Expreso Puerta del Sol

1.370 Kms. de París a Madrid,muchas horas aburridas hasta llegar a destino ...o quizás no.

EXPRESO PUERTA DEL SOL

Repasando aburrido las noticias del día mientras me tomaba un café en el bar,  me fijé en una muy concreta,  RENFE ha decidido cancelar definitivamente el expreso Costa Brava, tren que recorría la distancia que separa Barcelona de Madrid desde los años 60. Sonreí nostálgico, hace años, fui durante una buena temporada un asiduo viajero de ese tipo de expresos. Pero mi mente hizo rápidamente la conexión a otro recuerdo de una situación de las más rocambolescas que me han sucedido en la vida y como resultado de ella, de algunas cosas que pasaron a posteriori, algunas buenas, otras, no tanto.

Esta historia trata de otro expreso y lo que aconteció en el, siendo este históricamente un tren quizás más famoso aun que el ahora recién finiquitado. Me estoy refiriendo  al Puerta del Sol, el expreso con trayecto París –Madrid. 1.370 Kms. con salida a las 18:04 y llegada prevista a las 9 de la mañana a la capital de España.

¿Qué hacía yo en París en esas fechas? Básicamente dos cosas, la primera, visitar a mi hermano que en esa época vivía hacía meses pegado al culo de una francesita pelirroja que regentaba un coquetón hostal  en la zona de Ópera. La segunda y como consecuencia inevitable de la primera,  pasarme por el forro de las pelotas la prohibición que tenía de salir del territorio nacional.

Sobre la visita, poco que decir, las mismas ganas tenía de ver a mi hermano como de conocer la ciudad de la luz y su invitación de estar unos días juntos me vino como anillo al dedo para cumplir mis deseos. La segunda, que como alférez de complemento del ejército de tierra español no podía abandonar el territorio salvo que pidiera una autorización bien justificada, y yo, ni tenía tiempo de esperar que me la concedieran, ni tampoco me apetecía demasiado pedirla. Típico de mi carácter, tiré por la calle del medio y viendo que si empezaba a hacer papeleos, seguramente los quince días que tenía de permiso me los pasaría en la comandancia esperando el visto bueno, opté por largarme sin mencionar esa salida. Mi “estimado coronel” no era precisamente un forofo de los permisos ( salvo que fueran suyos)  y aun menos de que estos incluyeran salidas fuera del país. Supuse que de saberlo,  se haría el remolón y me lo haría llegar cinco días antes de que acabara mis vacaciones saboteándome el viaje.

No me extenderé en mi estancia,  ni tampoco en las aventuras de un españolito jovencito con ganas de fiesta y de mojar el churro por la capital francesa, no porque no fueran de lo más jugosas, sino porque se merecen un relato a parte que si me veo con tiempo y ganas, ya lo escribiré algún día.

Bueno, pues allí estaba yo, en el andén número dos de la estación París Austerlitz con mi mochila, un porta trajes con mi uniforme militar de paseo dentro que me tendría que encasquetar a la vuelta incluso antes de bajar del mismo tren y un bolso de viaje,  esperando que el expreso abriera sus puertas para acomodarme en el coche cama que había reservado cuando compré los billetes en Madrid.

Lo tenía todo calculado, tiempo de ida y vuelta, dormir, posibles retrasos y una escasa hora de margen extra teniendo en cuenta que en Hendaya habría un cambio de ancho de vías que en teoría duraba 45 minutos, pero sabía de buena tinta que lo normal eran dos o tres horas.  Aun así,  algo justito para incorporarme casi bajando del tren  a mi puesto en el cuartel general del ejército donde llevaba dos meses ya destinado en comisión de servicios. Reasignado allí por ciertas influencias familiares desde que tuve mi desafortunado accidente meses atrás. Quizás en algún momento del viaje,  podréis conocer con ciertos detalles ese suceso. Había llegado puntual y faltaban aun veinte minutos para ponernos en marcha.

“La primera en la frente”,  que se dice, me ocurrió con solo pisar el vagón. Cuando el mozo me acompañó al coche cama para indicarme la cabina, me encontré dentro a una señora de edad indefinida que estaba colocando su equipaje en la zona destinada a ello. Como es natural, algo había fallado en las reservas y ahora teníamos un problemón con muy mala pinta de resolverse. Vino el jefe del servicio y ante la situación, puso su mejor sonrisa y me llamó a un aparte para hablar conmigo.

- Siento lo ocurrido, si Ud. y la señora no se conocen, entonces se ha producido un lamentable error en las distribuciones, por eso debo pedirle que le ceda el sitio, me comprometo a buscarle un hueco en los vagones de primera, porque los dos coche cama están completos (el tren iba lleno, lleno .. y más que lleno ). Me dijo con cara de circunstancias.

