Extorsión - (Parte final)

Chantajeada y violada por un subalterno, la bella ejecutiva no descarta su venganza. Pero esta vez... está muy calentona y el adversario viene acompañado.

EXTORSIÓN – (Parte final)

Chantajeada y violada por un subalterno, la bella ejecutiva no descarta su venganza. Pero esta vez… está muy calentona y el adversario viene acompañado.

La violación de ese maldito negro ha sido un detonante de mi despertar sexual. Trato de mantener la razón al margen de mi sensualidad, pero aún no salgo de mi confusión y cada vez que pienso en aquel chantaje, lo asocio con la violación. Para mi vergüenza, lejos de indignarme acabo excitada con los recuerdos de todo lo que me hizo ese copulador profesional.

Unos días después de haber sido vejada y humillada por Valerio, me sentía en la obligación de planear una revancha para quedar bien conmigo misma. Por confiar en mi superioridad caí en el juego sucio de ese zambito miserable, al extremo de haber sido extorsionada y violada prácticamente sin resistencia de mi parte. Estoy en peores condiciones que antes, me tiene amenazada y temerosa. Ahora cuenta con medios más contundentes para el chantaje y tiene todas las de ganar. Daría cualquier cosa por recuperar la cinta de la violación, que lejos de registrar una copulación forzada, seguramente debe contener lo que aparentaría ser un coito consentido.

Es domingo por la mañana y he quedado sola en mi departamento. Todavía llevo puesta la bata que usé después de mi baño matutino y sigo con la toalla en mi cabello aún húmedo. Ya tomé desayuno y me apresto a meditar en compañía de un cigarrillo y un café cargado.

Suena el intercomunicador y me dirijo a atender, se trata de Valerio. Pero esta vez no viene solo, dos personas lo acompañan y eso si que me resulta inesperado. Luego de dudarlo por un instante, finalmente decido enfrentar la situación. En mi deseo de darme valor, pienso que tal vez las cosas se estén presentando así, para mi bien.

Abro la puerta y antes de poder hablar, Valerio toma la iniciativa y me presenta a un jovencito de unos diecisiete años, alto, un poco menos musculoso que él, pero más jetón, también a un corpulento cuarentón, trigueño, que para colmo reconozco como uno de mis subordinados.

Te presento a mi hermano Julito, el benjamín de la familia… Al "tío" Rubén claro que lo conoces, es el Jefe de Personal y colabora contigo. Él es a quién salvé por un pelo de ser victima de tus abusos. ¿recuerdas? - Preguntó

Usando el cuerpo, el intruso fuerza su ingreso, sin ninguna autorización y para mi sorpresa, dice:

Pasen nomás muchachos, no sean tímidos, siéntanse en su casa. – Y continuó diciendo:

Bueno muñeca hoy es tu día de suerte, he venido a darte la oportunidad de librarte de aquello que tanto te atormenta y que los dos sabemos que es.

No podía creerlo. Inmediatamente pensé en el CD y la expresión de mi rostro se llenó de felicidad. Enseguida le pregunté:

¿Dice que ya comprendió que más le conviene negociar?

No mamita, lo que te estoy diciendo es que hoy he amanecido benevolente y he decidido ayudarte. Tu bien sabes que estás en mis manos y si me diera la gana te haría mi esclava… mi puta, ¿comprendes? - Y se rió burlonamente.

Creo que esto no lo deberíamos tratar en presencia de otras personas, mejor le dice a sus acompañantes que esperen afuera. – Le contesté avergonzada.

Pendejita no, te cagas por estar a solas conmigo. Mejor invítalos a tomar asiento en el recibidor, sírveles un trago y trátalos bien. No olvides que son mis invitados. Que nos esperen aquí mientras tratamos el asunto los dos solitos. Mira, la prueba que tanto te atormenta, única, original y sin copias. - Me susurró al oído y me mostró un estuche con un CD.

Con tan alentador ofrecimiento, me limité a cumplir sus indicaciones.

Ustedes espérenme aquí, cuidadito con subir. Si desobedecen se la verán conmigo. – Les dijo amenazante.

Luego lo guié hasta mi computadora que está ubicada en el segundo piso. Tenía interés por la propuesta y curiosidad por ver el contenido del CD. Dejamos en la planta baja a los otros dos advenedizos.

Mira lindurita, he venido a ofrecerte dos cosas: Mi renuncia al puesto de practicante en tu Empresa y entregarte el CD original y único. Con eso tienes resueltos tus dos principales pesadillas de un solo tiro. - Afirmó lacónicamente.

Y yo ¿Qué le tengo que dar a cambio? - Pregunté entusiasmada con la oportunidad caída del cielo.

