Extorsión a mami

Aprovechando las fotos que comprometidas que tomaron a su madre por proteger a su hijo, de nuevo vuelve a ser chantajeada sexualmente por unos jóvenes

Este relato es la segunda parte de ENTREGADA POR SU HIJO, aunque forma parte de una historia independiente.

Los días siguientes al suceso entre madre e hijo fueron raros. Aunque inicialmente la idea sería marcharse pronto del pueblo, vender la casa y no volver, algo en lo que sin duda, Juan Carlos, su marido estaría de acuerdo, al final decidieron que lo mejor sería permanecer en el pueblo hasta final de las vacaciones para evitar sospechas.

El siguiente fin de semana, Juan Carlos acudió a ver a su familia. Primero mantuvo una charla seria con su hijo, recriminándole y haciéndole comprender razonablemente todo lo que había originado por su mala cabeza, sobre todo la muerte de dos personas, que de momento, según el testimonio de Nines, parecía estar controlado.

Nines pensaba que lo mejor era irse ya para la ciudad. Evidentemente, sus motivos eran egoístas por todo lo que había pasado, pero su marido le quitó la idea de la cabeza, comentando que sería sospechoso, si en algún momento cambiaba la situación referente al accidente, era conveniente que todo siguiera como siempre. Después, si podrían vender la casa y buscar otra en otro lugar distinto.

Por su parte, Yoel, Isidro y sobre todo Javi, se seguían haciendo ver en la proximidad de la vivienda del matrimonio. De hecho, una tarde, mientras Juan Carlos tomaba una cerveza en un bar próximo, éste se acercó a él, con la excusa de preguntarle sobre unos calendarios y publicidad para el taller donde trabajaba, ya que el marido de Nines era empresario, regentando una imprenta industrial. El hombre le dio su tarjeta y quedaron en hablar la semana siguiente.

El domingo por la mañana, el matrimonio acudió a la playa donde últimamente acudían madre e hijo, situada en el otro extremo del pueblo. Les gustaba el ambiente y había menos gente conocida. Esa mañana, un muchacho algo mayor que Samuel se acercó a él y le invitó a jugar un partido de fútbol junto a otros muchachos.

Durante la mañana, el chico ya no se separó de su nuevo amigo Alberto y del compañero inseparable de este, Lolo. Incluso pidió dinero a sus padres y no quiso compartir con ellos la paella que habían encargado en el chiringuito, y se fue a comer a un restaurante de comida rápida con los nuevos conocidos.

A media tarde, Samuel fue a su casa a despedirse de su padre, que iniciaba el camino de regreso a la capital para trabajar el día siguiente. De nuevo, por la noche, volvió con sus amigos.

Alberto y Lolo eran estudiantes de informática. Pasaban gran parte de tiempo en casa del primero, ya que sus padres, residentes en el pueblo, se habían marchado unos días de vacaciones fuera de España, por lo que disponían de la vivienda para poder estar solos.

El siguiente martes, madre e hijo comieron juntos en un restaurante junto a la playa. Después, ella fue a descansar un rato a su casa, mientras que él se quedó en casa de Alberto. Por la noche, iban a ir a cenar a un restaurante que a Samuel le encantaba. Ambos quedaron en ir hablando a lo largo de la tarde para concretarlo.

Cuando llegó Samuel, sólo estaba Alberto en la casa. Le comentó que más tarde llegaría Lolo. Los dos chicos disfrutaron de la videoconsola y estuvieron mirando a través de internet diversas páginas, algunas de ellas subidas de tono. El chico, tenía conectada su televisor de 42 pulgadas al ordenador, lo que hacía que todas las imágenes fueran vistas en ese tamaño.

Más tarde llegó Lolo, y los tres jóvenes comenzaron a hablar de sexo. Ahora se metieron en páginas más fuertes. Samuel se quedó sorprendido porque entraba en las webs de pago conociendo todas las claves de acceso.

