Extrema y dura
La joven sirvienta estaba arrodillada de espaldas a la pared comiéndose el coño del ama de llaves, que seguía pegada a la pared sin perder detalle de lo que ocurría en la alcoba de las señoras, y guiando la cabeza de su subordinada por encima de su falda...
-Ha sido el hijo de la Chana, ama.
-¿Estás segura Gertrudis?
-Como que hay Dios, ama.
-Se va a enterar el malnacido ese hoy. Joaquín, prepara el coche que vamos a La charca.
-Si doña Victoria.
Joaquín era el único del servicio que no llamaba la señora por el apelativo de “ama”. El apelativo provenía de su madre, que se instaló en aquel cortijo recién acabada la Guerra Civil, y desde el principio ella mismo se encargó de que todo el servicio, y en realidad todos los jornaleros que vivían en régimen de semi-esclavitud en aquella especie de Hacienda la llamaran Ama.
Victoria empezó a recibir el apelativo por pura imitación, los amos son como los reyes, detrás de uno, va otro.
En aquella comarca extremeña tan atrasada social y económicamente, y pese a estar ya en los estertores del franquismo, las relaciones sociales eran más propias de la servidumbre de la Edad Media, que de otra cosa.
Los señores disponían a su antojo de todos los trabajadores que vivían en sus tierras en un régimen parecido a la aparcería, así como del personal de servicio, que más que sirvientes, eran siervos, y aunque es parecido, no es lo mismo.
En aquel momento doña Victoria Rodrigálvarez de Lejárraga era la dueña absoluta de toda la Hacienda, un enorme latifundio de miles de hectáreas que le había tocado en herencia tras la muerte de sus padres.
A sus 39 años ya se había divorciado dos veces en el Tribunal de la Rota, y había catado todo lo catable en cuanto a prácticas sexuales se refiere. Pero por fin había encontrado un zapato a su medida, ese zapato se llamaba Silvia, tenía 28 años, y era la única persona en este mundo ante la que se postraba Victoria, la niña de papá que todo lo tuvo desde su más tierna infancia y acostumbrada a tratar como una tirana a todo el mundo, por fin topó con alguien capaz de meterla en cintura, lo que ella necesitaba era mano dura, y su joven amante fue la única que se la dio en sus casi cuatro décadas de vida.
Pero volvamos al inicio de nuestra historia, resulta que tanto Silvia como Victoria que eran lo que más tarde se llamaría pareja de hecho, pero en aquel momento sólo eran amantes, tenían una perrita que era más bien fea, pero que lógicamente era intocable en aquel cortijo donde vivía a cuerpo de reina; entonces, quiso la fatalidad que una tarde de otoño la perrita se escapara del cortijo, y un niño que estaba recogiendo leña para el ama, todo allí era para el ama, al ver a la perrita, y sin saber de quién era, medio en broma y como juego de niños, le tiró una pedrada con la mala suerte de que le dio a la pobre perra en una pata.
Pero para mala suerte la del pobre chaval que fue visto por Gertrudis, la gobernanta de la casa, nada escapaba a su vigilancia, el servicio la temía más que a la propia ama, llevaba a todo el mundo con mano de hierro, y no dudaba lo más mínimo en dar feroces palizas por pequeños errores cometidos, sobre todo si estaba el ama en la casa.
Así que cuando la perrita llegó aullando a la entrada, tanto Victoria como Silvia pusieron el grito en el cielo, y pidieron responsabilidades.
En el mercedes último modelo iba Joaquín al volante, Pedro una especie de capataz a su lado, y atrás las dos damas, Victoria y Silvia, que pasaba para todos como una amiga del ama, aunque todo el mundo sabía que compartían alcoba y sábanas.
En cuanto llegaron a La Charca, donde no había más de diez casuchos donde malvivían hacinadas otras tantas familias, hubo el típico revuelo que solía ocurrir cuando pasaba algo extraordinario, y la llegada del ama era por supuesto algo extraordinario. Pronto se arremolinaron niños y mujeres en torno al coche, los hombres estaban trabajando.
La que parecía la jefa de aquel caserío poniendo una rodilla en tierra en señal de sumo respeto, en cuanto Victoria bajó del coche le tomó la mano a su ama y se la besó ante una mezcla de estupefacción, asco y gusto de ésta que no acababa de acostumbrarse a este tipo de trato que tanto gustaba a su madre.
-Buenos días ama, que alegría de verla por aquí, ¿en qué podemos servirla?
-¿Y la Chana, vive por aquí no?
