Extraña condición médica - El cumpleaños de mamá 3

Comienza la cena en honor a la mamá de Isa y a la negra Futambo, y todo transcurre tranquilamente hasta que llega el postre y los culos comienzan a ser rellenados.

Extraña condición médica - El cumpleaños de mamá 3

Para comprender este relato, es necesario leer las entregas anteriores o, cuando menos, la introducción.

Francis y Anna sirvieron la cena, y cuando todo estuvo listo, nos sentamos todos a comer. Mamá se había sentado en la cabecera de la mesa, y en uno de los laterales se había ubicado la negra Futambo flanqueada por sus sementales. Yo me había colocado en la otra cabecera de la mesa, frente a mamá, con Daniela a mi lado. Entre ella y mamá, estaban sentadas mis dos hermanas. Comimos deliciosamente, degustando todos los platillos que Anna y Francis habían preparado. El hecho de que nos alimentemos principalmente de semen no quiere decir que no sepamos apreciar una buena comida.

Fue una comida muy agradable y tranquila, con la negra contándonos todo acerca de las tradiciones de su país. Yo, por mi parte, le hice una seña a Daniela para que apurara su comida, para degustar cuanto antes el postre. Una vez que ambas hubimos terminado de comer, la tome de la mano y exclamé:

¡Hora del postre! – y guiando a Daniela, nos introdujimos por debajo de la mesa.

Era un espectáculo sobrecogedor. Las vergas de mamá, la negra y sus esclavos descansaban desnudas, mientras que para las de mis hermanas, tuvimos que remangarles las faldas.

Este postre te lo dedico a ti, querida amiga – le dije al tiempo que engullía una de las vergas de los negros.

Créeme que lo voy a disfrutar – me respondió introduciéndose en su delicada boquita la verga de mi hermana Anna.

Arrodilladas, alternábamos nuestras mamadas, para que ninguna verga se quedara sin disfrutar de nuestras golosas boquitas. Mamábamos a conciencia, y cada vez que una polla iba a acabar, chupábamos sin pudor hasta extraer la última gota, para después fundirnos en un beso donde compartíamos el delicioso néctar. Así estuvimos, hasta que cada verga se corrió por lo menos dos veces.

Este es el postre más delicioso al que me han convidado – exclamó Daniela limpiándose con el dedo meñique la comisura de sus labios, por donde una traviesa gotita de leche pretendía escapar.

Salimos de debajo de la mesa, y las caras de placer de los comensales no dejaba dudas acerca de nuestro efectivo trabajito oral.

¡Delicioso el postre! – exclamé mientras sacaba la lengua y me relamía los labios.

Descansamos un rato luego de la comida, y luego Francis puso un poco de música suave para amenizar aún más velada. Mamá y la negra se tomaron de las vergas, se pusieron de pie y comenzaron un erotizante baile. Pegadas una frente a la otra a más no poder, se rodearon con los brazos por encima de los hombros y comenzaron a danzar suavemente. Sus grandes y nuevamente erectas vergas se encontraban atrapadas entre ellas, y casi les llegaban a la altura de la boca, pasando antes por el canal formado por los dos pares de tetas enormes. Por supuesto, entre beso y beso no podían evitar pasar la lengua por el glande la verga de la otra.

Por su parte, Francis y Anna tomaron a cada uno de los negros e hicieron lo propio. Nunca habían disfrutado bailar con un corpulento negro desnudo. De vez en cuando, bajaban sus manos para sobar sus soberbias vergas, que ya comenzaban a recuperar su erección luego del "postre". En cuanto a Dani y yo, no queríamos ser menos, y también nos pusimos a bailar. Nos restregábamos mutuamente sobándo nuestras tetas por encima de los vestidos y fundiéndonos en un beso que no parecía tener fin.

Era inminente que la situación iba a desembocar tarde o temprano en una desenfrenada orgía, y fuimos precisamente Dani y yo quienes propiciamos la ocasión. Nos recostamos a cuatro patas en el sofá del salón, remangamos nuestros vestidos y comenzamos a introducir nuestros dedos en el ano de la otra, al tiempo que no dejábamos de besarnos.

Esto fue más que una invitación, y dejando de bailar, mamá y la negra se acercaron a nosotras. Cada una apoyo su glande en la entrada de nuestros anos, mamá en el de Dani y la negra en el mío, y al unísono, comenzaron a introducir sus gruesas barras de carne en nuestro interior. El efecto que la verga de la negra causaba en mi recto era delicioso. Debido a la picazón que afectaba a mi recto, el roce producido por la hilera de piercings que adornaba la negra verga, me producía una sensación de alivio que rozaba en el extasis.