Lolo le explicó que Alberto era un genio introduciéndose en ordenadores ajenos y siguieron visitando páginas calientes. Samuel, a veces, mientras miraba las fotografías, se le pasaba por la cabeza el momento más erótico que había vivido, y que había sido de forma forzada y con su madre, aunque intentaba aparentar normalidad.

A última hora de la tarde, ya anocheciendo sonó el timbre de la calle. El anfitrión salió a abrir y la cara de Samuel cambió al ver a Javi en el interior del salón. Llevaba una bolsa alargada, con unos tubos, aunque para Samuel fue su presencia la que le incomodó sobremanera.

  • ¿Qué hace él aquí? – Preguntó el muchacho, ajeno a todo lo que estaba sucediendo.
  • Alberto y Lolo son amigos míos desde hace mucho tiempo. En realidad, yo les pedí que se acercaran a ti. Alberto, enséñale lo que tenemos sobre él y su madre.

En el televisor comenzaron a salir las imágenes de la manipulación del coche que había provocado el accidente. La cara del muchacho palideció. Después, de forma rápida, pasaron las fotografías que habían realizado a Nines, en posturas humillantes, con sexo explícito con los muchachos, incluso los tocamientos que le llegó a hacer Samuel. Por último, aparecieron las cuentas de correo que usaban Juan Carlos, Nines y el propio Samuel, con todos los contactos.

  • ¿Qué, qué vais a hacer con eso?
  • Pues dependerá de lo comprensivo que seáis. Mira, quiero que con cualquier excusa, hagas venir a tu madre a esta casa. Si ella no está aquí en una hora, pasaremos sus fotos a todos los contactos de tu padre, de ella y tuyos.

El chico, temeroso de las amenazas, llamó a su madre, y sin darle demasiadas explicaciones le pidió que le recogiese en la casa de su amigo. Ella estaba terminando de arreglarse y le dijo que pasaría en una media hora. Aunque ella le pidió que le esperase fuera de la casa, él insistió en que llamase y pasara un momento. Deseaba, en el fondo de su alma, que su madre tuviera una alternativa para no volver a someterse a un chantaje con los muchachos.

Habían pasado unos 35 minutos desde que Samuel la había llamado. Sonó el timbre, y salieron a recibirla Alberto y el propio Samuel, que tenía los ojos enrojecidos. Su madre le preguntó si le pasaba algo, pero se limitó a invitarla a entrar. Venía muy bien arreglada, vestida con una falda blanca de verano, que le llegaba hasta la altura de las rodillas y una camiseta de tirantes ajustada al cuello de color negro.

Cuando vio a Javier, Nines se enfureció. Hizo ademán de salir, pero Lolo se lo impidió, mientras que el televisor volvía a mostrar las mismas imágenes que había visto Samuel unos minutos antes.

Los insultos comenzaron a salir de su boca. Principalmente iban dirigidos a Javier, pero enseguida los empezó a generalizar.

  • ¿Qué queréis, cabrones? Dejadnos en paz.

Javier, con voz pausada, haciendo de líder al igual que la vez anterior le empezó a explicar.

  • Lolo y Alberto han visto las fotos que sacamos, y te diré que te dan un diez. Me han pedido que repitieses, ahora estando ellos presente, y no me podía negar.
  • No volveréis a tocarme un pelo. No volveréis a verme desnuda. No volveréis a humillarme.
  • Si no haces lo que queremos, enviaremos tus fotos a todos tus contactos, a los de tu marido, que estoy seguro que disfrutarán de la visión de la mujer de su proveedor, y a la de tu hijo, que seguro que la mayor parte de sus compañeros se harán más de una paja en beneficio de su madre.

Nines valoró de forma rápida la situación, se envalentonó y agarrando del brazo a Samuel, salieron de la casa y ambos se metieron en el coche. La mujer, encendió un cigarrillo temblando y viendo como su mundo se venía abajo. No arrancó, quedó esperando, pensativa, con las manos en el volante.

A los pocos instantes Javi golpeó con sus nudillos en la ventanilla del coche. Fue Samuel quien bajó el cristal.

