Extorsión a un matrimonio
De nuevo por una deuda, unos empresarios abusan de un matrimonio. Incluye imágenes.
Unos días después de mi último servicio, El Calvo me llamó para que nos reuniésemos y explicarme el siguiente trabajo.
En este caso, Lola y su marido Fran, eran los deudores. La diferencia con otros casos es que a ellos les habían tendido una trampa, cuyo objetivo final era disfrutar de la mujer.
Fran había sido un fuerte empresario años atrás, pero la crisis le había llevado a perder la mayor parte de sus negocios. En la actualidad, ejercía como intermediario en la compra venta de solares.
Clemente y Santiago eran otros dos propietarios de empresas. A diferencia de Fran, éstos habían aprovechado la crisis a su favor. Santiago, además, había sido gerente de la empresa de Fran, pero decidió abandonarla para iniciar un proyecto en solitario que a la postre resultó acertado. No obstante, a pesar de la ruptura laboral entre ambos, no hubo nunca problemas entre ellos y sus encuentros posteriores fueron cordiales.
Un día, Fran recibió una llamada con el objetivo de adquirir un solar para la instalación de un supermercado. Cuando supo lo que buscaban contactó con varias personas hasta que dio con la empresa de Santiago y su socio, Clemente, que tenían lo que estaba buscando.
Le ofrecieron el solar, aunque a cambio debía de aportar una fuerte cantidad que le sería devuelta una vez que se hiciera efectiva la compraventa, bien por Fran o por la persona a quien él cediera los derechos.
Las deudas ahogaban a Fran, por lo que con su liquidez, no alcanzaba para dar la el anticipo para firmar el contrato de arra. Esto hizo que acudiesen a El Calvo para que les aportase la cantidad faltante.
El resto es fácilmente imaginable. El contacto que representaba al supermercado desapareció y Fran no pudo hacer frente al pago al usurero. Por otra parte, el plazo para formalizar la compraventa terminó y el importe de la señal lo perdió.
Los dos socios eran unos nuevos ricos. Caprichosos, obtenían siempre lo que querían, y ellos mismos habían aconsejado a Fran que acudiese con su esposa, a quien conocían de un par de años atrás, a pedir el dinero al prestamista. Santiago siempre había deseado a Lola, y cuando Clemente la conoció, sus gustos coincidieron. La belleza de la mujer, unido a su sofisticado estilo y la presunta fidelidad total que ella destilaba, volvía locos a aquellos dos hombres.
Después que El Calvo me informara de todo lo que necesitaba saber, me reuní con los que iban a comprar la deuda. Eran dos hombres listos y morbosos y su mala fe en el método empleado hacía que el propio matrimonio, con la señal que había dado para la adquisición del solar fuera quien financiase el regocijo de los dos socios.
Por su parte, Fran y su mujer, Lola eran un matrimonio tradicional. Sabía casi todo de su vida. Ella una mujer preciosa de 35 años, emparejada desde muy joven con Fran, tres años mayor que ella.
Quedé con ellos el domingo a mediodía, cuando salieron de misa. Les acompañaban sus dos hijos de 5 y 8 años, Raul y Quico. Cuando los vi supe que no era un matrimonio de las mismas características que el mío, o de los que habíamos disfrutado. Se les veía muy buena gente, ajenos a las maldades del mundo del que ahora estaban rodeados.
Enseguida, en cuanto comenzamos a hablar, me ofrecieron varias alternativas. Ellos querían liquidar la deuda, pero de momento les resultaba imposible.
Me limité a hacer mi trabajo y puesto que estábamos a 10 de octubre, y el día 12 era fiesta los convoqué a una reunión, seguida del espectáculo, para la noche del día 11, donde les comenté que podrían liquidar su deuda. El matrimonio se limitó a darme las gracias.
Al día siguiente, un coche los llevó a la casa de Santiago, donde se celebraría el encuentro. Nosotros nos habíamos reunido un par de horas antes. Supe allí que ya habían comprado alguna deuda anteriormente a El Calvo, por lo que conocían bien el proceso.
