Familia compenetrada II

Ahora le toca el turno de su hermana Débora

A partir de ese día, madre e hijo tenían sexo a diario, varias veces al día, en casa o en el hospital, no importaba el sitio, les podía el morbo. Carmen se comportaba como una puta cualquiera de la calle accediendo a todos los caprichos y deseos de su hijo y él se comportaba como un hombre, corriéndose siempre dentro del coño de su madre tras una buena follada en la que ambos acababan exhaustos. Mientras tanto, Débora esperaba su turno paciente y nerviosa. No sabía que se iba a encontrar. Carmen instruía lo mejor que podía a su hijo para que fuera gentil a la hora de desvirgar a su hermana y darle mucho placer. Ese día, su madre le había dado varios consejos antes de irse con su padre al hospital.

Flashback

Carmen: Estás muy guapo, cariño – dijo entrando sonriente a la habitación de su hijo.

Román: Gracias, mamá – dijo colocándose bien los pantalones frente al espejo.

Carmen: ¿Estás nervioso? – dijo curiosa.

Román: Mucho – dijo secándose el sudor de su frente.

Carmen: Estate tranquilo, cariño – dijo abrazándole suavemente – Al fin y al cabo, tu hermana es muy guapa.

Román: Lo sé, mamá, pero el problema es que nunca me la he imaginado sexualmente – dijo serio.

Carmen: Cariño, eso te pasó conmigo y luego estuviste perfecto – dijo sonriendo pícara.

Román: Ya, mamá, pero tú eres más experta que ella, fuiste capaz de calentarme y de motivarme sexualmente para hacer lo que hicimos – dijo serio.

Carmen: Y tu hermana hará lo mismo, las mujeres lo llevamos de forma innata la seducción – dijo tranquilamente – De todas maneras, ya le he dicho que te trate como un novio no como su hermano. Por otra parte, quiero pedirte unas cosas.

Román: Dime, mamá – dijo mirándola.

Carmen: Verás, primero se galante con ella, agasájala, mantente atento a todo lo que diga y haga, como si fuera tu novia – enumeró seria – Segundo, tócala, abrázala y bésala con cariño, no dejes de hacerla sentir especial, al fin y al cabo, es su primera vez. Y tercero, cuídala, junto contigo es mi mayor tesoro – pidió.

Román: No te preocupes, mamá, lo haré – dijo serio.

Fin del Flashback

Román se sentía nervioso, como nunca en su vida y no era para menos. Iba a temer relaciones con su hermana Débora, nunca se imaginó en esa tesitura. Iba junto a su hermana por la calle en dirección al cine, ambos iban nerviosos, sabedores de lo que iban a hacer luego. Débora iba vestida con un vestido rojo, corto que resaltaba su figura, junto con unos zapatos de tacón bajo del mismo color, y no llevaba maquillaje, solo pintalabios. En el cine, ambos se colocaron en la última fila, apartados de la gente. Román abrazó a su hermana por los hombros y la atrajo hacia él. Durante toda la película, estuvieron en esa posición. De vez en cuando sus miradas se encontraban y sonreían tímidamente, y cada vez que sus manos coincidían en el bote de palomitas, Román entrelazaba sus dedos con los de su hermana y le besaba con dulzura la mano para guiñarle el ojo y llamarla “guapa” o “preciosa”, causando un sonrojo y una sonrisa halagada de su hermana. Después del cine, ambos estaban nerviosos, pero más relajados. Nada más salir del cine, Román abrazó a su hermana por la cintura y le pegó a él, mientras ella le abrazaba con ambos brazos. Se dirigieron a un restaurante que su madre había reservado para ellos y cenaron.

Débora: ¿Te encuentras bien? – dijo curiosa.

Román: Nervioso – dijo sincero - ¿Y tú?

Débora: Muy nerviosa, no es normal que pierdas la virginidad con tu hermano pequeño – le susurró – Pero si he de ser sincera, siento morbo de la situación y quiero ayudar a papá.

Román: A mí me pasa lo mismo, solo que aún no concibo la idea de acostarme con mi propia hermana, si no llega a ser por el vino – dijo cogiendo la copa para brindar – no hubiera podido tener seo con mamá.