Casi nada preciosa, si bien yo me voy, se queda en tus manos mi querido "tío" Rubén y deseo dejarlo con alguna protección. También quiero pedirte que sea mi hermano quien me reemplace cuando yo renuncie. Y como comprenderás, no he olvidado que tengo algo pendiente contigo, mejor dicho con el rabito de una puerquita que no quiero decir su nombre pero que los dos sabemos quién es. Te aseguro que no me iré sin cumplirte lo ofrecido. - Concluyó diciendo.

Ya, inserte de una vez el CD en la lectora para visualizarlo. - Le dije visiblemente impaciente.

Oye ricurita, bien morbosa me has resultado… ¿no? ¿Tan desesperadita estas por verte gozando como una puerquita con tu negro que te lo hizo tan rico? Si tú mejor que nadie sabe lo que contiene este CD, así es que no desesperes que hay tiempo de sobra para verlo después. – Respondió, mientras me metía la mano por la abertura de la bata.

¡Uy! perrita, tu te mojas de solo verme ¿Tantas ganas me tienes?, que rica… si hasta tienes el clítoris hinchadito. – Me dijo para avergonzarme.

Quise protestar y negar las especulaciones de ese negro jactancioso, pero cualquier explicación hubiese resultado más embarazosa. - Tuve que optar por no contradecir.

¿No me estará tendiendo una nueva trampa… no?, tal vez en lugar de ayudarme como me ha ofrecido, lo que busca es hundirme mas y ahora con la colaboración de sus cómplices. – Atiné a preguntarle no obstante de su jugueteo dactilar en mi zona íntima.

Te aseguro que no, estamos en tu residencia y tú bien sabes que aquí no hay cámaras escondidas y mis invitados no se toman libertades sin mi permiso, así es que cálmate, relájate y prepárate a gozar rico. – Me dijo cínicamente.

Eso de ninguna manera pensé, sin contestar, el hecho que yo me vea impedida de defenderme y que se aproveche cobardemente de la circunstancia, no le da derecho a creer que yo la esté pasando bien con sus abusos.

La acción acompaño a sus palabras y desabrochándose la hebilla de la correa me hizo una señal para que continúe y lo ayude a bajarse los pantalones. Al caer el pantalón hasta la altura de sus rodillas, el lujurioso ya se encontraba en completo estado de erección. Su tremendo miembro se levantó por encima de la horizontal como impulsado por un potente resorte, luciendo insolente un oscuro pero lustroso cabezón de considerable volumen.

Tomándome de la toalla que envolvía mí cabello me hizo doblar la cerviz hasta ponerme en posición genito oral. Sabiendo que no tenía escapatoria, con resignación inicié la consabida operación.

Con los estimulantes bramidos del negro, la succión se tornaba cada vez más frenética y entusiasta, claro está que únicamente debido a mi deseo de hacerlo terminar pronto y no por otros motivos que él pudiese suponer, pero este atenuante me resultaba imposible de sustentar dadas las circunstancias.

Muy bien, muy bien putita, cada día lo estás haciendo mas rico, ahora déjame saborear tu jugosa almejita. - Mientras hablaba me retiraba de la cabeza la toalla que ya estaba casi suelta, dejando mi húmedo cabello descubierto.

Quedaron sobre la alfombra, la toalla, mi bata de baño y las prendas de vestir del abusivo, quien se tendió de espaldas sobre mi lecho y me forzó hasta colocarme sobre él en posición de sesenta y nueve.

Eso si me preocupaba muchísimo, nuevamente mi resistencia y concentración mental iban a ser puestas a prueba, yo tendría que hacer esfuerzos sobrehumanos para no flaquear como en la anterior ocasión, creía estar segura de saber lo que se venía y me disponía a no permitir que mi férrea voluntad sea nuevamente vulnerada.

Pero el pervertido lamía y succionaba como un animal y no siempre mis órganos armonizaban con mi disposición mental y lo peor… él es un experto en darse cuenta, aun cuando yo trato de ocultarlo, parece adivinar mis sensaciones. Trataba de relajar los músculos genitales para ocultar las pulsaciones involuntarias que estaba teniendo, pero no era capaz de controlar todas mis reacciones a la vez y los indicios se manifestaban por alguna otra parte.

Mami tu culito… tu culito me está llamando. – Me dijo.

Y jalándome de las caderas hacia atrás me acomodó para trabajarme el ano con la lengua. ¡Que vergüenza!, se iba a dar cuenta que no estaba tan ajustadito como la vez anterior.

Buena chica… me lo has estado preparando. – Afirmó.

