Expreso Puerta del Sol II.

La noche es la mitad de la vida y posiblemente es su mejor mitad.

Me hizo reír con su ocurrencia, todo eso de pagar prendas y de que ahora sería  mi turno.  La estreché entre mis brazos,  mis manos amasaban sus nalgas y las empujaban contra mi cuerpo. Nuestras lenguas mantenían una lucha sin cuartel buscando sin éxito doblegarse mutuamente.

-Quiero pagar mi prenda Michelle, ven… déjame a mi , ponte cómoda y disfruta. La recosté sobre la cama, ella se dejaba hacer, me miraba con los ojos enfebrecidos mientras se acariciaba con sensual lentitud sus pezones abriéndome sin pudor alguno sus bonitas piernas para recibirme.

- Venga Pedro, va, no juegues conmigo...métemela ya, quiero sentirte dentro, no me tortures con tus caricias, luego hacemos a lo que tu quieras, pero ahora necesito sentirte dentro de mi, por favor, por favor...

No quise perder tiempo en complacerla, solo me detuve unos segundos en lamer y ensalivar su sexo para facilitar la penetración, que inocente, su coño estaba ya tan mojado y caliente que mi maniobra solo había conseguido de nuevo hacerla gemir de placer, entonces  bufó impaciente malinterpretando mi caricia y estirando su brazos, me agarró por la nuca acercando mis labios  a su boca.

- Métemela ya,  no te hagas de rogar tanto, quiero que me jodas, estoy muy caliente,  necesito sentir como me llenas …me aferró la verga y comenzó a tirar de ella en dirección a su mojado coño. Yo estaba tan caliente que hasta me costaba respirar.

Introduje mis piernas entre sus muslos y empecé a penetrarla. Se aferraba a mis glúteos empujándolos con insistencia, quería sentirme dentro. Empecé a moverme con estudiada lentitud,  procurando sacar la máxima porción de mi polla para luego  volver a enterrarla hasta notar  el fondo de su vagina. Me recibía  jadeante, con hambre, abriendo todo lo que pudo sus piernas.

A pesar de que el espacio disponible era bastante limitado,  cruzó como pudo sus pantorrillas sobre mis nalgas, consiguiendo así acompasar mis envites ayudada por la presión que ejercían  sus muslos. Gemíamos entrecortadamente comiéndonos a besos. La cadencia de mis penetraciones aumentaba  cada vez con más fuerza y violencia sobre su abierto sexo, sentía que ella iniciaba de nuevo otra carrera hacia el orgasmo y yo no me quería quedar atrás.

Poco después noté como un estremecimiento le recorría todo su cuerpo, con un último gemido gutural y profundo se aferró a mi cuello y hundiendo su cara junto a mi hombro contuvo su grito de placer. Totalmente fuera de si, me clavó las uñas consiguiendo que aun la penetrara con más violencia. Noté junto a mi cuello el dolor intenso y lacerante de su mordisco y como algunos hilos de su saliva o quizás de mi propia sangre,  me bajaban lentamente por el pecho.

No disminuí mi ritmo, la seguí follando con dureza, con violencia, su cuerpo se había convertido ahora en un peso muerto entre mis brazos, era como una muñeca desmadejada y rota  que solo gemía y se estremecía bajo mis embestidas. Poco a poco se fue apoderando de mi  una descarga eléctrica que me hizo llegar a un intenso orgasmo.

No se cuanto tiempo permanecimos uno sobre el otro, en silencio, sintiendo el calor de nuestros cuerpos, el ruido de las vías, una balada  de fondo que sonaba en hilo musical,  el olor de su perfume, el de nuestros sexos y nuestra piel,  pero si recuerdo que me acomodé lo mejor que pude para que ella se sintiera cómoda y mi peso no la acabara aplastando contra el escuálido colchón. Nos dimos muchos besos, le lamí y mordí con parsimonia sus oscuros pezones que seguían duros y sensibles.

Ella me observaba con ternura,  me acariciaba el cabello con sus manos de pianista, me besaba en la frente y en mi pelo. Poco a poco, con cuidado de no caernos nos fuimos recolocando de manera que quedamos de lado, abrazados,  aprovechando hasta el último milímetro del estrecho espacio disponible en aquella pequeña  e incómoda cama.