Débora le dio la razón y comenzaron a disfrutar de la cena. Empezaron con unos vinos acompañados por unos entremeses para abrir boca. Cenaron de primero un plato de pasta y de segundo solomillo a la pimienta. Entre plato y plato, Román no dejaba de besar la mano de su hermana.

Román: Estás preciosa hoy, cielo – dijo ya presa del alcohol que soltaba su lengua.

Débora: Gracias, cariño, tú también estás muy guapo – dijo sonriendo seductora presa del vino.

Román hizo algo que no pensó en hacer, directamente lo hizo por culpa del alcohol, se levantó de la silla y se colocó al lado de su hermana. Se miraron mientras se acercaban el uno al otro con lentitud y romanticismo. La besó lenta y apasionadamente mientras le abrazaba cariñoso. Después se separaron sonrientes y se volvieron a sentar sin soltarse las manos. Pasaron el resto de la cena cogidos de la mano, entre miradas seductoras y risas. Luego de cenar se fueron a una discoteca a tomar algo. Bailaron bien pegados entre besos y caricias. Débora, calentaba a Román como le había explicado su madre, añadiendo toques personales como darle pequeños mordiscos debajo de la oreja que hacían estremecer a su hermano. Débora, en un momento de locura, agarró a su hermano de la mano y le guio al baño de mujeres. Nada más entrar, Débora cerró la puerta y la atrancó para que no les molestaran.

Débora: Perdón por esto, cariño, pero nunca lo he hecho y deseo hacértelo a ti – dijo antes de besarle con ardor.

Román: Con calma, cielo – dijo besándola apasionadamente mientras le agarraba el culo, incitando más a su hermana.

Débora: ¡Cariño! Necesitaba sentirte así – dijo agarrando su polla por encima del pantalón mientras se restregaba con él.

Román: Y yo nunca he pensado sexualmente, pero he de reconocer que a mí me encantas tú – dijo caliente mientras le agarraba las tetas por fuera del vestido.

Débora: ¿Me dejas hacerlo? – dijo caliente.

Román: Cuando quieras – dijo besándola antes de que se pusiera de cuclillas su hermana.

Débora nunca se había comido una polla. Era virgen y no porque ella quisiera, sino porque les imponía mucho a los demás chicos y no se le acercaban mucho. Por eso se moría de ganas por probar una polla, aunque fuera la de su hermano, le daba morbo. Sin dejar de mirarle a los ojos para provocarlo, empezó a agarrar su polla por encima del pantalón mientras le desabrochaba el botón y le bajaba la cremallera. Román se dejaba hacer. Débora sacó la polla erecta de su hermano y, tras mirarle traviesa, le dio un lametón de abajo a arriba, empezando por los testículos.

Román: ¡Oh sí! – gimió.

Débora empezó a lamer toda la extensión de carne de su hermano hasta que, tras ensalivarla toda como había visto a escondidas en las películas porno, se metió la cabeza de la polla de su hermano y comenzó a engullir su polla hasta la garganta, entera, al principio de forma torpe, para después sacarla y volver a repetir la acción. Román no le quitaba los ojos de encima mientras ella cada vez engullía con más ansia la polla de su hermano cada vez con mayor brío mientras comenzaba a acariciarle los testículos de manera instintiva.

Román: ¡Oh sí, me encanta como me comes la polla, sigue! – gimió.

Débora seguía con la mamada que le daba a Román cuando de repente sintió la presión que le hacía Román a su cabeza, como la sujetaba, y supo que estaba muy caliente. Román, agarró de la cabeza a Débora para, sin preámbulo, empezar a follarle la boca, haciendo que su hermana se calentara más.

Román: ¡Oh sí, toma polla! – gimió.

Débora se dejaba hacer encantada y cachonda perdida por su hermano. Román estuvo follándole la boca a Débora unos pocos minutos, haciéndola jadear, gemir y suspirar de placer mientras recibía en su garganta la polla de su hermano, cuando Román le dijo que no tardaría en correrse.

Román: ¡Me encanta follarte esa boquita, pero me voy a correr! – gimió.

Débora: ¡Córrete en mi boca, dame toda tu leche en mi boquita! – dijo sacando la polla de su hermano de la boca unos segundos antes de engullirla con más ansia.

Román: ¡Oh sí, eso quieres, eso tendrás, oh sí, me corro, toma mi leche en tu boca, oh sí! – gimió.