La casa era enorme. Un chalé unifamiliar, con dos entradas. El coche entró hasta la puerta principal, donde el matrimonio se bajó para después, el vehículo, abandonar la finca.
Comenzaba ya a hacer fresco, por lo que Santiago había caldeado la casa con la calefacción. Los invitó a pasar dentro, hasta llegar a un salón rústico que daba a la parte trasera de la casa. Había varios trofeos de caza colgados en las paredes, tres sofás con una mesa baja al medio, una alfombra de piel, y una mesa de comedor con seis sillas, además de un par de sillones de color negro que parecían haber salido de alguna sala de juntas. Sin duda era el salón de ocio de Santiago, mucho más informal que la sala principal de la casa.
Fran y Lola, a pesar de la faena que les habían hecho los empresarios se mostraron con buen carácter, él saludó con un fuerte apretón de manos y ella con una sonrisa de oreja a oreja les dio dos besos a cada uno.
Lola era una mujer castaña, con una larga melena que recorría toda su espalda, delgada y con un pecho voluminoso. Aquella noche iba vestida con un traje de chaqueta, gris, con rayas. Los pantalones eran de pinzas, con bolsillos mientras que la chaqueta era de cuello vuelto, con aleta. Había que ser muy femenina para que aquella ropa resultase estilosa para una mujer. A ella le sentaba estupendamente.
Nos dirigimos hacia el centro, donde estaban colocados los sofás. El matrimonio se sentó en uno, el anfitrión en otro y Clemente y yo, en el tercero.
Por su cara de alivio en la reunión supuse que su pensamiento era que los empresarios le devolverían el dinero y podrían hacer frente al pago al usurero. Comencé hablando yo para exponerles la situación.
- Lola, Fran. El Calvo os prestó un dinero que deberíais haber devuelto ya hace un mes. Esto no se ha producido y de momento no vemos posibilidad que lo podáis reintegrar.
El matrimonio se mantenía serio, escuchando atentamente lo que les decía.
- Esta pareja de empresarios, Clemente y Santiago, a quienes ambos conocéis, han decidido pagar hoy el importe que debéis. Yo estoy aquí para asegurarme que esta misma noche saldáis esa deuda.
- ¿Cómo vamos a hacerlo? No tenemos el dinero Respondió inocentemente Fran.
- Verás. Estos dos hombres están muy interesados en hacer esta noche una fiesta, con vosotros como protagonistas, sobre todo con Lola.
- No entiendo
- Te lo explico. Lola y tú, estaréis esta noche a disposición de ellos. Han pagado una fuerte suma. Por supuesto podéis negaros, pero El Calvo se enfadará.
- ¿Estás hablando que Lola tenga relaciones sexuales con ellos?
No contesté, aunque mi cara les respondió afirmativamente. El matrimonio se echó las manos a la cabeza.
- Esto es de locos. ¿Cómo puedes pensar que vamos a hacer eso que me estás pidiendo? No me importa que me pase nada, no tengo nada que perder. Que me asesine ese mafioso. Me da lo mismo. Nos marchamos de aquí. Contestó ella.
- No hace falta que llaméis al coche. Saldremos fuera y llamaremos a un taxi. Añadió Fran.
- Pensé que ellos nos devolverían el dinero que nos robaron.
- No robamos nada, sólo diste una señal para la compra del solar que al final desechaste.
No siguieron hablando. Se levantaron y salieron hacia la puerta sin despedirse de los dos mecenas. Atravesamos la casa, les devolví sus abrigos y acompañé al matrimonio a la puerta, no sin antes advertirles del riesgo que corrían. Les recomendé no enfadar al usurero e incluso les expliqué que mi esposa y yo pasamos por aquella situación hacía pocos meses.
Les recordé el nombre de sus hijos, Raul y Quico. El Calvo sabía todo sobre ellos. Les leí una serie de detalles que casi nadie conocía sobre sus hábitos. Ellos palidecieron.
- Estaremos aquí una media hora. Si cambiáis de idea podéis volver. De lo contrario se considerará roto el trato.
Volví a la casa dudando si volverían y así se lo hice saber a los mecenas. Mientras tomamos algo para hacer un poco de tiempo. Unos veinte minutos después, el matrimonio, con un rostro compungido, estaba de nuevo en la puerta de la casa. Fran se excusó.
