Fábula de la viuda negra

Algunos autores de TR nos hemos animado a escribir relatos sobre crímenes. "Fábula de la viuda negra" de OCTOPUSI. El instinto de supervivencia no siempre funciona...

Atraído por el celo de la hembra, no escarmienta y acude nuevamente desairando el valor de su existencia.

Soy hechicero y tú famosa homicida. Para ti la muerte y la pasión van de la mano. Te fascina estrangular a tus amantes en el clímax. Te deleita disfrutar los estertores genitales del último suspiro. Vuelves a retarme, tal vez por la pasión intensa que pudo despertar nuestro primer encuentro.

Tu fuego pasional se torna seductor y altera mis sentidos. Mágicas vibraciones turban mis oídos cuando evocas mi presencia en tu memoria. Tal demanda perentoria, impone el desafío con su hipnótico sonido sin usar palabra alguna. Imperante es acudir despreciando los rigores del peligro. Si cuerdo fuese taponaría mis oídos y huiría con opuesto destino.

Tu deseo impone inexorablemente mi presencia. No acudiré inerme arrastrado por la pasión ciega como el macho de la viuda negra. La tentación en cualquiera de sus formas queda bien simbolizada por esta ponzoñosa araña y la parca representa al occiso que acudió seducido por su magia.

Necia y jactanciosa no demuestras tus temores conociendo mis poderes. Ni una sola condición has puesto ni quitado. Ni siquiera has fijado lugar, circunstancia ni momento.

El destino ya nos tiene preparado un nuevo encuentro. Acudo cargado de deseo y emocionantes recuerdos. Si es preciso usaré mis malas artes por gozarte nuevamente. Sin tu venia estoy adentro, ya ingresé a tu morada. Sazono el escenario del encuentro, hilos de humo blanco liberan sus vapores cerca al lecho. Ya tengo preparado el néctar del ensueño, el que nos llevará directo al disfrute de lo nuestro.

Presientes, pero no adviertes mi llegada. Te observo oculto sin ser visto. Tu hermosura supera toda fantasía. Tu belleza sobrepasa lo posible. Tus encantos me eximen de probanza. Te noto voluptuosa e impaciente, incapaz de refrenar las íntimas caricias de inquietud por mi llegada. Estás lúbrica, en extremo caudalosa, Mi cánido olfato lo asegura, tu aroma de hembra ardiente lo delata.

Tu imagen me inunda de recuerdos. Tu ardor evoca apasionados momentos, como cuando nuestros rostros no pudieron ocultar su complacencia al conocernos o como cuando se unieron las mitades de la unidad indivisible, con aquel irrefrenable magnetismo que atrajo nuestros cuerpos.

Memoro unidos nuestros labios y enredadas nuestras lenguas en aquel apasionado encuentro. Caricias maceradas y magnéticas descargas llevaron las dulces sensaciones de los labios al mismísimo erógeno epicentro.

Cedieron tus primigenias inquietudes homicidas, tu fuego delató lo que intuía. Entonces parecías convencida de no querer jugar con mi agonía ni perderme para siempre. Tal vez yo tampoco pueda seguir vivo sin gozarte, quien sabe ya ni siquiera intente asesinarte.

No temas niña mía, te dije aquella vez, entrégate confiada que tendrás magnífico placer. Nuestros cuerpos flotaron libres, con pausados movimientos, sobre plumas, tules y nubes de un frondoso firmamento. Como si la ley de gravedad se hubiese derogado para nuestro regodeo. La noción de lugar, tiempo y circunstancia, parecía inexistente por efecto de aquel mágico momento.

Te tenía inquieta, impaciente, apretando el nervio, como un alazán de pura sangre. Exigente por mayor celeridad en las caricias, pero yo controlaba la cadencia. No por dadivoso, talvez por hedonista. Te mostré que el placer carnal es mucho más de lo que tú te imaginabas.

Tu respiración enardecida, el ruego en tu mirada, tu íntima lubricidad en abundancia, no dejaban duda de tu gana. Te estabas derritiendo entre las piernas. Posé los labios en forma gentil y delicada, disfruté de tu seductor aroma, de tu sensual sazón, de la tersura de tu oculta boca que lucía para mí su erótica expresión. Recorrí tus íntimos manjares con la lengua, sin dejar delicia intacta. Te escuché gemir, gritar y llorar de gozo. El clímax te vencía incontenible. Te dije un solo estallido aún no es nada. Con intensión y conociendo los efectos, quise prolongar morbosamente tu placentera agonía.

Luego implorabas por ser mía, tu desesperación era evidente, el brillo anhelante de tus lindos ojos, la erección de tus sonrosados pezones, tu mayor disposición al atrevimiento, tu exaltada y rebosante intimidad. En pleno descontrol me tirabas del cabello, querías forzarme a galoparte. Con lánguida voz sugerías la incursión. Luego tu reclamo se tornaba airado. Yo me divertía exacerbando tu impaciencia. Incapaz de aguardar te ofreciste separando con los dedos los ruborizados labios de Venus con descaro.

