F.A VI: Diego, Roberto y yo, un trío espectacular
Tras la historia de Rober con su hermano, ambos me invitan a follar con ellos. Ya tenía ganas de hacer un trío con esas pollas
Me cogió de la mano y me sacó de la habitación. Me llevó escaleras arriba, hacia la habitación de Diego. Abrió la puerta y allí se encontraba su hermano, medio tumbado en su cama.
-Vaya, vaya... -dijo Diego-. Así que ya se lo has contado. Pues pasemos a la acción.
Se levantó y, lentamente, se bajó los pantalones, dejando a mi imaginación lo que se ocultaba tras la fina tela de sus calzoncillos rojos. Definitivamente, Roberto no mentía cuando decía que su hermano tenía un pollón. Sonreí pensando en lo que haría con esa rica polla.
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-Rober no exageraba cuando decía que tenías una buena polla... -dije yo acercándome a Diego-. Pero creo que no alcanzas mi tamaño.
Tras decirlo, me quité los pantalones, y la mirada de Diego se dirigió a mi entrepierna. Aún tenía el rabo flácido, pero mi amigo se podía hacer una idea de lo que se escondía bajo mi ropa interior.
-Ya veo, ya -me agarró con una mano de la cintura y con la otra de la cabeza y nos fundimos en un beso que duró varios segundos.
Mientras nos besábamos, Diego se pegó a mí, dejándome notar su paquete, que se restregaba con el mío. Esto hizo que mi polla empezara a ponerse morcillona, y mi amigo se dio cuenta. Se sentó en su cama, con las piernas medio abiertas, y me dijo:
-Arrodíllate y cómeme la polla.
-Joder con el que va de hetero.
-No te confundas -replicó él-. Es sólo que, si te follas a mi hermanito, voy a tener que castigarte...
Se palpó la entrepierna y me invitó a agacharme. Yo sonreí y me arrodillé frente a mi amigo. Agarré sus calzoncillos y los bajé lentamente. Su polla de 18 centímetros chocó de golpe contra mi cara.
-Rober, ven aquí -dijo Diego-. Voy a recompensarte por traerme a esta putita...
Roberto obedeció y se puso de pie junto a mi. Su nabo quedaba a la altura de la boca de Diego, que se metió el paquete de su hermano pequeño en la boca. Yo contemplaba la escena. Con una mano acariciaba a Rober, deteniéndome en la raja de su culito. Con la otra, agarré el nabo de Diego para que no se me escapara. Acto seguido, empecé el trabajo.
Como siempre, lamí primero el glande, absorbiendo todo el precum acumulado. La polla de Diego palpitaba sin parar, señal de que aquello le ponía muy cachondo. Recordé lo que me había dicho Rober sobre los huevos de su hermano, por lo que pasé a ellos. Era cierto; dos bolas perfectamente redondas, rasuradas y de buen tamaño, aunque no más grandes que las mías. Me metí sus huevos en la boca durante unos segundos mientras le masturbaba. Cuando me cansé de sus pelotas, volví al cipote de nuevo.
Fue entonces cuando constaté que, efectivamente, era algo más corto que el mío, pero también un poco más grueso. Meterme eso en la boca iba a ser más difícil que con el nabo del resto del grupo. No obstante, mis ganas por comerle la polla a Diego eran mayores, por lo que de inmediato empecé a chupársela. Fui introduciéndome su pollón en mi boca centímetro a centímetro, abriendo mi boca todo lo posible y empezando a acomodar mi garganta para que entrara toda. Lo hizo con algo de dificultad, pero lo conseguí. Y mientras tanto, Diego se la comía a su hermano y me apretaba la cabeza contra su polla, impidiendo que escapara.
Pero yo ya estaba hecho toda una putita, y me acostumbré rápidamente a tener ese nabo en la boca. Movía mi lengua en círculos, tratando de darle todo el placer posible. Y parecía funcionar, porque Diego empezó a gemir.
-Ahhh, joder, qué bien lo haces -me decía-. Aunque mi hermano también la chupa bien, el capullo.
Tras decir esto, me hizo incorporarme y me tumbó en su cama. Él se tumbó junto a mí, y Roberto se unió también, formando así un triángulo en el que Roberto le chupaba la polla a su hermano, Diego me la comía a mí y yo hacía lo mismo con la de Roberto. Así que allí estaba, con una polla de 14 centímetros de nuevo en mi boca, mientras el hetero del grupo se metía mi cipote en la suya y recibía una mamada de su hermano pequeño. Aquello me ponía muy cachondo.
-Madre mía, menuda pedazo de polla que tienes, cabrón -me dijo-. No sé si me entrara entera, pero lo intentaré.
-A tu hermano le cabe perfectamente, así que no tienes excusa. Aunque es verdad que tu hermano es una buena zorra -añadí mientras le metía un dedo por el culo a Rober. Este soltó un leve grito.
-Capullo, avisa primero.
-Si sé que te gusta, putita.
-Tienes razón -contestó-. Ya estoy deseando que me la metas hasta el fondo.
Yo sonreí y me metí de nuevo su polla en la boca. Joder, me encantaba tener el manubrio de Rober en la boca. Era el más pequeño, pero eso me daba más libertad para jugar con él. Podía metérmelo entero en la boca, lamerle el glande, introducir su nabo junto con los huevos y oler su aroma adolescente... Y mientras tanto, Diego me comía la polla a mí, cada vez con más intensidad.
Podía notar su lengua recorriendo mi glande, sus labios apretando para darme todo el placer posible. Podía notar la pared de su garganta cuando se la metía del todo, sus arcadas tras ello, y sus gemidos sin cesar. Yo ya iba a estallar. Pero quería que Diego me follara.