Sin apenas movernos, maniobré para que mi brazo izquierdo reposara sobre su torso, mis dedos acariciaban con lentitud sus pechos, dando de vez en cuando pellizcos suaves a sus endurecidos pezones. Mi brazo derecho estaba bajo su cuerpo, arropando protectoramente su espalda contra mi pecho. .Con mi mano aprisionada entre sus muslos, la acariciaba lentamente,  jugando a pasar mis dedos sobre su sexo abierto y mojado. Minutos después, puso una de sus manos  encima de la mía y comenzó a guiarla para que la masturbara lentamente mediante movimientos circulares en su inflamada pepita. De nuevo se encontraba gimiendo y apretando sus nalgas contra mi verga.

Noté como ese temblor tan característico suyo anunciaba un orgasmo que se abría paso de nuevo. Se lo precipité moviendo con fuerza mis dedos dentro de su vagina,  consiguiendo así que sus nalgas chocaban descontroladamente contra mis muslos. Quedó derrotada, notaba como su cuerpo se aflojaba y perdía toda la tensión y la fuerza.

- Pedro, dame una tregua, déjame respirar, no puedo con mi alma. Abrázame, solo abrázame y no dejes de abrarme…. . .

- Michelle, eres maravillosa, daría una vida para estar con alguien como tu.

- Calla…no digas nada más, ni siquiera sabes quien o como soy, duerme mi bello amante. Aun puede que me quede alguna apuesta por pagar y esta noche pienso saldar muchas cuentas pendientes.

No entendí entonces el significado de esa frase, solo me importaba que disfrutáramos del momento, que ella se sintiera bien, devolverle el regalo que esa bella desconocida me había dado con tanta pasión.

La besé en la nuca, en la oreja, le pasé mi lengua por su esbelto cuello, ella solo giró su cara y me besó con suavidad, me percaté de como sus ojos estaban húmedos, como si estuviera a punto de echarse a llorar.

- Por favor, dime que no te arrepientes de lo que hemos hecho, necesito saberlo . Se lo pregunté con cierto temor, quizás el ambiente, el momento y el alcohol la habían conducido a hacer algo de lo que ahora se estaba empezando a arrepentir.

– Para nada, te prometo que es lo mejor que me ha pasado en años, ojalá visitaras más a tu hermano, ojalá la distancia aun por recorrer en este viaje se multiplicara por diez…. Me sonrió nostálgica, después giró su cabeza y  se acurrucó aun más contra mi cuerpo. Recogí la manta del suelo y la usé para taparnos, a pesar del calor que hacía  allí dentro, ambos estábamos muy sudados. Me venció el sueño y me dormí como un bendito.

Algo me sobresaltó en medio de la noche, quizás un movimiento más brusco del convoy o algún ruido inesperado fuera de los habituales y conocidos, puedo dormir junto a una orquesta, siempre que esa orquesta esté prevista y yo lo sepa, pero cualquier ruido  de origen extraño me despierta al momento.

Abrí los ojos en medio de la penumbra y miré mi reloj. La esfera luminosa indicaba las 5:47 de la madrugada. Michelle no estaba a mi lado. La vi de pie, dándome la espalda frente a la ventana, había subido la cortina y se arropaba el cuerpo con una de las mantas del coche cama.

En una de sus manos sostenía un cigarrillo encendido, en la otra tenía mi petaca de coñac a la que le iba dando pequeños tragos entre calada y calada. Comprendí el origen del sonido que me había despertado. Fue ella cuando abrió parcialmente la escotilla del ventanal.

La observaba sin advertirla de que estaba despierto. Parecía distraída, con su mente muy lejos de nuestro improvisado y rodante nido de amor. Apagó la colilla con el pie, cosa que me sorprendió solo un instante, luego escuché como una suela de calzado la aplastaba ¿Se había puesto las botas?.

Se dio un largo trago de mi petaca y continuó mirando hacia la nada. Entonces puede que yo hiciera algún ruido pero se volvió hacia mi, vio que estaba despierto y me dedicó lo que parecía  una sonrisa en medio de esa penumbra. La manta le tapaba el cuerpo y el contraluz de las lejanas farolas de vete a saber que población hacían un cierto efecto estroboscópico a sus espaldas. .

- Dime una cosa Pedro, ¿te gusta lo que ahora estás viendo?. Su sonrisa me pareció pícara y descarada. Sospeché que a la petaca de coñac la había dejado más seca que la cuenta corriente de un mendigo.

-  Lo que de verdad me gusta está dentro de esa manta y las cosas tan ricas que me hace aun me gustan más. Con ella encima pareces  una especie de monja guerrera de las cruzadas y se por experiencia que no tienes nada de monja Michelle, además, quien tiene la espada aquí,  soy yo . La estaba provocando con mi mejor verborrea  socarrona. Ella continuaba observándome y riéndose por lo bajo, como si supiera algo que a mi se me escapaba.