- Eso es algo que podemos discutir después, si no lo tengo mal entendido y se que es así  porque ya en una ocasión salí perjudicado, la preferencia  está determinada por la fecha de expedición del billete y no por el sexo de los viajeros, por tanto, le agradeceré que lo compruebe antes de mandarme a mi al otro sitio . Le contesté con cara de mala leche. Ya me sucedió en una vez  y entonces fui yo el que se tuvo que joder por el temita de las fechas.

No estaba yo para muchas caballerosidades ni cesiones después de pasarme  cinco noches sin a penas dormir gracias a una amiga de la novia de mi hermano que decidió adoptarme como su mascota sexual. Necesitaba dormir y además, dormir mucho o llegaría a Madrid con cara de zombie sin apenas margen para incorporarme al servicio en condiciones, suponiendo como suponía, que me estaría esperando “causalmente” algún servicio de guardia  para premiarme por andar quince días de permiso.

El responsable de los coche camas me miró contrariado, supongo que pensaba “ mira que bien...otro listillo que se conoce las normas…”. Llamó a la señora para que le mostrara de nuevo el billete y así poderlo comparar con el mío. .Se hizo el remolón, miraba los papeles y a mi de reojo, al final  tuve que centrarlo golpeando repetidamente con un dedo encima de las fechas para indicarle que  yo lo había reservado hacía quince días, mientras que esta señora compró el suyo solo hacía cuatro. Por tanto y según sus normas, la cabina era mía.

En medio de la disputa, la dama sacó la cabeza por la puerta del compartimiento, sin alterarse lo más mínimo preguntó cual era el problema. Informada, se encogió de hombros y mirándome o mejor dicho, sopesándome durante unos segundos, parece que tomó una decisión y me preguntó:

Perdone joven ¿tiene Ud. algún tipo de reparo en hacer el trayecto con una mujer como yo? Porque yo no tengo ninguno, personalmente no veo donde está el inconveniente en que viajemos juntos,  si nos sabemos organizar ¿No le parece?. Se que no es lo habitual pero dadas las circunstancias ni yo quiero que Ud. salga perjudicado ni creo que Ud. quiera tampoco que me pase la noche sin poder dormir . Me contestó en un castellano perfecto con ligero acento francés. Supongo que había escuchado toda nuestra conversación. La verdad es que ni yo ni el de RENFE supimos que contestar, pues era obvio que ambos esperábamos una actitud muy diferente de ella.

Por mi no hay ninguno señora…tampoco tengo inconveniente en acompañarla (reconozco que eso lo dije con la boca pequeña ),espero no causarle ninguna molestia, la contesté , si a la veterana no le importaba, a mi  me importaba aun  menos…y al de la compañía ya ni os lo cuento, se le acaba de resolver solo el problema sin tener que haber movido un solo dedo.

Demasiado mayor, lástima... - me susurró de pasada el ferroviario con una mirada socarrona. Se la devolví con cara de resignación y empecé a coger mis cosas.

Pues venga, meta el equipaje y dejémonos de polémicas, contra antes nos organicemos, antes nos podremos acomodar para el viaje.. Nos soltó con un tono firme de voz. Solo con cerrar los ojos pensé que mi comandante instructor en la academia no lo habría expresado mejor ni siquiera usando su mejor tono de mando. Estuve a punto de contestarla…!!a sus ordenes…!!, creo que hasta propio jefe del coche cama dio un respingo.

La cabina consistía en un par de sillones bajo unas camas plegables adosadas a la pared, un minúsculo pasillo entre ambas cuando estaban desplegadas,  un wc común tamaño Barbie, algún hueco para dejar objetos y el rincón para el equipaje.. Era como una hab. Doble de hotel pero con el tamaño de una caja de zapatos. Claustrofóbico total si no fuera por el ventanal que daba a las vías.

Si extendíamos las camas, había que bajar el respaldo de los butacas para que quedarán por debajo del somier. Nos saludamos educadamente y dejando los abrigos colgados, nos sentamos. Ella sacó un libro, se puso unas gafas de media luna y se sentó más recta que una escoba en el sillón que daba a la ventana . Ala…la ventana para la madura, sin preguntar ni siquiera si nos lo echábamos  a suerte. Pues empezamos bien, las mujeres al poder,  pensé.