- Nuestros hijos son lo más importante en nuestra vida. Nunca nos perdonaríamos que les pasara algo por nuestras deudas. ¿Qué es exactamente lo que deberíamos hacer?
- Conozco a Fran desde los trece años. Jamás estuve con otro hombre. Siempre nos han parecido abominables las historias de tríos, intercambio de parejas y demás barbaridades. Para nosotros, lo que nos pedís es una aberración.
- Si os sirve de consuelo, yo debía a El Calvo una cantidad varias veces superior a la vuestra. Tres ex empleados míos compraron la deuda. No tuvimos alternativa. Nos odiaban a ambos. Pagamos nuestra deuda en dos veces de la misma forma.
Les expliqué, sin entrar en demasiados detalles por qué aceptamos. El miedo que nos daba ese hombre del que se habían oído cosas horribles. Queríamos mucho a nuestros hijos. También les conté que por un sentido de venganza a lo que viví, ahora colaboraba con el mafioso, para cobrar las deudas.
- ¿Podemos hablar con Clemente y Santiago? Cuando él se fue de mi empresa me porté bien con él. Tal vez acepten renegociar la deuda con ellos.
- Por supuesto. Podéis hacerlo. Contesté sabiendo que aquellos pervertidos cobrarían la deuda a la pareja.
Dejaron sus abrigos en la entrada y les acompañé al salón de nuevo donde se notaba el confort de la calefacción, en una fría noche de otoño, de aquel pueblo residencial cercano a la sierra. Los empresarios quitaron la mesa de centro que estaba situada entre los sofás para que la pareja se colocase en medio.
Los ojos de los dos hombres se dilataban. Algo que habían programado tiempo atrás hoy culminaba. Por fin iban a tener a Lola, en presencia de Fran. Santiago, en situación de superioridad, habló a la mujer de quien había sido su jefe años atrás.
- Santiago. Quiero que lleguemos a un acuerdo para pagar lo que te debemos. Siempre me porté bien contigo. Ahora te pido que nos des un poco de tiempo para pagarte.
- Sólo nos interesa adquirir vuestra deuda si la cobramos esta noche y de la forma que sabéis. Además me estoy cansando y si no os decidís ya, creo que vamos a romper el trato y será problema vuestro como os las apañéis con El Calvo que por cierto, creo que emplea métodos muy expeditivos con los morosos y sus familias. Así que iros los dos a tomar por culo, o empezad a saldar la deuda.
La pareja se miró entre sí, y luego a mí. No tenían alternativa. Sus ojos mostraban el miedo a lo que les pudiera pasar a lo que más querían. Santiago siguió hablando
- Lo que más me gusta de ti, Lola, es tu clase. Estás muy formal, pero sobre todo, preciosa con ese traje de chaqueta. Por cierto .. ¿Por qué no empiezas por quitártela? Hace calor aquí.
Con rostro serio y sometido desabrochó los tres botones de su americana y se despojó de ella, que dejó encima del sofá que se encontraba libre. Al quedarse con una camiseta bordada negra, de manga larga sus pechos se realzaron aún más. Clemente la ovacionó.
- Realmente preciosa. Ahora, haz lo mismo con tu camisa.
La mujer se mantenía su dignidad, obedeciendo, a sabiendas que su marido estaba allí y sobre todo lo que ambos se jugaban. Era una camiseta sin botones que la mujer sacó por encima de su cabeza.
Los cazos del sujetador, también negro, cubrían los enormes pechos, aunque dejaban a la vista parte de su canalillo.
- Vamos a jugar un poco. Esto está muy soso. Lola, somos cuatro hombres. Fran, Ángel, Clemente y yo. Quiero que pidas a uno de nosotros que te quite los pantalones.
Comenzaba a estar muy nerviosa. Su marido también estaba sofocado. Después de unos instantes, tuve que insistirles.
- Por favor, haré lo que queráis, pero no me humilléis más.