Román se corrió como un animal en la boca de su hermana, que recibía entre gemidos de placer la descarga de leche de su hermano. Luego de terminar de correrse observó atónito como su hermana le enseñaba toda su corrida en su boca para luego tragársela con gula ante su sorprendida mirada. Esa acción le puso más cachondo a Román, no se lo esperaba.

Román: ¿Y eso? – dijo sorprendido.

Débora: ¿Qué pasa? – dijo lamiéndose los labios - ¿No puedo beberme la leche de mi chico? – dijo sonriendo provocativa.

Román: No creía que te gustara hacerlo – dijo sonriendo aún sorprendido - ¡Me ha encantado verte hacerlo! – dijo besándola apasionadamente.

Débora: Bueno, nunca nadie me ha dejado hacerlo y me ha dado morbo hacértelo a ti, cariño – dijo sonriendo pícara – Creo que necesitan pasar – dijo escuchando los golpes y las voces de la puerta.

Román: Sí, mejor nos vamos – dijo mientras ambos se arreglaban la ropa y se colocaban el pelo en caso de Débora.

Ambos salieron del baño ante las miradas de todos los presentes en el pasillo del baño, unos mirando divertidos y otros con deseo. Estuvieron un rato más bailando, con Román metiéndole mano sin parar a su hermana, prácticamente era su chica, y ella se dejaba encantada. Débora lo miraba con deseo y con morbo. Luego de tomarse un par de copas, se fueron a su casa. Ambos se besaban como un par de enamorados, besos apasionados y lujuriosos. No dejaron de besarse en todo el camino hacia su casa. Cuando llegaron, Débora fue al baño a ponerse cómoda y Román aprovechó para poner la habitación acorde con lo que iba a pasar. Sacó unas flores que le compró su madre e hizo un camino de pétalos hacía la cama desde la puerta del dormitorio. Colocó velas de diferentes tamaños por toda la habitación como le aconsejó su madre y las encendió, dándole a la habitación una iluminación tenue, pero cargada de romanticismo. Abrió la cama y se quedó en calzoncillos esperando que llegara su hermana. Cuando entró Débora a la habitación se sorprendió.

Débora: ¿Y esto? – dijo sorprendida.

Román: Un regalo para la princesa de esta casa – dijo observando a su hermana en tanga y sujetador – Ven – le sugirió estirando los brazos.

Débora siguió el camino de pétalos hasta la cama y se colocó al lado de su hermano, para echarse literalmente a sus brazos mientras lo besaba sensualmente. Débora se abalanzó sobre su hermano, deseosa, morbosa. Ambos se comían la boca mientras no dejaban de tocarse mutuamente. Débora le acariciaba el pecho y la barriga mientras él no dejaba de acariciarle las piernas y el vientre. Se tocaban suavemente, con sensualidad, con deseo.

Débora: Cariño, creo que te sobra ropa – dijo tocando su polla por encima del calzoncillo con deseo.

Román: No soy al único – dijo metiéndole mano por debajo del sujetador agarrando sus tetas y haciéndola gemir.

Ambos se desnudaron mutuamente, sin prisa, saboreando los labios del otro, y tocándose suave y sensualmente todo su cuerpo. Román le acariciaba sus tetas, sus pezones, su culo, su coño mojado. Débora le acariciaba el torso, la polla, los testículos, el culo. Cuando estuvieron desnudos, Román fue el más rápido y comenzó a bajar por el cuerpo de su hermana, lamiendo su cuello, sus hombros, sus labios, para volver a bajar hasta su pecho.

Débora: ¡Me encanta, cariño, no pares, cómeme las tetas! – gemía.

Román comenzó a besar, lamer y morder los pezones y las tetas de su hermana mientras ella gemía de placer. Román se colocó entre sus piernas con su erección rozando su coño. Débora al notarlo empezó a moverse, haciendo del roce de sus sexos una dulce tortura. Román comenzó a bajar desde sus tetas hasta su vientre, lamiéndolo. Román siguió bajando por su vientre hasta llegar a la altura de su coño, pero pasó de largo y bajó a lamerle las piernas. Débora gimió, pero se dejó hacer. Román bajó lamiendo su pierna derecha hasta su pie y, luego de lamerle los dedos sensualmente, se pasó a la otra pierna comenzando el retorno inverso y haciendo gemir aún más a su hermana. Al ver que volvía a subir a su coño y llegaba con su cabeza a nadie muslo, Débora no pudo más.

