Extraña condición médica - Viaje en autobús

Para comprarle un regalo a su mamá, Isa opta por tomar el autobús. Pero allí su culo no tendrá descanso, y como ya es costumbre, será penetrado sin piedad.

Extraña condición médica – Viaje en autobús

Para comprender este relato, es necesario leer las entregas anteriores o, cuando menos, la introducción.

Dejé a mamá pensando en su querida amiga para dedicarme a mis propios asuntos. Su cumpleaños se acercaba, y a mí se me había olvidado completamente, así que me vestí rápidamente y salí de inmediato a comprarle un regalo. Me puse una minifalda de blue jean y una blusa blanca de tiras, con los hombros descubiertos, y unas bellas sandalias plateadas de tacón mediano.

Con las prisas, no recordé que luego tenía clases en la universidad, así que me olvidé la mochila con los libros. Peor aún, se me había olvidado colocarme el supositorio que alivia la picazón de mi recto, y que solo surte efecto al contacto del semen. Menos mal que siempre llevo uno conmigo, ya buscaría cómo colocármelo. Por supuesto, no me coloqué bragas, casi nunca las uso ya, y en su lugar me introduje en mi culo a mi inseparable plug anal.

Después del incidente en el Metro, decidí que lo mejor era tomar el autobús. Lamentablemente, a esa hora, iba bastante abarrotado de gente. No tenía otra opción, ya que pensaba visitar el centro de la ciudad, en especial la calle donde se encuentran todas las sex shops. Así dispondría de bastante variedad antes de elegir el regalo de mamá.

Esperé a que pasara uno medianamente vacío, hasta que perdí la esperanza y tomé uno cualquiera, ya que se me iba a hacer tarde. Finalmente, parecía que había elegido el que más lleno iba. Decidí aprovecharme de la situación, y dado que no podía sentarme, elegí disfrutar el viaje, por lo que me ubiqué en el fondo de la unidad, y me sujeté con ambas manos de la barra por encima de mi cabeza. En esta posición, mi culo y mis senos quedaban completamente parados, así que no tarde en empezar a percibir las miradas lascivas de los hombres que allí viajaban.

Más bien pronto que tarde, un hombre se colocó detrás de mí, y disimuladamente comenzó a recostar su "paquete" de mis nalgas. Al ver que yo no oponía resistencia sino que más bien empujaba mi culo hacia el, fue más allá y comenzó a sobármelo descaradamente por encima de mi falda. Me estaba comenzando a excitar bastante, y poco a poco comencé yo a menearle la polla con mi culo. Me agarraba fuertemente a la barra superior y, afincándome, movía mi culo hacia los lados con su poronga recostada de mis nalgas. Además, el vaivén del autobús aunado a la cantidad de gente, hacía que mis movimientos fueran cada vez más apretados hacia él.

Metiendo las manos por debajo de mi falda, comenzó a sobarme las nalgas directamente. Eran sencillamente deliciosas las caricias que este desconocido estaba dedicando a mi culo. Subiendo un poco más las manos, llegó hasta donde deberían estar mis bragas, supongo con la intención de bajármelas. Mayor fue su sorpresa cuando se dio cuenta de que no llevaba nada.

  • Eres una putita – dijo al tiempo que me lamía el lóbulo de la oreja.
  • Siempre voy precavida – le respondí, mordiendo mi labio inferior

Continuó sobando mis nalgas desnudas un rato, y luego decidió pasar directamente a la acción. Bajándose la bragueta, se sacó la polla del pantalón, y abriendo mis nalgas con sus dos manos, intentó apoyar la cabeza de su verga en mi ano. Obviamente no pudo, ya que mi ano estaba ocupado por el plug anal.

  • ¿Qué se supone que es esto? – preguntó bastante sorprendido.
  • Tranquilo, que hay sitio para todos – respondí sacando mi lengua y relamiéndome los labios.