- Que te quede una cosa clara, preciosa. Si esta noche aceptáis liquidar vuestra deuda, será a cambio de que hagáis todo lo que nosotros digamos. ¿Te queda claro? Por cierto, lo que más morbo me da de estas situaciones es fotografiarlas, así que mira al pajarito.
De nuevo se hizo un silencio en el salón. Mientras, Santiago sacó una fotografía a Lola. Sólo el click de la cámara rompió el silencio.
- Fran. Quítame el pantalón.
Ahora su cara comenzaba a estar enrojecida pero seguía manteniéndose firme. Su marido se dirigió hacia ella para soltarle el botón de su cintura y bajar su cremallera. Él mismo tiró de sus pantalones hasta llevarlos al suelo. Su culote negro quedó a la vista de todos.
- Mantengo que eres una mujer preciosa y está mereciendo la pena lo que hemos pagado por ti. Antes que hagamos un receso para tomar una cerveza, vuelve a pedirnos a uno de nosotros que te quite el sujetador.
- Dios mío¡¡¡¡ Qué vergüenza¡¡¡ Quedaros con nuestra casa, vale mucho más. No quiero hacerlo.
Me miraba mientras lo decía, supongo que implorando que fuese yo quien parase todo aquello. Lo hubiera hecho, pero estaba envuelto en la situación al igual que ellos aunque mi posición fuese distinta. Santiago volvió a fotografiar.
- Por favor¡¡¡ Fotos no¡¡ ¿Qué vais a hacer con ellas?
- El Calvo, cuando vende las deudas, ofrece como reclamo tomar fotografías como recuerdo. En realidad podríamos hacen con ellas los que nos diera la gana, pero quedarán en mi colección privada. Venga. Deja de quejarte y elige al que te quitará el sostén.
De nuevo todos callaron, esperando que Lola hablase.
- Fran. Quítame el sujetador.
- Alto, alto. Fran ya ha intervenido en este juego. Ahora has de elegir a otro.
El trago para la mujer era aún mayor. Se desplomó y comenzó a llorar con fuerza. Miró a su marido y después a mí. Sabía que yo sería el elegido, ya que odiaba a los otros dos. Tardó unos segundos y Clemente volvió a preguntar.
- Lola, ¿quién quieres que descubra tus tetas?
- Ángel Respondió entre lágrimas.
Me levanté para situarme detrás de ella. Solté el broche y contemplé su espalda que quedó marcada al liberar la hebilla metálica que cerraba el sujetador. La mujer agarró las gomas y lo retiró por sus brazos para desnudar sus pechos.
Se lo retiró rápidamente y de inmediato sus manos se dirigieron a sus senos. El dueño de la casa fue quien continuó hablando.
- Lola. Ve a la cocina. Coge una bandeja, cuatro vasos, unas cervezas y los snacks. Trae todo aquí.
Con sus pechos tapados fue hacia la cocina, En el tiempo que ella hacía el recado, los dos socios comentaban de manera divertida y humillante para Fran lo que pensaban de Lola.
- Esta tía está buenísima. Estoy deseando que traiga las cervezas para seguir.
- A mí me tiene a mil. Tiene diez polvazos. Qué suerte tienes¡¡¡ Fran.
El marido sólo negaba con la cabeza. La mujer volvió a la sala, con la bandeja, que la llevaba por encima de sus pezones para ocultar sus mamas. Llegó a donde estábamos y quedó parada en el lugar dónde se encontraba antes.
- ¿A qué esperas? Sirve las cervezas. Ordenó el anfitrión.
La mujer dejó la bandeja sobre la mesa y mientras con su brazo derecho tapaba sus pechos, con la mano izquierda colocó los vasos y sirvió posteriormente las cervezas. Después volvió a colocarse en el centro.
- Lola. No me gusta que te tapes las tetas. Queremos verlas. Con tus manos no eres capaz de ocultarlas del todo. Tienes unas peras enormes.
Hizo caso omiso a las peticiones de Santiago. No se movía, permanecía impasible.
- Si no retiras tus manos, te colocaré unas esposas. Recuerda que estás aquí voluntariamente. Ambos lo estáis. Si no estás de acuerdo con las condiciones, puedes irte.
