Falsas apariencias: Segunda parte
La semana avanza y también las relaciones con nuestros nuevos, "amigos".
Se repitieron hasta diez veces las alarmas de los móviles de ambos. A las 7:10 a.m. finalmente nos levantamos tremendamente cansados y tras unas duchas rápidas nos vestimos y bajamos a desayunar. Llegamos al salón del curso unos cinco minutos pasados de hora, cosa que nadie notó ya que todavía no se había terminado de sentar todo el mundo y la oradora tampoco había comenzado. Cada vez la lista de los que nos esperaban era más amplia, a los cuatro con los que habíamos estado compartiendo sitios el día anterior, se sumaron Fran, Lucas y las dos amigas cuarentonas de Laura, que ni siquiera llegué a saber cómo se llamaban. En total ocupamos una fila entera entre los diez, a Raquel, sospechosamente, le habían reservado un sitio entre Héctor y Carlos; mientras que yo me quedé entre Laura y Lucas. Pasaron dos horas de teoría, pero como ya estábamos a jueves, lo que restaba de jornada y la del viernes, intentaríamos aplicar en la práctica lo que se había ido explicando los días anteriores. Para la actividad, teníamos que hacer parejas pero no con nuestro compañero habitual, pues vendríamos de la misma empresa, si no con uno diferente; pues había que intentar analizar el almacén del compañero a través de preguntas y respuestas respecto de la organización, la estructura de mandos, el control de costes y beneficios, aspectos técnicos, etc. Al final, iríamos subiendo entre lo que restaba del jueves y el viernes al atril para exponer los puntos fuertes y débiles del centro de trabajo compañero y de esa manera intentar mejorar cada uno lo nuestro a través de los ojos y consejos de los demás. La búsqueda de un compañero «ajeno», hizo que todos nos levantásemos y mezclados, fuimos formando las parejas.
Yo, acabé teniendo una larga charla con Lucas, el más alto de los atractivos treintañeros. Se le veía bastante centrado aunque tenía mucha labia y al principio daba la sensación de intentar pasarse de listo, cuando empezabas a conocerlo más, simplemente te dabas cuenta de que aunque extrovertido, guardaba cierta timidez que le hacía hacer bromas constantes para ocultarlo. Nos estuvimos contando a que se dedicaban cada uno de los centros logísticos en los que trabajábamos y cuáles eran los problemas más recurrentes, que a decir verdad, no se alejaban mucho los suyos de los nuestros.
Al mismo tiempo, vi como Raquel había acabado emparejada con Héctor, el marido de Laura. Hablaban muy animadamente e incluso de vez en cuando al observar por el rabillo del ojo o por encima del hombro de Lucas, veía como Héctor para hablar con mi mujer, ponía su mano encima del brazo o le chocaba la mano en señal de colegueo. Debido a que tengo tendencia a analizar las reacciones y comportamientos de todo el mundo, sin que se diese cuenta, observaba también a Laura, que a pesar de no parar de moverse mientras hablaba con una de sus amigas, la cual había elegido de compañera de tarea; no quitaba ojo de lo que hacían la pareja conformada por Raquel y su marido. Tampoco pude observar que pusiese cara de disgusto, pero sí que parecía estar auditando cada uno de los comportamientos.
Además de hablar de todo lo relacionado con el curso y nuestros respectivos trabajos, Lucas me contó que se acababa de divorciar después de diez años de matrimonio y que tenía dos hijos de siete y cuatro años. No me explicó profundamente los motivos de la separación pero al parecer llevaban al igual que yo con Raquel, desde el final de la adolescencia juntos y la rutina de la vida en común les había acabado por amargar. Lo contrario de lo que nos había pasado a mi mujer y a mí, que habíamos empezado con muchos problemas y discusiones por motivos, familiares, laborales, de ser al inicio una relación a distancia y pasados los años la cosa no había nada más que ir mejorando, poco a poco y comprendiéndonos el uno al otro, haciéndonos mejorar. Era cierto que nosotros nunca habíamos tenido dudas de que queríamos estar juntos pasase lo que pasase, pero eso no evita las fricciones y las discusiones en las relaciones; y más, teniendo en cuenta que ambos teníamos fuertes personalidades. Lucas, sin embargo, me contó que la cosa se había ido enfriando y que en los últimos momentos, habían perdido hasta los temas de conversación. También me contó que Fran, su compañero y amigo, el más bajito de los dos, estaba soltero y era el típico vividor. Otro asunto que me explicó es que ambos también iban juntos al gimnasio, pero eso casi no hubiera hecho falta que me lo hubiese dicho, lo daba por descontado. Hablando de deporte, aproveché también para quedar esa tarde para salir a correr con ellos dos y con Yago, el rubio de pelo largo que trabajaba para Laura y Héctor.