-Chana, Chana Chana, sal, que el ama pregunta por ti.
De una de aquellas encaladas casas salió una mujer apresurada y con cara de susto. La Chana era una mujer guapa, en realidad muy guapa, muy morena, con el pelo negro azabache recogido en un moño atrás y unos ojazos negros que iluminaban el mismísimo infierno, no tendría mucho más de treinta años, era viuda desde hacía bastante tiempo, por lo que vestía de luto, pero un luto aliviado, y tenía tres hijos, el chico que era el mayor y dos niñas mucho más pequeñas.
-Pero que pasa… buenos días ama, en que puedo servirle… ¿ha pasado algo?
-¿Y tu hijo?
-Ay Dios mío, ¿qué pasa con mi hijo… le ha pasado algo a mi hijo?
-A tu hijo no le ha pasado, pero le va a pasar… ¿dónde está?
-Pacoooo, Pacooooooooooo, ven aquí!!!!
Inmediatamente salió Paco detrás de su casa con una cara de susto que no podía con ella, cuando vio que su madre lo llamaba de esa forma, y encima estaba allí el ama con cara de pocos amigos, el chaval se asustó, no podía pasar nada bueno, y no se equivocaba.
-¿Qué pasa mamá?
-Tú sabrás lo que has hecho, ven aquí ahora mismo.
La Chana le dio a su hijo un par de guantazos incluso antes de que supiera lo que había pasado, eso no era nada raro en aquella época, pero si estaba el ama de por medio era algo casi obligado, cualquier queja del ama, por alguno de los hijos de sus siervos era inmediatamente contestado por una paliza dada normalmente por la madre del muchacho, eso era muy habitual cuando vivía la madre de Victoria, y las tradiciones en aquella tierra era algo que había que preservar.
-¿Se puede saber qué le has hecho a mi perrita?
-Yo… no … no sé de qué me habla.
En ese momento la Chana empezó a descalzarse su zapatilla, su hijo la miró aterrado, sabía que si su madre se quitaba la zapatilla era para darle una buena paliza, y que estuviera el ama presente no auguraba nada bueno para su culo.
El movimiento de aquella preciosa mujer para descalzarse fue felino, levantó su pie hacia atrás y en un santiamén se había quitado aquella zapatilla azul marino.
Por desgracia para el pobre chico hacía frío y digo por desgracia porque ese frio hacía que aquella campesina llevara unas zapatillas bastante sólidas, de aspecto abrigado, y con una suela de goma gruesa que aunque su labor principal era aislar del frio, lo cierto y verdad es que eran buenísimas para azotar culos, y con pocos zapatillazos arrancaban las más sinceras promesas de buenos comportamientos y también los más sentidos lamentos, tal era el dolor y escozor que provocaban.
-¿Qué le has hecho a la perra Paco? ZASSSSSSSSSS ZASSSSSSSSSSS ZASSSSSSSSSSSSS…
La Chana sabía cuál era su obligación, y sabía que si alguien importunaba al ama o alguna de sus propiedades lo pagaba, y si era un chaval, la forma de pagarlo era recibir una buena paliza por parte de alguno de sus progenitores, y por aquellos pagos la tradición decía que la zurra debía ser delante del ama, se hacía como para confortarla, para intentar restituirle el supuesto daño hecho, y hasta que ella no diera el visto bueno, el castigo no podía acabar.
Así que aquella pobre mujer empezó a zurrar la badana a su hijo, le propinaba durísimos y muy seguidos zapatillazos con la esperanza de que el ama se diera pronto por satisfecha y diera por finalizado aquello.
Tras la primera andanada donde madre e hijo danzaron alrededor de la zapatilla, una sacudiendo y el otro aullando de dolor, la madre hizo un parón para preguntar:
-¿Que has hecho con la perra Paco? ¡¡¡Te mato esta tarde!!!
-No sabía de quien era mamá auuuuuuuuuu buaaaaaaaaa, no sabía que la perra era del ama, lo siento muchísimo mi ama, perdóneme.
-Pero ZASSSSSSSSSSSSSSS, me quieres ZASSSSSSSSSSSSSS decir ZASSSSSSSSSSSSSS que ZASSSSSSSSSSSSSSSSSSSSS le has hecho ZASSSSSSSSSSSSS a la perra del ama ZASSSSSSSSSSSSSS ZASSSSSSSSSSSSS ZASSSSSSSSSSSSSSSS ZASSSSSSSSSSSSS ZASSSSSSSSSSSSSSSSSSS
Esta segunda tanda fue aún más dura debido al enfado de la Chana que le irritó que nadie le dijera lo que pasó con la dichosa perra, y la pagó con el culo de su hijo, que recibió unos azotazos tan duros que cayó de bruces al suelo rabiando de dolor.