Observé con disimulo a mi inesperada acompañante y me dejó un poco perplejo. Alta, de edad indefinida, podría tener entre cuarenta y cincuenta años, algo que no me quedaba claro, con una figura cuidada y aparentemente estilizada, al menos se intuía así,  porque la ropa que llevaba, aunque elegante y de marca,  no daba muchas pistas sobre su cuerpo.

Era de ese tipo de mujeres intemporales, con una cara bonita aunque poco expresiva, ojos marrones, con algunas arruguitas de expresión pero con un cutis blanco,  terso y cuidado. Su pelo, negro azabache iba recogido en un moño que le daba un aire entre institutriz severa o condesa distante. Manos de pianista, con dedos largos y enjoyados. Me fijé en el abrigo que colgaba junto a mi cazadora de cuero, era a todas luces de visón y por su tamaño y sus acabados, seguramente costaba más dinero del que yo había dispuesto en toda mi vida. Transmitía clase a raudales, pero por encima de  todo, transmitía distancia y  frialdad, mucha frialdad.

Me encontraba embobado observando el paisaje por la ventana cuando se me empezaron a cerrar los ojos  meciéndome con el “tuc-tuc” típico de las vías. Estaba quedándome dormido. Me levanté, no era buena idea dormir ahora, mejor me iba a la cafetería y me guardaba las ganas para la noche, seguro que la señora era como las gallinas, a la puesta del sol, todas al nido. Ella me miró inquisitiva por encima de las monturas de sus gafas…

- ¿Va a ausentarse?.- Me preguntó.

- Si…me entra sueño y prefiero dormir por la noche, voy un rato a la cafetería a ver si me despejo, ¿quiere que le traiga alguna cosa? Le respondí procurando ser amable mientras me ponía la cazadora.

- No, gracias ¿Va a estar mucho rato fuera? Me gustaría cambiarme y ponerme cómoda y ese lavabo no parece muy amplio.- Contestó muy seria.

- una media hora, de todas formas, la puerta tiene pestillo, cierre cuando salga y ya llamaré para volver a entrar.- le contesté con mi mejor sonrisa. Sonrisa que no hizo el menor efecto  sobre la costra de hielo en la expresión de la “señora condesa”. El apodo se lo puse hacía un rato observando sus distinguidas y refinadas maneras.

Sentado ya en la cafetería me encendí un cigarrillo frente un café doble que enriquecí generosamente con mi escondida petaca llena de buen coñac francés. Vaya un viajecito aburrido que me esperaba junto a Doña seria y sosa. Con lo bien que me habría venido ir solo o acompañado de alguien que no estuviera de aparente luto perpetuo  por vete a saber quien. La tía se sentaba tan recta en el sillón que parecía llevar metido un palo en el culo.

Estuve observando el vagón restaurante y decidí hablar con el camarero para reservar una mesa para la cena,  ya era suficientemente veterano en esos asuntos y no quería acabar comiéndome de cualquier manera un bocadillo seco apoyado en una esquina.

Me comentó que la reserva mínima era para dos personas, si decidía cenar solo, debía hacerlo en una especie de barra adosada a los ventanales sentado en un taburete. Sin comerme mucho la cabeza, reservé una para las 22 horas, arriesgándome a tener que anularla y perder el dinero de la fianza si no encontraba con quien compartirla, pues mucho me temía que la veterana  no le apetecería cenar, si es que cenaba y menos aun, cenar acompañada de un desconocido. Comprobó el listado, tomó nota y me dio  el ticket.

Llamé a la puerta, serían ya las ocho de la tarde. ¿Quién es? .- escuché su voz amortiguada por el panel. Soy yo, su vecino de cabina… .- Ni siquiera nos habíamos presentado, manda huevos. Escuché el pestillo y la puerta quedó entornada. Al entrar me quedé un poco sorprendido, la estaba mirando como se sentaba de nuevo en su lado  y sin poder evitarlo, me puse a reír por lo bajo sin pensar demasiado en las consecuencias. El cuadro era para aplaudir y a  la vez para descojonarse de risa.

Se había puesto una bata preciosa, aparentemente de seda negra, larga hasta los tobillos, la verdad es que sin enseñar ni un centímetro de piel,  le quedaba de lujo, con su cinturón apretado mostraba una cintura de avispa, el conjunto se ajustaba a su cuerpo como un guante definiendo muy bien unas curvas que sin ser nada exageradas, prometían una figura envidiable, el embrujo se difuminaba bruscamente cuando se fijaba uno en sus tobillos.

Se había enfundado unos calcetines largos y muy gruesos de color gris oscuro que deberían ser como cuatro o cinco tallas más grandes que la de sus pies,  con las puntas tan alejadas de sus dedos que parecía que les había puesto un gorro de dormir. Solo les faltaba la bola de lana en la puntita,  no me pude reprimir la risa,  desentonaban tanto con el resto de su vestimenta como un mafioso lo haría en medio de una convención policial. Jajajaja…joder con la condesa.

