Extraña condición médica - El tatuaje anal 2

Comienza el proceso de "ornamentación" del ano de Isa, pero su permanente calentura brindara un maravilloso espectáculo.

Extraña condición médica - El tatuaje anal 2

Para comprender este relato, es necesario leer las entregas anteriores o, cuando menos, la introducción.

Tomada del brazo del amable caballero que me había ayudado a extraerme las bolas anales sin mayores complicaciones, llegué finalmente a la tienda de tatuajes. Allí, parada en la puerta, me estaba esperando Daniela.

¡Isa! Ya estaba preocupada, ¿dónde te habías metido?

Hola Dani – la saludé – Disculpa el retraso, lo que pasa es que tuve un pequeño "inconveniente".

¿Y no me vas a presentar a tu nuevo amigo? – exclamó dirigiéndose al hombre que me acompañaba.

En ese momento caí en cuenta que ni siquiera sabía su nombre.

José Luis, para servirla – exclamó mi acompañante al tiempo que le tendía una mano a Daniela y me guiñaba un ojo a mí.

Fue en ese momento cuando pude detallar al hombre que me había "salvado la vida". Era alto y delgado, rondaría los 35 años, e iba pulcramente vestido. Su pelo negro estaba peinado de lado y sin ser especialmente atractivo, destilaba cierto encanto.

Por primera vez, noté un atisbo de celos en la actitud de Daniela, específicamente para con José Luis. Tal vez la relación de amistad entre Daniela y yo estaba pasando a convertirse en algo más.

Vamos Isa, que Tronco nos está esperando. Muchas gracias por todo – le dijo a José Luis, despidiéndolo.

Así que se van a hacer un tatuaje – dijo José Luis mirándome.

Así es, ¿quieres acompañarnos? Es un tatuaje algo "especial" – le dije esbozando una lasciva sonrisa.

Por supuesto, siempre y cuando tu amiga no tenga ningún inconveniente.

¡Claro que no! Entremos.

Entramos los tres al establecimiento, yo tomada todavía del brazo de José Luis, lo que no le hacía mucha gracia a Daniela. En realidad, mi intención era juguetear un poco con Daniela sin ninguna mala intención, simplemente darle un poquito de celos.

¡Hola Tronco! – exclamó Daniela dirigiéndose a la única persona que había dentro del local.

¡Dani! Tanto tiempo sin verte – la saludó.

Tronco era el típico tatuador. Completamente calvo y con una barba de perilla, estaba completamente tatuado, desde el cuello hasta las muñecas. Llevaba puesta una camisa de una banda de heavy metal y unos gruesos aros perforaban los lóbulos de sus orejas. Además, una infinidad de piercings adornaban toda su cara, tanto cejas como nariz y labios.

Tronco, ella es Isa, la amiga de la que te hablé.

Mucho gusto – le dije tendiéndole la mano.

Así que tu eres la famosa Isa, la que ideó todo este asunto del tatuaje "especial" – me dijo guiñándome un ojo, lo que hizo que me ruborizara un poco – Bueno, pues manos a la obra. ¿Quién va primero?

Que sea Isa, que fue la de la idea – propuso Dani.

El local de tatuajes era bastante pequeño, con un sencillo mostrador y a su lado un pequeño habitáculo, con una camilla y tres sillas, disimulado con una cortina que evitaba que se viera desde el exterior del local lo que allí pasaba.

Ni corta ni perezosa me quité mi falda, para el asombro de José Luis, y me encaramé en dos de las sillas, arrodillándome y colocando una rodilla en cada silla, para quedar con las piernas bien abiertas y el culo bien en pompa para que Tronco tuviera acceso total a mi ano. La parte superior de mi cuerpo la recosté de la camilla ubicada detrás de las sillas.

¡Vaya! Cuando hablaron de un tatuaje especial no me imaginé que lo sería tanto.

Tronco colocó el cartel de "cerrado" en la puerta del local y corrió la cortina para evitar miradas indiscretas del exterior.

Ok Isa, ¿trajiste los "instrumentos" que les dije? – preguntó Tronco

Sí, en mi bolso están. El mío lo traía puesto y tuve un accidente del que José Luis me rescató.

José Luis simplemente estaba atónito, no daba crédito a lo que estaba presenciado. Una mujer que apenas hacía minutos estaba frente a él, con las piernas abiertas y el culo parado dispuesta a ser tatuada en la parte más oscura de su ser.

Dani, por su parte, tomo mi bolso y extrajo la ristra de bolas anales que hacía poco tiempo había sido protagonista del espectáculo de la escalera mecánica. Se introdujo una de las bolas en su boca, para lubricarla suficiente y que entrara sin dificultad.

