Facesitting en el garaje.

Mi esposa y su primo discuten sobre un asunto familiar de herencias, hasta que su primo termina sometiéndola para satisfacer con ella sus apetencias sexuales.

Un verano, mi esposa y yo nos alojamos unos días en la casa de la playa de mi cuñada.

Situada a medio centenar de metros del mar en un entorno privilegiado de la costa española, era lugar de paso de veraneantes y curiosos que siempre preguntaban si estaba en venta.

A menudo compaginaba las salidas tempranas a mi trabajo con largos días de asueto, donde el runrun del mar y las bellas puestas de sol, otorgaban una naturaleza casi mística a las horas de luz y las noches, cuando uno descansaba cerrando los ojos, fantaseando con ser un Ulises en un mar de leyenda arrastrado por el canto de las sirenas a las profundidades oníricas del sueño.

Aquella mañana salí temprano como siempre, mientras mi mujer y mi cuñada aún dormían y solo el ladrido de un perro lejano espantaba el teatro de belleza del amanecer.

  • Joder, ¡el pendrive!

Toda la tarde anterior diseñando gráficos y elaborando perfiles de presentación en power point para nada. Mi jefe me iba a matar.

Aquel trabajo era vital para llevar a buen puerto la asamblea de inversores que estaba prevista ese día.

Si me daba la vuelta y volvía a casa a recoger el pen, llegaría tarde al trabajo, unos 20 minutos según mis cálculos. La bronca del jefe estaba asegurada.

Pero sin ninguna duda era preferible un tirón de orejas por demorarme en llegar, que presentarme sin el trabajo que mi jefe esperaba como agua de mayo.

Di media vuelta y volví.

Al llegar a casa vi de lejos la puerta del garaje abierta, lo cuál me resultó extraño, pues con toda seguridad yo la había cerrado, y me parecía inverosímil que mi mujer o mi cuñada hubiesen sacado el coche tan temprano.

En previsión de la presencia de un delincuente detuve el coche a 30 metros, saqué la herramienta de cambiar la rueda del vehículo, y avancé con sigilo para no ser escuchado.

Cuando ya casi había llegado a la altura de la puerta, escuché voces procedentes del interior del garaje.

  • Ay primo, ¿porqué me has sacado de la cama de esta forma?

  • Esta charla ya no puede esperar, quiero la parte de la herencia que me toca según ley, tenemos que aclarar este asunto de una vez, ahora que tu marido no está para meter las narices en nuestros asuntos de familia.

  • Pero mira que eres pesado, cuando padre falleció, lo legó todo a mi hermana y a mí, a ti no te corresponde ninguna de las propiedades.

  • Sois unas desagradecidas, me he deslomado durante años trabajando primero para el viejo que ya murió, ¡y luego para vosotras! ¡de no ser por mí no tendríais nada! ¿y ahora por un maldito legalismo me vais a dejar en la miseria? ¿olvidas que sigo en el paro?

Lo de siempre... el primo lunático de mi mujer seguramente habría vuelto a discutir con su esposa, y cuando eso ocurría venía totalmente fuera de sí a nuestra casa a desahogarse, y pagar sus frustraciones con quien primero se tropezase. En este caso había ido en busca de mi mujer.

Me dispuse a mediar y apaciguar a ese desquiciado, invitarlo a una cerveza en el bar y echarlo para su casa. Pero cuando miré dentro del garaje la escena me dejó descolocado...

El alterado tenía sujeta a mi mujer contra la pared, sus manos sobre las de ella, y su cara a escasos centímetros vociferándole.

Puedo asegurar que mi mujer hacia gestos de liberarse pero el primo, siendo más fuerte, no se lo permitía.

Un rubor desconocido me recorrió por dentro. En aquel momento no supe reconocerlo pues era una experiencia nueva para mí, pero ahora sé que lo que sentí fue una oleada tremenda de morbo.

Por alguna razón desconocida, ver a mi esposa inmovilizada contra la pared por otro hombre me gustó.

Así, detuve el impulso inicial de entrometerme y me entretuve mirando unos segundos, ellos no podían verme pues estaban en una pared de forma oblicua a la entrada, de manera que yo podía observar sin ser visto.