Me enfocó su mirada con la calidez con la que un visor de francotirador adquiere su objetivo. ¿Le importaría explicarme si es tan amable de que  se está riendo?.- me dijo con cara de muy malas pulgas.

Discúlpeme, lo siento, lo siento…de verdad, es que está Ud. Muy elegante, la bata le queda muy bien,  si me permite el atrevimiento, pero…..- le señalé, mientras procuraba cortar de raíz mi expresión divertida, ella bajó la vista, estuvo observando sus dos pies como si acabara de descubrir que los tenía y cuando pensaba que me iba a soltar una fresca mandándome a la mierda, los movió con gracia y rapidez, consiguiendo que las puntas de los calcetines se agitaran como pequeños péndulos enloquecidos. Inesperadamente,  me miró y soltó una risa que me pareció cristalina y maravillosa, con lo que de nuevo me puse a reír acompañándola. Pasado el momento cómico, nos serenamos y yo me recosté en mi sillón.

Ríase, ríase, ya verá cuando la calefacción no vaya como Ud. espera, seguro que intenta robármelos mientras duermo.- Y en ese momento, una parte aunque pequeña del glacial,  se derrumbó sin que su hielo me cayera encima. Más tranquilos y seguramente ya más a gusto, nos presentamos. Se llamaba Michelle Müller (tela con el apellido). Comenzamos a conversar distendidamente, me preguntó por mi viaje a París, le contesté que era una visita a un familiar sin extenderme demasiado en el hecho de que a quien menos vi en todo ese tiempo  fue a mi hermano, pero en cambio,  las tetas de cierta francesita las podría dibujar de memoria solo con cerrar los ojos.

Ella me contó que había estado visitando a su familia, su madre y una tía suya por lo visto  vivían allí desde hace años,  ella era francesa pero de origen alemán, aunque residente en España desde que se casó hace bastantes años con un español.

Bueno, habíamos avanzado más en nuestra relación social  en quince minutos que en las dos horas anteriores. Algo es algo. Quizás no sería el viaje tan  soso y aburrido como me imaginaba.

Viendo como poco a poco la condesa iba descendiendo a la tierra de los mortales, eso sí, con estudiada lentitud,  pensé que quizás sería una buena idea comentarle lo de la mesa reservada por si le interesaba cenar y si fuera ese caso, si prefería mi compañía a hacerlo sola.

Se lo mencioné de pasada, incidiendo en hecho de que si no le apetecía, yo tendría que cenar en la barra porque no aceptaban menos de dos personas. Supuse que me daría esquinazo, al fin y al cabo,  no me conocía de nada. Me sorprendió, os soy sincero.

Me parece una buena idea, veo que es Ud. previsor, una gran cualidad,  sabe, yo hago este trayecto cuatro o cinco veces al año y se muy bien lo que es comer sentada en un taburete, o tener que hacer cola para comerme un bocadillo, por cierto, no se los recomendaría a nadie ¿a que hora reservó la mesa? .- Me preguntó mientras miraba pensativa hacia su equipaje.

Pues a las diez de la noche, pensé que no habría tanta aglomeración, si no le va bien, puedo mirar a ver si nos la cambien para las nueve.- Le sugerí mientras me empezaba a levantar, los franceses acostumbran a cenar sobre las siete de la tarde.

No, no, está bien, hace muchos años que tengo costumbres españolas y vosotros no cenáis precisamente temprano, en fin…me tendré que volver a vestir de nuevo, déme solo quince minutos y luego se cambia Ud. . – Me dijo mientras se acercaba su maleta.

Vale, doy una vuelta y en un cuarto de hora vuelvo.- le contesté. Me fui con la sospecha de que ese cuarto de hora sería mucho más largo, venga, le daré veinte minutos.

Ya en el pasillo, aproveché para husmear cerca de la cafetería y observé que en esos momentos estaba bastante llena, faltaba aun media hora larga para las diez y la mayoría de gente estaba acabando de cenar o comiendo algo en la barra.

Volví al compartimiento y cuando fui a llamar me encontré con la puerta entornada. Entré con precaución y vi que el aseo estaba cerrado aunque se escuchaban ruidos dentro. Ni corto ni perezoso, abrí mi maleta y me puse a rebuscar algo más serio que la ropa que llevaba, sobre todo porque me imaginé que estando con ella y viendo su clasicismo, si me ponía una camiseta y unos vaqueros, parecería que la acompañaba a cenar  su sobrino friki.