Retorna nuevamente a la vulva y reinicia el lengüeteo. Me quería morir, un intenso orgasmo se me venía incontenible contra mi voluntad y me iba a dejar en absoluta evidencia. Para colmo, en ese preciso momento, el pervertido me introduce el dedo pulgar por el ano, precipitándome un tremendo clímax con el estímulo combinado.

No pude acallar un sollozo que venció mi resistencia. Menos aún pude evitar que mis músculos anales estrecharan calurosamente el dedo invasor que con tal oportunismo contribuyó al placentero desenlace.

El negro insaciable se incorporó y me quiso acomodar en cuatro patas, pero me dio mucho miedo. Ya había registrado el tamaño de su tremenda tranca, cuando la tuve en la boca.

No por favor, me va a doler. - Le pedí suplicante y el respondió:

Te aseguro que no te dolerá, solo hacen doler los que no saben hacerlo. Además ya constaté que tienes un culito bien elástico. Tú toma el control para que te relajes un poco, que yo te voy a dirigir. – Me ordenó.

Tomó de la mesita de la computadora un tubo de gel, me metió la cánula por el ano y me lubricó el recto abundantemente, luego se puso una buena cantidad a todo lo largo del miembro y en especial en el bálano. Mediante diestros movimientos me iba dilatando el esfínter anal con los dedos, en forma tan estimulante que nunca me la hubiese imaginado. Uno por uno, llegó a introducirme la primera falange de sus tres dedos centrales sin hacerme sentir dolor alguno.

En cierta forma me sentía agradecida a su destreza, por que mi sometimiento obligatorio, no estaba resultando tan penoso. Un poco mas confiada, estaba dispuesta a obedecer sus instrucciones.

Él se acostó de espaldas en la cama y me puso en posición de cabalgadura invertida. Yo quedaba montada a horcajadas, dándole la espalda y apoyada con las manos sobre sus rodillas levantadas. Él me sujetaba de las nalgas para separarlas y aligerar mi propio peso, permitiéndome mayor libertad de movimiento y control sobre la penetración. Con desacostumbrada gentileza me colocó el cabezón en el ano, solo apuntalándome sin meter, como para que yo supiera que ya estaba en la posición correcta y me dijo:

Puedes hacer presión hacia abajo, conforme soportes la penetración y si sientes algún dolor levantas las caderas como escape. - Sus palabras eran secundadas por leves movimientos rotatorios de cintura que me producían un estimulante masaje anal, el cual me ayudaba a soltar los esfínteres, comprobando con sorpresa una elasticidad inesperada.

La novedosa y sensual posición en que me encontraba colocada y el estimulante masaje anal que recibía con el movimiento circular, estaban logrando que mi sometimiento resulte alarmantemente grato, a tal punto que en esta posición me era posible ver abundante baba brotándome de la vulva. Tal estímulo me hizo abandonar el control y solté ligeramente las caderas, eso bastó para quedar con el cabezón engarzado en mi pequeño orificio.

Sentía adentro algo como un nudo y si bien no me había dolido exageradamente, tenía dificultad para continuar la penetración y más aún para sacarla. Mi músculo de cierre tenía aprisionado del cuello al tremendo miembro, manteniéndome estática en tal postura, así como quedan unidos los perros cuando se aparean.

Nuevamente sus delicados movimientos circulares de cintura, me fueron soltando y aflojando, hasta que sentí que ya podía resbalarme hacia abajo con facilidad y complacencia.

Sin estimulación del clítoris, descubría con desconcierto que mis sensaciones anales eran cada vez más intensas e incontrolables y que estaba descubriendo la más sensitiva de todas las partes de mi sexualidad. Nunca imaginé que lograría tanto placer por ese conducto ni que tuviese un ojete tan voraz. Sin pensarlo ya había posado mi carnoso trasero sobre su pelvis y me la había comido completita.

Tan intensa sensación me hizo perder los papeles y tengo que reconocer que me desboqué descontroladamente. Balbuceaba, Jadeaba y resoplaba como una endemoniada, sacudía el culo frenéticamente e inclinaba el torso hacia el pecho de mi afortunado culeador, para no dejar afuera ni pizca del miembro que tanto estaba disfrutando. Sentía que pronto expelería abundante lava volcánica de entre las piernas.

Mi estado de enfermizo desenfreno, me impidió advertir la presencia de un intruso dentro la habitación, al percatarme de ello, ya me encontraba disfrutando en ese momento del más delirante orgasmo de toda mi vida. Lo mas grave, que lo hacía con la desautorizada cooperación del advenedizo Julito, quien tenía su gran geta estampada en mi vulva como una ventosa succionadora, su oportunismo le permitió comprobar mis estertores genitales y saborear mi copioso liquido eyaculatorio.

