Extraños... el placer de ser dominada

Un extraño se coló en mi cita, tiene un arma y me da miedo su calma. Parece tenerlo todo controlado y yo atada..

Me encontraba ante una puerta que no conocía. Había pasado la última hora y media arreglándome. Recuerdo como me veía a mi misma antes de salir de casa. Melena castaña, 1,72, ojos color miel, unos labios carnosos que dan paso a una sonrisa sincera. Además me había puesto muy guapa aquella tarde: Chaqueta blanca a juego con una falda del mismo color…estaba hecha una ejecutiva y me sentía muy sexy a mis 40 años. Cogí mi maleta medio vacía y me encaminé hacía mi cita no sin antes perfumarme. Ante la puerta de aquel apartamento del centro de Barcelona hice la llamada.

Un tono…dos tonos…-¿Sí? contestó una voz juvenil con cierta rapidez

-Soy Maica, estoy aquí, ante la puerta. Dije nerviosa

-¿Estás segura de seguir y de cómo parar?

-Recuerdo la palabra y la señal por si no puedo decirla pero estoy muy nerviosa.

-Tengo que reconocer que yo también lo estoy, hacemos una cosa, pasa, lo intentamos y si no sale bien lo dejamos y al menos nos habremos conocido, la puerta está abierta, yo estoy de camino. No tienes por qué tener miedo. Te espero pues. Y colgó el teléfono.

Me temblaban las piernas, cogí mi maleta y empujé la puerta. Un recibidor con un gran espejo fue lo primero que encontré. Encendí la luz y di un vistazo a la sala de estar, estaba muy inquieta y las piernas me temblaban. Volví al recibidor dónde había soltado la maleta, cerré la puerta y me dirigí a la habitación. Ahí solté la maleta y me senté. Recuerdo la sequedad de me boca, me levanté temblorosa y me dirigí a la cocina, allí llené un vaso con agua del grifo.

El apartamento estaba muy bien, recuerdo que pensé que seguro no era la primera vez que socra alquilaba ese sitio. Bebí y al posar el vaso sobre la encimera se apoderó de mí una fuerza ajena a mí que me rodeaba con un brazo el cuello. Intenté tomar distancia, dar un paso adelante y separarme pero me asió con fuerza hacia sí acercándome a su pecho, encerrándome entre sus brazos. Sentí su pecho en mi espalda y una tela lanosa en mi oreja..

-Shhhhhhhhh!!! Si haces todo lo que te digo no va a pasarte nada, si no lo haces

Entonces poco a poco fue subiendo su otra mano que hasta el momento permanecía fuera de escena. Portaba algo en ella. Todavía me estremezco al recordar las proporciones de ese cuchillo. Lo acercó a mi cara, recuerdo mi estupor, mi corazón encogido y esa sensación de opresión en el pecho mientras giraba la hoja del machete junto a mi mejilla.

-Vamos!! Y me empujó levemente para mostrarme el camino a andar. Nos dirigíamos a la habitación. En el marco de la puerta me empujó haciéndome caer sobre la cama. En ese momento pude darme la vuelta y verle, un tipo delgado de unos 1,85 m, enfundado en unos vaqueros y una camiseta vede de manga corta y enmascarado con un pasamontañas de lana que solo dejaban ver unas gafas cubriendo unos ojos llenos de ira y unos labios apretados que se asomaban por el hueco que le permitía dicha prenda.

-Más vale que colabores si no quieres que te pase nada, piensa que esto puede no acabar aquí Maica. Me dijo mientras blandía el cuchillo apuntando a mi cara.

Me estremecí al escuchar mi nombre. Hice un gesto afirmativo, habría hecho cualquier cosa para que esa situación no degenerara en violencia. Entonces me dijo que me tumbara. Cogió mi muñeca y la llevó al extremo de la cama, por encima de mi cabeza. Soltó el cuchillo sobre la mesita de noche, fuera de mi alcance y sacó de debajo de la cama unas cuerdas con las que ató mi muñeca al somier. Una vez hecho esto se levantó y cogió el cuchillo. Hizo lo mismo con mi otra muñeca, estaba ya completamente inmovilizada. No contento con eso ató también mis tobillos de manera que mi cuerpo dibujaba un X sobre aquella cama de matrimonio.