  • Tenéis cinco minutos para volver a entrar o a partir de ese momento empezaremos a enviar el book fotográfico a las direcciones que habéis visto antes.

Javier no aguardó respuesta. Directamente fue a la casa y cerró la puerta. Pocos segundos antes de cumplirse el breve plazo dado por el muchacho, madre e hijo pasaron por el mal trago de atravesar la puerta de la casa y dirigirse al salón, donde fueron invitados a tomar asiento.

  • Me alegra que hayas decidido entrar en razón. La otra solución no habría sido buena para ninguna de las partes. Nosotros no habríamos tenido beneficio alguno y tú y tu familia habrías perdido mucho, aunque seguro que a mucha gente le habría encantado ver estas fotos – Dijo Riendo.

Samuel comenzaba a sollozar, mientras que Nines se mantenía digna. Javier, haciendo de animador de la fiesta levantó a la mujer de su asiento y la colocó en medio del salón.

  • Nines, vamos a comenzar por un erótico strep tease. Baila, juguetea con la falda, enséñanos los muslos, o algo más arriba. Vamos¡¡¡ Empieza.
  • Por favor, no enseñéis estas fotos nunca a nadie de mi entorno, Por favor y otra cosa, dejad que se vaya él
  • Las fotos no las verá nadie si eres buena y cariñosa con nosotros. Respecto a Samuel ya no hay nada que no haya visto. Puedes parar cuando quieras, sólo tienes que decirlo y os marcharéis. Ya sabes lo que vendrá a continuación, pero serás tú quien lo decida.

Alberto puso música bailable para animar. La mujer permanecía quieta, pero un azote en su trasero por parte de Javi la hizo reaccionar. Con vergüenza, comenzó a moverse. Subía la falda a la mitad de sus muslos.

  • Quítate la camiseta.

Su cara empezaba a enrojecer por el pudor, pero obedeció sin demasiados miramientos quedando sus pechos tapados por un sujetador negro.

  • Tiene unas buenas tetas—Comentó Lolo y lo ratificó Alberto.
  • Y tú, Samuel, no quiero que te pierdas nada del strep tease de mamá. Que estuvieras presente es algo que a todos nos gustó.

La mujer siguió moviéndose, de forma lenta y sosa, al ritmo de la música. Los tres chicos aplaudían los movimientos y ella subía su falda hasta la mitad de los muslos.

  • Ya que no subes más tu falda, será mejor que te la desabroches y la bajes.

Nines, intentando mantener unos instantes más su dignidad paró de bailar y subió la falda lo suficiente para que todos pudieran contemplar sus bragas.

  • ¿Está bien así? – Preguntó intentando evitar tener que desprenderse de su falda.
  • Está perfecto. Ya sabemos que son blancas. Ahora, sino te importa, quítatela, o mejor, pídenos a alguno de nosotros que te la quitemos.
  • No empecéis con esto, por favor. Haréis lo que me pidáis, pero no me humilléis. – Se excusó en tono sumiso.
  • Samuel, quita la falda a tu madre.
  • Espera¡¡¡ – Paró Alberto el espectáculo. ¿Por qué no le pones el artilugio que has preparado para ella?
  • Buena idea, creo que es el momento.

La mujer cruzó los brazos para tapar su sujetador mientras Javi le enseñó una barra de aluminio de aproximadamente metro y medio. Llevaba tres largas cintas de velcro adhesivo. El objeto era situar la barra detrás de ella, la cinta grande agarraría su cuello y las pequeñas sus muñecas. De esa forma, Nines estaría con los brazos en cruz e inmovilizada.

  • Pero..... Por el amor de Dios¡¡¡ ¿Por qué tenéis que atarme? ¿No hicisteis el otro día lo que quisisteis conmigo?
  • Para serte sincero, al recordar lo que pasó mirando las fotos fue lo que me hizo pensar en inmovilizarte. En algunos momentos te defendiste dando algún manotazo y no queremos que alguien resulte herido. Queremos evitarlo. Eso sí. Nos tienes que dar tu consentimiento para que te lo pongamos. No harás nada que no quieras.

