, cariño – dijo besándolo intensamente - ¿Qué piensas hacer? – dijo sonriente al notar las manos de su hermano recorriendo su culo.
Román: Amar a mi mujer, a mi hermanita – dijo besándola con amor, con ternura – Eres una diosa – dijo entre besos – Estás buenísima y sexy embarazada.
Débora: Y tú eres mi hombre, te quiero hermanito – dijo entre besos.
Román llevó a su hermana entre besos a la cama de matrimonio de sus padres y la tumbó en ella para colocarse encima suya sin dejar de besarla tiernamente. Débora se abalanzó sobre su hermano, deseosa, amorosa. Ambos se comían la boca mientras no dejaban de tocarse mutuamente. Débora le acariciaba el pecho y la barriga por encima de la ropa mientras él no dejaba de acariciarle las piernas y su vientre por encima de la ropa. Se tocaban suavemente, con sensualidad, con deseo.
Débora: Cariño, creo que te sobra ropa – dijo tocando su polla por encima del pantalón con deseo.
Román: No soy al único – dijo metiéndole mano por debajo del vestido, agarrando su culo con sensualidad y haciéndola gemir.
Ambos se desnudaron mutuamente, sin prisa, saboreando los labios del otro, y tocándose suave y sensualmente todo su cuerpo. Román le quitó a su hermana su vestido, dejándola en ropa interior de encaje, mientras que Débora le quitó a su hermano los pantalones que llevaba y la camisa, quedando en calzoncillos. Román le acariciaba sus tetas, sus pezones, su culo, su coño por encima de la ropa interior. Débora le acariciaba el torso, la polla, los huevos, el culo por encima del calzoncillo. Pronto todas las prendas desaparecieron quedando completamente desnudos. Cuando estuvieron desnudos, Román fue el más rápido y comenzó a bajar por el cuerpo de su hermana, lamiendo su cuello, sus hombros, sus labios, para volver a bajar hasta su pecho.
Débora: ¡Me encanta, cariño, no pares, cómeme las tetas! – gemía - ¡Qué me haces!
Román comenzó a besar, lamer y morder los pezones y las tetas de su hermana mientras ella gemía de placer. Román se colocó entre sus piernas con su erección rozando su coño. Débora al notarlo empezó a moverse, haciendo del roce de sus sexos una dulce tortura. Román comenzó a bajar desde sus tetas hasta su vientre, lamiéndolo. Román siguió bajando por su vientre hasta llegar a la altura de su coño, pero pasó de largo y bajó a lamerle las piernas. Débora gimió, pero se dejó hacer. Román bajó lamiendo su pierna derecha hasta su pie y, luego de lamerle los dedos sensualmente, se pasó a la otra pierna comenzando el retorno inverso y haciendo gemir aún más a su hermana. Al ver que volvía a subir a su coño y llegaba con su cabeza a cada muslo, Débora no pudo más.
Débora: ¡Por favor, cómemelo, necesito tu lengua! - gimió.
Román no se hizo de rogar y lamió el coño de su hermana, de arriba abajo y de abajo a arriba, lentamente. Débora se retorció por el contacto de su coño y la lengua de su hermano, gimiendo. Román comenzó a lamerle el coño, al principio en círculos, pero luego volvía a lamerlo de arriba abajo, haciéndola enloquecer. Román comenzó a tocar las tetas de su hermana al mismo tiempo que no dejaba de comerle el coño. Débora se dejaba hacer encantada, gimiendo loca de deseo, mientras Román cada vez se esmeraba más en comer su coño mientras ella le agarraba la cabeza contra su coño. A los pocos minutos, Débora se corrió como loca en la boca de su hermano, que no dejó de comerle el coño.
Débora: ¡Me encanta cómo usas tu lengua, me matas de placer, oh sí! – gimió - ¡Oh sí, cómeme más, no pares, pellizca mis pezones, ah sí, sí, me corro, me corro, sí, sí, sí!
