Fallo

Era una tarde calurosa el lunes, la lectura del fallo que vimos en la oficina, había sido aburridísima y la discusión posterior sólo apuntaba a la afectación económica de los sindicatos del norte que eventualmente pudiesen llegar a ser clientes de nuestro estudio, sin embargo por mi cabeza sólo se cruzaba el pensamiento de llamar a Edgar, un amigo de la colonia peruana para que celebrásemos juntos esta nueva etapa que debía abrirse en las relaciones de nuestros países.

Era una tarde calurosa el lunes, la lectura del fallo que vimos en la oficina, había sido aburridísima y la discusión posterior sólo apuntaba a la afectación económica de los sindicatos del norte que eventualmente pudiesen llegar a ser clientes de nuestro estudio, sin embargo por mi cabeza sólo se cruzaba el pensamiento de llamar a Edgar, un amigo de la colonia peruana para que celebrásemos juntos esta nueva etapa que debía abrirse en las relaciones de nuestros países. A Edgar lo conocí casi como a todos mis amigos peruanos, callejeando de noche por la plaza de armas, era el típico hombre de color cobrizo, pelo duro y ojos un tanto achinados, era feo para los cánones de belleza de mi país y pese a tener estudios en su país, como desde siempre lo delataba su conversación, en Chile estaba dedicado a trabajos menores de construcción lo que daba por resultado sus manos callosas; en la cama era violento en su trato, lo que hacía que me gustase aún más, sobre todo al decirme -puta chilena- o –chilena- que para él era lo mismo.

Caminaba a encontrarnos absorta en mis pensamientos, él sabía dónde quedaba el departamento, caminaba sin prisas pero sin pausas, me había puesto una blusita blanca semitransparente que dejaba ver mi sostén sujetando mis senos, una falda cortita que se elevaba con la brisa pudiendo verse en tal caso mi culito y el colales que afirmaba mi chorito, que ante la visión de mi cuerpo entregado sin pausas, comenzaba a rezumar sus jugos, y entonces lo vi a lo lejos, verlo con su ropa de trabajo me hizo arriscar la nariz, recordando el olor a su sudor bastante fuerte, pero también me excitaba, era feo pero sólo yo podía ver bajo esa ropa sucia sus piernas fuertes, su cuerpo definido, su pelo duro, abundante y oleoso a la vista, pasó por mi lado deteniéndose sólo un segundo para abrazarme, levantando mi falda y dejando ver mi trasero a quien quisiera, tomándome de la mano y casi arrastrándome con él, pasamos el departamento, con su mano que no dejaba de levantar mi falda, volteándose de vez en cuando, no se para saber si nos seguían o asegurándose que no lo hicieran, las sensaciones recorrían mi cuerpo sintiendo su mano y su impaciencia, sentía mis jugos casi resbalando por mis piernas, estaba encharcada, si en ese momento cualquiera me hubiese tocado, hubiese explotado en un orgasmo, cada momento la incertidumbre, su mano y mi imaginación hacían que la perversión me inundase, realmente era su –chilena- , no sabía dónde íbamos y yo sólo lo seguía como si fuese realmente lo que quería ser, su perra.

Tomamos por una calle oscura, el agua escurría por la canal y el olor a desagüe azotaba las narices, las calles destilaban su pobreza, marginalidad y delincuencia, entramos a las típicas casonas del centro de Santiago, divididas ahora en habitaciones independientes y que eran generalmente utilizadas por inmigrantes, peruanos, colombianos y paraguayos, mi chorito estaba goteando, humedeciendo de paso también mi culito, sentía que estaba lista para ser usada, necesitaba urgentemente su pene en mi cuerpo, por lo que lleve mi mano a su entrepierna, la cual el sostuvo un momento, para luego sacarla, diciendo en una mezcla de complacencia y desprecio, -chilena-. La habitación estaba en semioscuridad pero aun así pude distinguir otras personas, esta es la hembrita dijo Edgar mientras sin más me tumbo sobre la pequeña mesa que utilizaba a guisa de comedor, levantó mi falda, corrió un poco mi colales y abriendo mis nalgas comenzó a humedecer aún más, si ello era posible, mi ano pasando su lengua desde mi chorito hasta él, mi cuerpo se estremeció al instante, mientras veía a los otros sobarse sus vergas por sobre su ropa, metió dos dedos en mi concha moviéndolos con furia, mientras mis gemidos inundaban la pequeña habitación, estaba acabando, no habían pasado ni unos minutos y mi útero se estremecía debilitando mis piernas, sosteniéndome sólo gracias a esa mesa que evitaba que cayese casi inconsciente al suelo.

