Extraña condición médica - El regalo de mamá 1

La mamá de Isa recibe gratas noticias por correo, mientras que Isa no dejará indiferente al cartero, dándole una buena propina

Extraña condición médica - El regalo de mamá 1

Para comprender este relato, es necesario leer las entregas anteriores o, cuando menos, la introducción.

Era temprano en la mañana, y mi culo había amanecido especialmente hambriento de polla ese día. No quería molestar a mamá, ya que se encontraba enfrascada produciendo nuestro alimento, y mis hermanas habían salido desde temprano. Así que no me quedaba más remedio que ocuparme por mí misma del asunto. Me extraje el cordón de bolas anales con el que duermo, y al salir la última, mi culo quedó completamente abierto, en un permanente bostezo. No me había puesto aún el respectivo supositorio, por lo que sentía algo de picazón en el recto, picazón que de momento sólo podía aliviar rascándome. Introduje los cuatro dedos de mi mano derecha, y comencé el rico masaje rectal. Con mis uñas finamente manicuradas rascaba delicadamente las paredes de mi recto, mientras que con el pulgar acariciaba el borde de mi anito. La otra mano la alternaba entre acariciar fervorosamente mi hinchado clítoris y pellizcar mis pezones.

Una vez que alivié un poco la picazón del culo, decidí que era momento de pasar a algo más representativo, por lo que me dirigí al baúl de mis juguetes a buscar un amante artificial. El elegido esta vez fue una verga de plástico de casi 30 cm. de largo por 10 cm. de grosor, con una gran cantidad de venas moldeadas. ¿Mencioné que mi culito había amanecido goloso?. Poco a poco empecé a insertarme el macizo instrumento, nada más la cabeza era como un puño. Obviamente no llegaría ni a la mitad del largo, pero era más que suficiente para saciar, de momento, el hambre de mi culo. Durante aproximadamente 15 minutos estuve dándole al mete y saca, y de vez en cuando la extraía de mi culo para darle unos ricos lametones y así saborear mi salado interior.

Faltaba más bien poco para que acabara y ya sentía próxima la llegada de un delicioso orgasmo anal cuando de pronto sonó el timbre.

  • ¡Riiiing!

¡No podía ser! ¿Quién podía ser tan inoportuno?. No le di importancia y seguí en lo mío, tarde o temprano se tendría que ir quien fuese.

  • ¡Riiiing! ¡Riiiiiiiiiing! - Sonó más insistente esta vez.
  • ¡Isa! Atiende la puerta hija mía, sabes que yo no puedo ir. – Me gritó mamá desde su cuarto.

Estábamos mamá y yo solas en la casa, y ella, enchufada a su cama ordeñadora, tendría todos los agujeros ocupados por bastante rato, así que no me quedaba más remedio que atender yo misma a tan inoportuno visitante.

No pensaba perder todo el trabajo hecho en la mañana, así que me levanté con el consolador metido en mi culo, y sujetándolo con una mano caminé hasta la puerta.

  • ¡Riiiing! ¡Riiiiiiiiiing! – volvió a sonar
  • ¡¿Quién es?! – pregunté sin disimular mi enfado
  • ¡Correo de entrega especial! – me respondió la voz de un hombre.

Me asomé por la mirilla, y una vez que comprobé que en efecto era un cartero uniformado, abrí la puerta.

  • ¡Buenos díaaaaaayayayayay! – exclamó el cartero una vez que me vio.

No era para menos. No todos los días te abre la puerta una deliciosa chica de 20 años, casi desnuda, con un gigantesco consolador metido en el culo. Mi única prenda era una pequeña franela blanca, con rayas rojas laterales y simulando un uniforme de fútbol, subida por encima de las tetas. Mis erectos y enrojecidos pezones apuntaban directamente al cartero.

