Extraña condición médica - La gran búsqueda 8
La tan esperada continuación de la saga Futanari por excelencia. Isa finalmente conoce la verdad acerca de su verga, así como de las catorce que sodomizaron su ano a placer, y de esta manera comienza su preparación para convertirse en el "Ano Insaciable" profetizado hace cientos de años atrás.
Luego de la deliciosa sesión amorosa con Lucía, nos dimos un baño (juntas, claro está), y me ordenó que me vistiera, porque me iba a llevar de visita por todo el Vaticano.
Además de ser una experta amante, Lucía era una mujer muy culta. Y por si fuera poco, su alto rango dentro de la red de Museos Vaticanos nos permitía acceso a obras y colecciones fuera del alcance de los turistas regulares.
Así, visitamos una gran cantidad de recintos artísticos y religiosos, como la Capilla Sixtina, los Museos Pío-Clementino y Chiaramonti; los Museos Gregorianos Etrusco, Egipcio y Profano (donde tienen desde esculturas antiguas de mujeres futanari hasta la única momia que se conserva de una futanari egipcia); la Pinacoteca Vaticana y finalmente, los Aposentos Borgia. Este último me llamo especialmente la atención, ya que si bien soy bastante profana en cuanto a conocimientos históricos, siempre he admirado la figura de Lucrecia Borgia, la puta más grande de la historia y mi ídolo personal.
Al caer la tarde, nos dirigimos a un café, ubicado en una preciosa terraza rodeada de obras de arte arquitectónicas por doquier. Allí, nos sentamos tranquilamente a conversar, como dos amigas que se conocen de toda la vida. Estuvimos hablando trivialidades durante un tiempo, y Lucía se mostró muy interesada cuando comencé a contarle mis aventuras amorosas.
- ¡Vaya Isa! No puede negarse que tu culo tiene un kilometraje de envidia.
- ¡Jajaja! No me hagas sonrojar, Lucía.
- Muero de ganas por conocer en persona a tu madre y a la negra Futambo, para pegarme un buen revolcón con ellas.
- Te encantaría, te dejarían el culo escocido por días.
Reímos las dos de buena gana y seguimos charlando un rato más. Eventualmente, la conversación se dirigió a derroteros más serios, como lo era el entrenamiento al que tenía que ser sometido mi culo para poder recibir sin problemas a Doblepolla.
- Y cuéntame, Lucía, ¿en qué consiste ese entrenamiento tan especial del que no me has hablado? – le pregunté.
- Bien Isa, es tiempo de que lo vayas sabiendo. Este entrenamiento es una mera formalidad, no creo que tu estirado ano tenga problemas en recibir los dos pollones, pero es mejor estar bien prevenidos. Además, si te conozco bien, disfrutarás del entrenamiento a más no poder.
- Estas haciendo que se me moje el chocho. Termina de contarme.
- A partir de mañana, y durante siete noches, serás visitada por dos de las sacerdotisas de la Magna Penis. Ya las conoces bien, así que no creo que haya problemas con eso. Cada noche, tu culo será doblemente penetrado por ambas sacerdotisas por aproximadamente cuatro horas, desde las 8:00 hasta las 12:00. Luego podrás descansar hasta el día siguiente.
A estas alturas de la conversación, mi coño ya estaba chorreando bastante, y el picor de mi culo comenzaba a ganar fuerza de nuevo. Disimuladamente, dirigí mi mano por debajo del borde de mi falda hacia mi chocho, y comencé delicadamente a hacerme un rico dedito.
- ¿Yyyy… queeee... mássss??? – le pregunté, mientras cerraba los ojos e intensificaba mi masturbación en público.
- ¡Jajajaja! ¡Isa, estás demasiado salida! ¡Parece que no hubieras tenido sexo en meses! - exclamó – Eso durante la noche. Durante el día, y tanto para mantener la dilatación de la noche anterior como para prepararte para la próxima, llevaras esto en tu culo.
Abriendo su bolso, sacó un gordísimo plug anal. Pero no era un plug anal cualquiera, de los que se consiguen en las Sex Shop del barrio. Su diámetro en la base alcanzaba fácilmente los 15 centímetros, que era también lo que medía de largo. Era más bien como un tapón. Lo más curioso era que no estaba realizado en látex o goma, como es lo normal en este tipo de artilugios. Estaba fabricado en una fina porcelana blanca, profusamente adornado con guirnaldas de flores azules. Era una pequeña obra de arte en sí mismo.