Débora: ¡Por favor, cómemelo, necesito tu lengua! - gimió.

Román no se hizo de rogar y lamió el coño de su hermana, de arriba abajo y de abajo a arriba, lentamente, como le enseñó su madre. Débora se retorció por el contacto de su coño y la lengua de su hermano, gimiendo, agarrando la cabeza de su hermano. Román comenzó a lamerle el coño, al principio en círculos, pero luego volvía a lamerlo de arriba abajo, haciéndola enloquecer.

Débora: ¡Me encanta cómo me lo haces, cariño, no pares, que bien usas tu lengua, me matas de placer, oh sí! – gemía.

Román comenzó a tocar las tetas de su hermana al mismo tiempo que no dejaba de comerle el coño, para calentarla más. Débora se dejaba hacer encantada, gimiendo loca de deseo y morbo, mientras Román cada vez se esmeraba más en comer su coño mientras ella le aprisionaba la cabeza contra su coño. A los pocos minutos, Débora se corrió como loca en la boca de su hermano, que no dejó de comerle el coño a su hermana, es más, le comía el coño con más ansia. Débora le pedía que parara, pero cuando más se lo pedía, menos caso le hacía, llevándola pronto para su sorpresa a otro orgasmo, mayor que el anterior. Román no le hacía caso a sus pedidos y siguió comiéndole el coño con más ansia y pellizcando sus pezones sin parar, aprovechando que estaban más sensibles por el orgasmo. Débora, viendo que no había caso y que su hermano no le haría caso, hábilmente se dio la vuelta, dejando a Román debajo de ella, se giró colocándose sentada encima de la cara de su hermano, para que le comiera más el coño y engulló de una sola estocada la polla de Román hasta la garganta, comenzando una garganta profunda siguiendo su instinto, su calentura. Estuvieron así unos minutos, Débora comiéndole la polla a su hermano y dejándosela bien ensalivada mientras él le seguía comiendo el coño con ansia y le acariciaba su culo, en un perfecto 69. Luego de unos instantes, cuando Débora estaba al borde de otro orgasmo, Román la giró y se colocó encima suya hábilmente y le colocó un cojín bajo su culo, quedando ella debajo de él con las piernas abiertas y su polla rozándola el coño empapado.

Débora: ¡Hazme tuya, cariño, lo deseo, lo necesito! – gemía pidiendo más.

Román: ¡Completamente mía, nena, solo mía! – dijo mientras la besaba.

Román besó apasionadamente a su hermana, con ardor, con pasión desenfrenada mientras movía su polla rozando el coño de su hermana. Débora estaba ansiosa, pero Román sabía que debía ir despacio, así que con sumo cuidado y suavemente, colocó su polla en la entrada de su coño y le metió la punta, haciéndola gemir.

Débora: ¡No esperes más, cariño, métemela! – pidió gimiendo.

Román: ¡Despacio, nena, disfruta el momento! – dijo demasiado caliente al escuchar su súplica.

Román sin dejar de besar a su hermana le fue metiendo y sacando poco a poco su polla en su coño hasta que sintió su himen. Débora, ansiosa, intento con un movimiento de caderas auto penetrarse, pero Román hábilmente la sujetó y mirándola a los ojos, suavemente se deslizó completamente dentro de ella, haciéndola gemir mitad de placer mitad de dolor.

Débora: ¡Duele, pero me encanta! – gimió besándolo con pasión y agarrando su culo.

Román: ¡Tranquila, acostúmbrate a mí! – dijo lamiendo su cuello y bajando a su pezón.

Román sabiendo gracias a su madre que le causaba incomodidad sentir por primera vez su coño invadido, se quedó adentro de ella mientras le comía las tetas para que se relajara. Débora se dejaba hacer, dejando de notar incomodidad enseguida y empezando a mover sus caderas, le dio a su hermano el banderazo de salida.

Débora: ¡Muévete, cariño! – pidió berreando de placer.

Román: ¡Vas a disfrutar mucho, nena! – dijo empezando a moverse más rápido.