En la comida sí que estuvimos solos mi mujer y yo, nos pusimos al día de todo lo que habíamos estado hablando con los demás durante la mañana y hablamos de lo que haríamos el resto del día. Laura quería echarse una siesta así que yo para mirar temas de trabajo y de los estudios, le dije que para dejarla más tranquila me llevaría el portátil a la habitación que teníamos vacía y además luego, cuando volviese de correr con los que había quedado, aprovecharía para afeitarme, ducharme, etc; sin que nos molestásemos el uno al otro. Así lo hice y trasladé unas cuantas cosas a dicha habitación, para esa tarde. Hicimos un recorrido de diez quilómetros que previamente habíamos buscado por internet entre todos, nos lo tomamos bastante enserio ya que tan solo hubo un poco de charla los dos primeros quilómetros, luego cada uno cogió su ritmo. Finalmente llegué segundo al punto que habíamos decidido como meta, no fueron ninguno de los dos cachas los que llegaron antes que yo, si no Yago, que al parecer había hecho atletismo toda su vida y aunque lo había dejado hacía cinco o seis años, su nivel estaba muy por encima de todos los demás. Pasados dos minutos y medio desde que yo había terminado, llegaron Lucas y Fran con la lengua fuera, es lo que tenía el peso de sus músculos, que acababa por lastrarles en los deportes de resistencia. Cuando llegué a la habitación, vi que Laura había hecho un grupo de Whatsapp con los diez, donde nos decía que habían pensado en pedir una mesa para todos esa noche y ya que era la última, cenar todos juntos. Yo me arreglé, afeitado y duchado, me planché una camisa de cuadros marrones y beige que había traído y la combiné con vaquero y zapatos. Cuando salí al pasillo y fui a nuestra habitación, vi como Laura estaba terminando de pintarse, estaba espectacular; se había puesto un vestido entallado con un brazo entero y el otro, el de los tatuajes, descubierto, era en tonos negros y grises y el pelo se lo había dejado ondulado y con los destellos rojizos del último tinte que se había dado antes de venir. De calzado, había elegido unas deportivas blancas de marca y estilo moderno, con la suela alta, que combinaba perfectamente con los tonos del vestido.
- Estás espectacular, Raquel.
- Tú también estás muy bien.- Dijo ella.
- A ver, da una vuelta entera.- Le insistí.
- ¿Qué quieres ver?
- Si te rebota mucho el culo al moverte.
- ¿Así?- Y apoyó las manos en el lavabo subía y bajaba su culo que pendulaba pegado al vestido.
- Sí, a eso me refería, jajaja.
Bajamos a cenar dejando tres o cuatro minutos de diferencia, primero llegó Raquel y para cuando yo bajé los dos asientos de su lado estaban ya ocupados, uno por Laura y el otro por Carlos; que según parecía, no iba a esperar ni a los postres para empezar a tontear con mi mujer. Yo me senté entonces entre Héctor y Yago, aunque al ser la mesa circular, Raquel y yo estábamos situados uno frente a otro, pero a una distancia suficiente como para no oir lo que cada uno de nosotros hablaba con los de su alrededor, pues con el barullo del restaurante, era misión imposible. La cerveza y el vino corrieron a lo largo de toda la cena, así como los carajillos de Baileys para finalizarla. La sobremesa se alargó bastante, aunque no era demasiado tarde ya que habíamos empezado a cenar las 9 p.m. Al principio los temas habían sido mucho más relacionados con nuestros respectivos trabajos, pero al ir pasando la cena e ir aumentando la confianza derivada por tener el estómago lleno y la sed saciada, terminamos hablando de temas sexuales. Héctor, que fue con el que más hablé en toda la noche, me contó que en el ámbito sexual, su relación tenía constantes altibajos, es decir, pasaban periodos de mucha actividad en los que habían llegado a realizar multitud de fantasías, hasta llegar a acudir a clubes de intercambio, aunque según me contó no terminaron de incluir a ninguna tercera persona, la cosa se quedó en practicar sexo delante de desconocidos. Luego, tenían épocas de gran sequía, igual meses que por diferentes razones, ni siquiera se tocaban. En general me dijo que se sentía satisfecho, aunque ahora mismo, estaba bastante ansioso porque estaba dentro de uno de esos periodos de poca actividad, que en esta ocasión, era más por parte de Laura, que estaba más distante. Como esperanza me comentó que esas temporadas solían terminar con una noche desenfrenada donde soltaban todo lo que habían ido acumulando. Yo, no llegué a ser tan explícito, evidentemente Héctor sabía que yo estaba casado pero ignoraba por completo al igual que los demás, que mi esposa era Raquel; sí que le comenté el hecho de que con mi mujer llevábamos desde la adolescencia y que no habíamos estado con otras personas, hecho que le sorprendió, ya que no es algo habitual en los tiempos que corren. A eso de las 11:30 p.m. nos fuimos levantando por grupitos en teoría para ir dirección al pub de la esquina. Héctor se fue entonces con su mujer y yo salí hablando con Yago y con Lucas. Llegamos los primeros al local y nos fuimos pidiendo algo más de beber. Pasaron diez minutos y llegaron Laura con sus dos amigas, pero del resto, no sabíamos nada.