No hubo respuesta, sólo el llanto de Nines. Tras volver a preguntarlo Javier, ahora en tono más sobrio, ella asintió con la cabeza y levantó ligeramente sus manos para que le colocaran el inmovilizador que Javi había preparado en su taller.

Los tres jóvenes comenzaron a reír, rodeando a la mujer que ahora estaba aún más indefensa ante aquellos pervertidos. Empezaron a tocarla por encima del sujetador, le acariciaban el culo, y le empezaron a subir la falda. Ella intentaba moverse para evitar los tocamientos, pero bastó que los dos muchachos agarraran los extremos del tubo para que ella quedase totalmente quieta y a su disposición.

  • Vamos chaval¡¡ Quítale a tu madre la falda.

Samuel seguía sentado, por lo que ordenaron a Nines que fuese ella quien pidiera a su hijo que le quitase la falda. Después de varios lamentos de ambos, ella, con voz entrecortarla, miró a su hijo, aceptó decirlo.

  • Samuel, quítame la falda.

El muchacho se levantó sin querer mirar la cara de su madre que estaba llena de lágrimas. Tocó sus caderas y buscó una cremallera para soltarla.

  • Es una falda ligera, así que no lleva botones, ni cremalleras. Sólo tienes que tirar para abajo. Eso sí, ten cuidado de no bajarle las bragas a la vez. Tu madre te lo agradecerá. – Comentó riendo Javi.

Los otros dos muchachos la mantenían erguida mientras su hijo deslizaba la prenda por sus muslos hasta dejarla en el suelo. Los chicos tuvieron vía libre para acariciar el cuerpo de la mujer.

  • Bien, ahora creo que procede que nos desnudemos nosotros, incluido tú, Samuel. No es justo que sólo ella esté ligera de ropa.

Todos se desnudaron, quedando únicamente con sus bóxers. Javier se dio cuenta que no podrían quitarle el sujetador al estar amarrada a la barra, por lo que con una tijera, cortó los elásticos que se sujetaban en sus hombros, quedando únicamente agarrado a su cuerpo por la hebilla trasera.

  • Ahora vamos a verte las tetas. Para ello te quitaremos el sujetador. ¿Tienes alguna preferencia sobre quien quieres que lo haga?

Las lágrimas y la sumisión hacían mella en la mujer. Movió ligeramente la cabeza en horizontal.

Uno de los laterales del salón, estaba forrado con un enorme espejo para dar la imagen de mayor amplitud, aunque ya era enorme y pusieron a Nines en frente de él.

  • Me parece que lo justo, es que sea Lolo quien te libere del sostén.

El muchacho se colocó a su espalda y soltó el enganche que lo sujetaba, cayendo al suelo. En otras circunstancias, habría intentado taparse con las manos de las miradas insidiosas de los chicos, pero no tenía posibilidad.

  • A esto me refería cuando decidimos atarte. Si tus manos estuvieran libres te taparías los pechos y nos quitarías este bonito espectáculo. Además, ahora tenemos barra libre.

Mientras explicaba los motivos a la mujer, su boca se acercó a sus pechos. Sus manos los recorrían con lujuria y los otros dos muchachos lo acompañaron. A pesar de los gritos y súplicas, estos no llegaron a los chicos, que jugaban y disfrutaban con su botín. Besaban su cuello, acariciaban su espalda hasta abajo, sus cachetes, sus labios, sus pechos.

Ella se miraba al espejo y podía contemplar todo lo que veían de ella. Una mujer atractiva, sólo ataviada con unas pequeñas bragas blancas y las manos y el cuello enganchados a una barra que le impedía moverlas y varias manos masculinas paseando sin barreras por su cuerpo.

  • Vamos a verte el chichi, tu coñito. Es lo que viene ahora. Seguro que para esto si tienes una preferencia, ¿verdad? ¿Quién quieres que te baje las bragas?

