Falsas apariencias: Tercera parte
Hugo por fin conoce el desenlace de la de su mujer.
Raquel dejó de estar «en línea», por lo que deduje que por el momento no quería resolver la cuestión que yo le había planteado. A decir verdad, la conozco tan bien desde hace tanto que la veía capaz de no contestarme por estar «ocupada», así como hacerse la «ocupada» para generarme esa duda, aunque realmente no estuviese haciendo nada que se lo impidiese. Por encima de todo, lo que más le gustaba a ella era tenerme tenso, en todos los sentidos.
- Creo que tus amigas se van.- Le dije a Laura.
- A la mierda, necesito seguir bebiendo pero en un sitio con menos jaleo.- Me contestó ella, frustrada y sin ni siquiera atender a lo que yo le había dicho.
- Pues vamos a una habitación, cogeré la botella de Whisky caro que llevo en el coche.- Dijo Yago.
- ¿Y por qué razón llevas una botella de Whisky caro en el coche?- Dijo Lucas, verbalizando lo que Laura y yo también estábamos pensando.
- Nunca se sabe.- Respondió Yago.
- Bueno, qué más da la razón por la que el vividor éste lleva una botella en el maldito coche.- Gritó Laura.
- Oiga jefa, un respeto.- Contestó Yago riendo.
- Mi habitación tiene buenas vistas.- Dije, refiriéndome no a la habitación donde estaba mi mujer con los otros.
- Pues no se hable más.- Consensuaron los tres.
Pasamos por delante la habitación en la cual yo sabía que estaba Raquel con Hugo y los otros dos, no se oía nada, lo cual no sabía bien lo que podía significar. Entramos en mi habitación y abrí las cortinas y las ventajas, sacamos unas sillas a la terraza y Yago repartió su Whisky caro entre cuatro vasos, no había hielo, tampoco lo necesitábamos. Mientras bebíamos mirando las luces que recortaban el perfil de la ciudad, Laura continuó hablando sobre lo alto a lo que había aspirado desde que era joven y, ahora que lo había conseguido en su gran mayoría, lo frustrada que se sentía. Yo realmente toda la vida había sabido escuchar a los problemas de las personas y tenía cierto gusto por ayudar a superarlos, pero sabiendo que en ese momento Raquel estaba unas decenas de metros más allá con tres hombres, a los que claramente excitaba, la verdad no me veía capaz de concentrarme en los asuntos de la mujer de Héctor.
- Encima ¿vosotros habéis visto como mira mi marido a Raquel?- Dijo Laura en un momento dado- ¿tan buena está como para que babee así por ella?
Ya lo intuía desde casi el principio de conocerlos, pero Laura confirmó que realmente se sentía celosa de mi mujer.
- La chica es sexy, pero tú también lo eres, jefa.- Respondió Yago, atreviéndose a ir un paso más allá.
- A ver si crees que por regalarme los oídos, te voy a subir el sueldo.
- Nada más lejos…es la pura verdad- Continuó, él.
- A saber lo que están haciendo, seguro que entre mi marido, Carlos y el otro buenorro, tu amigo, Lucas, ¿cómo se llama?.
- Fran.
- Eso, Fran, bueno pues eso, que seguro que la están rellenando por todos lados.
En ese momento mi corazón dió un vuelco al imaginarlo, es cierto que yo le había dado esa confianza a Raquel, pero una cosa era hablarlo y otra imaginar que estaba sucediendo en ese mismo instante.
- Jajaja, madre mía, estás
on fire
, jefa.- Rió Yago. * ¡Quieres dejar de llamarme jefa! * Vale, vale. Pero una cosa, te has referido a Fran, como «el otro buenorro», es decir, que a Lucas, aquí presente, lo consideras un «buenorro». * A ver, en otro momento, disimularía, pero ahora mismo que me da todo igual, pues sí, está muy bien el chico, que quieres que te diga. * ¿Y yo, jef...Laura? * Tu no tienes vergüenza ninguna. * Eso ya lo sé, digo que si yo estoy de buen ver. * No estás mal.- Contestó ella. * Uhhhh, menudo cumplido de mi jef…Laura.
Yo continuaba escuchando la conversación absorto en mis propios pensamientos, aunque empezaba a ser consciente de que Laura y Yago estaban traspasando ciertos límites que no habían llegado a cruzarlos nunca. Lucas, que realmente era más discreto y callado, también parecía el más listo, quizá sería por la edad, pero mientras Yago se había ido pavoneando delante de Laura, él llevaba ya un buen rato con la mano sobre la pierna derecha de ella y poco a poco le había ido subiendo el vestido. Laura, que en un principio, mientras hablaba con Yago, había sujetado la mano de Lucas, después se había dejado hacer e incluso le había facilitado las cosas, terminando de subir también el otro lado del vestido. Yago había entrado de nuevo a por la botella de Whisky y para cuando volvió con ella en la mano, vió lo que estaba empezando a suceder.