-La ha apedreado, eso ha hecho este sinvergüenza, ha herido a mi pobre perrita.
-No se preocupe ama, le aseguro que le voy a dar tal paliza al golfo este, que se le van a quitar las ganas de apedrear perros para toda su vida.
Entonces se acomodó bien la zapatilla en su mano derecha, y empezó a fustigarlo por todo el cuerpo, los zapatillazos cayeron en la espalda, los brazos, las piernas, por supuesto el culo que fue el que más recibió, e incluso en la cara.
Todo el vecindario estaba siendo testigo de aquel enorme palizón, y todos querían que aquello acabara, la que más seguramente la pobre Chana, pero hasta que no recibiera la aprobación de su ama, no podía parar aquello, entonces lo que hizo fue parar como para tomar resuello, y de paso dejar a su hijo respirar, y darle a Victoria una oportunidad de que diera por finalizada aquella severa tunda.
Pero Victoria que había descubierto las azotainas en el último año, no estaba por la labor de parar aquel espectáculo. Silvia, su nueva amante la azotaba a menudo con la mano y con una vara, ambas mujeres disfrutaban con los azotes, una dando y la otra recibiendo, y esa tarde estaban disfrutando de un espectáculo que no querían que acabara, ellas no veían la crueldad para con el chaval, sólo disfrutaban y ambas tenían mojadas las bragas.
- Sigue Chana, no quiero que se le olvide a este golfo lo que ha hecho.
A la pobre mujer se le cayó el alma a los pies, pero el ama era el ama, así que volvió a apretar la zapatilla en su mano, los ojos se le llenaron de lágrimas, y le dijo a su hijo.
-Levanta!!!
Su hijo se levantó sin dejar de llorar, y se abrazó a su madre, ésta se lo acomodó contra su cuerpo y siguió con el castigo.
Los zapatillazos ahora caían más espaciados, pero igualmente duros, no podía permitirse el lujo la Chana de que el ama sospechara que no estaba siendo suficientemente dura en la paliza.
Paco aullaba no sólo porque le dolían horrores aquellos azotazos, sino para provocar la lástima de la señorita como era conocida el ama antes de que muriera su madre.
Tras varios movimientos en aquella danza macabra, el chaval se pegaba cada vez más a su madre, como implorándole clemencia, así que aprovechando la algarabía y el ruido, la madre le dijo a su hijo.
-Grita, chilla, chilla. Se lo decía pegado al oído para que nadie la oyera. Así pues los gritos se hicieron aterradores.
Más de una vecina estuvo más de una vez tentada de hacer algún comentario para parar aquella somanta, pero temieron que fuera contraproducente, y se limitaron a decir sólo entre dientes, ay que paliza Dios mío, madre mía que tunda le está dando…
-Basta.
La pobre Chana paró de inmediato la paliza, soltó a su hijo que cayó como un trapo al suelo, y se apresuró a decirle al ama.
-Muchas gracias Señora, y no se preocupe Usted que me ya me encargo yo de que éste no apedree a ningún perro más en su vida, y mucho menos si es de usted.
La pobre mujer después de bufar a su hijo a zapatillazo limpio aún tuvo que darle las gracias al ama, se la llevaban los demonios, pero ella era pobre, y su ama era rica, le hervía la sangre, pero se tuvo que tragar su orgullo, y esperar que su ama concluyera definitivamente aquel ominoso castigo, así era la vida, su triste y mísera vida.
Horas más tarde, mientras la Chana le estaba poniendo paños de agua fría a su hijo por todo el cuerpo, a unos pocos kilómetros de allí, en la alcoba del cortijo Silvia le decía a su amante mientras que se cepillaba el pelo sentada en un coqueto tocador
-Esta tarde has sido mala Victoria.
-¿Porque dice eso mi Ama?
A Victoria le gustaba llamar a su amiga Ama en secreto, lógicamente cuando estaban en la intimidad. Le producía un hormigueo en su bajo vientre que era muy placentero, era curioso que allí donde todo el mundo la llamaba a ella ama, ella se postraba ante su amiga, pero como dijimos antes, Victoria descubrió que lo que realmente le gustaba era recibir azotes, le gustaba que otra mujer la sometiera y la sojuzgara, y cada vez que la dominaban sentía un placer que nunca jamás había experimentado en sus largos años con hombres y llevando ella la voz cantante.