- Uy, ¿solo estáis vosotros?- Dijo Laura – Creíamos que éramos las últimas en llegar.
- Sí, sí, llevamos aquí unos minutos y no ha venido nadie más, ¿tu marido no estaba contigo?- Le contesté.
- Nos hemos al baño del hotel las tres a retocarnos y cuando he salido ya no estaba. Ya vendrán.
Faltaban Héctor, Carlos, Fran y…Raquel. En ese momento, me llegó un Whatsapp.
- Hugo, cariño, será mejor que no subas a nuestra habitación si quieres irte a dormir, estoy con tres hombres :D :D.- Era mi mujer.
- Y justamente los tres que se te comen con los ojos a todas horas.A saber que estáis haciendo ;) ;).- Dije yo en tono de broma, pero con segundas intenciones.
- Que va, joder, pero si está Héctor, que es un hombre casado y encima la tiene en el hotel, bueno como tú, pero eso no lo sabe ninguno, jajaja.
- ¿Héctor? Héctor es el que te mira con más deseo, ya te lo digo yo.
- ¿Y tú qué? ¿Estás con Laura y sus amigas maduritas? ¿No te gustaban las maduritas?
- No sé de dónde has sacado eso, que ocasionalmente alguna madurita me haya parecido atractiva, no quiere decir que en general me gusten las maduritas, además, no me cambies de tema, jaja, que yo estoy en un bar y encima hay más tíos aquí conmigo, tú estás sola con tres maromos en una habitación de hotel, que más que nada parece el inicio de una peli porno.
- Uf…es verdad, totalmente. No enserio, durante la cena habíamos hablado de los que nos gustaba jugar al póker, ¿no te acuerdas?
- Estaba yo en otros temas, pero sí, he oído algo al respecto. Oye, que a mí también me gusta.
- Pues sube a jugar, joder, tú eres el que te has ido corriendo al pub.
- Ya veré lo que hago, tranquila, quédate con tus machos.
- Umm…tres para mí…jaja.
Yo, por tocar un poco las narices, no les dije al resto del grupo, donde estaban los cuatro que faltaban, no sabía si Laura se iba a ofender y además, no quería decirles que era Raque la que me había estado escribiendo al móvil, así que seguimos los seis tomando algo tranquilamente. Después de un rato, yo tenía intención de irme a dormir, no sabía si Raquel habrían acabado de jugar, pero además, Laura me insistía para que me quedase con ellos, sus dos amigas sí que la habían dejado y ahora también ella estaba sola con tres hombres. Yago y Lucas estaban a un lado del sofá y Laura se había sentado a mi lado y al igual que su marido durante la cena, empezaba a contarme cosas de su relación. Se le notaba agobiada y que quería desahogarse, me estuvo contando diferentes problemas que les habían surgido en la empresa y la incidencia que había tenido eso en su relación de pareja, la verdad es que supongo que también el alcohol la hacía soltarse, pero no callaba ni un solo minuto y por las horas que eran, me estaba agotando mentalmente. En ese momento recibí otro mensaje de mi mujer, que agradecí de primeras, porque así tenía una excusa para que la mujer de Héctor descansase un poco de hablar.
- No sé cuás de los tres ha traído una botella de crema de orujo, pero está buenísimo, no sé cuántos chupitos me han dado ya.
- Eso es que te quieren emborrachar, cariño, está clarísimo, que cabrones…
- No te enfades, si seguimos jugando al póker.
- No me enfado, estaba relatando los hechos. Yo tengo a Laura que me está contando sus penas.
- ¿Te la quieres empotrar? Jaja.
- Para nada, bueno, con todo lo que habla igual en algún momento he pensado en meterle la polla en la boca, aunque solo sea para que se calle, jaja, pero no, no tengo ninguna intención, la verdad.
- Jajaja, que malo eres. Bueno, yo, a decir verdad, cada vez que alguno tiene oportunidad no la desaprovecha para ponerse a mi lado y rozarse un poco, cada vez me hablan más cerca y se han ido desabrochando botones de las camisas, al parecer porque dicen que el orujo les da mucho calor. Yo no me puedo desabrochar nada, si me bajo la cremallera del vestido me quedo en sujetador y tanga.
- Haz lo que quieras, jaja, tú sabrás.
- ¿De verdad? Si te soy sincera, aunque esté un poco borracha, ya me he dado cuenta que los tres tienen tremendas ganas de follarme. Lo que no sé si juntos o por separado.
- ¿Y tú, hasta dónde quieres llegar?