Nada más su visión y el pensar que ocuparía mi culo me hicieron acabar allí mismo. No pude reprimir todos mis gemidos, por lo que imagino que algunas personas que estaban en el café se habrán dado cuenta de mi orgasmo. Pero esta situación hacía tiempo que había dejado de preocuparme, y tan vouyerista como era, me daba más morbo aún.
Cuando hube recobrado lo poco que me quedaba de compostura, tomé el plug en mis manos y lo detallé.
- Es hermoso, Lucía.
- Así es, Isa – me respondió con cierto orgullo en su voz.
Viéndolo de cerca, se notaba que no era nuevo. Estaba bastante gastado, y pequeñas grietas marrones lo surcaban. En algunos puntos, hasta habían desaparecido las flores dibujadas.
- Es bastante antiguo, ¿no es así? – le pregunté a Lucía mientras lo tocaba con la puntita de la lengua.
- Sí, lo es. Tiene más de trescientos años, y ha estado alojado en más culos de los que crees. Es el plug sagrado de la Orden, y pertenece a la sacerdotisa de más alto rango. Ha sido portado por todas las grandes líderes de nuestra orden. Si lo lames, estarás lamiendo los culos de nuestras más importantes dirigentes.
- ¡Vaya que si es importante! – exclamé impresionada, lamiéndolo a su vez en toda su extensión.
- Y ahora, es tiempo de que penetre tu culo.
Tan magno discurso hacía parecer que lo que tenía entre mis manos era un instrumento mágico, más que un simple tapón anal.
- Deberás llevarlo durante todo el día, y sólo quitártelo para que las vergas de las dos sacerdotisas lo remplacen dentro de tu recto.
- ¡Y yo encantada! – respondí con sinceridad.
Añoraba los buenos tiempos cuando no salía de casa sin mi simpático plug anal rosado, al que había apodado cariñosamente “Tito”. Hay mujeres que no pueden andar sin su teléfono móvil o su maquillaje. Yo simplemente no podía andar sin Tito. Pero había sido sacrificado por una buena causa, mamá todavía debe estar gozando de la “Anaconda”.
Volviendo al presente, reparé en que mi culo ya empezaba a “boquear”. Me lo estaba pidiendo, y yo tenía que complacerlo.
- ¿Y cuando empiezo?
- Cuando tú quieras. Si quieres empezar ya, por mí no hay problema.
Apenas escuché la aprobación de mi “mentora”, tomé el plug anal y corrí rauda y veloz hasta el baño para endiñármelo. Ingresé en un reservado, y luego de un par de intentos fallidos y de correrme un par de veces en el proceso, salí oronda y orgullosa, caminando con las piernas más abiertas de lo normal, con mi culo bien relleno.
- ¡Jajajaja! – rió Lucía cuando me vio caminar con paso vacilante.
Me senté en la silla, y el plug se introdujo por completo, lo que me hizo acabar una vez más.
- ¡Uuuuuuufffff! – exclamé.
- ¡Camarero! ¡La cuenta, si es tan amable! –llamó Lucía – Es mejor que nos vayamos, Isa, tu calentura te está traicionando.
Regresamos a sus aposentos, y ni que decir que esa noche gozamos como dos amantes de toda la vida, con el plug anal en mi culo y la verga de Lucía en mi coño. Pero esto era solamente el preámbulo de lo que vendría luego.
Nos despertamos abrazadas, con el plug anal todavía en mi culo y mi coño chorreándo la leche que Lucía había inyectado en mi interior. Aproximadamente a las 10 de la mañana, llamaron a la puerta, e ingresó una de las sacerdotisas (la preciosa pelirroja pecosa) con una bandeja con el desayuno. Acto seguido, se retiró sin mediar palabra.
Desayunamos desnudas en la cama, ocasión que aproveché para seguir indagando un poco más en los secretos de las Futanari.
- Hoy es el día, Lucía. Ansío que llegue ya la noche y que comience el entrenamiento – le dije mientras saboreaba un delicioso croissant con mermelada de moras. Las futanari no necesitamos más que la propia leche futanari para alimentarnos, pero eso no quiere decir que no apreciemos una buena comida.
- Así es, Isa. Prepárate para disfrutarlo.
- Hay algo más que me intriga muchísimo, Lucía.
- ¿Y qué será? - respondió, aunque intuí que ya sabía de lo que iba a hablarle.
- Es acerca de mi verga. Y de la verga de las sacerdotisas. Sé que dices que aún no estoy lista para esa responsabilidad, pero no he podido dejar de pensar en ella. Sobre todo porque dices que “ha regresado al lugar de donde vino”. ¿De dónde vino? ¿Y por qué se fue? ¿Y adonde fueron las vergas de las sacerdotisas el día de la segunda orgía?
