Extraña condición médica - La gran búsqueda 7

Luego de la orgía culera, Isa disfruta de una delicada sesión lésbica con Lucía, donde descubrirá toda la verdad acerca de su naturaleza, así como el origen de todos los "problemas" de su culo.

La sensación en mi vagina me despertó, y cuando lo hice, no tenía ni idea de por cuánto tiempo había dormido, ni de donde estaba. Abrí los ojos, y rápidamente me acostumbre al ambiente, ya que una luz bastante tenue bañaba la habitación donde me encontraba. Repentinamente, todos los recuerdos de la orgía vivida junto a las catorce sacerdotisas invadieron mi mente, y llevada por el instinto, lleve mi mano directamente a mi clítoris, con la esperanza de conseguirme con mi soberbia polla, la cual había destrozado sin desfallecer aquellos catorce deliciosos anos.

Pero en lugar de una polla, me encontré con una cabeza.

-          Buenos días, Isa – dijo Lucía, levantando la vista y mirándome fijamente a los ojos.

Me estaba devorando el coño, alternando jugosos lametones a mi vagina con traviesos mordisquitos a mi clítoris. Mi clítoris. No había rastro de la polla, y en su lugar, se encontraba mi antiguo y juguetón clítoris, grande para la media de las mujeres, pero ni la décima parte de la longitud que tenía mi cipote.

-          ¿Qué sucede? ¿Dónde estoy?

-          Estas en mis aposentos, Isa. Has dormido casi dieciséis horas, por lo que pensé que ya era tiempo de que despertaras, y no se me ocurrió una mejor manera de hacerlo que esta – Y siguió en su labor de comerme el coño.

Lucía estaba desnuda, a cuatro patas, con el culo en pompa apuntando hacia la parte inferior de la cama. Su rubia cabellera estaba suelta, cubriendo parte de mis muslos, lo que le confería un aire juvenil pese a superar fácilmente las cuatro décadas de edad. Con sus manos tenía abrazados mis muslos, y por su actitud, deduje que se estaba dando un banquete con mi coño.

Despreocupadamente me dejé hacer, recostándome cómodamente en la cama. Por mi privilegiada posición, pude detallar la estancia en la que me encontraba.

La cama estaba cubierta con una gran cantidad de sábanas rojas y blancas, todas de seda, con una suavidad exquisita. Era una estancia muy amplia, y la luz entraba por unos amplios ventanales que se encontraban a su vez cubiertos con cortinas de seda amarilla.

Toda la habitación estaba profusamente adornada, en un estilo claramente barroco. El techo, en forma de cúpula, era muy alto, y no había ni un centímetro que no estuviera detalladamente trabajado. Los muebles, incluyendo la cama, eran de aspecto muy antiguo, y las paredes estaban forradas de tapices con motivos renacentistas.

Por otra parte, la comida de coño que me estaba regalando Lucía, comenzaba a hacer efecto, y mis erectos pezones indicaban que mi excitación estaba llegando a su clímax.

-          ¡Uuuuffff! – exclamé mientras estiraba mi cuerpo y apretaba las sábanas con mis manos.

Lucía captó al momento y se esforzó aún más, lo que hizo que me corriera en su boca, deleitándola con mis jugos vaginales, los cuales devoró con ansias.

-          Tus jugos son deliciosos, Isa. Podría estar toda la vida comiéndote el coño.

La actitud de Lucía era bastante extraña, demasiado amigable conmigo, tomando en cuenta todo lo acaecido el día anterior. Había algo más. Pero intentaría descubrirlo más tarde. Ahora, sólo quedaba disfrutar de una buena sesión de sexo matinal.

Cuando mi orgasmo remitió, Lucía se incorporó, para luego acostarse a mi lado y abrazarme. Nuestros pechos se juntaban, y nuestros pezones jugueteaban alegremente.

-          Mi verga, ¿qué le ha pasado? – pregunté, extrañando mi soberbio apéndice.

-          Ha regresado al lugar de donde vino. Aún no estas lista para tamaña responsabilidad. Lo estarás, pero todavía no – respondió enigmática.

-          ¿Pero todo fue un sueño o fue real?

-          Tan real como lo quieras creer.

No desdeñaba para nada mi clítoris, que tanto placer me había dado, pero ansiaba el día en que mi crecimiento como futanari llegara a su cénit, y pudiese ostentar una soberbia verga como la que había tenido por apenas unas horas. Lleve mi mano a mi clítoris, para congraciarme un poco con él, y en el camino me encontré con la suave verga de Lucía, apenas a centímetros de mi coño. Delicadamente, la tomé entre mis dedos, y sin soltar el cálido abrazo, la guié hacia la entrada de mi vagina.

-          Dime Lucía, ¿dónde estamos? – volví a preguntar, mientras empujaba un poco mi pubis, haciendo que el glande de Lucía iniciara la penetración.

-          Esta es mi casa – respondió insertando un poco más su polla en mí – Un departamento dentro de uno de los tantos edificios del Vaticano. Si te asomas por esta ventana, podrás ver la Plaza de San Pedro en todo su esplendor.

-          ¿El Vaticano?¿Pero no es un lugar santo? – pregunté extrañada, ya que las orgías entre mujeres con vergas no cuadraba dentro de mis parámetros de “religioso”.

-          Así es. Pero esta morada nos fue concedida hace mucho tiempo por el Papa, con la condición de que las Futanari nunca salieran a la luz pública. Al menos, no de manera oficial.

