Extraña subasta benéfica

Entre los lujos de Oriente, un 'benefactor' realiza una extraña forma de subasta benefica para recaudar fondos

Extraña subasta benéfica

El lujoso Mercedes se apartó de la carretera y se dirigió por un camino privado hasta la residencia de Jamel Bey.

El coche pasó por delante de un campo de golf privado, después, por delante de una hilera de establos y, un poco más lejos, por delante de una piscina de dimensiones olímpicas.

  • “Este turco vive como un príncipe”, comentó Sir Williams.

  • “Los lujos de Oriente… Y aún no lo habeis visto todo”, respondió Lord Smith.

Cuando el chofer paró su vehículo delante de las escalinatas de la terraza, un portero perfectamente ataviado se precipitó a abrir la puerta del coche y despúes los condujo hasta la majestuosa entrada de marmol.

Alli, un criado ataviado con las ropas de los guardias del Haren, les cogió los abrigos y los sombreros antes de llevarles por una gran sala con columnas de marmal verde, hasta otra sala, todavía más grande en donde una enorme puerta, ricamente decorada, daba paso a una tercera sala en donde ya se encontraban de parejas de diferentes nacionalidades… Jamel Bey daba una fiesta y había invitado a todos sus amigos diplomáticos residentes en Constantinopla.

La gente se encontraba sentados o tumbados sobre una enorme cantidad de almohadones de seda y de terciopelo que recubrían el suelo del gran salón dispuestos en forma de semicírculo delante de una especie de estrado de una altura aproximada de unos cincuenta centímetros y recubierto de un suntuoso tapiz de lana.

Todos los hombres vestían de etiqueta y las mujeres, todas jóvenes y bellas, vestían elegantes vestidos largos y lucían sus mejores joyas.

Uns criados vestidos a la turca circulaban por en medio de los asistentes con bandejas de refrescos y de dulces orientales… En un rincón de la sala la orquesta, compuesta por músicos turcos tocaba música oriental.

Jamel Bey era un hombre de fuerte corpulencia, con cabellos plateados, que se precipitó hacia los dos recién llegados tendiendoles las manos.

  • “Estoy encantado de que por fín hayais podido venir, Lord Smith”, exclamó con una amplia sonrisa.

  • “Muchas gracias por invitarnos”, respondió.

  • “Estabamos esperando a que vos y Sir Williams llegáseis… Es la primera vez que asistís a una de nuestras pequeñas fiestas y espero que os divertáis.

“Ahora, puesto que ya estáis aquí, ya podemos comenzar… Escusarme porque debo ir a dar mis últimas ordenes… Instalaros cómodamente… No voy a presentaros puesto que conoceis a todos los presentes y al fin y al cabo en mis pequeñas fiestas dejamos a un lado el ceremonial.

Con una señal, Jamel Bey llamó la atención de uno de los criados que acompaño a los dos diplomáticos a instalarse cerca del estrado en medio de un grupo que les acogió con exclamaciones de alegría, al mismo tiempo que otro servidor turco les presentaba y ofrecía una bandeja con  copas de champañ.

En otro instante Jamel Bey subió al estrado y golpeó sus manos para reclamar la atención de sus invitados y rogarles que guardaran silencio.

Siguiendo las ordenes recibidas, los criados y los músicos abandonaron la sala y las pesadas puertas, bellamente decoradas, se cerraron.

  • “Queridos amigos, la pequeña fiesta a la que he tenido el gusto de invitaros esta noche va a comenzar por una tombola de la cual ya todos conocéis las reglas.”

La sala estalló en aplausos y en discretas sonrisas… Después se hizo de nuevo el silencio mientras un cortinaje se levantaba y dejaba ver una pequeña puerta por la que salió un criado vestido de mameluco tirando detrás suyo por una cuerda un hermoso asno cuidadosamente lavado y peinado.

A la vista del animal un murmullo de excitación recorrió el auditorio, murmullo acompañado de risas nerviosas y comentarios en voz baja de los invitados.

Una joven, con una larga cabellera oscura, salió detrás del asno y se colocó a su lado, evitando deliberadamente mirar a los asistentes y permaneciendo de pie con los ojos bajos, hasta que Jamel Bey dio una nueva palmada con sus manos.