  • Buenos días – dije yo más tranquila, aunque seguía metiendo y sacando el consolador de mi culo - ¿Qué se le ofrece?
  • Te...te...te...tengo una ca...ca...ca...carta para la se...se...se...señora Giovanna Futa...Futa...Futannaro – respondió el cartero, quien poco a poco comenzaba a sudar y se estaba poniendo rojo. Me entregó un sobre que gentilmente tomé con la mano que tenía libre.
  • Muchas gracias, es mi mamá. Ella está indispuesta en estos momentos, así que la recibiré yo por ella.
  • No... no hay problema, se...señorita, pero va a tener que firmar aquí – me dijo al tiempo que me mostraba una carpeta con un recibo.

¡Que inoportuno! ¿Quién manda una carta en estos días, si para eso existe el correo electrónico? Tomé la carpeta con la misma mano que tenía el sobre, pero había un problema.

  • No puedo dejar lo que estoy haciendo, así que va a tener que ayudarme para tener ambas manos libres – le dije al cartero. – Sostenga esto – le dije, volteándome un poco y enseñándole directamente el dildo que entraba y salía de mi culo.

Diligentemente, el cartero agarró el gigantesco consolador, por lo que pude tomar el bolígrafo e intentar firmar el recibo.

  • ¿Así está bien? – preguntó el cartero.
  • No mucho, muévalo un poco adentro y afuera – le respondí, y para aseverar aún más la respuesta comencé a menear mi cadera de adelante hacia atrás.

El cartero, que ya había tomado suficiente confianza, comenzó a arreciar con el mete y saca anal, y a mí cada vez se me hacía más difícil concentrarme en la firma. Nunca había tardado tanto tiempo en firmar un simple papel.

  • ¡Ohhh sí! ¡Así, así! ¡Dale más duro! – le grité al cartero, al tiempo que terminaba de firmar el papel.

Una vez que alcancé mi ansiado orgasmo anal mañanero, le devolví amablemente la carpeta y el bolígrafo al cartero y me despedí de él, por supuesto, sin sacarme el consolador del culo. No había caminado ni tres pasos cuando sonó el timbre de nuevo. Abrí la puerta y todavía estaba allí el cartero.

  • ¿Y mi propina? – preguntó el cartero con cara de vicioso.

No tuvo ni que explicármelo, así que bajándole los pantalones le di una soberbia mamada que de seguro le alegraría el día.

Cerrando finalmente la puerta, me dirigí al cuarto de mamá saboreando aún la rica leche que el cartero había depositado en mi boquita. Mamá estaba ya más tranquila y su verga no estaba erecta del todo, lo que me hacía suponer que había eyaculado recientemente. Los consoladores en su coño y culo entraban y salían plácidamente, y ella simplemente parecía disfrutarlo al máximo.

  • Hola mami, el cartero te ha traído esta carta.
  • ¿Qué será, Isa?. Hazle el favor a mami y léemela.

Abrí la carta y comencé a leérsela.

  • Es de tu amiga, la negra Futambo.
  • ¡Qué bien! ¿Qué dice?
  • Dice que en ocasión de tu próximo cumpleaños, la semana que viene, va a venir a visitarte.

No había terminado de decírselo cuando la verga de mamá se endureció por completo y alcanzó de nuevo su máxima erección. Era el efecto que producía en ella la emoción de encontrarse de nuevo con su gran amiga Futambo, con la que tanto había compartido durante el pasado Futafest. Habían compartido mamadas de verga, enculadas con lechada final incluida, lamidas de coño, etc. Tal había sido la amistad entre ambas que, a petición suya, mamá se había colocado un par de piercings en el cipote y un par en cada labio vaginal.

  • ¡Que bueno, Isa! Mi querida Futambo nos visita – exclamó mamá al tiempo que su verga alcanzaba su máximo esplendor.

No podía dejar pasar esa oportunidad, así que mientras mamá rememoraba aquellos lindos momentos vividos con la negra, me introduje su glande en la boca y comencé a mamarlo golosamente. A los pocos segundos, mamá depositaba una gran corrida, dedicada a la negra, que fue casi directamente a mi garganta. ¡No hay un mejor desayuno!