Mamá y la negra introdujeron completamente sus instrumentos en nuestro interior, y poco a poco, una vez que nuestros anos se hubieron acostumbrado al calibre de las vergas, comenzaron a bombearnos indiscriminadamente. Dani y yo no cabíamos del placer que estábamos sintiendo, y en ningún momento dejamos de besarnos. Incluso creo que una lágrima de emoción llegó a escaparse de sus ojos.

Durante casi media hora estuvieron mi mamá y la negra machacándonos las entrañas a Dani y a mí, mientras mis hermanas se entretenían con los negros. Casi al mismo tiempo, mamá y la negra comenzaron a venirse, inundando nuestros rectos con su abundante corrida. Una vez que hubieron terminado y retirado sus pollas de nuestro interior, intercambiaron posiciones y cada una comenzó a sorber la leche que la otra había depositado. Mamá empezó a succionarme el ano mientras que la negra hacía lo propio con Dani. Después, haciendo un 69, se mamaron mutuamente las vergas para limpiarse cualquier resto de semen que allí hubiese quedado. La negra quedó gratamente sorprendida cuando, en medio de la plena mamada, del ano de mamá comenzó a surgir mi regalo de cumpleaños. ¡No se lo había sacado desde entonces! Por supuesto, la negra no perdió la oportunidad de bombear el recto de mamá con la "Anaconda".

Cuando Dani y yo nos recuperamos de la soberana cogida que nos habían dado, la negra indicó a los negros que se sentaran en el sofá y a nosotras que nos colocásemos encima de ellos, insertándonos sus vergas en nuestros coños. Ni cortas ni perezosas corrimos a rellenar nuestras vaginas de sabrosa carne negra, y ni bien habían terminado de entrar cuando mamá y la negra asumieron nuevamente sus posiciones y comenzaron de nuevo a darnos por el culo a Dani y a mí, solo que esta vez se intercambiaron: mamá me lo daba a mí y la negra se lo daba a Dani. Mis hermanas, viéndose despojadas de sus hercúleos amantes, no les quedó más remedio que unirse a la fiesta y ofrecernos sus pollas para que Dani y yo las mamáramos.

Más que el cumpleaños de mamá, parecía una fiesta donde las homenajeadas éramos Dani y yo, ya que no parábamos de recibir verga a diestra y siniestra por todos nuestros agujeros. Por lo general, no soy muy partícipe de utilizar el coño, siempre prefiero las vergas por detrás, pero la follada que el negro estaba dedicándole a mi chocho era más que exquisita.

Dani tenía los ojos cerrados, y desde mi posición, contemplaba como su hermoso cuerpo se contoneaba al ritmo de las embestidas. Su boca, permanentemente rellena por la polla de Anna, no paraba de succionar, y su cara se contraía en muecas de placer cada vez que una de las vergas llegaba hasta el fondo. Me imaginaba que la verga de la negra debía estar haciendo estragos en su negro agujerito. Yo por mi parte, disfrutaba de la verga de Francis en mi boca y de la ya familiar verga de mamá en el culo.

Sin darme cuenta, estaba mirando fijamente a Dani cuando esta abrió los ojos, y sin sacarse la polla de la boca me dedicó una sonrisa y una mirada lasciva. Sabiéndose observada, comenzó ella misma a arreciar los movimientos, y de estar siendo follada, paso a ser folladora. Las tres pollas de su interior se quedaron quietas, y fue ella la que comenzó a moverse bruscamente, con la intención de ordeñarlas. En ese momento, comprendí que me estaba dedicando su cogida, era como si, a distancia, estuviésemos follando nosotras. Yo no podía ser menos, así que la imité y comencé a incrementar mis meneos.

En esta posición, mirándonos fijamente, alcanzamos casi al mismo tiempo un fuerte orgasmo, que se tradujo en intensas convulsiones que hicieron que las vergas que nos penetraban comenzaran a correrse. Creo que pocas veces en la historia de la humanidad se ha dado el caso de que 8 personas se corran al mismo tiempo, pero el floreciente amor que estábamos comenzando a desarrollar Dani y yo parecía que podía conseguir imposibles.

Una a una las vergas fueron derramando sus copiosas cargas, siendo las últimas las de mis hermanas, que se corrieron en nuestras bocas. Con la boca llena pero sin tragar una gota de leche, tan pronto como nos vimos desenchufadas de nuestros amantes, Dani y yo nos fundimos en un profundo beso, compartiendo la leche como buenas amigas, para después lamernos todo el cuerpo y degustar, por supuesto, la leche que manaba de nuestros coños y culos.

Tanto mis hermanas, como los negros, la negra y mamá, cayeron agotados en los demás sofás, mamá y la negra como siempre lamiéndose las vergas. Luego de este profundo orgasmo grupal, había que esperar por lo menos un rato para seguir con la fiesta.