Previendo la inminente cogida, solté una mano de la barra superior y saqué el supositorio del bolsillo de la minifalda. Muy disimuladamente, moví un poco hacia un lado el plug anal y me lo inserté completamente usando mi dedo medio. Moviendo un poco más el plug anal hacia un lado, le dije a mi desconocido amante que lo volviera a intentar.

Le costó un poco, pero a los pocos segundos ya tenía la polla de un extraño taladrándome el culo, sin ni siquiera retirar de allí a mi querido Tito, el plug anal. Tal vez por lo apretado de mi ano, al estar doblemente ocupado, o tal vez por lo excitante de la situación, la verga que tan amablemente me estaba perforando comenzó a escupir su blanco néctar dentro de mi culo a los pocos minutos de iniciada la penetración.

  • Ni se te ocurra sacarla, lo quiero todo adentro – regañé al dueño de la polla.

Por respuesta obtuve un resoplido, y creo que nunca tuvo la intención de correrse fuera de mi culo. Cuando hubo soltado la última carga, la polla se retiró de mi culo, y gracias a que también Tito estaba por allí, lo único que se salió fue una traviesa gotita que recogí de mi muslo con mis dedos y me llevé a la boca. Me iba a dar la vuelta para agradecer a mi amante cuando vi que se dirigía pronto a la salida. Lástima, nunca le vi la cara ni supe su nombre.

Aún faltaba para llegar a mi parada definitiva, y el autobús seguía lleno de gente, por lo que no pude sentarme. Desde la última fila me llegó una voz masculina que me dijo:

  • ¡Por aquí, aquí hay un puesto!

Me corrí hacia atrás y no localicé el asiento vacío, cuando sentí que me jalaban la falda.

  • Aquí, siéntate aquí – me dijo un hombre

Era un hombre de mediana edad, e iba elegantemente trajeado. La chaqueta del traje la tenía doblada sobre las piernas, con las manos debajo de ella, por lo que pude adivinar lo que se proponía. Sin remordimiento alguno, me senté sobre sus piernas, pero no de frente sino lado, con mis piernas hacia afuera, apuntando hacia el pasillo del autobús.

  • Vi absolutamente todo lo que hicieron tú y ese hombre que se bajó – susurró a mi oído, al tiempo que retiraba la chaqueta de sus piernas para dar paso a su erecta y desnuda poronga.
  • ¿Y quieres lo mismo para tí, verdad? – le pregunté con tono bastante lascivo. Acto seguido, con una mano moví otra vez a Tito hacia un lado de mi ano y con la otra tomé la verga del individuo y la guié directamente a mi ano.

De un solo sentón introduje la totalidad de la polla, lo que ocasionó que el hombre soltara un resoplido. Afortunadamente, el otro hombre que iba sentado a su lado, del lado de la ventana, estaba profundamente dormido, por lo que no se enteraría de las peripecias de su compañero de asiento.

No podía dar botes sobre la verga del hombre, ya que llamaría la atención demasiado (si es que no lo había hecho ya), por lo que opté simplemente por mover mi culo en eróticos círculos. Afinqué mis manos en mis rodillas y comencé a empujarme hacia abajo, para meter la mayor cantidad de polla en mi orto. La cara del hombre era un poema, se estaba poniendo rojo y comenzaba a sudar, me imagino que nunca le habían hecho un "masaje" como el mío. Durante un rato seguí con el vaivén, hasta que vi que se acercaba mi parada, así que arrecié con el meneo hasta que la dedicada polla comenzó a derramarse en mi interior, acompañada de un gran suspiro de su dueño. Una vez que se vació por completo, me levanté y dándole un besito en la mejilla me dirigí hacia la puerta del autobús. Esta vez, un largo camino blanco recorría mis muslos, refrescando mis piernas después de sendos polvos. Bajé de la unidad en plena avenida, a ambos lados se extendían lo que parecía una serie interminable de sex shops, por lo que tenía un arduo trabajo por delante para elegir el regalo perfecto para mamá.