Todos los presentes cesaron en sus murmullos esperando los acontecimientos que se desarrollarían a continuación.

La joven empezó entonces a quitarse las piezas de su vestido de pequeña sultana… Era una joven hermosa, algo bajita pero bien formada.

Todos tenían fijos sus ojos sobre ella, que lentamente, con estudiados movimientos se desnudaba… Cuando estuvo totalmente desnuda levantó los ojos, por primera vez, y con una sonrisa, paseó su mirada sobre los expectadores.

La joven era hermosa… Tenía un rostro atractivo, una boca de labios sensuales, pequeños pechos levantados y un encantador culo redondo… Su coño estaba cubierto por un suave vello recortado.

Giró lentamente dos veces sobre si misma a fin de mostrarse de cara y de culo a todos los invitados, excitados a la vista de su pequeño cuerpo de deliciosas e insinuantes curvas.

Jamel Bey, sonriendo avanzo hacia ella y con su mano derecha le pegó una palmada a sus nalgas… Con su mano izquierda acarició las orejas del asno… Después girándose hacia sus invitados, tosió deliberadamente para esclarecer su voz y dijo:

  • “Como todos sabéis, os he invitasdo a esta fiesta, que es una fiesta de caridad cuyos fondos que vamos a recoger gracias a las donaciones de esta tómbola, van a ir a parar en su totalidad, a una obra de caridad para niños desvalidos.

Los invitados estallaron en aplausos, pero con un pequeño gesto de su mano, Jamel Bey continuó su pequeña explicación:

  • “Me parece que es el momento de comenzar… Ya sabéis todos que el que ofrezca la postura más alta será el que tendrá el poder de designar entre nuestras encantadoras invitadas, aquella que tendrá el honor de ser entragada a nuestro querido asno, aquí presente … Su decisión será inapelable ya que al venir aquí habéis aceptado las reglas del juego.”

La asistencia se desbordó en gritos, risas y aplausos.

  • “Además, se llevará el único premio de nuestra tómbola, es decir, el derecho de pasar la noche con Aziadee, aquí presente”, dijo señalando a la joven que esperaba desnuda y obediente como una esclava de los deseos de sus dueños, dijo.

Esta vez los aplausos fueron más largos por lo que Jamel Bey debió esperar pacientemente a que el silencio volviera a la inmensa sala, para añadir:

  • “Las apuestas están abiertas y vamos a comenzar por mil dolares.”

Durante un cuarto de hora se desarrolló la más sorprendente de las pujas que uno pueda imaginarse… La cifra de partida fue doblada, triplicada, cuadruplicada, pues siempre se encontraba una nueva voz que sobrerpasaba la última oferta.

Finalmente fue un hombre de rostro delgado, adornado con un fino bigote y ojos marrones, con el busto erguido, que por su aspecto recordaba a un antiguo oficial de las Indias… Era un ‘Khan’ pakistaní que representaba a su país en la embajada de Constantinopla.

  • “¡Ah!... Es nuestro querido amigo el general Joemuri, quien se lleva el premio”, exclamó Jamel Bey.

Una gran catidad de aplausos, cumplidos y risas se dirigió al ganador, que en respuesta, se inclinó con una sonrisa.

Lord Smith se inclinó también hacia su amigo Sir Williams y le dijo a media voz:

  • “Ya se a quien va a designar este viejo general.”

  • “¿A quien?”, respondió sorprendido Sir Williams.

  • “Estoy seguro, querido amigo, de que designará a Allyson Grainger… ¿Y sabes por qué estoy tan seguro de ello?... Porque se de buena fuente que la bella Allyson no respondió a sus galanteos y para el viejo general Joemuri esta fue una de sus peores humillaciones.”

  • “¿Y cómo sabéis todo eso?”

  • “Por una indiscreción de la doncella de Allyson, que tiene cierta debilidad por John, mi ordenanza, que me ha puesto al corriente del asunto… Ya verás como Joemuri va a designarla a ella… Esta será una maravillosa manera de vengarse de ella… Esperemos a ver.”

Sobre el estrado, Jamel Bey tomó de nuevo la palabra después de reclamar de nuevo silencio.

  • “El feliz ganador tiene el derecho de elegir a la feliz escogida.”