Mi mujer iba todavía en camisón, con un sujetador pequeño de color salmón. Debido al forcejeo que estaba haciendo para liberarse, el camisón cayó un poco hacia abajo, dejando ver claramente el sostén y la forma de sus pechos de tamaño nada despreciable, que con cada esfuerzo para liberarse, se bamboleaban a una peligrosa cercana distancia de la cara de su primo.

En un momento dado, el primo decidió tomar mayor control de mi mujer, para lo cual puso ambas piernas por fuera de las de ella, al tiempo que le sujetaba en X los brazos contra la pared. Hasta pareció tomarse un descanso, y durante 1 minuto no le dijo nada, solo la miraba y la sujetaba.

Yo por mi parte, pasé del rubor a concentrar todas mis reacciones físicas en la entrepierna.

Sin poderlo evitar había alcanzado una erección de caballo, e inevitablemente sentí ganas de acariciarme la polla.

  • Ya vale, suéltame, puede venir alguien y vernos de esta forma, parece que me estás forzando.

  • No, primita, no pretendo forzarte, aunque si fuera otro ya me hubiese puesto muy cachondo teniendo tus tetas tan cerca de mi cara, solo quiero lo que me pertenece.

  • Estás loco, tú no tienes nada aquí, suéltame y sal antes de que llame a mi marido.

  • ¿A tu marido? ¿ese pichafloja pusilánime que se interesa más por su trabajo que por echarle un polvo en condiciones a su mujer?

  • ¡Socor...!

Antes de que mi mujer pudiese gritar, su primo le tapó la boca.

Esperé un segundo, si ese tipo ejercía algún tipo de violencia física sobre mi esposa saltaría sobre él como un tigre, pese a ser un "pichafloja pusilánime".

  • Vamos a hablar, te voy a quitar la mano de la boca, si gritas te la tapo con cinta americana, no estoy bromeando.

Mi esposa entendió que aquel desquiciado hablaba en serio, y de forma inteligente decidió seguirle la corriente, para lo cual desvió el tema.

  • Está bien no gritaré... y por cierto... hablando de todo un poco...veo que la cercanía de mis tetas si te ha hecho efecto. Noto tu polla dura presionándome el coño...

Aquello se estaba poniendo peligroso, si además de loco era un pervertido, aquel estúpido iba a follarse a mi mujer delante de mí.

Ese pensamiento terminó por ponerme a 1000.

Noté mi pulso acelerado y volvió el rubor aún con más intensidad, de buena gana me hubiese sacado la polla allí mismo, pero estaba en la calle, y aunque era temprano y aun transcurrirían horas antes de que alguien pasara dando un paseo por allí, decidí no correr riesgos.

Recordé que en el techo del garaje existe un tragaluz de cristal reforzado, lo bastante amplio como para ver en su totalidad el garaje desde lo alto.

Puse un pie en el alféizar de la ventana que estaba a la altura de la calle sin que me vieran mi mujer y su primo, y con agilidad subí a pulso hasta el techo.

Repté silenciosamente como una serpiente, y me puse boca abajo mirando todo lo que sucedía entre aquellos dos, que sin duda me estaban proporcionando los momentos de placer más morbosos que había experimentado en toda mi vida.

  • Prima, por si lo dudabas no soy de piedra, me encantan tus tetas, pero como ya te dije antes, no te voy a forzar aunque tenga la polla tiesa por la situación. Aun así ya me cansa sujetarte contra la pared... hummm allí hay un colchón, tengo una idea.

Llevó a mi esposa con un brazo doblado por la espalda hasta un colchón que habíamos comprado hacía poco, y servía de cama para cuando éramos muchos en casa de mi cuñada.

  • Túmbate en la cama.

  • ¿Qué pretendes hacerme?

  • ¡Túmbate he dicho!

De un empujón tiró a su prima de espaldas en la cama, y antes de que ella pudiera reaccionar, el primo se sentó encima.

  • ¿Qué haces sentándote en mi estómago? no voy a gritar pero déjame, pesas demasiado.

  • Así voy a estar hasta que lleguemos a un acuerdo, voy a grabar con el teléfono tu promesa de cederme parte de la herencia, luego lo pondrás por escrito.

  • Estás como un cencerro, no voy a seguir tu juego.

  • Pues aquí vas a estar sometida por mí hasta que aceptes mis condiciones.

Pasaron unos minutos, y viendo que mi mujer no cedía, su primo se sentó cerca de su garganta, aprisionando con sus muslos la cara de mi esposa.