De nuevo, con las lágrimas rodando por sus mejillas volvió a girar la cabeza en horizontal. Todo habría resultado mucho más fácil si la hubieran desgarrado la ropa y la violasen contra su voluntad. Pero la lentitud y la calma que tomaban los jóvenes para su disfrute la humillaba aún más.

  • Aunque habéis visto las fotos, y lo contemplaréis ahora en directo, Nines tiene un coño perfecto, con el pelito bien recortado, cuatro centímetros de ancho, rectangular, su rajita bien marcada, perfectamente depilado y sobre todo listo para ser usado—Rió mientras daba los detalles a sus compañeros

Todas las miradas, incluso la de Samuel iban dirigidas a la entrepierna de la mujer. La desnudaban con sus ojos.

  • A mí me da igual quien te las quite, aunque como anfitrión, debería ser Alberto. Como sé que te da lo mismo, lo hará él. Eso sí, me excita sobremanera que una mujer pida a un hombre que le quite las bragas, así que hazlo, pídeselo.

La mujer empezó a negar con la cabeza y balbuceaba negativamente, pidiendo que no la humillasen más y aunque sin convicción, solicitando que su hijo pudiera abandonar la casa.

  • Nines, sino quieres hacerlo, sólo tienes que decirlo.

De nuevo pasaron unos segundos que parecieron eternos hasta que Javier escribió en un papel lo que debería decir. Se atascó varias veces por el llanto antes de terminar de leer lo que le pedían.

  • Alberto, bájame las bragas para que tú, Javi, Lolo y mi hijo Samuel podáis ver mi coño.
  • ¿Ves como no era tan difícil?

Javi la colocó en frente del espejo. Pidió a Samuel y a Lolo que se pusieran de frente para que contemplasen en primera fila el espectáculo. Cuando tuvo todo a su gusto, dio el ok a Alberto, que lentamente desnudó por completo a Nines. Acto seguido todos volvieron a acariciarla, ahora centrándose ya en su desnudo sexo.

  • Ahora vamos a jugar como el otro día, sólo que para estar más cómodos, extenderemos el sofá que se hace cama.

Con un sencillo movimiento, el sofá pasó a ser una cama y los chicos tumbaron a Nines. Por su parte, todos se quitaron su calzón, a excepción de Samuel que intentaba mantener la compostura.

Alberto y Lolo se tumbaron a ambos lados de Nines. Tenían preparado lo que iban a hacer. Abrieron bien las piernas de Nines y las dejaron enganchadas con las suyas. Los dos chicos tenían las manos libres sobre la indefensa mujer que estaba ya expuesta a los tocamientos de los jóvenes.

  • Acariciadla, sobadla, lamedla, tocadla. La única norma es que no quede un solo milímetro de su piel sin ser tocado.

Los jóvenes comenzaron a besarla. Atraían sus labios hacia si para meter sus lenguas en la boca. Los pechos eran una zona de baile de las manos de los muchachos que subían y bajaban, aunque al final estas se concentraron el su sexo, que abierto, disfrutaban de sus labios, metiendo sus dedos, acariciando su raja, frotando su vello púbico, todo para que su satisfacción llegase hasta sus penes que ya estaban a punto de explotar.

  • Samuel, pensabas que el último día sería la única vez que verías a tu madre hacer guarradas y que no volverías a tocarla. Pues te ha vuelto a tocar la lotería. Volverás a tocar a mamá, y no como la otra vez, vas a tocarla mucho y bien, como hace un hombre con una hembra tan ejemplar como ella. Pero antes de nada, quítate el bóxer, como hemos hecho nosotros.

Ella negaba en voz baja solicitando la piedad. Sabía que todo lo que estaba sufriendo ante aquellos chicos, delante de su hijo era infinitamente menos cruel que la posibilidad que todos los contactos de su familia y de ella misma vieran las fotos que habían sacado el último día.

Cuando Samuel se desnudó provocó las risas de todos los chicos. Su miembro no estaba flácido y mostraba un tamaño considerable.