-Diego, métemela.
-Ya era hora de que me lo pidieras -me contestó.
Hizo ponerse a Rober boca arriba, y a mi boca abajo sobre este, resultando entonces en un 69 de manual. Yo podía ver el cipote del pequeño mientras este ya me acariciaba el mío. Por su parte, Diego se situó detrás de mí, me abrió las nalgas y me comió el culo. Dios, menudo placer sentir su lengua en mi ano. Lubricaba mi agujero con suavidad, produciendo en mi un cosquilleo brutal. Mientras tanto, Rober ya me chupaba la polla como solo él sabe, y yo me tragaba la suya también sin parar.
Diego me tenía a su merced. Sus manos me agarraban los glúteos con fuerza, abriendo todo lo posible mi culo. Su lengua perforaba mi entrada, y podía sentirla dentro de mí.
-Fóllame ya -le dije entonces.
Mi amigo asintió y procedió a dilatar el orificio. Los dos primeros dedos entraron sin problemas gracias al lubricante, pero el tercero costó algo más. Introdujo un cuarto que me hizo ver las estrellas, pero que era necesario si quería meterme ese pollón sin dolor. Cuando hubo dilatado lo suficiente, sacó los dedos de mi ano y acercó su cipote a mi entrada. Ya había puesto lubricante en mi ano y en su polla, y me acariciaba la zona con su nabo. Cuando por fin empezó a penetrarme, tuve que cerrar los ojos y dejar de chupársela a Rober.
-Joder, Rober, ¿cómo te metió tu hermano esa polla? Es jodidamente gruesa.
-Lo sé -respondió el pequeño-. Relaja el esfínter y déjale entrar. Poco a poco.
Acto seguido, comenzó a chuparle los huevos a su hermano mayor, que quedaban cerca de mi polla. Diego introducía su cipote lentamente, procurando no hacerme daño. Pero el dolor era inevitable. Medio minuto después, ya tenía la polla de Diego dentro de mí, con sus huevos reposando sobre mi culo mientras eran lamidos por su hermano. Dejó que mi ano se acostumbrara a su presencia, hasta que di la señal de OK y empecé a comerle la polla a Rober de nuevo. Mientras tanto, Diego comenzó el vaivén.
El dolor se transformó poco a poco en placer. Y apenas unos segundos después, yo ya gemía como una perra. Diego también lo hacía, incluso más fuerte. Además, sentir los labios de Roberto en mi cipote hacía que mi cuerpo sintiera un placer inigualable. El cabrón la chupaba con maestría. Incluso en esa posición tenía una técnica impresionante. Sentía sus labios subiendo y bajando sobre mi polla, su lengua jugando con mi glande, una de sus manos acariciándome el culo y la otra masturbándose sin parar al ritmo de mi mamada. A ese paso se correría en breve. Y yo también.
Le pedí a Diego que acelerara la follada, que quería que me follara sin piedad. El capullo me tenía ganas, porque enseguida empezó a metérmela sin cuidado, aumentando el ritmo de las embestidas. Sus gemidos también se aceleraron e incrementaron, señal de que se iba a correr en breve.
-Córrete dentro -le pedí-. Quiero sentir tu leche dentro de mí.
-Como tú quieras, zorra. Pero luego te limpiaré bien.
Diego aceleró todavía más el vaivén. Yo se la chupaba a Rober cada vez más deprisa, y este me la comía cada vez más rápido también. Estuvimos así unos segundos hasta que Diego soltó un sonoro gemido. Sentí entonces su líquido caliente en mi interior, recorriendo las paredes de mi ano. Yo no pude evitarlo, y me corrí en la boca de Rober sin avisar. No obstante, este se lo veía venir, y se lo tragó entero. Menuda putito. Acto seguido estalló él también, en mi boca. Sus chorros cayeron sobre mi lengua, pero esta vez no me lo tragué. Quería compartirlo con ellos.
Diego descansó unos segundos dentro de mí hasta que decidió sacar su polla, ya morcillona. Yo me di la vuelta, con Rober todavía boca arriba. Le sujeté las manos y acerqué mis labios a los suyos. Él sonrió y recibió el beso sin dudar. Su semen se entremezclaba en nuestras bocas.
-Joder, Rober, cómo me pones. La chupas de puta madre. Ojalá pudiera follar contigo cada día...
-Eso sería la ostia -respondió él, besándome de nuevo.
Entonces pude sentir la lengua de Diego en mi culo. Como había prometido, estaba limpiando la leche que caía de mi ano. Se la estaba tragando toda.
-Al final vas a ser tú la más zorra de los cinco -le dijo Rober.
-Jah, que te lo crees tú. Hablando de los cinco, ¿cuándo haremos una orgía?
La verdad es que aquella idea llevaba rondándome varios días.
-Hay que hablar con Aitor y Rubén -contesté-. Quiero follaros a todos. Y Diego, no olvides que me debes una follada.
Diego sonrió, se tumbó junto a su hermano y le acarició. Mientras, yo chupaba cada rincón del pequeño.
-Madre mía, acabamos de terminar de follar y yo ya quiero hacerlo de nuevo -les dije.
-Eso tiene fácil solución -respondió Diego-. Vayamos a hablar con Aitor y Rubén.
Rober sonrió y me besó de nuevo. Solo de pensar en la orgía me empalmé de nuevo.
Espero que os haya gustado esta sexta parte de F.A. Para la próxima intentaré representar la orgía. Tengo ganas de ello, pero puede ser difícil manejar tantos personajes a la vez sin perder el ritmo. Agradezco comentarios y sugerencias. Y que tengáis un buen pajote!