-Ahora te vas a portar bien, si no quieres que cierre tu boquita, escúchame bien y presta atención por que a partir de ahora harás lo que yo te diga y solo lo que te diga. Podemos hacer esto de dos maneras, la primera no te va a gustar nada y la segunda puede que solo no te guste. Me explico, si me haces perder los nervios lo haremos de una manera violenta, te golpearé y ya no dejaré de hacerlo hasta que acabe. Si te portas bien, no chillas y te resignas a lo que va a suceder de una manera u otra…podrás salir por la puerta por la que entraste. Así de simple. Qué dices?

Me asombró su frialdad, la manera tranquila de expresarse, su calma…si darme cuenta estaba en medio de un silencio al que yo debía responder. Me dio muchísimo miedo su calma y pensé que era perfectamente capaz de someterme por la fuerza e incluso de matarme. Temí por mi vida, ya no sabía dónde estaba ni que me había llevado hasta allí…en ese momento le dije débilmente: -Sí.

No hizo falta más para que empezara a buscar cosas debajo de la cama, al parecer ahí escondía una bolsa de viaje de donde saco un rollo de cinta americana. Cortó un pedazo y se encaminaba hacia mis labios.

-Por favor no lo hagas, no , por favor no noo nooommm. Selló mis labios sin importarle lo que éstos decían.

-Esto no es para evitar que chilles, es para que no me molestes con tus palabras o sollozos. Si chillas ya sabes lo que hay y para eso no hay vuelta atrás.

Solamente podía escucharlo con estupor, mis ojos se abrían como platos y perseguían cada uno de sus movimientos como si así pudiera de alguna manera tener algún atisbo de control. Nuevamente de la maleta sacó algunas cosas. Se enfundó unos guantes de látex blancos. Se acercó a mí y alargó su mano con la que me acarició la mejilla. Su caricia se alargó hasta mi mentón. Descendió suavemente con su mano sobre mi piel, bajando por mi cuello hasta llegar a mi blusa. Abrió lentamente el escote hasta encontrarse con la resistencia de un botón. Apoyó su rodilla en la cama y con su otra mano cogió mi blusa para tirar de los extremos de las solapas lentamente, haciendo así que el botón no pudiera más y cediera rompiéndose el hilo que lo sujetaba. Esto dejó ver mi sujetador y recuerdo que miré hacia mis pechos y hacia su mirada después. Estaba hipnotizado en sus actos. Siguió tirando de mi camisa, abriéndola y arrancando mis botones hasta que ya no quedó ninguno.

Mis pechos se adivinaban ahora sin la protección de mi ropa. En aquel momento pensé en el daño que podía provocar aquel hombre, estaba paralizada. Entonces vi que tenía algo en sus manos, algo metálico y pequeño. Cuando acercó la mano que portaba aquello pude ver que se trataba de unas pequeñas tijeras. Lentamente posó su punta sobre mi ombligo y en una fría y delicada caricia comenzó su ascenso recorriendo mi vientre hasta llegar a mi pecho. Al encontrar la tela del sujetador paró su movimiento ascendente abrió sus hojas y aprisionó cortando mi prenda. Entonces con las tijeras cerradas de nuevo introdujo la punta de éstas por debajo de la tela que cubría mi seno izquierdo y utilizándolas como extensión de su mano retiró los restos de mi sostén. Repitió la operación con la tela que cubría mi pecho derecho si cabe con mayor delicadeza. Ahora estaba expuesta íntimamente ante un extraño del que me sorprendía su falta de apremio. No tenía ninguna prisa.

