Extraña condición médica - El tatuaje anal 1

Incitada por la negra Futambo, Isa decide adornar su posesión más preciada: su ano. Pero como siempre, su calentura hará que no todo sea tan sencillo.

Extraña condición médica - El tatuaje anal 1

Para comprender este relato, es necesario leer las entregas anteriores o, cuando menos, la introducción.

Eran apenas las 7 de la mañana, y me desperecé lentamente, estirando mis brazos al máximo y con una pastosa flojera, fruto de haber pasado casi toda la noche en vela. Las dos vergas plásticas del consolador doble strap-on de Daniela aún permanecían completamente insertadas en mi interior, en mi coño y en mi culo respectivamente. Habían pasado ya varios días desde la orgía cumpleañera de mamá y Dani, como ya era más que costumbre desde ese día, se había quedado a dormir en mi casa, y luego de una intensa noche de pasión nos habíamos quedado dormidas, con ella abrazada a mi espalda y su pubis pegado a mi culo. Una de sus manos me abrazaba por debajo de la axila, y aún permanecía aferrada a mi teta desnuda.

El consolador strap-on doble también tiene dos vergas más internas, que a estas alturas todavía deberían estar también insertadas en el coño y culo de Daniela, por lo que cualquier movimiento que yo hiciera con mi cadera, lo sentiría ella en su profundo interior. No se me ocurrió una mejor manera de despertarla, así que comencé a mover cadenciosamente mi cadera para follarme ambas vergas plásticas. Pegaba mi culo a ella completamente, para después retirarme y con un rápido movimiento, volver a insertarme.

Por supuesto, este movimiento no tardó en despertar a Daniela, y me di cuenta de ello cuando los dedos de la mano que tenía aferrada mi teta comenzaron a pellizcar pícaramente mi pezón. Sin perder tiempo, comenzó ella también a menearse y a los pocos minutos, ya nos estábamos pegando una cogida de campeonato.

Una vez que hubimos acabado ambas en un rico orgasmo mañanero, me voltee para quedar de frente a ella. Nuestros ojos se encontraron, nuestras bocas se fundieron en un sensual beso y nuestras tetas, con los pezones totalmente erectos, se restregaban eróticamente.

Buenos días, mi amor - le dije a Daniela.

Buenos días, amada mía – me respondió.

No soy lesbiana, ni mucho menos. Adoro una grande y buena verga, pero la relación que se estaba desarrollando entre Daniela y yo iba mucho más allá que la de amigas y amantes casuales. Ella tampoco era lesbiana, de hecho había tenido muchos novios y no había nada que disfrutara más que una dura poronga por el culo.

Sabes Dani, hay algo en lo que no he podido dejar de pensar desde que vino a casa la negra Futambo.

¿Qué será, Isa?

La negra Futambo era una buena amiga de mamá. De origen africano, ambas se habían conocido en el campeonato de ordeño del Futafest cuando eran rivales, pero finalizada la competencia, habían entablado una bonita amistad. Con motivo del cumpleaños de mamá había venido expresamente desde África, y durante los días que se quedó en casa, fueron pocos los momentos en que su verga estuvo fuera del culo de mamá y viceversa.

En su tatuaje anal.

Dani abrió los ojos como platos, y luego estalló en una divertida carcajada.

¡Jajajajaja! De verdad que eres única Isa, por eso te quiero tanto. Creo que existen pocas mujeres tan cerdas y tan putas como tú. – me dijo sin parar de reír.

¡Sí, y una de esas eres tú! - le respondí uniéndome a su risa.

El exotismo de la negra Futambo llegaba a su máxima expresión en el tatuaje que rodeaba su ano. Alrededor de los bordes de éste, tenía dibujado en color negro un intrincado diseño tribal, que se extendía y contraía y cambiaba de forma a medida que su ano se abría y se cerraba. Cuando una gruesa verga de buen calibre le daba por el culo, el tatuaje alcanzaba su más grande esplendor y había pocas más eróticas que el tatuado anillo anal abrazando y abarcando todo el diámetro del tronco de la verga. Y yo quería eso para mí.

Vamos a hacer algo – me dijo Dani – Yo tengo clases hoy en la tarde en la universidad, si tú quieres, antes de ir allá puedo pasar por la tienda de un amigo mío que es tatuador para preguntarle si él hace ese "trabajo".

¡Perfecto, Dani! Yo sabía que podía contar siempre contigo – le dije, dándole un húmedo beso de agradecimiento.

Follamos un par de veces más en la mañana y luego Dani se vistió y se fue. Yo me quedé en la casa, ya que ella había quedado en avisarme lo que hablara con su amigo el tatuador. No podía dejar de pensar en eso, y me tenía bastante excitada, por lo que no dejé ni un segundo de mastubarme el culo con uno de mis numerosos consoladores. Esperaba ansiosa la llamada.

Finalmente, sonó el teléfono.

¡¿Dani?! – contesté excitada, sin sacarme ni un centímetro de la verga plástica de mi culo.

¡Isa!. Si soy yo – me respondió Dani al otro lado de la línea – Hablé con mi amigo y me dijo que no hay ningún problema, que él nos hace el trabajo.