- ¡La ostia!- Dijo, quedándose petrificado.
Lucas, finalmente, había terminado de introducir su mano bajo el vestido de Laura y claramente la estaba masturbando, además, se habían empezado a besar profundamente. El chico rubio, dejó la botella en una esquina y se acercó por detrás de su jefa, le bajó las mangas del vestido, le quitó el sujetador y las tetas de Laura saltaron por encima del escote, lo que Yago aprovechó para metérselas en la boca una detrás de la otra. Laura se levantó de la silla y cogió a los dos hombres de la mano para entrarlos dentro de la habitación. Mientras lo hacía, me miró fijamente como invitándome a pasar y yo solamente supe mantenerle la mirada. Después, Yago, también me miró y él sí que me hizo gestos ostensibles de que entrase, a lo que simplemente le respondí levantando la palma de mi mano en señal de calma.
La situación se había descontrolado, Laura ya tan solo llevaba puestas unas medias hasta un poco más arriba de las rodillas, le habían despojado del vestido, el sujetador, el tanga y los zapatos. En ese estado, estaba sentada sobre los pies de la cama, agarrando una polla con cada mano y alternando su boca hacia uno y otro lado. La verdad es que aunque hasta ese momento mi mente había estado unas habitaciones más allá, ahora, aunque no lo había olvidado, la gran erección que tenía en ese momento me hacía estar aún más turbado. Pronto, Lucas se alejó de Laura y la dejó chupándosela a Yago profundamente; tomó un trago de su vaso y agarró a la madura por la cintura, la situó de rodillas en la cama y empezó a follarla a cuatro patas. Laura no se sacaba la polla de su empleado de la boca, pero las embestidas le hacían dar gemidos involuntarios.
- Necesito beber algo.- Dijo Laura, masturbando a Yago con la mano derecha y jadeando.
Entonces, me levanté de la silla, agarré el vaso de Laura y se lo acerqué. Ella, se irguió sin dejar de ser penetrada por Lucas en ningún momento y poniendo sus tetas a menos de un palmo de mí, bebió Whisky mientras una parte le chorreaba desde las comisuras de los labios hasta el torso. Dejé el vaso sobre la mesilla y con mi excitación, les dije- Acabad bien.- Y me fui por la puerta.
Mientras avanzaba por el pasillo con un gran abultamiento en mi entrepierna, tenía cada vez más claro que me iba a encontrar a mi mujer en una situación muy similar a la de Laura en ese momento. Pero eso no me hizo reblar y abrí la puerta de la otra habitación. Lo primero que observé a través del pequeño pasillo, fue a Héctor sentado en una silla, sin camisa y con la cabeza apoyada en la pared, parecía dormido. Avancé y cuando alcancé el dormitorio, alrededor de una pequeña mesa que sostenía unas carta de poker, pude ver a Raquel, en sujetador y tanga; Carlos, estaba recostado en un sillón, en calzoncillos y miraba curioso como Fran, el otro buenorro, de pie, le daba un masaje a mi mujer, sentada en otro sillón. Fran, que iba como Héctor, con pantalones pero sin nada arriba, se deleitaba con la espalda de mi esposa.
- Hugo, ¿qué tal?- Me preguntó Carlos algo extrañado.
- Bien, perfectamente ¿Vosotros? .- Dije, sonriendo.
- Ya nos ves, apostando un poco al póker.
Raquel todavía no me había mirado desde que había entrado, seguía con los ojos cerrados disfrutando del masaje, es más, se apreciaba una erección en sus pezones a través del sujetador de encaje negro.
- ¿Nos habíamos dejado la puerta abierta?- Dijo en ese momento Fran, parando un segundo de tocar la espalda de Raquel.
- No, qué va, ¿cómo no voy a poder abrir mi propia habitación?.
En los dos chicos aumentó todavía más la confusión, mientras de mi mujer escapaba ahora sí, una carcajada.
- No entiendo nada.- Dijo Carlos, mirando como las vacas al tren.
- Pues que Raquel es su mujer, hijo mío.- Dijo por fin, Fran.
Carlos empezó a balbucear y Fran soltó los hombros de mi esposa.
- Eh, eh, esta partida la había ganado yo y eran diez minutos de masaje, te quedan cuatro.- Le señaló Raquel a Fran.
Él me miró y yo le hice un gesto de que podía continuar sin problemas. Mientras tanto, Carlos, se estaba poniendo la camisa y los zapatos a toda prisa. Yo me acerqué a él y le dí la tarjeta de la otra habitación.
- ¿Qué es esto?- Me preguntó.
- Tú, ve, hazme caso.