El general Joemuri se levantó y paseó su fria mirada sobre los rostros femeninos alzados hacia él… Todos expresaban el terror y la aprensión… El silencio era total.

Varias veces su mirada se paró en una de las chicas pero después de una sonrisa y una ligera inclinación de cabeza, reemprendía el camino buscando otra chica… De pronto su voz sonó en la cámara y dijo:

-  “He escogido a Lady Allyson Grainger.”

Los asistentes estallaron en comentarios y risas, mientras todas sus cabezas se giraron hacia donde estaba aquella a la que acababan de nombrar.

La voz de Jamel Bey dominó los murmullos de los invitados.

  • “Lady Allyson, queréis levantaros para que todo el mundo pueda aplaudir a la feliz elegida.”

Una guapa joven, de unos veintiseis años, se levantó… Su elegancia hacía recordar a una modelo de pasarela.

La sala estalló en aplausos, mientras lady Allyson se sonrojaba confusa y luego se sentó.

  • “No, no, lady  Allyson… No habéis comprendido… Habéis sido elegida… Vos sois la que esta noche seréis la reina de la fiesta… Debéis venir hasta aquí… Hay alguien que os espera con impaciencia.”

Lady Allyson se levantó lentamente y con cierto temor casi imperceptible se acercó al estrado.

Los invitados aplaudieron de nuevo mientras ella atravesaba la sala… Cuando empezó a subir los escalones del estrado, Jamel Bey chasqueó los dedos y dos sirvientes aparecieron con una especie de banqueta de madera que dejaron en el estrado… Después uno de ellos fue a buscar un montón de almohadones que  depositó sobre la banqueta de madera.

Lady Allyson estaba bastante nerviosa, mientras Jamel Bey le preguntaba:

  • “¿Queréis decir algunas palabras a nuestros amigos antes de desnudaros?”

La joven miró al público que la observaba y luego dirigió su mirada a Jamel Bey que esperaba sonriendo… Denego con la cabeza mientras su bello rostro estaba pálido de miedo.

  • “Muy bien… Entonces, querida, ¿quereis empezar a desnudaros?, por favor!”, le dijo Jamel Bey con mucha calma.

Con una mano que temblaba ligeramente Lady Allyson empezó a desabrocharse el vestido.

  • ¿Puedo ayudaros?, preguntó galantemente Jamel Bey.

Lady Allyson aceptó silenciosamente con un signo afirmativo de su cabeza y el turco con una sonrisa dirigida a sus invitados, se colocó detrás suyo y le ayudó a quitarse su vestido de noche que tendió a la jovencita desnuda, que a su vez se la dio al asistente masculino vestido de mameluco.

Todo acontecía con gestos lentos y mesurados, como si de un ritual religioso se tratara y esto todavía acentuaba más el carácter erotico del acto.

Jamel Bey ayudo a la bella inglesa a desabrochar su sujetador,  dejando al descubierto pechos grandes con pezones rosados… Después fue el portaligas, las medias y la pequeña tanga blanca, que dejó a la vista de todos, un pubis ligeramente abombado guarnecido por una espesa pelambrera.

Jamel Bey se inclinó entonces sobre ella y con voz tranquila, de la misma manera que si le ofreciera una taza de té, le dijo:

  • ¿Queréis tener la amabilidad de acostaros sobre la banqueta, Lady Allyson?

Sus piernas temblaban, pero asintió con la cabeza.

  • “Sois muy amable Lady Allyson.”

El ambiente se caldeaba por momentos y todos los ojos estaban puestos sobre la desnuda inglesa… Sir Williams se inclinó hacia Lord Montimer y le susurro:

  • “No es posible que consienta voluntariamente… Han debido de drogarla.”

  • “No me extrañaría nada… Ya sabéis como son estos turcos”, contestó Lord Smith.

  • “Sea lo que sea, el espectáculo vale la pena… Y de todas formas, ha venido sabiendo los riesgos que corría.”

La inglesa se acostó de espaldas, pero Jamel Bey se interpuso dulcemente diciendo:

  • No, no, Lady Grainger, acostaros boca abajo, por favor… Nuestro asno tiene gustos muy especiales… Es turco, ya sabéis.”