La mujer humillada, quitó las manos de sus pechos y los estiró para que pudieran contemplarlos. En ese momento, Santiago procedió a fotografiarla de nuevo.
- Eres una mujer preciosa. Jamás había visto unos pezones tan negros, además llevas una ropa interior muy estilosa. ¿Llaman culote a ese tipo de braga, verdad?
No contestó tampoco. Ahora fue Clemente quien se levantó y empezó a caminar en círculo sobre ella. Intentó besar su nuca y tocarle los pechos pero ella se zafó como pudo.
- Dejadme. Por favor os lo pido¡¡¡¡
- Ahora debes decidir quién quieres que te baje las bragas. Recuerda que sólo quedamos Santiago y yo. que me llamo Clemente, por si quieres elegirme a mí.
Su socio rió a carcajadas y se levantó también para acercarse a ella. Comenzó a tocarla el culo y a meter la mano por la parte trasera del culote.
- Vamos Lola. Decídete. Elige.
- Por favor. ¿Qué os hemos hecho para que tengáis que humillarnos así?
- En realidad nada. Sólo es una fiesta privada. Disfrutamos de lo que hemos pagado.
- Dile a El Calvo que acabe conmigo y dejadla a ella. Imploró el marido.
- Sabes bien que él nunca te haría nada a ti. Contesté.
Los dos hombres continuaron acosando a Lola que seguía sin pronunciar un nombre. Movían los elásticos de las bragas, incluso separaban varios centímetros la parte delantera para mirar por debajo.
- Se acabó el tiempo. Di el nombre de uno de nosotros o se terminó el juego.
Fue Santiago quien pronunció las últimas palabras y el miedo, la vergüenza y la venganza hacia él´, hizo que ella eligiese a su socio.
- Clemente.
- Bien¡¡¡¡ Sabía que me elegiría a mí.
El afortunado se sentó en el sofá, colocando en frente de él a Lola, de pie. Se tomó su tiempo, acarició su cintura para tomar los laterales de su culote y empezar a bajarlo lentamente hasta llegar al suelo.
- Precioso. Una mujer muy higiénica. No tiene ni un solo pelo en el coño. Totalmente depilado.
Cuando dijo esto la giró bruscamente para que quedase desnuda ante nosotros y pudiéramos verla. Efectivamente, no llevaba nada de vello y su raja se contemplaba perfectamente. Las manos del hombre agarraban sus muñecas para impedirle tapar su cuerpo. Después, se dirigió hacia su sexo y comenzó a acariciarlo, llevando su dedo hacia su abertura y pasándolo de arriba abajo.
- Hemos pagado mucho dinero por pasar este rato con tu mujer. ¿Qué crees que deberíamos hacer ahora? De momento, creo que lo primero es tomar una foto interesante. Lola, por favor, siéntate¡¡
Santiago trajo un sillón negro que colocó entre los sofás, de frente a nosotros. La mujer hizo lo que le ordenaron y se sentó en él. Intentaba ocultar sus pechos y sobre todo su desnudo sexo.
- Aparta tus manos, abre tus piernas todo lo que puedas y sobre todo déjanos que fotografiemos tu precioso coño rasurado.
- Por favor ¡¡¡¡¡¡¡¡¡ ¿Por qué me hacéis esto? Por dios, noooooo.
- Deja que tus piernas cuelguen por los dos lados de la silla. De esta forma quedarán muy abiertas. Aparta tus manos y déjanos contemplarte en todo tu esplendor.
Viendo que sus súplicas no llevaban a ningún sitio, hizo lo que le ordenaron. Su cabeza se inclinó hacia atrás, intentando ocultar su vergüenza cerrando los ojos y no mirando a ninguno de los que allí estábamos. Sus pezones estaban totalmente erectos fruto de la tensión que sufría. Bajó sus manos y ambas se situaron sobre su sexo. Separó completamente las piernas, apartó sus manos poco a poco, cruzándolas hasta dejarlas sobre sus muslos y quedó expuesta a los flashes que inmortalizaban la humillación de la que era víctima.