  • Así que te excita mamá. No te sientas mal, a mi también. – Recalcó riendo. Quiero que le toques el coño y le metas el dedo, pero durante largo rato, hasta que yo te diga.

Nines estaba tan abatida que no decía nada. Esperaba una mirada de complicidad de ella autorizándole a cumplir la orden, pero ella no le miró. Sólo una sacudida, al introducir el dedo por primera vez le hizo ver que sabía lo que le estaba haciendo.

Le obligaron a jugar con el sexo de su madre durante largo tiempo mientras los otros dos muchachos se centraban en sus pechos.

  • Huele tu dedo. ¿Es delicioso, verdad? Ahora saboréalo.

El muchacho metió su dedo en la boca lo que provocó las risas de los otros chicos.

  • No. Quiero que lo pruebes directamente del envase. Cómele el coño a mamá.
  • Nooooooooo—Gritó Nines
  • Por favor, no me hagáis hacer eso.
  • Si quieres te desatamos, os vestís y os vais. Nosotros empezaremos a enviar correos.

De nuevo se sintió vencida. Sin resistencia, los chicos le abrieron más las piernas y Javier le empujó su cabeza hacia el sexo de su madre.

  • Saca la lengua y lámelo.

El crío obedecía como un autómata las órdenes de Javier. Este se cansó pronto de la situación e hizo levantar al chico de nuevo, que a pesar de estar forzando a su madre, tenía una fuerte erección.

  • Habéis visto. A Samuel le pone mamá. Mami, ¿le haces un trabajito a tu hijo? Venga¡¡¡ A chupársela.

La levantaron y la colocaron de rodillas sin tener en cuenta sus súplicas. Colocaron a Samuel delante de ella y llevaron su cabeza hasta su pene. Sin piedad, y de un fuerte golpe, empezó a realizar la felación a su hijo.

Apenas duró un minuto. Nines no se pudo escapar del semen de su hijo. Cuando se apartaron, ninguno era capaz de mirar al otro a la cara. Ambos pensaron que nada sería igual a partir de ese día entre ellos.

  • Tiene un coño precioso, como el de las chicas de revista. Yo también voy a comerle el chichi—Comentó Alberto

Ya no hizo falta separarle las piernas. Ahora sin sostenérselas, ella las mantenía abiertas. No decía nada, no hablaba, sólo parecía ida a la vez que gimoteaba y proseguía con su llantina.

Lolo no quiso ser menos, y cuando su amigo terminó se puso en su lugar. Ahora, aunque no estaba excitada, la mujer estaba muy mojada.

  • Vamos a soltadla de la barra. Ahora ya está domada y no se negará a hacer nada de lo que queramos.

Efectivamente, Nines no se movió después de que los chicos le quitaran la barra que sujetaba sus brazos. Seguía inerte, entregada y sumisa ante todo lo que le habían hecho y sobre todo ante lo que le esperaba.

  • Lolo, ¿qué tal si te la follas mientras me la chupa? Después lo haremos al revés. Seré yo quien la folle mientras te come a ti la polla. Eso sí, aguanta sin correrte.

Dijeron que se pusiera a cuatro patas, estilo perro. No puso objeciones. Levantó su cara y se dirigió al miembro de Alberto. Por detrás, sintió como Lolo le tocaba su sexo, metía su dedo y abría ligeramente sus labios para que su pene se abriera paso.

Sentía como entre los dos la movían. Ambos jugaban con los ritmos para que el otro amigo disfrutase. Ella sólo era el vehículo para dar el placer cuyos motores eran los miembros de los jóvenes.

Samuel miraba como movían y jugaban con su madre. Se sentía avergonzado por haberse corrido en su boca, se sentía mal por haberse excitado, aunque ahora seguía observando con admiración el cuerpo de la mujer que lo había parido hacía casi 16 años.

De forma inteligente, paraban a la mujer para evitar terminar pronto con el juego. Estuvieron varios minutos hasta que Lolo le propuso cambiar. Ahora sería él quien la penetraría mientras que Alberto disfrutaría de su boca.