  • Suéltame imbecil, me aprietas la cara. Eres un pervertido mira como tienes de dura la polla, échate para atrás, no quiero tenerla tan cerca de mi boca.

  • Ya te dije primita que no soy de piedra, y según pasan los minutos cada vez estoy más cachondo.

Seguro que no estaba tan caliente como yo, allá arriba sobre el tragaluz, hacía rato que tenía la polla en mi mano derecha, mientras observaba a mi mujer sometida por un tipo sentado en pantalones cortos encima de ella, sujetándole las manos con sus manos y la cara con sus muslos.

Empezó a acariciarle la frente a mi mujer, echándole el pelo hacia atrás, mientra seguía sentado, ya prácticamente tapándole la barbilla con unos testículos que se adivinaban enormes debajo del minúsculo pantalón.

  • Anda primita, sé buena, dame lo que quiero y te dejo en paz, ¿no te incomoda tener mis huevos tan cerca de la boca? ¿te gustaría comérmelos? porque eso es lo que vas a conseguir si sigo mucho más tiempo sentado encima tuya.

En ese momento le soltó la mano derecha a mi mujer y comenzó a tocarse la polla por encima del pantalón, al principio despacio, para luego acelerar el ritmo mientras con la otra mano tomaba del pelo a mi mujer y le agitaba la cabeza.

  • ¿Ves lo que has conseguido? uffff prima, me da igual que estés casada, yo también lo estoy, pero ahora ya estoy muy excitado y soy capaz de cualquier cosa.

  • Ayy está bien pero no seas tan bruto no me tires del pelo y no te muevas tanto, me vas a hacer daño en la cara con el pantalón.

Su primo habia comenzado a cabalgarle la cara y se movía atrás y adelante mientras se masturbaba la polla. Al momento paró, lo vi levantarse y yo sabía lo que venía a continuación...

  • ¿Te molestan los pantalones? pues me los quito, verás como la ropa interior es más suave, ahora no tendrás motivo de queja, prepárate que te voy a montar otra vez.

De un salto aprisionó de nuevo el rostro de mi mujer, y esta vez la fina tela de los slips no impidió reconocer el peso de los huevos frotándose contra la cara de su prima.

  • Ahhhh prima, mi mujer no me deja que le haga esto, me trae harto esa víbora, por eso tú hoy vas a pagar los platos rotos.

  • Está bien primo, pero no aprietes los muslos por favor, me duele la cabeza.

  • Mmmmm... Ahhhh... qué cachondo me pones prima... uffff no aguanto me voy a sacar la polla.

Era el colmo del morbo, a mí me iba a reventar la polla allá arriba viéndolo todo.

Su primo se puso de pie, se quitó los calzones y la camiseta, y mostrando un enorme miembro y unos testículos grandes y redondos, se masturbó unos instantes mirando a mi mujer tendida en la cama.

  • Mmmm, prima bájate el camisón y quítate el sostén, déjame ver esas tetas.

En ese momento sonó el teléfono del primo, era su mujer, lo llamaba preocupada.

Al tipo no se le ocurrió otra cosa que volver a sentarse sobre mi esposa, y ponerle la polla en la cara y los huevos en la boca mientras atendía a su mujer por teléfono.

Con la mano que le quedaba libre estaba frotando la polla contra la cara de mi mujer mientras hablaba con la suya.

  • Si, amor, no, no te preocupes... no estoy enfadado... estoy en casa de mi prima...tengo la respiración acelerada porque la estoy ayudando a subir un mueble por la escalera....si, yo también te quiero...

Con un movimiento obligó a abrir la boca a mi mujer y le metió la mitad de la polla dentro.

  • Un momento amor no cuelgues, quiero saludar a tu prima, pásamela.

El primo le sacó la polla de la boca a mi mujer, separó un poco los muslos, y sin quitarse de encima le pasó el teléfono advirtiéndole por señas que no contase nada de lo que estaban haciendo.

  • Hola como estás, ¿te está molestando mucho el pesado de mi marido?

Mi mujer se aclaró la voz antes de contestar, y con sabor a polla en la boca intentó improvisar una respuesta...

  • No, todo bien, me está ayudando a cambiar un mueble de sitio, es muy amable conmigo.