En tales circunstancias me sentía incapaz de oposición alguna, el clímax que estaba gozando no tenía cuando terminar, parecía infinito y todos los presentes querían su ración en el festín. Los dos parientes disputaban como hienas hambrientas la mejor colocación, ambos también completamente desnudos, midieron fuerzas a jalones, logrando finalmente cada uno su provisional ubicación para dar inicio a un tremebundo bandalaje copulatorio.

Yo estaba prácticamente echada de espaldas sobre el pecho de mi culeador y Rubén había logrado empitonarme por delante con su respetable aparato bien parado, colocándose en cuclillas entre mis piernas. Logró la intrusión sin resistencia alguna, mi dilatada y rebosante embocadura lejos de rechazar la usurpación, le brindó una espontánea y calurosa bienvenida derramándose y retorciéndose de júbilo con inusual entusiasmo.

La tranca del menorcito, no parecía de juguete, sus dimensiones eran evidentemente hereditarias y ya venían impresas en la programación genética familiar. Lo pude apreciar cuando desde un costado ahogó mis aullidos de placer poniendo la tranca entre mis labios. Hasta ese momento no había sido consiente de mis ensordecedores aullidos.

Técnicamente estaba siendo victima de una violación colectiva, de un claro bandalaje sin atenuantes, pero paradójicamente, lejos de resultar agraviada, venía siendo la más beneficiada del bacanal. Si hubiese siquiera sospechado con anticipación la magnitud de tal disfrute, hubiese sido yo la autora de la trasgresión.

Estaba siendo protagonista y a la vez descubridora de mi insospechada voracidad sexual, la que provocaba en mí un estado de goloso desenfreno. El deleite de los nuevos estímulos me significaban un goce gradualmente mayor, conforme se iban presentando. Nunca imaginé que el placer sexual pudiera llegar a ser tan intenso, ni que yo fuese capaz de tal furor pasional, el disfrute que lograba mediante la simultanea fricción de dos férreamente erectos órganos viriles, exacerbaban el picor interior de mis dos embocaduras genitales y la succión del tercero, me permitía visualizar imaginariamente la función de los que se sacudían en mi interior, lejos del alcance de mis ojos.

Estaba a punto de venirme nuevamente, ya tenía sobre mi un rebosante orgasmo, la múltiple estimulación erógena y las circunstancias en que se desarrollaba la fornicación, despertaban un morbo indescriptible y las manifestaciones de todo mi ser no dejaban duda del efecto; sacudía el culo como una desquiciada y le mamaba la pichula al negro menor hasta lastimarlo. Estaba a punto del desmayo y me invadió un lujurioso llanto pasional, que me trasladó a una dimensión con licencia para manifestar efusivamente toda mi satisfacción, dejando de lado la decencia, el recato y la racionalidad.

Mi intemperante estado, provocaba en mis copuladores una voracidad creciente, sumergiéndonos a todos en una vorágine de lujurioso engolosinamiento.

En coro anunciábamos un clímax multitudinario, se precipitaba un orgasmo colectivo casi simultáneo. Las fuertes pulsaciones y espasmos genitales activaron un torrente de fluido eyaculatorio que me inundó hasta rebosar, brotando de mi interior en abundancia. Mis cavidades invadidas producían fuertes contracciones deseosas de succionar toda la efusión. Eso sí, tengo la certeza que al negro de diecisiete años, al tal Julito, se la chupé hasta dejarlo sin gota de esperma.

Una obligada tregua impuesta por el agotamiento, nos permitió refrescarnos, además de calmar la sed. Cada quién se atendía por su cuenta y sin pronunciar palabra alguna, como zombis, aún confundidos por efecto del episodio vivido.

El silencio fue roto por Valerio que increpó duramente a sus acompañantes, por haberse tomado la libertad de participar en el jolgorio sin su autorización; ambos infractores se justificaron argumentando que el clima de excitación fue el responsable del desenfreno.

No olviden que los he traído solo para que presencien los hechos, como futura protección para ustedes mismos, no para que den rienda suelta a sus instintos animales. - Y les mandó tomar asiento en el sofá ubicado detrás de la cama, prohibiéndoles cualquier nueva acometida.

No me explico con claridad, por que me parecía que Valerio estaba siendo demasiado drástico con los muchachos, pensaba que debería comprenderlos y ser mas tolerante. Después de todo, lo ocurrido era irreversible y ya habíamos quedado marcados en forma indeleble. Me resultó imposible vencer el recato y a mi pesar no pude interceder a favor de los oprimidos, para devolverles su libertad.