Fran le miró a la cara. Evitaba dirigir sus ojos hacia ella. Lola lloraba abundantemente y él lo hacía en silencio. Santiago se desnudó totalmente y volvió a cogerla de la mano para llevarla a una silla. El hombre se sentó e hizo que ella se situase encima de él.
Posó sus manos sobre el culo y empezó a sobarlo y a apretarlo para que sus dos sexos se encontrasen. Ya sin ningún pudor tomaba con su boca los pechos, pasando su lengua, amasándolos con sus labios y dientes. De vez en cuando pasaba la mano entre las piernas ya que su vagina totalmente expuesta, estaba abierta y a su libre disposición.
Ella imploraba mientras que Fran no decía nada. No miraba. Sólo escuchaba los jadeos y súplicas de su esposa que sabía que aunque su mente estaba bloqueada, su cuerpo no tenía otro remedio que ceder a los caprichos de su antiguo empleado.
No llegó a penetrarla. Sólo la acarició y sobó durante unos minutos que le sirvieron para excitarse aún más. Ahora fue su socio quien le tomó las fotos para su álbum particular. Volvió a agarrarla del brazo y la sentó de nuevo en el sillón donde antes la habían retratado para volver ahora a hacer lo mismo..
- Fran. Estás muy callado. Quiero que ahora elijas entre tres acciones y dos nombres. Pero antes, una fotografía de su culito. Me pone.
El hombre miró extrañado a su accidental acreedor. Este levantó a la mujer y la colocó en uno de los sillones.
- Ponte de rodillas sobre la silla, preciosa. Vamos a inmortalizar tu culito. Eres una monada. Aparta la mano.
El pelo de Lola caía sobre su espalda hasta casi tocar su trasero. Ella apartó la mano y lo dejó a la vista. Le tomó varias imágenes en el que se veían el trasero y la espalda de Lola para posteriormente seguir hablando con Fran.
- Vas a entender enseguida lo que quiero. Las acciones son: Mamar, follar o sodomizar. Y los nombres: Clemente o Santiago.
El matrimonio, al unísono comenzó a llorar e implorar sabiendo lo que se le venía encima. Fue él quien les rogó que parasen aquel absurdo juego.
- Dejadlo ya. Jamás hemos hecho daño a nadie. Dejadnos en paz.
- Contigo no voy a tener la paciencia que con ella. Di de una puta vez el acto y el nombre o terminamos el trato. Replicó Santiago con voz enérgica.
- Fóllate de una puta vez a mi mujer, cabrón.Explotó llorando.
- Así me gusta. Que el marido ponga orden.
Santiago se acercó al sofá que estaba más alejado de la pared. Tiró de él y se abrió haciéndose una cama. De forma ruda tiró a Lola sobre ella.
La mujer llevó las manos temblorosas a su cara. No podía soportar lo que estaba viviendo. Volvió a recordarme la situación que había vivido yo personalmente, en mi casa unos meses atrás.
Le ordenó que separase sus piernas. En aquellos momentos sabía que ya aceptaría todo con tal de que terminase cuanto antes.
Santiago situó sus caderas entre las piernas de la mujer. Cogió su pene y lo apuntó a la vagina. De un envite seco se introdujo dentro de ella.
- Mira como me estoy follando a tu mujer. ¿Te gusta mirar?
Fran no decía nada. Tampoco miraba. Sentado en el sofá, su cabeza miraba al suelo. Estoy seguro que tampoco escuchaba los lamentos de Lola que intentaba defenderse con su mente puesto que su cuerpo estaba entregado a pagar la deuda que por una estafa, habían contraído.
La boca del hombre buscaba la de la mujer. Sus labios y lengua recorrían toda la parte de su cuerpo donde éstas podían llegar.
Sus movimientos eran muy bruscos, toscos. Bufaba como un toro y su respiración era agitada. De repente, en una embestida, se quedó clavado dentro de ella dando por finalizada la relación sexual con Lola.
Para ese momento, Clemente ya estaba totalmente desnudo y de nuevo se dirigió a Fran, que continuaba sin levantar la cabeza.
- Ahora me toca a mí. Dime qué prefieres. Tu mujer puede chupármela o yo metérsela por el culo.