Edgar seguía tras de mí, el corazón me latía con fuerza, entre el ahogo del orgasmo y la emoción y excitación, me tomó del pelo llevando hacia él, dejándome parada frente a aquellos dos que aún no tenía el placer de conocer, con mi culo y mi chorito al aire, tironeando mi blusa hasta romperla y liberando mis senos de la prisión de los sostenes, que saltaron a la vista de ellos que no dejaban de masturbarse como esperando una orden, mi cabeza reposaba hacia atrás apoyada en su hombro, hizo un gesto y ellos se acercaron apoderándose cada uno de una de mis tetas, que chupaban y mordían hasta hacer casi explotar mis pezones, mientras él no dejaba de frotar mi clítoris y meter sus dedos en mi chorito, llevándolos a mi boca para que bebiera mis propios jugos, -encúlame- le dije quedamente, a lo que respondió llevando uno de sus dedos a mi culo, podía sentir como me penetro con unos de ellos, mis gemidos iban en aumento, cuando se detuvo y me tiro a la cama diciéndome, -vamos chilena, repite lo que quieres-. Me encontraba despatarrada, abierta, frente a los tres, mis tetas subían y bajaban por mi respiración agitada, -encúlame- le dije, y me voltee quedando a cuatro patas con mi colita paradita, ofreciéndola al que quisiera tomarla, Edgar se acomodó frente a mi ofreciéndome su verga, la cual lleve inmediatamente a mi boca, mientras él me tomaba de la nuca y forzaba mi garganta a recibirla en su totalidad, -ábrete más chilena de mierda, abre bien tu puto culo- me dijo sin sacarme su pene de la boca, con lo que lleve mis manos a mis nalgas y las separé abriendo mi ano lo más que podía para recibir la verga de otro de los presentes que me la clavo de un golpe, sentí distenderse totalmente mi culo, cuando el afirmándose de mis caderas se levantaba y dejaba caer de golpe sobre mi culo, penetrándolo en su totalidad, abriéndolo con furia, a un ritmo endemoniado, mientras me insultaba, Edgar cedió su lugar al otro que aún no me había penetrado quien ocupó mi boca, sentándose en la cama y llevándome a entre sus piernas, mientras la cama crujía por las envestidas que recibía mi culo, yo masturbaba y chupaba aquella verga, animándolos a darme más fuerte, más duro, que reventasen a la putita chilena, no podía evitarlo, mi cuerpo respondía con espontaneidad, me gusta follar con desconocidos, por lo que arqueaba mi cuerpo empujando hacia atrás para lograr una mayor penetración, a la vez que de cada embestida la otra verga taladraba mi garganta, lleve mi mano a mi conchita y me masturbe hasta que sentí humedecerse bruscamente mi culo y todo el peso de quien me culeaba sobre mi espalda, hasta que se retiró de mi cuerpo -otro pico- pedí, mientras afirmando mi pelo y llevando su verga hasta mis amígdalas sentí el dulce y salado placer de la leche masculina llenando mi boca, apuré mi masturbación para acabar dando las gracias a mi amado Edgar.

-¿Estás gozando chilenita perra?, yo los miraba complacida, sentada en la cama, me acerque a mi bolso, saque un poco de dinero y le dije que comprase unos tragos, encaramada en mis tacos y totalmente desnuda escuche a Edgar alabar mis tetas y mi culo, diciéndoles que lo podían usar cuanto quisieran, los mire de reojo y me di vuelta quedando frente a ellos a la vez que entregaba el dinero a Edgar y me presente señalando la falta de cortesía de mi amigo, supe entonces que quien me había culeado era Mario y el otro se llamaba Enrique, quien se ofreció para ir por las compras. Hablábamos cuando llegó Enrique, dividimos la coca cola por mitades llenándolas con ron y bebimos de las botellas, ¿Estás disfrutando, putita? , Mario y Enrique, no podían salir de su asombro cuando les contestaba o Edgar agregaba algún detalle a las historias de las veces que habíamos salido juntos, me paseaba entre ellos ebria de alcohol y deseo, dejando que me manosearan a su antojo, pero era Edgar quien dirigía todo, -caliéntanos- me dijo, dando una palmada en mi culo y arrojándome a la cama.