Recorrió, con la punta del frío metal, caminos en mis pechos. Las dejó a un lado de la cama. Lentamente acercaba sus manos a mis pechos y los tomó con suavidad como si cogiera dos copas de vino, acarició e pliegue de mis senos con la yema de sus dedos plastificados. Cubrió ,con sus manos, mis pechos para luego abrir sus dedos y colocar entre ellos mis pezones. Los pellizcó levemente al ser aprisionados y volvió a masajearlos pero ahora acercando su cabeza enmascarada por el pasamontañas a mi pecho. Abrió sus labios cerca de la aureola ya hinchada y exhalo muy cerca de ésta un suspiro cuya humedad me llegó al alma haciendo que se me encogiera el corazón y deseara notar su beso. Mi pezón crecido por los estímulos salió a su encuentro y mi captor lo rodeó con sus labios tiernos y húmedos. Me besó en el pezón como se besa al amante al que llevas tiempo sin ver, noté en su beso un ardiente deseo y en la dulzura de sus actos un profundo respeto.

Se separó de mí, tomó distancia abandonando su postura y con la misma tijera empezó a recortar la tela de mi falda justo entre mis piernas a la altura de las rodillas. Sus cortes eran precisos y continuos en sus ascender. En poco tiempo quedó expuesta la parte alta de mis medias y mis braguitas. El hipnotismo al que me veía sometida hizo que esperara cada uno de sus movimientos. Colando una hoja de las tijeras entre mi vientre y la tela cortó el último pedazo a la vez que posaba su mano izquierda en la cara interior de mi muslo derecho. La acompañó enseguida su otra mano en mi otro muslo y acarició mis piernas por encima de mis medias hasta llegar más cerca de mí, más arriba de éstas. Sus manos enguantadas estaban sobre mis ingles que recibían sus caricias. Pasó su mano sobre mi sexo pellizcando en el fin de su caricia la tela de mis medias para luego tirar de éstas con un seco movimiento que hizo que rompieran.

Mi cuerpo esperaba ya sus caricias, no podía no hacerlo. No sé si era porque quería que todo pasara cuanto antes pero …esperaba que lo hiciera, que me tocara ya mi sexo.

Colando nuevamente el frío metal que ya conocía cortó la tela de mis bragas a la altura de mi cintura, a ambos lados, para luego con toda la tranquilidad del mundo levantar la tela que cubría mi sexo como el que abre un regalo del cielo.

Mi respiración era más rápida y notaba los latidos de mi corazón. Allí estaba yo, atada y con la ropa troceada exponiendo mi cuerpo…mi sexo a ese extraño que me trataba como a un tesoro.

Se inclinó sobre mi entrepierna y nuevamente de la manera más tierna posible posó su frente en mi pubis girando después la cabeza para tocarlo con sus mejillas, su nariz, todo su rostro cual gato en celo. Sentía ahora su respiración en la zona más sensible de mi cuerpo y notaba como me humedecía.

Olió mi sexo y empezó a besarlo como si fuera a mí a quien besaba, muy despacio, aprisionando mis labios mayores entre los suyos y haciendo que éstos se escurrieran entre sus labios por la húmeda presión de sus besos. Se separaba un par de centímetros y retomaba sus besos mientras yo me estremecía de placer. Humedecía con su saliva y su lengua mi mojada rajita que anhelaba más y más pasadas de esa dulce lengua que me acercaba a los rítmicos movimientos, a más lametones y besos, a mover mis caderas acompañando sus movimientos, a espasmos que hacían apretar mis músculos con la intención de controlar lo que no puede y así fue más intenso el clímax al que me llevó mi amante impuesto.

Se incorporó y me observó, mi mirada era de deseo, de satisfacción la suya y de placer en el placer ajeno. Nuestras miradas peleaban, la mía escondida tras un orgasmo extremadamente placentero la suya tras unas gafas y un pasamontañas negro. Después de unos minutos así, decidí echar la cabeza hacia atrás y descansar.