El hombre empezó a llorar de forma tan desconsolada como su mujer. Clemente siguió hablando.
- En realidad ambas prácticas son más humillantes que una penetración vaginal. Por otro lado, el sexo anal podría resultar más doloroso para ella aunque seguro que consideraréis más íntimo realizar una felación.
Fran no hablaba. Miró de reojo a su mujer pidiéndole ayuda. Fue un hecho del que sólo yo me di cuenta. Ella, al observarle se giró en el sofá, y con un movimiento quejicoso levantó ligeramente su pompi, dándole la respuesta a su marido.
Sabía que en cualquier caso era humillante tener que decirlo, pero se armó de fuerzas.
- Clemente, prefiero que se lo hagas por detrás.
- Vaya, nunca lo hubiera esperado. Un marido que quiere que porculicen a su mujer.
El hombre se situó en el sofá recién convertido en cama. Tomó de las caderas a la mujer y la levantó, quedando a cuatro patas, estilo perro. Ella se dejaba caer, por lo que decidió hacerlo tumbada.
Recordé cuando me hicieron separar los cachetes de Belén para que el cabrón de Jorge pudiera disfrutarla. Al menos Clemente no lo hizo. Fue el mismo quien separó su ano y con cierto esfuerzo introdujo su miembro en él.
Vi como Lola agarraba la tela del sofá y la mordía con fuerza, pero no gritó. El hombre, casi en cuclillas metía su pene en el recto.
Observando su cara, sabía que no podría durar demasiado y así fue. Santiago, por su parte, ya estaba vestido por lo que pensé que la fiesta había terminado y me alegraba por la pareja, por el mal rato que había pasado.
- Bueno. Ahora queda una mamadita. Invitaremos a Ángel, que ha hecho posible este encuentro.
- No gracias, yo no participaré.
Lola era preciosa y en ciertos momentos me había excitado al verla, pero no me sentía bien haciéndolo. Mi sorpresa fue mayúscula al ver que quería más. Nunca me hubiera permitido hacerles aquello.
- Fran. Tienes dos opciones. Tu mujer ha de hacer una felación. Puede hacértela a ti o a uno de nosotros dos. Elige de nuevo.
En este caso la elección estaba clara. No quería que su mujer se entregase a ninguno de ellos por lo que quedó desnudo de cintura para abajo.
Su miembro era considerable y me sorprendió que estuviera en parte empalmado.
- Espero que no tardes mucho, ya que sino la tomaré yo. --- Dijo Santiago.
Ella mostró todo su arte al ser su marido. Imagino que sabía dónde tocar con su lengua. Bastaron dos minutos de fuertes lametones para que él se corriera. Lola la sacó de su boca y siguió sacudiéndola hasta que vació a su marido.
- No ha sido tan difícil. Hemos estado cuatro horas y habéis pagado una deuda de varios miles de euros. Os ha resultado rentable. Sólo una cosa más. Antes que te vistas, Lola, quiero que Ángel nos haga unas fotos contigo.
Me encargué de inmortalizar con bastantes imágenes. Todas con Lola, completamente desnuda junto a los mecenas. Después de un cuarto de hora más, y cuando consideraron que era suficiente y dieron por terminada su particular fiesta, llamé al chofer y el matrimonio salió de la casa a esperarle.
Los empresarios se vanagloriaban de lo bien que lo habían pasado y lo barato que les había resultado. Todo había estado premeditado desde el principio.
- Con la señal que nos dio para la compra del solar hemos adquirido la deuda a El Calvo, pagado la comisión al supuesto comprador y aún nos queda una suma para comprar otra deuda. Así que Ángel, ya sabes, ve buscando. Lo mejor es que si el exige que se haga el pago, nadie se niega. Todo el mundo lo teme.
Me sorprendió la crueldad de los dos hombres, aunque más su último comentario cuando iba a salir de la casa.
- Sabes Ángel. Belén tu mujer es preciosa. Estuvimos a punto de comprar vuestra deuda, pero tus antiguos empleados se nos adelantaron. Qué pases una buena noche.
Salí de casa malhumorado. Afortunadamente, ellos no fueron quienes adquirieron mis obligaciones.