¿Nos hace? – pregunté extrañada, aunque ya sabía la respuesta de antemano.

¡Claro! ¿O tú pensabas que te iba a dejar que te adornaras tu sola? ¡Yo también quiero uno igual!

¡Jajajajaja! ¡Y después dices de mí!

Vístete y nos encontramos en media hora en la tienda de mi amigo. Por cierto, necesito que te traigas dos cordones de bolas anales, con las bolas más gruesas que tengas.

¡Ok, perfecto!

Me dio la dirección exacta y yo salí rauda y veloz a vestirme. Me coloqué una minifalda de jean azul, un top rosado con la frase "100% Bitch" estampada y unas sandalias de tacón alto. Sin perder ni un segundo, corrí al baúl de mis "juguetes" a buscar las ristras de bolas anales. Tomé las dos más gruesas, una la guardé en mi cartera y la otra, al sitio donde mejor va: insertada en mi culo. Me metí en el culo todas las bolas, 4 en total, y de mi anito sobresalía el cordón con el anillo plástico al final. Al ser tan corta la minifalda, el cordón con el anillo sobresalía por debajo del borde de ésta, así que por una vez en mi vida fui recatada y me inserté el anillo en el coño, ya que no quería ir por ahí exhibiendo un anillo que guindaba libre por debajo de mi falda. ¡Qué iba a pensar la gente!.

Me despedí de mamá, no sin dejar de darle una rápida mamada a su verga (no había desayunado con tanto trajín) y salí despedida a encontrarme con Dani. Para llegar más rápido, tomé el Metro, y afortunadamente (para mí culo) esta vez el trayecto transcurrió sin mayor novedad.

La tienda de tatuajes quedaba dentro de un centro comercial, específicamente en el tercer piso. Entré al concurrido mall lo más rápido que mis tacones y mi culo relleno me permitía, estaba ansiosa a más no poder por adornarme mi rosado anito que tantas alegrías me había dado. Ingresé a una de las escaleras mecánicas para subir de piso, pero tan pronto salí de ella en el piso superior, supe que algo andaba mal.

Tan pronto puse un pie fuera de la escalera, noté que algo detenía mi avance. Y ese algo provenía justamente de mi culo.

Debido a las prisas, no había notado que el cordón que sirve para extraer las bolas anales se había salido de mi coño y guindaba alegremente entre mis piernas. Con la mala suerte que, por el bamboleo de mis tacones, el anillo que está atado al final del cordón se había enredado en la cinta negra que conforma el pasamano mecánico de la escalera.

Al principio simplemente detuvo mi avance, pero cuando siguió su recorrido circular hacia la parte inferior de la escalera, por donde ingresa al interior de la esta, comenzó a jalarme hacia atrás. Cuando quedé pegada finalmente al pasamano, este comenzó inexorablemente a extraerme las bolas que tan diligentemente había alojado en mi recto.

¡Plop! – se escuchó al ser extraída de mi interior la primera bola.

A estas alturas ya había comenzado a llamar la atención y un amable caballero, al notar que algo extraño me pasaba, acudió en mi ayuda.

¿Le ocurre algo señorita? – me dijo sujetándome de un brazo.

Nnnnoo... nnada – atiné a responder - ¡Plop! - sonó la segunda bola.

Desde su posición, el hombre no podía ver lo que ocurría en mis bajos, pero la gente que venía subiendo la escalera, sí tenían una mejor visión de mi descorchamiento anal.

Intenté sujetarme lo mejor posible del amable caballero, e inclinándome un poco, abrí mis piernas para dejar salir la siguiente bola lo más cómodamente posible.

¡Plop! – la tercera bola había abandonado su cálido recinto.

Ya se estaba convirtiendo en un espectáculo, y la gente se empezaba a arremolinar alrededor de mí, en ocasiones impidiendo el paso a la gente que salía de la escalera y comenzando a originar un cierto caos en esa zona.

Solamente faltaba una bola y se acabaría mi odisea.

¡Plop! – se oyó cuando finalmente mi recto fue desalojado por completo de sus esféricos habitantes.

Al estar completamente liberada pude recuperar un poco mi compostura (la poca que me quedaba a estas alturas) y el amable caballero, con una pícara sonrisa, recogió hábilmente el cordón de bolas anales antes de que obstruyeran por completo el movimiento del pasamanos mecánico.

Creo que esto es suyo – me dijó al tiempo que me entregaba mi juguete.

Mu...muchas gracias – respondí tímidamente al tiempo que lo introducía en mi cartera.

¡A ver, a ver! ¡Sigan caminando que aquí no hay nada de su interés! – exclamó en voz alta dirigiéndose a la gente que se había concurrido alrededor de nosotros.

Gracias a este individuo, el espectáculo de mi culo siendo descorchado por cuatro bolas en público no había pasado a mayores. Para darle las gracias, le di un beso en la mejilla.

Muchas gracias, de verdad, no sé qué hubiera hecho sin usted.

No se preocupe señorita, siempre estoy dispuesto a ayudar a una damisela en apuros – me dijo guiñándome un ojo – Permítame que la acompañe a su destino.

Me tendió un brazo, el cual acepté, y me fui caminando con él hasta la tienda de tatuajes.