Notó el sabor acre y salado del pene que momentos antes había estado dentro de ella. Le dio una arcada, pero no llegó a vomitar, limitándose tan sólo a toser.

Siguieron jugando. Javi, de vez en cuando, tocaba sus pechos que colgaban y se balanceaban con el movimiento del mete y saca.

  • Alberto, a ver quien se corre primero.

Ahora los dos chicos embistieron con fuerza. Antes luchaban por aguantar y ahora por correrse. Fue Alberto, quien sacando el pene de su boca, hizo que este cayese por su cara. Instantes después, Lolo dejaba clavado su dildo dentro de ella y gemía con fuerza.

  • Nines está un poco guarra entre sobeteos y corridas. ¿Qué os parece si vamos a la ducha y la limpiamos bien?

A parte de continuar con el morbo, Javi pretendía dar un poco de tiempo a sus dos compañeros a que se recuperasen de la eyaculación que acababan de tener.

Abrieron el agua y empezaron a rociar con la ducha a la mujer. Las manos se dispararon intentando llegar a todos los puntos íntimos. Al principio, sus manos intentaban proteger los tocamientos y refriegos, pero viendo que era inútil, dejó que la bañaran, limpiaran y al final secaran a su antojo.

Nines volvió al salón, con el pelo empapado, descalza y envuelta en una toalla de baño que le había prestado Alberto.

  • Nines, desnuda estás buenísima, pero cuando te pones cualquier trapito, estás muy erótica.

Los dos muchachos parecían ya recuperados.

  • Deja que te quite la toalla. ¿Sabes? Mi gran fantasía ha sido siempre hacer un trío. No lo he hecho ahora, pero os he visto. Ahora, probaremos con un cuarteto. Alberto se pondrá debajo y te penetrará. Yo por detrás a Lolo volverás a chupársela.
  • Por favor, dejadlo ya. ¿Cuando terminará esta tortura?

Nines se apartó de ellos lo que provocó la ira de Javi.

  • Mira putona, y te digo putona porque así te llamarán todos los que vean las fotos. Ahora vas a obedecer sino quieres que eso pase. Te vas tumbar de nuevo en la cama, te vas a quitar de forma lenta la toalla y te vas a dar body milk por todo el cuerpo. Quiero que te acaricies las tetas y el coño de forma erótica para que mis amigos vuelvan a ponerse a tono. ¿Entendido?

Las palabras serias de Javi hicieron tumbarse a la mujer, que abrió su toalla para, de nuevo, volver a mostrarse desnuda, en todo su esplendor a ellos. Un chorro frío de leche corporal cayó sobre su cuerpo y piernas y sus manos empezaron a frotar. Cuando llegó a sus pechos, los empezó a acariciar, intentando excitar, cuando llegó a su sexo, abrió sus labios y se tocó el clítolis mientras sus ojos se humedecían. Cuando después del espectáculo volvieron a estar a tono, recibió la orden de colocarse para el cuarteto.

Albeto se tumbó en el suelo. Después obligaron a Nines a ponerse sobre él para ser penetrada. La trajo hacia sí para que dejase al descubierto su trasero. Javier se colocó e introdujo su pene dentro de ella, lo que provocó sus quejidos. Por último, Lolo agarró su cara y dirigió la boca a su miembro.

Todo eran risas de los tres. Samuel miraba apenado a su madre por todo lo que había provocado con su estupidez y las consecuencias que sufría su madre. Nines no paraba de llorar sintiéndose cubierta por todos sus orificios.

Estuvieron con los juegos más de una hora. Nines estaba muy dolorida hasta que Javier, quien era el que más entero estaba de los tres terminó llenando de semen su ano. Eso liberó a los otros dos, que manejaron a la mujer como quisieron, dando lugar a otras dos fuertes corridas.

Nines quedó tumbada durante unos minutos. Los tres chicos se vistieron, quedando desnudos madre e hijo.

  • No quiero que os marchéis del pueblo hasta final de mes. Es posible que vuelva a requerir de vuestros servicios.