Extraña condición médica – Aventura en la disco 2

Isa comienza a ordeñar todas las vergas que tiene a su disposición en la discoteca, pero pronto su culo no dará abasto y junto con Daniela, tendrá que recurrir a otras tácticas para saciar a todos los machos.

Extraña condición médica – Aventura en la disco 2

Para comprender este relato, es necesario leer las entregas anteriores o, cuando menos, la introducción.

Nos dirigimos las dos al baño de hombres, tomadas cada una del culo de la otra y de vez en cuando metiéndonos un travieso dedito en el ano. Detrás de nosotras, un gran séquito de hombres, excitados a más no poder, se peleaban por estar lo más cerca posible de nosotras. Con sensualidad y cadencia, meneábamos nuestras caderas, lo que hacía que todos los machos se babearan a nuestro paso. En el trayecto, nuestros vestidos se convirtieron más bien en cinturones, dejando al aire libre tanto nuestros turgentes pechos como nuestros bamboleantes culos.

Entré a uno de los cubículos reservados, seguida de Daniela. El retrete es de los que no tienen depósito de agua, sino una simple tubería por la que llega ésta. Me coloqué de frente y me afinqué con las manos de esta tubería, flexionando mi cintura, abriendo mis piernas y parando el culo en pompa al máximo. El espectáculo de mi ano abierto en su máximo esplendor era lo primero que veía quien ingresaba al reservado.

La multitud se agolpaba afuera, llenando por completo el baño y extendiéndose hasta la discoteca como tal. Muchos ya se habían sacado la pija del pantalón, y empezaban a protestar para que ya empezara la sesión. Daniela se colocó a un lado mío, agachada en cuclillas, y tomando mis nalgas con sus manos las abrió hasta más no poder. Con destreza, escupió dentro de mi ano para lubricarlo un poco.

¡Que pase el primero! – exclamó a voz en grito. Como muchas otras veces, ella fungiría de "maestra de ceremonias" y se encargaría de sacarle el máximo provecho tanto a mi culo como a las vergas que se aprestaban a penetrarlo.

Entró el primero, y antes de penetrarme, Daniela se encargó de darle unas buenas lamidas a su polla a modo de lubricación. De igual manera, lamió todo el borde de mi ano y tomando la polla con sus manos, fue introduciéndola poco a poco en mi interior. Mi ano, acostumbrado a estar permanentemente penetrado, se acopló al instante al grosor de la verga, y a los pocos segundos ya estaba gozando de las embestidas del primer "participante", el cual, dada la excitación no tardaría en acabarme dentro.

Daniela, por su parte, iba preparando con su boca la próxima verga que me iba a taladrar el culo, propinándole una sabrosa mamada para tenerla bien a punto. Además, no desperdiciaba ninguna oportunidad para sacarme la polla que me rellenaba el culo y lubricarla muy bien con su boquita, sin olvidarse de lamerme muy a conciencia el ano y depositar un par de escupitajos en mi interior, todo para que la penetración fuera lo más placentera posible.

Por mi parte, yo estaba disfrutando al máximo de la verga que percutía en mi recto, y de vez en cuando, pegaba mis nalgas al pubis del dueño de la verga para tenerla en toda su amplia extensión dentro de mí, y movía cadenciosamente mis caderas para sentir cada centímetro de esa barra de carne caliente.

Una tras otra se fueron sucediendo las pollas que vaciaban su láctea carga en mi interior. Cada vez que una polla se corría, Daniela atendía diligentemente para limpiar con su lengua cualquier goterón de semen que se saliera de mi recto, así como también limpiaba de cualquier resto de leche a las pollas que dejaban su depósito.

Ya había perdido la cuenta de cuantas pollas me habían penetrado y vaciado dentro de mí, pero calculo que serían entre 20 y 25. Mi culo, como siempre, no había perdido su elasticidad, y gracias a que Daniela lo mantenía permanentemente lubricado con su lengua, no acusaba aún irritación alguna.