Desperté con un ruido, no sé el tiempo que había pasado pero me había quedado dormida. Ese hombre entraba por la puerta de la habitación con un trozo de tela, lo puso sobre mis ojos, me los vendó. Escuché ruidos, se estaba desnudando. Cortó la tela que ataba mi muñeca y mi pierna derecha y me indicó que me pusiera de costado. Lo noté tumbarse a mi lado, pegó su pecho a mi espalda y empezó otra vez, de manera muy suave a besar mi cuello. Cuando noté que su boca se hacía dueña del lóbulo de mi oreja su mano lo hizo también de mi pecho, lo oprimía y masajeaba. Despertaba en mí otra vez el sexo, mis pechos se endurecían al igual que mi entrepierna. Colocó su brazo derecho bajo mi cabeza haciéndome de almohada, lo movió de tal manera que mi rostro se encaró al suyo.

En la oscuridad de mi venda notaba sus caricias en mis pechos, sus besos en mi cuello, su aliento en mi oreja, en mi piel…entonces soltando mi pecho cogió mi mano y la guió hacia atrás de mí, hacia su sexo. Intuyendo sus intenciones la abrí para recibirlo, ansiaba tocarlo y tenerlo. En mi palpar a oscuras di con su vientre, su pierna y algo duro…era su sexo. Enhiesto y duro, lo rodeé con mis dedos, palpitaba en su frenesí por mi encuentro. No era un pene muy grande pero si algo grueso. Bajé con mi mano hasta sus testículos y de nuevo a su miembro que recorrí con detalle hasta la punta de éste. Sentí cierto alivio al percibir el capuchón del preservativo y su lubricado tacto. Él mientras tanto masajeaba mi sexo ya húmedo. Se acercó algo más y su miembro rozaba mis nalgas. Se acercó más y colocó su pene entre mis piernas rozando mi bello y mis labios mayores resbalando por mi sexo. Se movía hacia delante y hacia atrás estimulando la entrada de mi sexo. Movió el brazo que soportaba mi cabeza y con la mano retiró la cinta de mis labios, agradecí el gesto dejando escapar ruidosas exhalaciones. Guié con mi mano su pene entre mis piernas y en el momento que sus labios se posaron sobre los míos en un beso cargado de sexo su miembro entraba en mi lubricada cueva sin dificultad alguna llenándome por dentro. La suavidad de sus movimientos en sus primeras penetraciones era perfectamente imitada por sus dedos haciendo círculos en mi clítoris. Me besaba, me acariciaba el sexo y me penetraba hasta hacerme partícipe de sus embestidas, buscándolas con mi trasero, mientras se acumulaba más y más la tensión en mi sexo. Buscando también sus besos me sobrevino el primer espasmo de la oleada de ellos que me hizo gemir al explotar con su miembro dentro viéndose mi orgasmo alargado por las últimas acometidas de él dentro de mí en su intensa eyaculación.

Suavemente retiró su pene de mi interior, noté el vacío que hasta hace poco él llenaba. Estaba relajada, tranquila y mi captor ya no me intimidaba…en la oscuridad de mi venda relajé mis músculos y caí en un sueño reparador. Desperté al cabo de mucho, recordé haber dado varias vueltas como si estuviera en mi cama de toda la vida y al hacerlo recordé las vendas de mi pie y de mi mano que en ese momento ya no estaban. Era ya por la mañana. Recordé la noche anterior, el cunilingus y la sesión de sexo atada.

Le recordé a él, al extraño, ¡¡ya era el día siguiente y podría conocerlo!!, a aquel que me brindó esos orgasmos anoche y con el que había quedado para simular mi fantasía de ser dominada a la que como única condición me puso conocernos por la mañana. Me giré despacio, le estaba dando la espalda. Sonreí al conocer a mi amante, dormía, era alto pelo corto y joven, tendría unos 22 o 23 años, delgado y algo resultón. Entonces abrió los ojos.

-Buenos días Maica, encantado de conocerte

-Buenos días Socra, lo mismo digo. Entonces le besé en los labios...

Por favor decidme que os ha parecido el relato. Espero vuestras críticas a ésta fantasía mía. Podéis escribirme a socrales82@hotmail.com

Os espero un besazo

Socra