Román empezó a mover sus caderas suavemente, sacando su polla entera y volviéndola a meter, despacio, mientras su hermana gemía y gemía a cada embestida. Débora estaba en las nubes, siempre había tenido miedo por si le dolía mucho, pero Román se había encargado de hacerla gozar y mucho, se dejó llevar y, mientras su hermano no paraba de comerle las tetas, el cuello y la boca, ella le agarraba la espalda y le clavaba las uñas, sin parar de gemir en cada embestida. Eso hizo que Román se calentase más y que empezara a aumentar el ritmo.

Débora: ¡Oh sí, cariño, no pares, dame más, cómete mis tetas, oh sí, quiero más, me matas de placer, no pares, sí, sí! – berreaba loca de placer y morbo.

Román: ¡Ya eres mía, nena, eres toda mía, mi mujer! – gemía a cada embestida.

Román besó apasionadamente a su hermana, con ardor mientras movía su cadera cada vez más rápido perforando el coño de Débora cada vez con mayor frenesí. Débora se dejaba hacer, sabía que su hermano ya tenía algo de experiencia en el sexo gracias a su madre, pero ahora lo estaba comprobando de primera mano, y le encantaba. Le agarró con sus piernas mientras se incorporaba y se abrazaba con fuerza a su espalda.

Débora: ¡Vamos, cariño, dame más, dale más a tu mujer, a tu puta, no pares de hacerme tuya, te quiero tener bien dentro de mí! – berreaba agarrando a su hermano contra sí.

Román aumentó el ritmo de la follada a su hermana. Román cada vez iba más rápido, más lujurioso, así se lo pedía ella y él la complacía sin dejar de comerle las tetas y de agarrarle el culo. Cuando llevaban un buen rato haciendo el amor apasionadamente, Román se iba a correr. Débora esta a punto de correrse de nuevo.

Débora: ¡No pares, cariño, no dejes de hacerme tuya, me llevas al cielo! – gemía.

Román: ¡Nena, me voy a correr, oh sí! ¡Cómo me gusta hacerte mía! – gemía.

Débora: ¡No pares, cariño, estoy a punto de correrme, córrete en mí, dale toda tu leche a tu mujer! – le pedía mientras se apretaba aún más contra él impidiéndole salir, el placer cada vez era mayor y se iba a correr.

Román: ¡Nena, oh sí, me voy a correr en tu coño, voy a inundar tu coño de mí! – gemía cachondo.

Débora: ¡Quiero sentir como me llenas de leche el útero, dame toda tu leche! – berreó cachonda perdida a punto de llegar al orgasmo.

Román: ¡Oh sí, me corro, no puedo más, me corro, sí, toma toda mi leche! – gimió mirándola a los ojos.

Débora: ¡Oh sí, cariño, me corro, sí, me encanta sentir tu leche, sí, me corro! – berreaba colapsando en un nuevo y potente orgasmo mientras besaba apasionadamente a su hermano entre espasmos de placer.

Román y Débora se besaron apasionadamente mientras ambos se corrían a la vez, entre gemidos y gritos de placer. Ambos sentían un morbo indescriptible. Cuando terminaron de correrse, se quedaron así, tumbados y con la polla de él metía en su coño, hasta que Román se salió con cuidado de ella y se tumbó a su lado. Débora lo abrazó sonriente.

Román: ¿Qué tal? ¿Te dolió mucho? – dijo preocupado.

Débora: ¡No, cariño, ha sido mejor de lo que alguna vez soñé que sería, me ha encantado, has estado fantástico! – dijo besándolo contenta por ser mujer.

Román: Me alegro – dijo aliviado – Quería que tu primera vez fuera perfecta, creo que, si no hubiera sido así, mamá me la corta – dijo divertido.

Débora: Y lo ha sido – dijo sonriendo contenta - ¡Te quiero hermanito! – dijo besándolo.

Román: ¡Te quiero hermana! – dijo correspondiendo al beso mientras reposaban.

Débora: Cariño, ¿te puedo pedir un favor? – dijo seria.

Román: Dime – dijo curioso.

Débora: Verás cariño, no te diría esto nunca, pero debido al motivo por el que lo estamos haciendo, creo que es conveniente – dijo seria – Yo soy aficionada al porno debido a que ningún chico se ha acercado nunca a mí, les impongo demasiado – explicó – Por lo que he visto mucho porno y quiero probar cosas.

Román: Claro, ¿cómo qué? – dijo curioso.

Débora: Bueno, siempre que te corras dentro de mí hasta que me embaraces, quiero probar todo tipo de sexo, incluido el anal – dijo sonrojada – Y si no es mucho pedir, seguir el consejo de mamá.