Román no dejó de comerle el coño a su hermana, es más le comía el coño con más ansia. Débora le pedía que parara, pero cuanto más se lo pedía, menos caso le hacía, llevándola pronto a otro orgasmo. Débora, viendo que no había caso y que su hermano no le haría caso, hábilmente se dio la vuelta, dejando a su hombre debajo de ella, se giró colocándose sentada encima de la cara de su hermano, para que le comiera más el coño y engulló de una sola estocada la polla de Román hasta la garganta, comenzando una garganta profunda. Estuvieron así unos minutos, Débora comiéndole la polla a su hermano y dejándosela bien ensalivada mientras él le seguía comiendo el coño con ansia y le acariciaba su culo. Luego de unos instantes, cuando Débora estaba al borde de otro orgasmo, Román la giró y se colocó encima suya hábilmente, le colocó un cojín bajo su culo, quedando ella debajo de él con las piernas abiertas y su polla rozándola el coño mojado.
Débora: ¡Hazme tuya, cariño, lo deseo, lo necesito! – pedía ansiosa.
Román: ¡Completamente mía, nena, solo mía! – dijo besándola con ardor.
Román besó apasionadamente a su hermana, con ardor, con pasión desenfrenada mientras movía su polla rozando su coño. Débora estaba ansiosa, pero Román quería ir despacio, así que con sumo cuidado y suavemente, colocó su polla con maestría en la entrada de su coño y le metió la punta, haciéndola gemir. Débora no dejaba de suplicarle, haciendo que Román se calentara más aún. Román sin dejar de besar a su hermana le fue metiendo y sacando poco a poco su polla en su coño hasta que, Débora, ansiosa, intentó con un movimiento de caderas auto penetrarse, pero Román hábilmente la sujetó y mirándola a los ojos, suavemente se deslizó completamente dentro de ella, haciéndola gemir de placer.
Débora: ¡Me encanta, cariño! – gimió besándolo con pasión.
Román: ¡Y a mí me encantas tú! – dijo lamiendo su cuello y bajando a su pezón.
Román empezó un lento mete-saca. Débora se dejaba hacer, pero enseguida empezó a mover sus caderas para darle a su hermano el banderazo de salida.
Débora: ¡Muévete, cariño, llévame al cielo como siempre haces! – gimió provocándole.
Román: ¡Vas a disfrutar como nunca! – gimió.
Román empezó a mover sus caderas suavemente, sacando su polla entera y volviéndola a meter, despacio, mientras su hermana gemía y gemía a cada embestida. Débora estaba en las nubes, Román se había encargado de hacerla gozar y mucho siempre, pero en ese momento se dejó llevar y, mientras su hermano no paraba de comerle las tetas, el cuello y la boca, ella le agarraba la espalda y le clavaba las uñas, sin parar de gemir en cada embestida. Eso hizo que Román se calentase más y que empezara a aumentar el ritmo. Román besó apasionadamente a su hermana, con pasión mientras movía su cadera cada vez más rápido perforando el coño de Débora cada vez con mayor frenesí. Débora se dejaba hacer. Le agarró con sus piernas mientras se incorporaba y se abrazaba con fuerza a su espalda.
Débora: ¡Vamos, cariño, dame más, dale más a tu mujer, a tu puta, no pares de hacerme tuya, te quiero tener a mi hombre bien dentro de mí! – berreaba loca de placer.
Román aumentó el ritmo de la follada a su hermana, sin parar de decirse ambos cuanto se querían y deseaban. Román cada vez iba más rápido, más lujurioso, así se lo pedía su hermana y él la complacía. Cuando llevaban un buen rato haciendo el amor apasionadamente, Román se iba a correr e intentó parar, pero Débora no le dejó.
Débora: ¡No pares, cariño, no dejes de hacerme tuya, me llevas al cielo! – berreó haciéndole la pinza.
Román: ¡Nena, me voy a correr, déjame salirme de ti, oh sí! ¡Cómo me gusta hacerte mía! – gimió.
Débora: ¡No pares, cariño, estoy a punto de correrme, córrete en mí, dale toda tu leche a tu putita! – gemía mientras le pedía mientras se apretaba aún más contra él impidiéndole salir, el placer cada vez era mayor y se iba a correr - ¡Quiero que te corras dentro, cariño, quiero sentir como me llenas de leche el útero, dame toda tu leche! – berreó cachonda perdida a punto de llegar al orgasmo.