Su primo se masturbaba de manera febril, excitado sobremanera por la morbosa situación, el vaivén de los huevos tan cerca de la boca de mí mujer amenazaba con darle un golpe al teléfono.

Volvió a sujetar del pelo a mi esposa.

  • Cuelga ya... Ahhhh....

  • ¿Qué le pasa a tu primo? lo oigo gemir, ¿se encuentra bien? ¿porqué quiere que cuelgue?

  • Mmmmm.... uffff...no aguanto...

  • Ehhh... es que... no puede solo con el peso del mueble... tengo que ayudarlo...

Masturbación a máxima velocidad, si seguía así se iba a correr con su mujer al otro lado del hilo telefónico.

  • Si está bien, ya me despido... pasarme a mi marido.

Mi mujer le dio el teléfono a su primo, y éste procedió a cerrar los muslos aprisionado con más fuerza la cara de su presa sexual.

Sus enormes testículos rebotaban una y otra vez en la cara de mi esposa como globos llenos de agua, de semen en este caso.

La corrida prometía ser inminente y abundante.

  • Siiii... ahhh... diiimeee.. cariñooo..

  • Pues si que pesa ese mueble, bueno ya no te entretengo más, os dejo solos, no tardes mucho en volver, tenemos que reconciliarnos...

Polla de nuevo dentro de la boca de mi mujer, esta vez entera, y sin sacársela, mientras se despedía de su esposa.

  • Siiii... mmmm hasta... luego... mmm... ahhhmoorr...

  • ¡¡¡¡¡AHHHHHHHHHHHHH... OOOOHHHH!!!!!

Apretar la tecla roja de colgar la llamada en el teléfono, sacarle la polla de la boca a mi mujer y correrse en su cara, fue todo una.

10...15....20....medio minuto expulsando semen...

Aquel día descubrí que las mejores corridas vienen precedidas de situaciones morbosas.

La cara de mí mujer era una piscina de semen, al estar encajonada entre los muslos de su primo, el líquido no tenía por donde escurrir, así que parecía que tenía puesta una mascarilla.

Después de correrse, su primo, aún siguió varios minutos más sentado sobre mi mujer, mirándola fijamente sin decir nada, pajeándose hasta que la polla se le fue ablandando.

  • Féfame levantáfme y limpiáfme la cara pof favo... - Acertó a decir mi mujer con la cara encharcada como si se le hubiese derramado encima un bote de leche condensada.

  • Mmmm, no sabes lo cachondo que me pone tenerte así, prima aguarda un momento que te haga una foto.

-Nooooo, ¡cabrón!

  • Así, mmmm... joder... qué buenas fotos, voy a estar una temporada haciéndome pajas.

Más frotamiento de polla contra la cara de mi mujer, ya hacía un cuarto de hora que se había corrido y aún seguía sentado encima de ella.

  • Hagamos un trato prima. Yo me olvido del tema de la herencia si tú aceptas que venga a disfrutar de tu cuerpo cada vez que me plazca.

  • Yaaa pof favooff... lo que tú digas.. pero défame lavafme la cara.

Unos segundos más de pajeo y al fin se levantó de la cara de mi mujer.

Cuando ella se incorporó, tenía tanto semen en la cara que le escurrió hacia abajo como un río impetuoso en epoca de crecida, manchando de esperma la cama, el suelo y sus piernas y sus pies.

Mi corrida en el techo fue tan brutal, que manché mi ropa interior, los pantalones, y hasta la vidriera del tragaluz llegó la explosión de morbo que me invadió viendo a mi mujer siendo sometida por su primo.

Desde aquel día, mi mujer se convirtió en el objeto sexual ocasional de su primo a cambio de que esas fotos nunca vieran la luz.

Cada vez que discutía con su mujer, el primo buscaba a mi esposa y la obligaba a satisfacer sus pulsiones sexuales. Especialmente cuando esas discusiones venían precedidas de la negativa de su mujer a cumplir las fantasías sexuales de su esposo. Fantasías que siempre llevaba a cabo con mi mujer.

Mi jefe no se tomó muy bien la "espantada" aquel día en el trabajo, pese a mi escusa de estar enfermo, y me degradó dándome un cargo de menos responsabilidad.

Un nuevo puesto de trabajo peor pagado, pero que me dejaba más tiempo libre para explorar mi recién descubierto universo del morbo sexual.