Me encontraba ordeñando la que calculo sería la polla número 26 cuando entró al reservado uno de los primeros hombres que me habían penetrado.

Vengo por mi segunda vuelta – le dijo a Daniela.

Lo siento, es una acabada por vez – le respondió, sacándose momentáneamente la polla que tenía en la boca.

Una gritería se formó afuera, ya que todavía quedaban un par de docenas de machos hambrientos esperando por penetrarme, así que nadie podía darse el lujo de repetir.

No te preocupes, ven aquí – le dije volteando mi cara, sin dejar de mover las caderas para ordeñar la polla que tenía en mi culo – En mi coño todavía hay sitio.

Diciendo esto, me separé un poco del retrete para permitir que él se sentara. Una vez se hubo sentado, y sin sacarme la polla del culo, me senté a horcajadas encima de él, dirigiendo con mi mano su verga hasta mi coño.

¡Ahhhhh! ¡Muy bien! – exclamé, perdida en el paroxismo que me dominaba.

Doblemente penetrada, arrecié mis embestidas. Mi recto aún no estaba lleno a toda su capacidad, por lo que quedaba bastante espacio para más corridas anales.

¡Heeeey! – exclamó otro hombre que también ya me había dado por el culo – Si a él le toca el coño, yo me pido la boca – gritó, al tiempo que irrumpía en el reservado con la polla en la mano.

Por supuesto, hay espacio para todos – le respondí, engullendo tan apetecible morcilla.

Así que allí estábamos. Con una polla en cada uno de mis agujeros al tiempo que Daniela seguía en su tarea de lubricarme el culo y las vergas que me penetraban. No tardó mucho en correrse el que estaba en mi coño, pero rápidamente fue remplazado por otro. Igual sucedió con el de mi culo, pero cuando "ingresó" en mí el siguiente, algo no le gustó.

Este culo está demasiado abierto, mi polla queda bailando en su interior. Y eso que no es precisamente delgada – exclamó bastante indignado.

Tenía razón. Mi culo se había estirado tanto que parecía el túnel del metro, y las pollas que lo penetraban ya le iban quedando pequeñas.

Tranquilo que hay una solución – le tranquilicé, pausando la mamada por un instante – Pero lo siento por ti – le dije al de mi coño, al tiempo que lo desmontaba – Necesito mi coño.

Una vez se hubo salido de debajo de mí el penetrador vaginal, y sin sacar la polla del indignado hombre de mi culo, fui introduciendo uno a uno los dedos de mi mano dentro de mi coño, hasta que entró toda completamente hasta la muñeca.

¡Uuuufff! ¡Que puta eres, Isabel! – exclamó lujuriosamente Daniela, al tiempo que se frotaba frenéticamente el coño.

Con toda la mano dentro de mi vagina, fui tanteando a través de la delgada membrana que separa el coño del culo hasta que di con la polla que me penetraba. Con mucha delicadeza, la aferré a través de mi interior y suavemente empecé a pajearla.

¡Esta puta es una cerda sucia! – exclamó – ¡Me está pajeando la verga mientras la tengo en su culo!

Por toda respuesta, obtuvo los vítores de los hombres que esperaban su turno. Nunca había realizado esta proeza antes, pero tal nivel de cerdería hizo que acabara en un sonoro orgasmo que fue aclamado por todos los participantes. Daniela, siempre dispuesta, no dejó perder ni una gota del líquido de mi corrida que se escapaba de mi coño hacia mis muslos.

Diez pollas más pudieron gozar de esta suerte, pero aún faltaban aproximadamente diez más cuando mi culo se vio rebosado en toda su capacidad.

Lo siento, Isa, pero ya no te cabe más leche en el culo. Está lleno a rebosar – me dijo Daniela, resignada, mientras pasaba su dedito alrededor del borde de mi ano, rebosante de leche.