- ¡Jajajajaja! – rió de buena gana – Eres demasiado curiosa, Isa, pero ya que eres una parte tan importante de nosotras, creo que es inútil que siga ocultándotelo.
Tantos secretos estaban empezando a asustarme un poco, pero mientras más supiera de mi herencia genética y de mi género, mejor futanari podría ser.
- Las vergas futanari, como bien sabes, son completamente diferentes a las vergas de los hombres – comenzó a explicarme, con una seriedad incólume – Lo que nosotras llamamos “vergas” no es más que un crecimiento exacerbado del clítoris, llegando a alcanzar las proporciones de una verga masculina. Incluso, al adoptar tal tamaño, comienzan a producir semen como si de un pene se tratara. Durante años, los sexólogos han especulado con que el clítoris femenino es un pene atrofiado. Con las futanari, esto está más que comprobado.
- Ok, todo eso ya lo sé, pero no explica nada.
- ¡Silencio! – exclamó con inusitada violencia, que al instante desapareció de su rostro – Perdona Isa, pero no me interrumpas.
- Disculpa.
- En las mujeres futanari, a diferencia de los hombres, la verga comienza a desarrollarse una vez que alcanzan la mayoría de edad, a los dieciocho años aproximadamente. A partir de allí, el clítoris empieza a crecer a pasos agigantados, alcanzando su máximo esplendor al pasar de la treintena de edad.
- Si pero las sacerdotisas apenas pasan de la veintena – la interrumpí de nuevo inconscientemente.
- Eso es cierto, pero he aquí donde entran las virtudes de la Magna Penis. Existe una forma que podríamos llamar “artificial” para hacer crecer y decrecer el clítoris a voluntad. ¿Has escuchado hablar alguna vez de los Maestros Yogui de la India o de los Monjes Shaolin del Tibet?
- Creo que si, tal vez en algún programa de Discovery Channel.
- Muy bien. Estas personas consiguen, mediante un entrenamiento exhaustivo durante largos años, controlar a la perfección cada milímetro cuadrado de su cuerpo. Ellos pueden evitar sentir un dolor agudo y realizar proezas físicas virtualmente sobrehumanas. En el caso de nuestras catorce sacerdotisas, ellas han sido entrenadas para que, a través de su mente, controlen su cuerpo, específicamente su clítoris. Mediante largas sesiones de meditación, alcanzan el “nirvana” y logran redirigir la energía corporal y el flujo de sangre directamente hacia su clítoris, haciéndolo crecer hasta el tamaño que has visto y sentido. Igualmente, pero de manera inversa, logran que su clítoris regrese a un tamaño reducido. En pocas palabras, pueden hacer crecer su polla a voluntad, solamente mediante el poder de la mente – dicho esto guardó silencio, esperando a mi reacción.
- Caramba Lucía, me estas dejando perpleja con todo esto. No sabía que esto era posible. Espera a que se lo cuente a mi madre y mis hermanas.
- Pero recuerda, estas sacerdotisas son especiales, han sido entrenadas para tal fin. Lo que ellas hacen, no lo puede hacer cualquier futanari.
- ¿Pero y mi verga? ¿Cómo hice para que creciera? Yo no tengo ningún entrenamiento ni nada parecido.
- Es por eso que eres especial, Isa. Solamente el “Asinum Insatiabilis”, nuestra “elegida”, es capaz de realizar tal hazaña. Tú hiciste de manera inconsciente, y de un día para otro, lo que a nuestras sacerdotisas les ha llevado años perfeccionar. Y de hecho, tú lo hiciste mejor que todas ellas juntas. Mantuviste el flujo de sangre y de energía durante las catorce penetraciones, una hazaña que ninguna lograría hacer.
- ¿Quiere decir que soy anormal?
- Para nada, más bien eres extraordinaria. Simplemente con tu excitación sexual alcanzaste el nirvana. No necesitaste de meditación ni de concentración previa. Creemos que la excitación causada por la penetración de las catorce vergas hizo que en tu mente se abriera una puerta, que te llevará al control absoluto de tu verga.
Durante un rato guardamos silencio. Yo intentaba comprender todo lo que Lucía me había revelado. ¿Sería verdad? ¿Era yo la elegida Futanari? Siempre me había llamado la atención que mi apetito sexual era anormalmente insaciable, pero de allí a ser un “ente superior” había un trecho muy largo. Pero yo había visto mi verga, la había sentido y la había disfrutado durante todo el tiempo que había durado la orgía culera. Ahora empezaba a comprender todo, y si era verdad lo que decía Lucía, tenía que abrir mi mente… y mi culo.