- Espera querido, aun no lo has visto todo,  a ver ahora si  te gusta más ….. Joder, joder….mi soldadito se puso firme en tres décimas de segundo, casi tan rápido como mis ojos intentaron frenéticos salirse de mis cuencas. Había dejado caer la manta y ante mí se exhibía con descaro impúdico una diosa de larga melena vestida únicamente con unos ligueros ajustados que además de realzarle las nalgas, sujetaban unas medias negras de rejilla fina. Sus largas piernas terminaban enfundadas en unos zapatos de tacón alto.

- Me he vestido así para ti, quiero que esta noche sea muy especial, antes me has hecho el amor, me he corrido como hace años que no lo hago,  me lo has dado todo, me has hecho sentirme una mujer deseada como hace tiempo  que no me ocurría. Ahora quiero que me folles, que me uses, quiero ser tu zorra y  por eso me he vestido con ropa adecuada para la ocasión. Quiero que uses mi boca, mi coño, mi culo, te lo voy a dar todo ….ven a mi, se acerca el amanecer y con el este bello sueño solo vivirá en nuestra memoria. Creo que si hubiese sido un eyaculador precoz, habría dejado la manta para el arrastre. Me levanté tan rápidamente que por poco me rompo la cabeza contra la rejilla de equipajes.

No dije nada nada más, mi mirada  lo decía todo, la abracé con fuerza y me puse a morrearla con violencia apoyando su espalda contra el ventanal. Noté su escalofrío al contacto de  sus nalgas contra el helado vidrio. Me correspondió con fiereza, dándome un beso profundo y húmedo, lleno de saliva, lleno de lujuria.

Consiguió apartarme de ella con un pequeño empujón que aprovecho para arrodillarse y  aferrarse con fuerza  a mis nalgas. Se metió de golpe mi polla en la boca y comenzó una felación brutal, dura, sin cuartel, escuchaba sus arcadas intentando tragarse todo el tronco, usaba sus manos para mantener el equilibrio y empujarme contra ella una y otra vez. Mi verga era una barra goteante de líquidos que desaparecía totalmente dentro de su boca llena de saliva .

En un instante de lucidez, comprendí que iba a durar bien poco y yo no quería que este momento se acabara nunca. La cogí del pelo y la levanté con rudeza para besarla de nuevo, aproveché la postura para pegar su pecho contra la fría ventana. Me puse de rodillas y le mordisqueé su culo, sus nalgas,  mi cabeza estaba ya entre sus piernas comiéndole el coño,  sus fluidos me estaban empezando a empapar toda la cara. Mis dedos tampoco permanecían ociosos,  una de mis manos se concentraba en su coñito mientras la otra se dedicaba a dilatarle el ano. Ella me dejaba hacer, solo emitía pequeños gritos y gemidos,  se esforzaba por mantener el equilibrio y a retorcerse con una de sus manos los excitados pezones .La fui empujando hasta hacerla arrodillarse en el filo de la cama y me coloqué a sus espaldas.

- Ten cuidado, por favor, espera que me acostumbre, hace tiempo que no lo hago…. . Me dijo girando su rostro. La noté muy excitada pero con un cierto temor en su expresión.

La cogí del pelo acercando sus labios a los míos,  le metí mi lengua en su boca para acallar de una vez sus miedos, la empujé de nuevo para volver a colocarla en la posición de perrito. De un solo golpe mi verga se hundió en su mojado coño haciéndola soltar un berrido de puro placer, iniciando una vez más una cabalgada de vértigo,  suponía que después de haber conseguido ponerme a salvo de su ansiosa boca y con dos corridas en pocas horas en mi cuenta, conseguiría seguir taladrándola durante el tiempo suficiente para satisfacerla sin demasiados problemas

Quizás no  llevábamos ni diez minutos follando cuando a Michelle empezaron a temblarle los muslos de forma alarmante, hundió su cabeza en la almohada y escuché escapar un largo gemido acompañado de una flojera tal que si no la hizo derrumbarse fue porque yo la estaba sujetando de las caderas.

Me quedé inmóvil, quieto a su espalda, con mi verga incrustada en su vagina esperando que ella se tranquilizara. Se fue poco a poco situándose de nuevo en posición,  notaba que ahora estaba muy  tensa y supuse que esperaba ser sodomizada de forma inmediata. Me tomé mi tiempo, la dejé expectante, ansiosa. Seguí follándomela por el coño sin mostrarle prisa alguna mientras mis dedos trabajaban con intensidad su ano ayudados por la saliva que constantemente dejaba caer en el desde mi boca.