Román: ¿Qué consejo? – dijo curioso.

Débora: Que me trates como una puta de la calle, como a una cualquiera, como a una putita que te hayas ligado en cualquier discoteca, para evitar que los sentimientos de amor y de fraternidad se mezclen – dijo seria – Sinceramente me da morbo ser para ti una puta, aunque si me llamas cariño o nena no me importa y si nos llamamos hermano o hermana es más morboso – dijo sincera.

Román: Estoy de acuerdo, a mí también me da más morbo tratarte así, aunque solo tengo experiencia con mamá – dijo sincero.

Ambos descansaron un rato y luego Débora se levantó y preparó unas copas de vino, como muchas veces vio que hacía su madre para ella y su padre y ambos hermanos bebieron en silencio. Luego volvieron a la cama y Débora saltó encima de Román, morbosa y decidida gracias al vino.

Débora: Espero que estés descansado, porque tu putita quiere más – dijo besándolo - ¿Quieres usar mi culito, amor? - dije temblando de excitación y morbo.

Román: Sí – dijo caliente.

Román comenzó a besar a su hermana con ardor, tocándole las tetas con fuerza, estrujándoselas, amasándoselas. Débora disfrutaba enormemente de sus caricias, de sus toqueteos. Seguía restregándose con su cuerpo, notando cómo su polla reaccionaba a sus roces y caricias. Román le acariciaba la cara mientras le besaba, lenta y profundamente, arrancándole gemidos de placer. Le tenía ardiendo.

Román: Quiero hacer un 69 – dijo mirándome con deseo puro.

No me lo pensó. Cuando su hermana oyó su petición, se estremeció de deseo, de probar comer una polla mientras a ella le comían el coño. Rápidamente se levantó y se colocó con las piernas abiertas encima de la cara de su hermano, dándole una privilegiada visión de su coño, húmedo. Lentamente, bajó con sensualidad, y se sentó en su cara. Notaba su aliento en su coño. Dio una primera lamida a su coño, haciéndole gemir.

Débora: ¡Oh sí, cariño, cómeme, lámeme, soy tuya! – gimió mientras le agarraba la polla con fuerza a la vez que se agachaba.

Román: ¡Vamos, nena, quiero que me vuelvas a hacer enloquecer con tu boca! – le ordenó mientras levantaba su cadera, metiéndole la polla hasta la garganta - ¡Oh sí! - gimió.

Román comenzó a lamerle el coño, pequeñas lamidas que le hacían estremecer de placer. Comencé a mover sus caderas con ansiedad al mismo tiempo que él le seguía follando la boca, usándola como si fuera su coño y ella se dejaba usar presa del deseo y la calentura. Le encantaba. Le volvía loca. Román le sujetó por el culo con ambas manos, impidiéndole moverse, al mismo tiempo que comenzaba a acariciar su culo con sus manos, se lo masajeaba, se lo agarraba. Román comenzó a comerle el coño con mayor intensidad, haciéndole gemir más fuerte, más intenso. Débora estaba de nuevo en el cielo, a punto de explotar, cuando la mano juguetona de su hermano se posó en su ojete y empezó a meter un dedo suavemente en su interior. Lo sentía mojado, lo que le dio a entender que se lo había lubricado antes de metérselo. Eso le gustó, que se preocupara por ella, le calentó y no pudo evitarlo, cuando notó que su dedo estaba completamente dentro de ella, se corrió como una loca en la boca de Román.

Débora: ¡Mmmmmmmhhhgggg! – gimió con su polla incrustada en su garganta.

Román: ¡Vamos, perrita, córrete para mí! – le ordenó notando su corrida.

Cómo si de una señal de salida se tratara, esa orden fue para ella una liberación y comenzó a correrse, encadenando un orgasmo con el siguiente, cada vez con mayor brutalidad, entre espasmos. Román fue metiendo más dedos sin dejar de comerle el coño, hasta que, cuando ya tenía metidos en su culo tres dedos, dejó de lamer su coño y empezó a lamer el culo, pasando su lengua por alrededor del esfínter e introduciéndola en el recto, moviéndola, causándole un placer indescriptible a su hermana.