Sacando de su cartera un gran plug anal de bola lo introdujo en mi culo, sellando el depósito de semen, y le explicó a los restantes que ya se había terminado la faena. A gritos, los últimos participantes exigían penetrarme, y no pensaban marcharse hasta vaciarse en mi interior.

¿Qué hacemos, Dani? En mi culo no cabe más nada, y lo que puede pasar es que la leche comience a salirse, y eso sería catastrófico.

No te preocupes Isa, tengo la solución. Mi culo no está tan adiestrado como el tuyo, pero una docena de pollas no debería significar un gran esfuerzo – exclamó, guiñándome un ojo.

Eres tan puta como yo, por eso te quiero tanto – le dije dándole un beso en la boca.

De esta manera, cambiamos posiciones. Esta vez sería yo la encargada de lubricarle el culo y las pollas y ella prestaría su delicioso anito a tan noble causa.

Por supuesto, el único de mis orificios que estaba inutilizado era el ano, por lo que indiqué a uno de los folladores que se acostara en el piso para yo poder introducirme su erecta polla en el coño, lo que no implicaba ninguna dificultad a la hora de "preparar" con mi boca las vergas que se iban a correr dentro del culo de Daniela.

El baño olía a puro sexo, y un gran charco de sudor, semen y saliva se estaba formando ya alrededor del retrete.

Una a una comenzaron a pasar por el culo de Daniela las doce pollas que faltaban por correrse. Ella tenía los ojos cerrados, y en su cara se marcaba el rictus del placer intenso que su culo estaba recibiendo sin piedad alguna.

Así, poco menos de media hora después, doce pollas habían dejado su deliciosa carga en el interior del recto de mi amiga.

No habíamos traído otro plug anal, así que para cuando la última verga se corrió en el recto de Dani, ambas sabíamos que no iba a poder retener las deliciosas corridas que le habían hecho el honor. Pero nunca se debe desperdiciar ni una gota de leche.

Me acosté en el piso del reservado, en medio del charco de fluidos, y Daniela, libre su culo de pollas, se inclinó hasta colocarse en cuclillas directamente encima de mi boca, y pegando su ano a mis labios.

Poco a poco comenzó a manar la leche de su interior. Doce deliciosas corridas que yo saboreaba sin derramar ni una sola gota. Sorbía y sorbía, extrayendo del recto de Dani tan preciado néctar. Cuando no salió nada más, y mi estómago estaba ya bastante satisfecho con tan rica merienda, le dediqué unos sabrosos lamentones al ano abierto de mi "amiga".

Nos incorporamos del piso y nos dimos un sensual beso de lengua para celebrar nuestra victoria. Entre las dos, habíamos "ordeñado" a más de 40 vergas, digo, hombres. De ellos, algo más de la mitad ya se habían retirado, tal vez agotados por el maratón de sexo proporcionado por dos deliciosas y desconocidas hembras hambrientas de verga.

Dani y yo estábamos hechas un desastre, llenas de cuanto fluido había en el piso y con el pelo completamente empegostado. Aún así, todavía le teníamos preparado un "numerito" más a los espectadores que aún quedaban en el baño.

Al ser el baño de hombres, había una serie de urinarios, y estos eran específicamente del modelo que llega hasta el piso. Dani y yo nos acostamos en el piso boca arriba, con las piernas completamente abiertas y flexionadas, cada una frente a un urinario. A los pocos segundos un chorrito de orina brotaba del coño de cada una de nosotras y describía una parábola perfecta que iba a estrellarse contra las paredes del urinario. Nuestro público nos dedicó una sonora ovación ante tan descarada forma de mear.

Tal vez, el ver a dos hembras en celo meando provocó que muchas de las vergas también sintieran la necesidad de satisfacerse fisiológicamente, así que, una vez hubimos nosotras terminado de mear, casi los 20 hombres que allí se encontraban comenzaron a "bañarnos" con su dorada lluvia, aprovechando que estábamos en el piso.