Román: ¡Oh sí, nena, me corro, no puedo más, me corro, sí, toma toda mi leche! – gimió mirándola a los ojos.
Débora: ¡Oh sí, cariño, me corro, sí, me encanta sentir tu leche, sí, me corro! – berreó.
Ambos hermanos se besaron apasionadamente mientras se corrían a la vez, entre gemidos y gritos de placer. Cuando terminaron de correrse, se quedaron así, con la polla de él metía en su coño, hasta que Román se salió con cuidado de ella y se tumbó a su lado. Débora lo abrazó.
Román: ¿Qué tal? – dijo sonriente.
Débora: ¡Me has hecho el amor! – dijo besándolo emocionada y feliz.
Román: Sí, creo que es lo único que te mereces hoy, que te haga el amor, ya habrá tiempo para follarte – dijo sonriendo.
Débora: No sabía que eras tan romántico, hermanito – dijo burlona – Me encanta – dijo sonriendo feliz - ¡Te quiero! – dijo besándolo.
Ambos hermanos se pasaron el resto de la noche haciendo el amor. Román no dejaba de mimar a su hermana y eso a ella le enternecía y le encantaba. Se sentía plena. Quería eso para toda su vida, tener a su hermano al lado y a su padre si el quisiera. Por eso, a la mañana siguiente y aprovechando que su madre aun no estaba, se levantó temprano dejando a su hermano dormido en la cama y le preparó el desayuno. Cuando Román se despertó fue en busca de su hermana y se sorprendió al ver todo el desayuno preparado y a ella desnuda con una sonrisa en la boca. Le pareció preciosa. Desayunaron juntos después de un beso como saludo y entre planes de futuro sobre el bebé. Ya no hubo más novedades hasta el día después de reyes, cuando Carmen, aprovechando que ese día se quedaba la madre de Federico con él, pasó los reyes con sus hijos. Madre e hija mimaban mucho a Román, además de que el propio Román le mimaba mucho a Débora. La mañana de reyes, Carmen se encontró mal, tenía náuseas. Débora se dio cuenta y ambas fueron a por un predictor para hacerse la prueba de embarazo. Dio positivo. Madre e hija lloraban de emoción abrazadas en el baño. Román era ajeno a esto de momento. Durante la cena, madre e hija se compincharon para darle la noticia y la posterior celebración.
Débora: Mamá, ¿te pasa algo? – dijo pícara - Te noto nerviosa.
Carmen: ¿Pasarme? No, no me pasa nada – dijo nerviosa.
Débora: Yo solo digo que te noto nerviosa – dijo traviesa.
Carmen: Ya, sigue comiendo – dijo nerviosa.
Román: Estáis muy raras – dijo serio - ¿Qué pasa?
Carmen: No pasa nada – dijo nerviosa.
Débora: Venga mamá, díselo, no creo que pase nada – dijo tranquilizándola y dejándose de bromas.
Carmen: Está bien – dijo seria.
Román: ¿Qué pasa, mamá? – dijo serio.
Carmen: Verás cariño, lo que pasa es que, estoy embarazada – dijo nerviosa.
Román: ¿En serio? – dijo emocionado, sorprendiendo a su madre.
Carmen: Sí, cariño, estoy de mes y medio – le anunció emocionada al verlo emocionado.
Román se levantó y abrazó cariñosamente a su madre. De nuevo y como pasó en nochebuena, los tres, madre e hijos, acabaron abrazados entre sí, emocionados y sabedores de que la recuperación de Federico estaba cada vez más cerca. De nuevo, cada uno se sentó en su sitio y siguieron con la cena, entre risas, bromas y planes de futuro con los bebés. Por ejemplo, acordaron decir que ambos bebés eran hijos de Federico y Carmen de forma in vitro y que habían elegido a Débora como vientre de alquiler para tener mayor opción de tener el bebé. Así, la cena fue tranquila y cómoda.
Débora: Vaya semental estás hecho, hermanito – dijo burlona – En menos de tres meses has preñado a tu hermana y a tu madre, ¡eres un depravado! – dijo riendo.
Carmen: ¡Débora! Que bruta eres, hija – dijo divertida.