-          Entonces ¿esta es tu casa? – pregunté, moviendo mi cadera suavemente para disfrutar más de su cipote, insertado ya hasta el fondo de mi coño.

-          Sí y no. Es la casa de la suprema líder de la orden Magna Penis, cargo que yo ostento en este momento. Pero que desde tiempos memoriales ha estado esperando por tí.

“¿Yo? ¿Líder de una secta secreta?”, me pregunté. Nunca se me había ocurrido que mis dotes sexuales pudieran servir para algo más que para proporcionarme placer. Lucía me sacó de mis cavilaciones cuando se incorporó y, abriendo mis piernas, se colocó entre ellas en posición de misionero, sin retirar nunca su verga de mi húmeda cueva.

-          ¿A qué te refieres? – indagué mientras tomaba mis piernas por detrás de las rodillas para que Lucía me penetrara con más facilidad.

-          Está escrito, en las sagradas profecías Futanari, que llegaría el día en que el “Asinum Insatiabilis”, llegaría ante nosotras para guiarnos en el camino hacia la libertad -  me explicó mientras arreciaba la penetración vaginal.

-          ¿El “asinum insatiabilis”? ¿Qué es eso?

-          El “Culo Insaciable”, y nunca había visto yo un culo más insaciable que el tuyo, que se tragara tantas vergas sin chistar – exclamó, con una risita, mientras me metía un dedito en el culito.

Eso hizo que me sonrojara, pero al fin y al cabo, tenía razón.

-          De hecho Isa, tu picazón rectal tiene un motivo de ser, más allá de ser un problema meramente médico – me explicó en medio del mete y saca – Fisiológicamente, ha llegado el momento en que tu culo necesita ser inseminado por el néctar sagrado.

-          ¿A qué te refieres? – inquirí elevando mis caderas un poco para profundizar la penetración.

-          Solamente se cumplirán las profecías cuando el “Asinum Insatiabilis” se junte con el “Duabus Vir Penises”

-          ¿El qué? – tanto latín ya me estaba empezando a hacer doler la cabeza, aunque la rica penetración por el coño compensaba un poco.

-          El “Duabus Vir Penises”, el “Hombre de los dos penes”.

¡Vaya! El viajecito se estaba complicando más de lo que pensé en un principio.

-          ¿Un hombre con dos penes? ¿Y eso existe? – la interrogé.

-          ¿Y qué creías tu que era un hombre funtanari? – me explicó incrementando sus embestidas en mi coño mientras yo movía sin para mi dedo en mi clítoris.

Nada más pensar que existiera un hombre con dos penes hizo que me corriera allí mismo. Lucía, gentilmente, hizo lo mismo, y a los pocos segundos sentía sus calientes lechazos derramándose en mi interior.

-          ¿Y dónde está ese prodigio de la naturaleza? – le pregunté, mientras extraía su verga chorreante de mi coño para lamerla un poco y quitarle la lefa que tenía adherida.

-          Aquí mismo, Isa, en la sede de la Magna Penis.

-          ¿Y qué estamos esperando para que me lleves con él? – Mi culo lo pedía a gritos.

-          ¡Jajajaja! Cálmate Isa, primero tenías que pasar por la iniciación. No puedo andar contándole los secretos de nuestra orden a cualquiera. Ya eres parte de nosotras, y una parte muy importante – me dijo mientras me tomaba la cabeza con ambas manos para que le siguiera mamando el cipote.

Estuve un rato más mamándole la verga, hasta que se corrió directamente en mi garganta, lo que agradecí no dejando escapar ni una sola gota de su rico jugo.

-          ¿Y cuál es el próximo paso, Lucía? – le dije mientras me sacaba su polla de mi boca y recogía con un dedito una gotita rebelde de leche que intentaba escaparse por la comisura de mis labios.

-          Ya estas iniciada, eres miembro oficial de la “Magna Penis”. Pero de allí a que el “Hombre de los dos penes” te rompa el culo, todavía hay un largo trecho. Es necesario un paso más.

-          ¿Y cuál será? – pregunté mientras jugueteaba con un dedito en mi culo.

-          Las vergas del “Duabus Vir Penises”, o “Doblepolla”, como coloquialmente lo llamamos, no son vergas cualesquiera. Tu culo necesita ser acondicionado lo suficiente para que puedas recibirlas de la mejor manera posible.

Nada más esas palabras (y claro está, el dedito también) hicieron que mi culo comenzara a abrirse y cerrarse instintivamente, señal más que conocida de que ansiaba sentir esas vergas en lo más profundo de mi ser.

-          Me imagino cual es el tratamiento, Lucía – le dije relamiéndome.

-          ¡Jajajajaja! – rió de buena gana - ¡Eres demasiado puta, Isa! Ya me habían contado de tus andanzas, las cuales quedaron más que comprobadas en la orgía de iniciación, pero esto es demasiado.

-          ¡Cállate y encúlame! – le espeté alegremente mientras me colocaba en cuatro patas en su soberbia cama y me abría los cachetes del culo con mis manos.

-          Sí, futura jefa – me respondió bromeando, al tiempo que su glande comenzaba a abrirse camino en mi túnel trasero.

Estuvimos un rato más jugueteando, mientras yo fantaseaba con sentir las vergas del “Doblepolla” en mi culo. Definitivamente, este viaje iba a ser el viaje de mi vida (y el de mi culo).