-Has sido mala, porque has obligado a esa pobre mujer a que le pegara un palizón a su hijo, que casi no lo cuenta.
-Lo hecho por usted mi Ama, yo sé que a usted le gusta ver las azotainas.
-¿Sabes lo que realmente me ha gustado?
-Sorpréndame mi Ama
-Me ha gustado la Chana, no creo haber visto una mujer más guapa en mi vida.
-Es verdad que es muy guapa mi Ama, pero le recuerdo que yo soy su ama, y puedo ponerla a su servicio. ¿Le gustaría?
-¿Y se puede saber desde cuando eres tan perversa?.- Dijo Silvia sonriendo.
-Desde que aprendo de mi Ama.
-¿Ah sí?¿ Ahora le echas la culpa a tu Ama? Ven aquí anda, que te voy a enseñar yo a ti.
Entonces Victoria se bajó de la cama donde estaba tumbada bocabajo con la cara apoyada sobre las manos, y se dispuso a ir al tocador donde seguía cepillándose el pelo su amante y su Ama.
-Ven a cuatro patas, como la perrita que eres.
-Sí mi Ama, dijo Victoria que se puso a cuatro patas y se dirigió hacia a su amiga moviendo exageradamente el culo de un lado a otro, mientras ponía cara de vicio mojándose los labios con la lengua.
Silvia giró su silla y se quedó con sus piernas abiertas delante de la cara de su sumisa y le dijo.
-Dime una cosa putita, ¿Te he pegado alguna vez con la zapatilla?
Victoria sintió un pinchazo de placer en su coño cuando oyó a su Ama primero llamarla putita (siempre le llamaba perrita), y después saber que le iba a pegar y encima con la zapatilla, nunca le había atraído ese implemento, pero después de lo de esa tarde, algo hizo clic en su mente.
-No mi Ama, nunca. Dijo jadeando como una auténtica perrita.
Entonces Silvia que seguía sentada, levantó su pierna derecha mostrando su zapatilla a centímetros de la cara de su sumisa y le dijo.
-Dámela.
Victoria prácticamente temblando tomó la zapatilla de su Ama, era una zapatilla rojo sangre, como acolchada, abierta por detrás y una suela de goma amarilla que pronto sentiría en sus propias carnes, a punto estuvo de olerla y besarla, pero se contuvo y se la ofreció a Silvia que se limitó a tocarse levemente con la punta de la zapatilla en su regazo para indicarle donde la quería.
¿Sabes una cosa putita? He disfrutado como una posesa con el espectáculo de esta tarde, y me he dicho, tengo que probar la zapatilla en el culo de mi putita, es tan… maternal, así que me temo que de ahora en adelante tendrás zapatilla un día sí y otro también…¿Crees que te gustará?
-Creo que si mi Ama, creo que sí, y mucho.
-Vamos a verlo viciosa.
Y aquella amplísima alcoba se llenó del inconfundible ruido de la zapatilla contra la carne trémula, los chasquidos se mezclaban con los grititos, quejidos y gemidos por ese orden.
Fueron muchos minutos donde se alternaron dolor y placer, nadie sabría decir cuál de las dos amantes estaba disfrutando más, pero lo que no sabía aquella sensual pareja, es que no eran las únicas que estaban gozando de aquel espectáculo.
Al otro lado de una de las paredes de aquella alcoba, y pegada a una mirilla secreta estaba Gertrudis, la adusta y severa ama de llaves que no perdía detalle de lo que ocurría al otro lado de la pared.
-Ya le va a zumbar otra vez, pero esta noche va a ser con la zapatilla.
-¿Con la zapatilla?
-Sí, tiene que ser por lo que han visto esta tarde en La Charca, les ha debido gustar, menudas hijas de puta.
-Diga usted que sí doña Gertrudis.
La joven sirvienta estaba arrodillada de espaldas a la pared comiéndose el coño del ama de llaves, que seguía pegada a la pared sin perder detalle de lo que ocurría en la alcoba de las señoras, y guiando la cabeza de su subordinada por encima de su falda, mientras la aplastaba contra la pared.
-Déjate de plática y sigue a lo tuyo sino quieres cobrar esta noche, que tu ya conoces mi zapatilla.
Y la pobre sirvienta que temía y deseaba con la misma intensidad la zapatilla del ama de llaves no supo muy bien que hacer…