Débora: ¡Oh sí, cariño, no pares, cómeme, cómeme, sí, sí, me corro! – gritó mientras sacaba su polla de su boca para respirar, sin dejar de masturbarle con fuerza y de acariciarle los testículos.

Román: ¡Oh sí, putita! Se una buena puta y déjame la polla bien lubricada para que te folle tu precioso culito bien follado – le ordenó mientras le soltaba un fuerte azote, haciéndome gritar de placer.

Cómo una posesa, se lanzó a lubricar su polla, con su lengua. Lamía toda su polla, de arriba abajo, sin dejar ni un solo centímetro de carne. Acariciaba sus testículos y los lamía, llegándoselos a meter en la boca, succionándolos. Él no dejaba de lubricarle el ojete ni de comerle el coño y el culo. Luego de unos minutos así, cuando ya decidió que estaba bien lubricada, se quitó de encima y se colocó a cuatro patas con la cabeza en la almohada. Román lo entendió.

Román: ¿Estás lista? – dijo colocándose detrás y restregándole su durísima polla por el coño y el culo.

Débora: ¡Oh sí, cariño, sí, no me hagas esperar más! – gemía con urgencia, moviendo su culo hacia atrás.

Román: ¡Estate quieta! – le ordenó con un fuerte azote – No te muevas hasta que no te lo diga – le exigió tomando el mando de la situación.

Román, cogió su polla y la colocó en la entrada de su culo, y de un empujón, comenzó a meterle esa dura polla, centímetro a centímetro, despacio, abriéndole el culo. Débora sentía cómo esa barra de carne caliente y palpitante, entraba en su culo y se lo iba abriendo, cada pliegue, sintiendo una mezcla de dolor y placer. Cuando ya la metió entera, se la dejó incrustada, y ella pudo lanzar el grito que estaba conteniendo.

Débora: ¡Duele! ¡Duele! ¡Oh! – gritó, mitad de placer mitad de dolor.

Román: ¿La saco? – le susurró en su oído, mordiéndoselo suavemente.

Débora: ¡Cómo me la saques te mato! – le gritó agarrándole la cabeza sin girarse - ¡Quiero que me folles el culo! ¡Me gusta este dolor!

Román: Tus deseos son órdenes – susurró en su oído mientras comenzaba lentamente a moverse.

Débora: ¡Oh sí, despacio, cariño, sí, así! – gemía.

Román comenzó a follarle el culo despacio, metiendo y sacando su polla lentamente de su culo, abriéndole el ojete poco a poco y dejándole que se acostumbrara a su polla. Pronto, gracias a su manera de follarla y a que empezó a pellizcarle los pezones suavemente, pero fuerte, ese doble ataque, le provocaron un estado de excitación enorme a Débora, y solo sentía placer, nada de dolor. Román lo notó y comenzó a follarla cada vez más rápido e intenso, mientras ahora le soltaba azotes duramente en su culo, estaba poniéndoselo rojo.

Débora: ¡Oh sí, cariño, reviéntame en culo a pollazos, sí, azótame, sí, sí, sí, no pares, sí, me corro! – berreaba de placer.

Román: ¡Me encanta follarte el culo, putita! – gimió dándole un sonoro azote.

Débora: ¡Oh sí, sí, sí, es todo tuyo, siempre que quieras, oh sí, no pares, sí, más, más, dame más, sí, sí, sí, me corro! ¡El placer más adictivo! – berreaba loca de placer por las acometidas de su hermano.

Román seguía follándole cada vez más fuerte el culo, hasta hacer el ritmo vertiginoso, violento, sin dejar de azotarla ni de pellizcarla los pezones. Débora estaba encadenando orgasmos sin parar. No podía moverse, estaba aprisionada entre la cama y el cuerpo sudoroso de Román, que no dejaba de penetrarla con vigorosidad, con fuerza, con violencia, con estocadas profundas y fuertes. Ella se sentía usada, y eso lejos de asquearla, le encantaba, sentirse una puta, una cualquiera y que la tomaran con dureza. Luego de un rato, Débora notó como la polla de Román se inflamaba aún más y comprendió que estaba a punto de correrse, por eso, haciendo un esfuerzo sobrehumano comenzó a mover sus caderas, provocándole.

Román: Si sigues así no tardaré en correrme, ¡puta! – gimió clavándole la polla en lo más hondo de su recto.