Muy emocionada forzaste la incursión. La afanosa tentativa te provocó un nuevo clímax. El dulce estallido lejos de calmarte te embraveció el picor. Con inquietud y urgencia quedaste totalmente penetrada. Girabas las caderas en torno a mi erección, agitándote en frenética danza de estimulación desesperada. Tú ponías el fervor y yo el control. Te sumiste en una erógena cadena de sostenidas explosiones, mientras yo prolongaba golosamente la culminación. Los acompasados movimientos iniciales se volvieron severas convulsiones. Los gemidos de deleite se tornaron en gritos estridentes.

Deseabas tomar la iniciativa, decidida asumiste el control y procediste a cabalgarme con soltura. Completamente encajada girabas las caderas con cadencia apresurada. Tus nalgas juguetonas resbalaban sobre un charco de lujuria. Tu hinchada erección se divertía con mi pelvis acolchada. La inminencia de una nueva explosión te resultaba incontenible, hasta que la efervescencia reventó en ebullición. Me tenías subyugado y totalmente controlado. Aún no me explico como así lo conseguiste.

Pero… basta de recuerdos. Ya es hora que gocemos como en aquel inolvidable duelo, es así como quiero volver a poseerte. Ha llegado el momento de anunciarte mi presencia. Lo hago con un monótono tañido interminablemente sostenido, lo emite un mágico instrumento de oculta procedencia. Una variedad de diapasón que provoca un sutil encantamiento. Por fin ha terminado la impaciente espera de nuestro mágico encuentro. Todo lo tenemos aclarado al habernos antes ya pertenecido. No es preciso hablar para entendernos, pero igual yo tercamente quiero hacerlo, me impulsa la promiscuidad del murmullo erecto.

Sorpresivamente abandono mi escondite y manifiesto mi llegada. Me muestro desnudo ante tus ojos. Me incomoda y desconcierta tu total indiferencia. Ni una sola expresión de contento celebra mi visita. Me siento inexplicablemente ignorado. Tu desdén me asfixia y me ocasiona severos malestares. Hago esfuerzos sobrehumanos por oxigenarme. Adivino que planeas un nuevo juego, tal vez muy excitante y placentero, como todo lo que concibes en tu morboso cerebro. Ya sé… quieres exacerbar mi paciencia para obligarme a tomarte por la fuerza. Eso es, ya entiendo, quieres sentir mi corpulencia expresada en toda su potencia. Osas desafiarme incauta en mi propio terreno, verás cuan rudo puedo ser si con eso te deleito. Ahí te va mi primera arremetida.

Me lanzo sobre ti, pero… ¡no logro comprenderlo! Pasé a través de la materia sin conseguir impacto alguno, ¿Qué misterio está ocurriendo?... ¿Es acaso que también puedes ser etérea?

La asfixia es cada vez mayor, el malestar va en aumento, ya no puedo respirar. Algo implacable me estrangula gradualmente. Siento que esta horrible sensación ya me había ocurrido. Me perturban las confusas imágenes pasadas, me agobia su recuerdo ¿Qué me está pasando? ¿Que maligno poder tienes para dominarme de ese modo? Pero… ¡debo controlarme!, y aclarar mis pensamientos. ¿Que ocurrió aquella vez primera que lograste controlarme y cabalgaste sobre mí hasta saciarte?

Recuerdo vagamente… por sorpresa algo extraño logró estrangularme. Sentí que me asfixiaba y que la sangre no irrigaba mi cerebro. Dualidad de sensaciones… que ironía, un gran placer me embargaba en simultáneo. Imposible discernir si debía consentirlo o si urgía defenderme con los dientes. Dudé un instante. Aguzadas sensaciones genitales encubrieron mi agonía. Sentí el bombeo entre las piernas, la sangre ya no irrigaba mis neuronas. El órgano viril se agigantaba y aceleraba sus latidos. Me pediste ponerle broche de oro tu larga cadena de placer y regodeo. Con violentos estertores culminaba nuestro gozo paralelo. Intensas contracciones vaginales, extrajeron mi caudaloso fluido. Hasta ahí logré captar con esfuerzo lo ocurrido. Luego perdí la noción del tiempo y todo se detuvo para siempre a partir de ese momento. Todavía no logro tener claro si aún respiro o si ya fui caserito del cadalso.

Recién levantada la "viudita" terminó diciendo: ¡Que raro me parece todo esto! Creo haber sentido una vibración sutil o un insólito soplido, pero algo inexplicable ha erizado mi cabello. ¡Que raro!… Muy extraño me parece lo ocurrido. ¿Será acaso mi conciencia saturada de sevicia? No lo creo, no los llamo, nunca lo hago. Vienen solos los incautos, que sabiendo el riesgo no se alejan del peligro y se someten ciegamente sin medir las consecuencias.

MORALEJA.-

Que complejo el ser humano en su meollo. Se presume racional y se doblega ante el placer desairando continuar con su existencia. Juega con la vida como si esta fuese la mínima fracción de la nada colocada a la izquierda. No escarmienta y persevera Contumaz en el absurdo. ¿Que podemos esperar si no corrige? ¡Acabará sepultado bajo mierda!, sin dudarlo les respondo.