Empuje a Edgar y Mario hacia un sillón y llamé a Enrique que no me había gozado, hacia mí, me puse en cuatro ofreciéndole mi colita, balanceándola para acercarla a su cara, sabía que se estaba calentando, me baje y me arrodille jugando con su verga en mi boca, la introducía y luego la sacaba para darle unos lengüetazos, estaba de rodillas y mis manos afirmadas en la cama, dejando que él tomándome del pelo marcara el ritmo, me obligaba a chuparlo llevando tan adentro se verga que me provocó arcadas debiendo sacarlos de mi boca, jugaba sólo con mi boca, sin usar mis manos persiguiendo su verga, lamía sus testículos, dejando llevar mi lengua hacia su ano, él tomaba mi cabeza haciéndome recorrer la extensión total de su verga, sus huevos, si vientre, yo chupaba y chupaba, dejaba mi lengua recorrer su cuerpo sudoroso, mientras casi inconsciente una de mis manos jugaba con mi clítoris, lo arroje a la cama y puse su verga dura como piedra a la entrada de mi culo bajando este para provocarme una penetración intensa, así tenía mis piernas por fuera de las de él, me movía para que los otros vieran como Enrique me reventaba el culito, me tomo de la cintura y se movió rápido taladrándome, pero me deje caer clavándome totalmente pues no quería que acabara, llamé a Mario, abriendo aún más mis piernas e invitándolo a mi zorrita, le pedía a Enrique que sujetase mis piernas bien abiertas para que Mario pudiese penetrarme completamente, estaba con dos vergas en mi interior y aún quería más, el placer me invadía y acabé calladamente pues no quería que ellos lo hicieran y dejaran de penetrarme, mi cuerpo trémulo, mi vulva abierta por cada embestida, mi culo filtrando semen, ya no sentía mis piernas por el esfuerzo de mantenerlas abiertas, pero no me importaba, sólo quería que me usaran, querían aún más verga, cosa de la cual se dio cuenta Edgar, pues él ya sabía cómo me ponía cunado estaba realmente caliente.

Edgar se puso tras de mí, llevó mi cabeza hacia él y me penetro la boca, mientras Enrique se afirmaba de mis tetas para seguirme taladrando el culo, escuchaba mis gemidos ahogados por la verga de Edgar mezclados con los bramidos de Mario y Enrique que luchaban por juntarse en mi cuerpo, a veces los dos entrando al mismo tiempo, otras descoordinadamente, Edgar me escupe en la cara, restregando su saliva por mi cara sudada y acalorada, siento un placer extremo pero no quiero acabar, mi vagina se contrae y aprisiona aquella verga que juega a golpear mi útero, mi culo se aprieta tratando de exprimir esa otro pene que me taladra, ellos tres gozan, lo siento, y eso más me excita, no quiero que este momento se acabe nunca, pero sé que no voy a poder contenerme, es demasiado placer, la embestidas me obligan a acomodarme, la respiración y sus bramidos presagian que están prontos a acabar, los animo dejando la verga de Edgar que se masturba junto a mi cara, -eso cójanse a la chilena callejera, eso fuerte, más fuerte,- pero me interrumpe la verga de Edgar en mi boca, y las descargas continuas de semen, abundante, caliente, que inundan mis cavidades, Enrique me agarra con mayor fuerza, me lastima, pero no me importa, me agarra con desespero y furia, empuja con ímpetu contra mi culo y al fin logra su propósito llenar de leche mi recto, justo en el momento que mi cuerpo exhausto del exceso de placer, convulsiona, imposible contenerme, y acabo gritando lo perra que soy, si mil veces zorra, putísima, maraca y feliz, casi inconsciente me arrastro hasta la botella de ron cola, bebo y se la ofrezco a los otros mientras nos acomodamos a descansar, abrigándome con una camisa de Edgar, que entreabierta me hace verme aún más sexy.

Bebimos toda la noche, me culearon con amor, con pasión, con lujuria, por turnos o entre todos, brindamos por la paz, por mi país y el de ellos, Edgar sabía que yo sólo busco, que en verdad me revienten a vergazos y él sabe cómo hacerlo, nos dormimos. Temprano llamé un taxi, nos duchamos y lo acompañe a su trabajo, para que pudiera lucir su puta, despidiéndome con un beso y pidiéndole que me llamase nuevamente el fin de semana.