Débora: ¡Oh sí, cariño, oh sí, no pares, sí, más, más, dame más, sí! – gemí - ¡Quiero que te corras en mí coño! ¡Llénamelo de leche! – pidió mirándole con deseo.

Román: Antes de correrme, quiero hacer algo – gimió mientras le pellizcaba fuerte un pezón.

Débora: ¡Oh sí, sí, sí, sí, sí, sí, me corro! – gritó de placer - ¡Hazlo! – le suplicó.

Román le sorprendió cuando, sacándole su polla del culo tras un par de estocadas profundas, se la sacó del culo y se la metió de nuevo en su coño húmedo y palpitante, haciéndola enloquecer y colapsar de placer. Comenzó a correrse bestialmente, notando las penetraciones salvajes en su coño y cómo se la sacaba del coño para volver a meterla en su culo tras varias estocadas, dejándola en un frenesí continuo y alternando ambos agujeros sin descanso.

Román: ¡Oh sí, me encanta reventarte los dos agujeros, nena, oh sí! – gemía.

Débora: ¡Oh sí, sí, fóllame entera, oh sí, no pares, sí, sí, sí, me corro, no pares, sí, me encanta, sí, soy tuya, sí, me corro! – gritó de placer.

Román: ¡Me corro, puta! – gimió penetrándola dura y profundamente su coño.

Débora: ¡Oh sí, sí, sí, córrete, lléname de tu leche, sí, córrete conmigo! – le imploró, presa del deseo y la lujuria.

Román: ¡Oh sí, puta, me corro, me voy a correr en tu coño, sí, toma leche, sí, me corro, sí, me encanta! – gemía mientras llenaba su útero con toda su leche.

Débora: ¡Oh sí, sí, sí, lléname, sí, sí, me corro! – berreó, corriéndose brutalmente entre convulsiones.

Román se corrió en el interior de su coño cómo un animal en celo, cómo un semental, llenándome entera con su leche y haciéndole alcanzar el mayor orgasmo de hasta ahora. Débora se corrió cómo nunca pensó que llegaría a hacerlo, entre gritos y convulsiones. Cuando se corrieron los dos, cayeron en la cama, exhaustos. Román quedó boca arriba en la cama y su hermana a su lado se abrazó a él, enajenada, obnubilada, con una sonrisa en la cara.

Débora: ¡Dios! – dijo besándolo contenta por cumplir su fantasía - ¡Ha sido alucinante!

Román: Me alegro – dijo riendo – No creía que quisieras por el culo – dijo curioso.

Débora: Es mi mayor fantasía – reconoció – Gracias por cumplírmela – dijo abrazándole fuerte ¡Te quiero hermanito! – dijo besándolo.

Román: ¡Te quiero hermana! – dijo correspondiendo al beso mientras reposaban – Ahora no se si podre pasar mucho tiempo sin follártelo – dijo divertido.

Débora: Cuando quieras y siempre que termines corriéndote dentro de mi coño hasta que me embaraces, yo encantada – dijo sonriente.

Román: Te tomo la palabra – dijo divertido.

Débora: ¿Con mamá también lo has hecho por el culo? – dijo curiosa.

Román: No, solo sexo oral y vaginal – explicó – No creo que le interesé ese tipo de sexo y yo no se lo pedí.

Débora: ¿No te gusta su culo o es que te gusta más el mío? – dijo pícara.

Román: Nunca os he visto como mujeres a ti y a mamá – reconoció – Pero esta experiencia me está gustando, la verdad es que sois un buen par de mujeres, estáis tremendamente buenas, cada una en lo suyo, mamá me da morbo por ser mi madre y por ser madura, su experiencia, me vuelve loco – explicó – Tú por ser joven, tener un cuerpazo, ser mi hermana, ser más abierta a experimentar, me encanta.

Débora: Y a mí – dijo sonriendo - ¿Entonces si mamá te lo pide, se lo follarías? – dijo curiosa.

Román: Sí – reconoció.

Ambos hermanos, luego de hablar un rato, se levantaron y echaron las sábanas a lavar, viendo el resultado de su primera vez, una mezcla de semen, sangre y flujos. Luego, entre besos cariñosos y húmedos, ambos pasaron el resto de la noche hasta que se durmieron abrazados. Al día siguiente, se levantaron temprano y Débora le preparó el desayuno a Román como premio por portarse tan bien con ella.