Las palabras del turco desencadenaron una ola de risas entre los asistentes, mientras que la chica, roja como un tomate, se colocaba cómo le indicaba, es decir, acostada boca abajo sobre la banqueta, mientras Jamel Bey se afanaba en colocar cuidadosamente los acolchados almohadones.

  • “Muy bien, Lady Allyson, quedaros así… Os lo ruego… No os contraigáis… Dejaros hacer y abrir cuanto podáis las piernas… No tengáis miedo… Todo saldrá perfecto.”

Al mismo tiempo que le daba a la chica palabras de consuelo, Jamel Bey chasqueó los dedos en dirección a la jovencita desnuda, que esperaba quieta como una estatua.

Recibida esta señal, la jovencita se inclinó por debajo del asno y cogiendo con una de sus finas manos, los testiculos del animal, con la otra empezó acariciar su vientre.

Rápidamente el pene del asno se puso en erección, alcanzando a los pocos segundos una dimensión considerable y oscilando pesadamente bajo su vientre.

Cómo la jovencita se encontraba casi debajo de la barriga del asno, la gruesa polla le golpeaba el rostro continuamente con gran placer de los invitados que asistían asombrados al enorme desarrollo de la polla del asno, que seguía creciendo entre las manos de la jovencita, que seguía masturbándolo.

Los invitados miraban el hacer de la pequeña turca, con los rostros llenos de lujuria.

Cuando ella comprendió que la polla del animal había conseguido su máximo desarrollo, cogió un bote que había cerca de la banqueta y hundiendo sus manos en él, las sacó cubiertas de un espeso y perfumado ungüento con el que se puso a untar la enorme polla del animal.

Habituado a tener tales tratamientos, el asno se dejaba hacer… Sólo la agitación nerviosa de sus orejas traicionaba su estado de excitación.

Una vez que la jovencita hubo engrasado copiosameente la gran polla del asno, lo condujo hasta colocarlo por encima del cuerpo de Lady Atelsthon y a colocar las patas delanteras a cada lado de la banqueta.

Cuando el asno se encontró colocado como convenía, la pequeña  turca miró interrogativamente a Jamel Bey, que se había sentado entre los invitados, esperando una señal de éste.

Jamel Bey asintió con la cabeza y entonces la jovencita tomó con  sus finas manos el enorme pene del animal y dirigió la punta del falo hacia las separadas nalgas de la hermosa inglesa.

Todos los presentes pudieron ver crisparse el cuerpo de Lady Allyson por la angustiosa espera de su tortura… Sus manos se aferraban desesperadamente a las patas de la banqueta y sus ojos parecían que se le saltaban por el terror al sentir la enorme polla del animal chocar contra su ano.

En la gran sala,la tensión se hacía tangible… Todo  el mundo contenía la respiración… El Coronel Joemuri había medio cerrado los ojos y una mueca sádica deformaba su rostro.

La pequeña turca desnuda se inclinó sobre la inglesa y le murmuró algo al oído… Después, levantándose le habló en turco al animal y fue a colocarse detrás de él… Puso sus dos manos sobre la grupa del  animal y lanzando un grito, empujó con todas sus fuerzas.

El asno emitió un rebuzno y apoyándose sobe sus cuartos traseros dio un gran empujón hacia delante.

Lady Cintha dio un fuerte grito desesperado.

Los invitados de la sala estallaron en gritos, risas histéricas y aplausos de entusiasmo.

Mientras, Lady Allyson lloraba y gritaba desesperadamente… Sus piernas se agitaban en el aire golpeando contra la banqueta y las patas traseras del animal, mientras éste daba continuos golpes de riñones intentando un poco más en el culo de la desgraciada Allyson.

Los esfuerzos del asno lograron poco a poco sus frutos y al cabo de unos minutos de intenso forcejeo, el enorme pene había desaparecido más de tres cuartos en el distendido ano.

Lady Allyson intentaba, agarrada a las patas delanteras del animal, que tiraba freneticamente hacia ella, resbalar por la banqueta y escaparse del monnstruoso pene que la perforaba el ano… Pero, desgraciadamente para ella el asno la mantenía quieta, aplastándola con el peso de su barriga y la gran penetración de su pollón.