Cuando por fin Fran terminó de manosear a Raquel, también se puso la camisa. Mi mujer se levantó y le dió un pequeño beso en los labios.
- Realmente tienes muy buenas manos.- Le dijo.
Yo hice como que estaba en otro asunto y ellos, despidiéndose, se fueron juntos hacia la habitación donde iban a encontrar a Laura, bastante ocupada.
- Te vuelvo a repetir, como por Whatsapp.- Le dije- ¿Hasta dónde estabas dispuesta a llegar?
- ¿Yo? La pregunta es hasta donde estabas dispuesto tú a llegar, ya has visto que en cuanto han sido conscientes de quién eras, no se han atrevido a más. Con lo cual has sido tú el que has puesto el límite.
- ¿Es que acaso tú no tenías voluntad de decidir lo que realmente querías?
- Claro que sí, pero es que yo quería principalmente dos cosas. La primera, poner tus nervios a prueba.
- Lo sé.- Interrumpí.- Perdón ¿la segunda?
- Una buena follada.
- Uff…
A todo esto, cuando ya nos empezamos a besar apasionadamente, caímos en la cuenta de que Héctor seguía dormido en una silla detrás de nosotros.
- ¿Qué hacemos?- Dijo Raquel señalando y riéndose.
- Déjalo, bastante tiene el pobre.
- ¿Pobre? si era el primero que se me quería follar teniendo a su mujer en el mismo hotel. Lo que pasa es que ha perdido tantas rondas que los chupitos lo han tumbado.
- Pues al final el cornudo ha sido él, porque a Laura, cuando yo me he ido, se la estaban follando entre Yago y Lucas; y si Fran y Carlos se han animado, me parece que esa mujer mañana no va a poder ni andar.
- ¿Qué me estás contando?- Dijo Raquel llevándose las manos a la boca.-¿Y tú los has visto ahí en acción?.
- Claro, han empezado cuando estaba yo.
- ¿Y tú has hecho algo?
- Sí, mirar y darle un vaso de Whisky a Laura.
- ¿Pero no te has puesto cachondo?
- Claro, joder, no soy de piedra, llevo esto así desde entonces.- Y cogí la mano de Raquel y la llevé hasta mi paquete.
Y a partir de ahí comenzamos una sesión de sexo inolvidable. Mi esposa me montó en cuclillas como nunca antes, después la empotré contra una cómoda y le bajé el sujetador agarrándole las tetas mientras la penetraba. Cuando ella se fue hacia la cama y subió una pierna dejando la otra en el suelo para que se la volviese a meter, Héctor abrió un ojo aún medio dormido y pudo observar el maravilloso culo y el coño de mi mujer a solo un metro, esperando para recibirme de nuevo. Creo que los dos nos dimos cuenta en ese momento, pero realmente, nos dió igual que se despertase. Para provocar más aún, Raquel se sentó encima de las rodillas de Héctor y en esa posición empezó a mamarmela. Despertarse era mucho decir, porque aún en esa situación, seguía dando cabezadas por el alcohol que llevaba en sangre. La zorra de mi esposa empezó a hacer movimientos circulares con la cintura, frotando su culo sobre la bragueta de Héctor, me miraba y se reía.
- Que guarra eres.- Le dije, agarrando su pelo y tirando su cabeza hacia atrás.
- Me encanta.
Raquel me tumbó sobre los pies de la cama y se dió la vuelta, dejándome ver el esplendor de su culo rebotando contra mi pelvis a la vez que se introducía mi pene y apoyaba sus manos en las rodillas de nuestro inactivo invitado. En ese momento sí que Héctor se recompuso un poco y acertó a meterse la mano en la bragueta, sacando su polla y empezando a masturbarse, torpemente.
- Pues no tiene mala herramienta.- Me dijo Raquel girándose hacia mí.
- Cállate y sigue follándome.- Le contesté.¿Héctor?
- ¿Sí?- Dijo él, algo más espabilado.
- ¿A que mi mujer es un espectáculo?
- ¡No me jodas!
- ¡No! Le estoy jodiendo yo a él.- Dijo Raquel sin frenar la subida y la bajada de su culo.
Héctor ya no dijo nada más en todo el rato, se limitó a seguir observándonos con la polla en la mano hasta que en un momento dado se corrió sin remedio. Raquel había tenido varios orgasmos cuando lamí su coño tanto con las piernas abiertas como situándome debajo de ella, puesta de rodillas.Finalmente, con mi esposa ya extenuada, tumbada boca abajo, completamente desnuda, me coloqué en cuclillas y le penetré su rajita al rojo vivo hasta que terminé por correrme dentro. Ya no recuerdo nada más de esa noche, porque cuando despertamos, estábamos solos y el Sol iluminaba la preciosa cara de mi mujer.