Débora: Es la verdad, mami – dijo riendo.
Carmen: ¡Estás muy alborotada desde que estás embarazada! – dijo traviesa.
Román: Eso es que necesita polla – dijo pícaro – Mi polla.
Carmen: Desde luego, como han cambiado las cosas – dijo mientras Débora reía por la burrada de su hermano – Cada vez estáis más salidos – dijo divertida.
El resto de la cena fue tranquila, con algún comentario subido de tono. Después de cenar, Román, sorprendiéndolas a ambas, las mandó al sofá mientras él recogía y limpiaba todo. Débora aprovechó para irse a la cama y dejar el camino libre para su madre, quien se fue a cambiar a su habitación mientras su hijo acababa para prepararle una sorpresa. Había visto por error el ordenador de su hijo y quiso complacerle en esa fantasía y de paso sellas su entrega. Cuando Román terminó no se podía creer lo que vio al entrar al salón. Su madre, estaba de rodillas en mitad del salón, completamente desnuda salvo los tacones que llevaba puestos, con la mirada gacha, y los brazos extendidos, mirando hacia él.
Román: ¿Qué haces? – dijo sorprendido y morboso.
Carmen: Con esta postura, le demuestro a mi nuevo amo, mi sumisión – dijo excitada sin levantar la cabeza.
Román: ¿Hablas en serio o es un juego? – dijo excitado.
Carmen: Hablo en serio, amo – dijo mirándole durante un segundo antes de volver a bajar la cabeza – me muestro ante ti, como soy, amo – dijo de rodillas – Puedes ordenarme cualquier cosa – dijo seria – Cumpliré cualquier fantasía.
Román: ¿En serio? – dijo morboso.
Carmen: Sí, amo – dijo excitada - ¿Qué desea de su puta, amo?
Román: Vamos a la habitación – dijo excitado, mostrando una incipiente erección.
Carmen: Sus deseos son órdenes, amo – dijo sumisa y excitada notando la tremenda erección de su hijo bajo su pantalón del pijama.
Carmen le siguió sumisa caminando a gatas. Cuando llegaron a la habitación, Carmen gateó hasta el centro de la habitación. Román se dirigió hacia ella y la levantó. Carmen le miró a los ojos y Román la besó, al principio tiernamente para luego convertirlo en un beso apasionado y lujurioso mientras le agarraba las tetas con fuerza, haciéndola gemir. Con suavidad, Román guio a Carmen hacia la cama y luego de sentarla, se quitó el pantalón, dejando su erección a la vista. Carmen se relamió, acto que excitó aún más a Román.
Carmen: ¡Qué polla tienes, amo! – dijo excitada.
Román: ¿Te gusta? – dijo agarrándosela con una mano con fuerza y obviando el hecho de que no le había dado permiso para hablar.
Carmen: Mucho, amo – confesó excitada.
Román: Pues entonces ya es hora de que hagas tu trabajo, puta – dijo agarrándole la cabeza para, sin previo aviso meterle la polla en su boca, haciéndola gemir - ¡Oh sí, puta, traga polla, sí, así, entera! – gemía.
Carmen: ¡Mmmmmhhhggg! – gemía aguantando las arcadas - ¡Mmmmmhhhggg! ¡Mmmmmhhhggg!
Román empezó a follarle la boca lentamente a Carmen al mismo tiempo que la agarraba del pelo y ella se agarraba a su culo con fuerza, atrayéndolo. Carmen estaba acostumbrada a ese tipo de sexo tan salvaje, pues con su marido lo practicaban varias veces por semana para salir de la monotonía. Román incrementaba la velocidad de la follada a su boca a cada embestida, haciéndola más profunda y llegando a atragantarla y provocarle arcadas, cosa que excitaba aún más a Carmen. Luego de un par de minutos, Román le incrustaba la polla en su garganta y se la dejaba incrustada unos segundos para volver a sacarla entera y volver a metérsela de nuevo. Carmen estaba muy cachonda por el trato duro y mucho más por comerse la polla de su adorado hijo. Luego de unos minutos, Román le sacó la polla de la boca y la tumbó en la cama con ambas piernas bien abiertas, dejando expuesto su coño.