No me sentía dispuesta a modificar el curso de los acontecimientos para cobrar en ese momento el precio de mi entrega. Preferí dejar ese tipo de intereses para mas adelante; ahora tenía urgencias mas apremiantes, estaba siendo presa de un lúbrico picor erógeno que me carcomía interiormente. Sentía el imperioso deseo de ser nuevamente usurpada, pero no me sentía con valor suficiente para tomar ese tipo de iniciativas.

Complacida noté que el erecto miembro del cabecilla me retaba nuevamente y que me vería exonerada de dar el primer paso. Efectivamente, fue él quien inició el combate; quiso tramitarlo en forma ortodoxa empezando con las caricias preliminares, pero yo ya me sentía más que suficientemente excitada y lo que necesitaba era calmar ese picor interior a fuerza de fricción genital.

Lo monté yo solita, me apuntale por la vulva y me resbalé hasta el fondo, hasta sentir la punta de su mástil presionándome el epicentro genital. Yo daba vigorosos sacudones de cadera y el, sin dejar de mamarme las tetas, me preparaba nuevamente el culo con generosa cantidad de lubricante.

Vencida por la curiosidad, me esforzaba por mirar a los silenciosos acompañantes, alcanzando a verlos a través del espejo de mi tocador. Ambos en evidente estado de excitación, tenían sus grandes vergas apuntando hacia arriba amenazadoramente, mientras desde su ubicación tenían a la vista todo el espectáculo copulatorio.

Mi desmedido apetito carnal exige estímulos adicionales y mi descontrolado ano pide guerra. Intermitentes contracciones pulsan mi entre abierto ojete, que por cuenta propia persiste en exacerbar los ánimos de los impacientes espectadores que claman por intervenir, incitándolos a la sedición.

Voces de protesta se dejan escuchar y se aviva un inevitable amotinamiento, empiezan los explicables forcejeos, hasta que por fin se consuma el asalto, el ímpetu del adolescente fue más fuerte que las restricciones impuestas por el hermano mayor e impulsado por sus irrefrenables apetencias usurpa mi inquieta desembocadura, logrando su ocupación con toda mi colaboración.

Conforme era empalada por el culo, escapaba por entre mis labios una oportuna expresión de conformidad, dejando en evidencia mi complicidad, evitando así un posible enfrentamiento.

Los tres sacudíamos nuestros cuerpos con gozo desmedido, tratando de acompasar la cadencia y Rubén desde una nueva ubicación me ofrecía impaciente su respetable verga completamente tiesa y descabezada para mamarla, oportunidad que no demoré en aprovechar para degustar los sabores de mi subordinado

.

Me venían sucesivamente intensos orgasmos uno tras otro, luego de cada cual mis infatigables copuladores permutaban posiciones por turnos. Mantenían mis tres cavidades diestramente estimuladas en todo momento. Estaba segura de haber encontrado el método copulatorio de mi preferencia y a la medida de mis necesidades, los tres participantes simultáneos resultaban imprescindibles y en adelante no podría excluir a ninguno.

No era uno ni dos, sino tres, el número de aventajados y arrechos sementales los que necesitaría en lo sucesivo. Así tuviese que reemplazar a alguno de los actuales, eso es lo que exige mi irrefrenable furor sexual recién desenmascarado.

Después de semejante disfrute llegó la saturación y todos quedamos plenamente satisfechos, me sentía jubilosa de no haber decepcionado y orgullosa de mi desconocido temperamento pasional. El trío de infractores, lejos de afectarme, había terminado dándome un suculento servicio gratuitamente y lo que es mejor con total disposición para repetir estos encuentros con mucha frecuencia y convertirse en mis aliados incondicionales.

Valerio cumplió con entregarme el CD bendito, en versión original y única; con lo que me regresó el alma al cuerpo. En cuanto a su carta de renuncia, lo convencí para que se quede en la Empresa. Así mismo me comprometí a ayudar a su hermano con las prácticas que estaba solicitando y en cuanto a Rubén, quedé en revisar su caso con imparcialidad, en tal forma que nadie saliera de mi hogar con las manos vacías.

Eso es lo que yo llamo ser una eficiente administradora. He logrado transformar una guerra a muerte en una alianza de placentera colaboración. Si bien mis estratagemas han sido un fracaso y mi intelectualidad me abandonó por completo, he podido conseguir con creces el objetivo propuesto. Lo logré, aunque:"No es lo mismo tener cosas en la cabeza, que cabezas en la cosa"; JE, JE, JE.