Ella volvía a estar caliente y receptiva,  noté como varias de sus uñas rozaban mis pelotas involuntariamente mientras se masturbaba sintiendo como mi verga la seguía penetrando. Le llegó un nuevo orgasmo con mi polla hundida en lo más profundo de su vagina, con sus dedos merodeando por su clítoris  y dos de los míos entrando y saliendo con cuidado en su ya más que dilatado ano. Ese momento fue el que escogí para encularla.

Fui empujando con cuidado,  una vez superado su respingo inicial y su pequeño intento de retirase, parece que se dejó hacer. Supongo que o bien le dolía lo suyo aunque quisiera que se lo hiciera o no había tenido demasiadas buenas experiencias para acabar de fiarse tampoco del todo conmigo o con mis intenciones.

Dejé solo la cabeza dentro, aprovechando el momento para acariciarle las nalgas y decirle cochinadas del tipo… cómo me pensaba correr en su culo, como se lo iba a llenar de leche caliente…. Ella solo respiraba con fuerza o gemía cada vez que sin prisa alguna, pero tampoco sin pausa,  iba poco a poco enterrando mi verga dentro de su recto.

Minutos después. mi verga entraba y salía de su culo con bastante facilidad. Michelle gruñía y dejaba escapar grititos cada vez que  se la clavaba ya con su plena colaboración. Yo estaba muy excitado y viendo que ella disfrutaba pero no acababa de alcanzar el orgasmo, me centré en estimularle su clítoris mientras seguía  con mi mete y saca. Pronto comenzó a dar signos de una inminente corrida y acelerando mis embestidas conseguí correrme dentro de  su recto cuando ella ya totalmente enajenada empujaba contra mi verga sus cachetes en medio de su frenesí. Acabó tumbada sobre la cama conmigo encima resoplando como un asmático en medio de un maratón.

Se levantó con bastante dificultad, se inclinó por un instante y me dio un beso intenso y húmedo, solo escuché de su boca una palabra susurrada, -gracias… . Me dejó mudo e incapaz de respoder, si alguien allí tenía algo que agradecer, ese era yo. La observé entrar con paso tambaleante en el escusado, de entre sus enrojecidas nalgas le goteaba un pequeño reguero de semen que se iba depositando lentamente sobre la superficie sus costosas medias.

Me dejé caer boca arriba, me sentía molido, derrotado, los músculos de mis piernas, de mi cuerpo entero  protestaban  dolorosamente ante tanto exceso y derroche físico. Cerré por un momento los ojos, ya no los pude volver abrir de nuevo, quedándome profundamente dormido.  El cansancio acumulado y la exigente Michelle me habían dejado totalmente noqueado.

Juraría que había pasado solo un instante, solo unos minutos cuando había cerrado los ojos, cuando de repente,  los ruidos de gente transitando por el pasillo y la falta de movimiento del tren me hicieron saltar como un rayo de la cama. Estaba solo, ni rastro de Michelle ni de su equipaje. En esos momentos, un mozo del vagón me recordaba desde la puerta que habíamos llegado ya a Madrid hacía rato, que debía recoger mis cosas y bajar del tren. Le pregunté cuanto tiempo llevábamos en la estación. Me contestó que aproximadamente unos veinte minutos. Quise saber si había visto salir de mi cabina a una señora con su equipaje. Me dijo que no, que estaba revisando los vagones y que acababa de llegar a mi puerta.

Me desentendí totalmente de el y miré mi reloj de pulsera, tenía tiempo pero tampoco  podía dormirme en las pajas. Abrí la ventana y miré en todas direcciones buscando una cara, una figura en concreto, pero no pude localizar por ningún lado a mi bella amante  en medio del tremendo barullo de gente que se había organizado en el andén y sus alrededores. Entré en el baño con intención de afeitarme y allí descubrí sobre mi bolso de aseo una nota de ella. Solo me sirvió para comprender que no había sido un sueño, que ella era real y que esa noche no era producto de mi imaginación. Me apoyé contra la pared y cerré los ojos. Ya la estaba echando de menos.

Mi bello amante, siempre te tendré presente en mi corazón, gracias por todo, mejor así, sin despedidas dolorosas ni promesas que no se pueden cumplir “.

un beso con todo mi amor

Michelle

CONTINUARÁ…..