Román: Veamos si estás lista para que te use, putón – dijo abriéndole las piernas y metiéndole la mano en su coño - ¡Estás empapada, perra! – dijo sonriendo travieso.
Carmen: Amo – gimió desesperada – no aguanto más.
Román: Entonces no te haré esperar más – dijo colocándose encima suya, pero sin hacerla daño - ¿Te gusta sentirla? – dijo agarrándose la polla y restregándosela por el coño empapado.
Carmen: ¡Oh sí, amo! – gimió.
Román: Me alegro por ti, puta – dijo incrustándole su polla entera, de un empellón, en su coño húmedo y hambriento.
Carmen: ¡Oh sí, amo, hazme tuya, sí, sí, que polla tiene, amo, sí, deme más, más, más, sí, así, duro, duro! – gemía.
Román: Puedes correrte, perra, grita cómo la puta que eres mientras te corres, que te oiga tu hija desde su habitación – gemía mientras comenzaba a follarla con violencia y profundo.
Carmen: ¡Oh sí, amo, me corro, su puta se corre, sí, sigue, quiero más, su puta quiere más, sí, deme con su polla bien duro, amo, bien fuerte, sí, sí, más, así, duro, me corro! – berreaba muy excitada.
Carmen se corría como loca mientras Román no paraba de embestirla como un animal en celo. A Román le ponía mucho el comportamiento de su madre, humillarla como una puta, usarla a su antojo. Román notaba el coño de Carmen más estrecho y resbaladizo según se corría como una gata en celo, pidiendo más, suplicándole más. Débora les oía desde su habitación y no dudó en masturbarse ante semejante espectáculo. Carmen no paraba de berrear como loca su placer, incitando a su hijo a darle más y más duro.
Román: ¡Oh sí, me encanta follarte perra, sí, córrete como la puta que eres, sí! – ordenó embistiéndola cada vez más violento y empezando a pellizcarla y morderle los pezones.
Carmen: ¡Oh sí, me corro amo, sí, sí, sí, no pares de usarme! – berreó.
Román siguió follando a Carmen con violencia haciéndola encadenar orgasmos brutales. Carmen nunca había disfrutado así, ni siquiera con su marido, y la razón era que su marido no la humillaba ni la trataba tan sucio como su hijo, que la usaba y humillaba sin miramientos ni escrúpulos. Eso les encantaba. Carmen se corría cada vez que Román se lo ordenaba, no sabía por qué, pero se ponía como loca cuando le ordenaba algo. Luego de unos minutos, Román paró, le sacó la polla a su madre del coño y la movió suavemente quedando a cuatro patas con las piernas abiertas exponiendo su culo y su coño.
Román: ¡Me encanta follarte, puta! – dijo dándole un sonoro azote en su culo.
Carmen: ¡Oh, amo, y a su puta le encanta que la use! – gemía a cada azote mientras le restregaba su polla por el ojete y el coño.
Román deseaba follarle el culo a su madre, pero temía pasarse de la raya, por lo que le colocó la polla en la entrada de su coño sin dejar de azotarla con dureza.
Román: Ahora, ¡tienes prohibido correrte! – ordenó embistiéndola de nuevo violento por el coño.
Carmen: ¡Oh sí, amo, folla a tu puta, sí! – gimió mientras giraba la cabeza y miraba con infinito deseo a Román.
Román comenzó a follarla de nuevo muy violentamente, llegándole muy profundo, mientras la azotaba y pellizcaba sus pezones, notando como su coño se empapaba más y más. Carmen estaba en el cielo, nunca en su vida había disfrutado tanto del sexo. Luego de unos minutos de intensa follada, Román se compadeció de Carmen.
Román: ¡Eres una buena puta! – gimió azotándola.
Carmen: ¡Oh sí, amo, sigue, no pares, sí, sí, sí! – berreaba.
Román: Quiero que te corras, ¡ahora! – ordenó tirando del pelo de Carmen, dejándole la polla incrustada en su coño.
Carmen: ¡Oh sí, me corro como una puta, sí, sí, sí, no puedo más, me corro! – gritó corriéndose como loca haciendo un skirt - ¡Oh sí, me corro, amo, su puta se corre, sí, sí, sí, no puedo más, sí, me encanta, sí, sí, sí! – gritaba teniendo el orgasmo más brutal de su vida antes de colapsar y desmayarse de tanto placer.