El  asno la había, totalmente, empalado y no podía, en absoluto, librarse de la penetración, incluso ésta, poco a poco, se acentuaba cada vez más, ya que el animal continuaba intentando avanzar todavía un poco más.

La jovencita turca se inclinó entonces  sobre Lady Allyson y le separó sus hermosas nalgas blancas, a fin de poder observar hasta donde había llegado la  horrible penetración.

Todavía quedaban, al menos, de doce a quince centímetros que sobresalían de su deformado ano… Entonces, la joven turca se colocó, de nuevo, detrás del animal y volvió a empujar cuanto pudo sobre la grupa del asno.

Los enormes testículos, tan grandes como unas naranjas, casi llegaban a tocar el culo de la mujer torturada con ese salvaje enculamiento, y le rozaban el culo  como unas grandes campanas.

Lady Allyson se debatía desesperadamente entre gritos y sollozos con la esperanza de que todo terminase.

Entonces, la joven turca hizo una señal al mameluco que contemplaba la escena, inmovil con los brazos cruzados… Y éste, cogiendo de su cintura un pequeño látigo con un corto mango de plata, se lo tendió a la jovencita.

Èsta, con una sonrisa llena de malicia pronuncióunas palabras que sólo Lady Allyson logró escuchar… Y, desde ese momento, la inglesa empezó a gritar con vozhistérica:

  • “¡Nooo… Nooo… Noooooo!”

Sin hacerle ningún caso, la desnuda adolescente se colocó de nuevo tras el asno, le levantó la cola y con un gesto preciso le hundió el mango del látigo por el agujero del culo.

El asno se estremeció, como si una descarga eléctrica lo hubiera sacudido, y con un violento movimiento hundió el resto de su enorme pene en el culo de la inglesa.

Todos los presentes vieron cómo el enorme vientre del animal se encontraba pegado al culo de Lady Allyson y los casi cuarenta centímetros de su gran pene estaban alojados en el intestino de la inglesa.

Lady Allyson gritó con un alarido casi inhumano debido al dolor tan atroz que la mosntruosa verga le produjo al clavarle toda su longitud profundamente en su intestino.

El vigor del animal era tan fuerte, que Lady Allyson era levantada de la banqueta, suspendida por el tremendo pollón, cada vez que el animal iniciaba un movimiento de retirada en el desarrollo de la enculada que le estaba dando.

La jovencita turca sonrió a los asistentes y acarició la grupa del asno, mientras que éste, con movimientos contínuos de mete y saca, enculaba formidablemente a la joven inglesa, que se dejaba hacer, medio desvanecida.

Finalmente, el asno se puso a pisotear el suelo furiosamente como si encontrase que todavía no se la había metido bastante a su pareja, hasta que con un rebuzno impresionante se fue calmando lentamente y todo el mundo comprendio que el asno se había corrido y acababa de lanzar su semen en lo más profundo del culo de la inglesa.

La pequeña turca cogió entonces por el cuello al asno y hablandole dulcemente le hizo recular poco a poco hasta que llego al final de la banqueta… Su enorme pene, ahora flacido, salió del agujero del culo de Lady Allyson, balanceándose pesadamente y retrayéndose poco a poco de forma lenta.

Entonces, el mameluco cogió al asno y lo bajó del estrado.

La jovencita turca se aproximó a la inglesa, que permanecía casi inconsciente sobre la banqueta y separando con sus finas manos las dos nalgas, mostró a los presentes el agujero horriblemente hinchado, abierto, tumefacto y enrojecido, del que se escapaba lentamente el semen del asno.

Lady Allyson no hizo ningún gesto de protesta ante esta nueva indignidad… Cuando terminó, fue necesario que dos sirvientes la ayudaran a levantarse y la trasladasen para darle los cuidados necesarios.

AL abandonarla  estancia Lady Allyson, fue como una señal para que los comentarios y conversaciones se animaran por toda la sala, mientras que con un chasquido de sus dedos, Jamel Bey indicaba a sus servidores que reanudaran el servicio portando bandejas de refrescos y dulces.

Mientras esto tenía lugar, la jovencita turca habia bajado del estrado y se había colocado al lado del general Joemuri, su feliz propietario por una noche, que disfrutaría de ella hasta saciarse.

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