¿No querían bañarse? ¡Pues ahí tienen! – exclamó uno de los meones.

Dani y yo disfrutábamos cada gota que salía de las vergas, y completamente desnudas a excepción de los zapatos, nos dimos un delicioso baño. Casi 20 vergas componían nuestra peculiar regadera, y nos sentamos abrazadas en el piso, al tiempo que nuestros besos se veían humedecidos por el dorado líquido, que recorría cada centímetro de nuestros lujuriosos cuerpos. De vez en cuando, abríamos la boca para recoger un poco del amargo néctar y poder así compartirlo mientras nos morreábamos.

Una vez que las vergas terminaron de vaciarse por completo encima de nosotros, le dedicamos unos segundos más a retozar juguetonamente en la piscina de meado que se había formado en el baño.

Finalizado el espectáculo, nos incorporamos ayudadas por varias gentiles manos. Poco a poco el público se fue retirando, y nos dejaron allí desnudas, cubiertas completamente de orín. Nuestra ropa hacía tiempo que había desaparecido, y nuestra vestimenta la componía únicamente nuestras sandalias de tacón alto y el plug que tenía yo metido el culo reteniendo en mi recto las casi tres decenas de corridas. Dani no podía llegar a su casa completamente desnuda y bañada en orina, así que era obvio que tendría que quedarse en mi casa.

En ese momento, un hombre elegantemente trajeado y que extrañamente no había participado en la orgía, se acercó a nosotras y nos tendió una mano.

Permítanme, señoritas – exclamó al tiempo que nos ayudaba a incorporarnos. – Soy el dueño de este local nocturno, y quiero agradecerles por el "servicio" que acaban de prestar de manera gratuita a nuestra clientela. Todos salieron felices, y eso significa una gran ventaja para mi local. Si tienen pensado repetir este espectáculo, yo estaría dispuesto a remunerarlo sustanciosamente. Aquí está mi tarjeta, piénsenlo y me avisan. Serían la atracción principal del local.

¿Follar con decenas de hombres y que encima me paguen una pasta? ¡Sería fabuloso! Claro está, que primero tendría que consultarlo con Daniela.

Claro que lo pensaremos – respondí, dando un pellizco de complicidad a Dani en una nalga.

Bien, de momento, le pediré a uno de mis asistentes que las lleve a su casa, no creo que puedan irse en esas fachas.

Salimos hasta el coche que habían preparado para nosotras, y luego de haber colocado un poco de papel periódico en el asiento trasero, nos sentamos. Llegamos a casa rápidamente, y como siempre, no encontramos una mejor manera de pagarle a nuestro chofer que dándole una rica mamada a dos bocas. Saboreando aún la sabrosa corrida que se escurría por mis labios, entramos a la casa. Allí, todavía despierta, nos esperaba mamá.

¿Eres tú, Isa? – exclamó al sentir la puerta de entrada.

¡Sí mamá! Ya regresé, y te traigo un banquete digno de la reina de las putas.

Entré a su cuarto y me coloqué encima de ella, en la habitual posición para alimentarla, en un 69 y con mi ano perfectamente pegado a sus labios

Que rico, Isa, veo que traes el culo bien llenito de lechita para tu mami.

Claro que sí mami, para compensar todas las veces que no te he traído tu lechita.

Hmmm! Y además viene aderezado con un toque de orina. ¡Delicioso!

Diciéndo esto, me retiró completamente el plug anal y de mi recto empezó a manar la ingente cantidad de semen que allí se alojaba. Mamá, como siempre, no desperdiciaba ni una gota. Daniela se acostó en mi habitación y yo, molida de cansancio hasta los huesos, me quedé dormida en la posición que estaba, con mamá devorándome el ano y yo con su gigantesca polla metida en mi boquita, saboreando una rica corrida.