Román al darse cuenta de que Carmen se acababa de desmayar la apartó con cuidado y la tumbó en la cama con mimo boca arriba. Carmen despertó a los pocos segundos y se quedó tumbada, mientras Román se pajeaba furiosamente frente a su cara. Román se dio cuenta de que su madre estaba ya consciente, y la besó con lujuria sin dejar de pajearse.
Román: ¡Eres una vulgar puta! – gimió pajeándose frente a su cara.
Carmen: Sí, soy una vulgar puta sedienta de tu leche, amo – gimió entre besos - Amo, dame tu rica leche, báñame con ella – gimió.
Román: ¡Oh sí, putas, me voy a correr en vuestras caras de perras viciosas, sí, tomar leche, sí, me corro, sí, sí, sí! – gimió.
Carmen: ¡Oh sí, amo, córrete en mi cara, sí, dame tu leche! – gimió - ¡Sí, báñame con tu leche, amo, dámela toda!
Román se corrió como un animal en celo en la cara de su madre, que recibía la descarga de leche con auténtica gula y desesperación en su cara, con la boca abierta y la lengua fuera. Cuando Román se corrió, se tumbó exhausto en la cama y su madre empezó a lamerse la corrida de Román con ansia, cogiéndola con su polla y metiéndosela en la boca, saboreando con lujuria su leche. Ambos se tumbaron en la cama, abrazados
Román: ¿Estás bien? – dijo nervioso por si se había pasado.
Carmen: Muy bien, cariño – dijo sonriente – Eres todo un hombre - alabó.
Román: ¿No te molesta cómo te he tratado? – dijo nervioso.
Carmen: No, cariño – dijo sonriente – Ese era el plan – confesó – El otro día, por error, vi tu historial en internet en el ordenador – explicó – No me molesta, la sexualidad de cada uno es algo personal, para gustos colores – rio.
Román: ¿Y no te molesta? – dijo nervioso.
Carmen: Ni me molesta tu historial de búsquedas en internet ni me molesta que me hayas usado como una vulgar puta en mi cama, cariño – explicó sonriente – Con tu padre lo practicamos de vez en cuando para no caer en la monotonía y contigo lo he hecho como premio por dejarme embarazada y por darnos la oportunidad de volver a tener a tu padre, mi marido, de vuelta pronto – dijo abrazándole cariñosa.
Román: ¿Eso significa que a partir de ahora tendré esto siempre que quiera? – dijo curioso.
Carmen: Exacto, cariño – dijo sonriente – Como premio, puedes usarme como una puta siempre que quieras, correrte dónde quieras, y hacerme lo que te apetezca, sin restricciones de ningún tipo, aunque te advierto que soy virgen analmente, tu padre nunca me usó por ahí – confesó pícara.
Román: ¿En serio? – dijo sorprendido – Si yo tuviera una mujer con tu culo lo follaría a diario – dijo serio.
Carmen: Cuando quieras, cariño – dijo sonriente y halagada– Puedes usarlo cuando quieras, no me importa – dijo abrazándole – Y si quieres correrte en mi boca y que me trague tu leche, lo haré encantada – dijo traviesa – O si quieres que te haga una cubana y correrte en mis tetas, solo tienes que pedirlo.
Román: Lo tendré en cuenta – dijo pícaro – Oye mamá, ¿vamos a seguir follando cuando papá despierte? – dijo curioso.
Carmen: Tendríamos que hablarlo con tu padre para que nos dé permiso, no pienso ocultarle nada, le amo, aunque me dé morbo follar contigo, tu eres mi hijo – explicó – Pero por mí no hay problema de seguir siempre que quieras – dijo besándole con pasión y acurrucándose en su pecho.
Madre e hijo se durmieron abrazados y Román pensó que un mundo lleno de posibilidades se le abría ahora con sus dos mujeres embarazadas.
Román: No me ha venido mal el problema de papá – pensó con una mezcla de pesar y felicidad.
Con ese pensamiento se quedó dormido.