Uuuhhmmm... Deliciosas, saben a tí, Isa – exclamó Dani con un tono más propio de una perra en celo.

Una por una fue lamiendo las bolas para luego irlas introduciendo en mi recto. Pocos segundos después, solamente quedaba en el exterior el cordón con el anillo extractor.

Qué bueno que trajiste un amigo, Isa, así el podrá ayudar – dijo Tronco – Amigo, pase por aquí, necesito que jale esto y lo mantenga lo más tenso posible, pero sin llegar a extraer completamente la bola.

José Luis, quien me imagino que todavía no creía su suerte, tomó el anillo y tiró del cordón hasta que la primera bola comenzó a salir de mi culo. Cuando el diámetro máximo de la bola abarcaba toda la circunferencia de mi ano, dejó de tirar. Cada cierto tiempo, la bola se metía un poco, y su labor era mantenerla en el punto exacto el mayor tiempo posible, para que mi ano estuviera dilatado al máximo. En ese momento me pasó un pensamiento por la cabeza: ¿qué pensaría mi novio Tyron de que su novia estuviera en cuatro patas mientras un desconocido jugaba en su culo con una ristra de bolas anales y otro se dedicaba a adornarle todo el contorno del ano?. No lo sé, pero seguro que si alguien disfrutaría después con ese tatuaje, sería él.

Muy bien, Isa, ¿qué quieres que te tatué exactamente? – me dijo Tronco.

Quiero que diga "Depósito público de semen" alrededor de todo el ano, con una flecha apuntando directamente al centro – le respondí.

¡Jajajajaja! – rió Tronco. – Eres más puta de lo que me había dicho Dani.

Dani se sentía un poco incómoda, ya que no estaba participando, y por lo que noté, tampoco le hizo mucha gracia el diseño de mi tatuaje. Pero no me importaba, mi ano era mío y yo hacía lo que quería con él. Además, "Depósito público de semen" no estaba muy lejos de la realidad, ya que mi ano está siempre abierto 24/7 para cualquier verga que quiera depositar su corrida en mi interior.

El problema, Isa, es que si te tatúo el ano distendido, cuando se contraiga no se va a entender lo que diga.

No importa, Tronco, lo que me interesa es que cuando una verga bien gruesa me lo abra al máximo, las palabras se puedan leer correctamente, para que el dueño de la verga lo pueda disfrutar.

Nos pusimos manos a la obra, cada quien en su labor. Yo abría al máximo mis nalgas, mientras que José Luis tensaba al máximo mi ano y Tronco comenzaba a dar los primeros pinchazos en mi ano. La verdad, suelo tener el umbral del dolor muy alto cuando se refiere a mi ano, todos los abusos a los que se ve sometido no suelen causarme mucho dolor. Esto era diferente, los pinchazos eran muy pequeños, pero tocaban algún nervio que me hacía estremecerme de dolor.

¡Ouch!, ¡ouch!, ¡ouch! – exclamaba cada vez que la aguja insertaba la tinta.

Necesito que te relajes, Isa – me recomendó Tronco – Dani, ¿tu crees que puedas ayudarla en eso?

¡Por supuesto! – respondió Dani, feliz de poder ayudar.

Se sentó en el borde de la camilla donde yo tenía apoyada la cabeza, apoyo cada pie en los respaldos de las sillas donde yo me encontraba a cuatro patas y, levantando su falda, colocó su coño desnudo directamente enfrente de mi boca.

Chupa Isa, como a ti te gusta, sabes que eso te calmará – me dijo con sincera preocupación.

El coño de Daniela era una delicia, un manjar de dioses, por lo que nunca despreciaba la oportunidad de darle una buena mamada. Hundí mi nariz en su coño y con mi bien entrenada lengua comencé a darle unos rápidos y sabrosos lametones. A los pocos segundos, me había olvidado de mi culo, enfrascada en deleitarme con el sabor de los jugos vaginales de Dani.

En esta posición, Dani quedaba justamente enfrente de la cortina que tapaba el espectáculo del mundo exterior, y tuvo una idea que dejo aflorar su lado más cerdo. Descendió de la camilla, para mi disgusto, corrió la cortina y volvió a colocarse en la posición anterior. De esta manera, en el escaparate de la tienda de tatuajes, se estaba montando un espectáculo erótico digno de cualquier película XXX.

Mi culo apuntaba directamente hacia afuera, y era el centro del espectáculo. Daniela, por su parte, abierta completamente de piernas, se quitó también la blusa para quedar solamente con la minifalda remangada alrededor de la cintura. A los pocos segundos, el público comenzó a arremolinarse afuera de la tienda para contemplar la función. Afortunadamente, Tronco había cerrado con llave.