Elegí unos pantalones negros y un jersey gris oscuro de cuello alto que me quedaba muy bien y marcaba mis musculitos. Cuando me encontraba ya en calzoncillos,  me acordé que me había dejado los calcetines en la maleta y al ir a buscarlos, los dedos de mi pie se estrellaron con dureza contra la pata de uno de los sillones haciéndome soltar un grito de dolor, me puse a saltar a la pata coja mientras empezaba  a cagarme en la madre que parió a quien diseñó el asiento, el tren y hasta me acordé de la abuela del que inventó los ferrocarriles. Me quedé medio tumbado sobre el sillón, pálido,  agarrándome el los dedos magullados mientras se me saltaban las lágrimas del dolor.  El trompazo había sido de aupa y el crujido de mis dedos había sonado siniestro.

La puerta corredera del lavabo se abrió de golpe y Michelle se me quedó mirando expectante con unos labios a medio pintar, mientras yo  intentaba desesperadamente apretarme el pie con una mano y taparme como bien podía mis partes con la cazadora.

Vaya… estírese y déjeme ver ese pie, eso debe de doler mucho:- me dijo imaginándose la situación. Se acercó y me apartó la mano, en esos momentos entre los dedos meñique y anular se estaba formando un bonito derrame que avanzaba como una mancha de aceite por mi piel. Espere, tranquilo, espere un segundo, tranquilo, se lo que hay que hacer …:- Se metió en el escusado y volvió al instante con un rollo de esparadrapo, me ató con mucha maña ambos al dedo medio e hizo un apaño de lo más funcional, mientras yo, tumbado con la cazadora tapándome,  solo hacía que morderme la mano para aguantar el dolor que sentía mientras ella me manipulaba la contusión.

Cuando vaya a la cafetería pediremos hielo y se lo pone en el pie, verá como le baja la inflamación.- me comentaba mientras de forma disimulada no dejaba de  fijarse en mi cuerpo y me pareció que no le desagrada nada lo que veía. Ya teníamos algo más en común,  yo en esos momentos estaba haciendo exactamente lo mismo con el suyo y me sorprendió gratamente. Se había puesto un vestido de lana negro, ceñido a su cuerpo,  que sin enseñar más allá de su cuello o manos, le quedaba como un guante que acababa a pocos centímetros de sus rodillas.

Sus piernas las llevaba enfundadas en unas medias negras con botas altas a conjunto.. La verdad es que tenía una figura  muy apetecible, pechos medianos y un culito que sin ser muy espectacular se le veía bonito y de buen tamaño. Su moño había desaparecido para dejar paso a una melena y salvo sus labios a medio pintar, llevaba puesto un maquillaje discreto,  pero que resaltaba con precisión la belleza de su rostro. La verdad es que estaba bonita de cojones. Traté de no repasarla demasiado mientras le agradecía sus atenciones. Ella sin inmutarse, se levantó dándome la espalda y por supuesto dejándome en primer plano su culito respingón a escasos centímetros de mi cara, culo que moviéndose con gracia se perdió  de nuevo en el lavabo para acabar de arreglarse.

Mientras comprobaba con bastante satisfacción su arreglo de emergencia pisando con cuidado el suelo,  me percaté de un detalle. La puerta del lavabo continuaba abierta y Michelle se estaba peinando sin quitarme el ojo de encima, yo por mi parte estaba como un capullo vestido únicamente con los calzoncillos de pie en medio de la cabina con mi rabo en estado morcillón abultando de forma evidente en mis slips, estimulado sin ninguna duda por la sorprendente transformación que Michelle acababa de mostrarme,  pasando de oruga a bella mariposa. Es increíble como algunas mujeres saben esconder su belleza cuando no les interesa mostrarla.

Con la velocidad de un rayo le di la espalda y me puse la ropa, puede que la escena le gustara o puede que no, pero la situación no era precisamente normal. Ella seguía emperifollándose  en el lavabo, continuaba con su transformación…como os la podría definir, si… era un cambio generacional, había pasado de mujer mayor aunque bella a ser una estupenda morenaza que me estaba poniendo cachondo por momentos. Eso si, tampoco me hacía ilusiones, se le notaba a la legua que era una señora con muchos Kms. de vida a cuestas y que no había subido al tren buscando relacionarse con nadie y mucho menos, buscando echar una cana al aire con un chico joven. O eso pensé yo.

¿Sorprendido?.- Me miraba con cierta picardía porqué me pilló repasándola desde mi sillón con mi mejor cara de bobo.

Perdóneme, no se lo tome a mal, solo la estoy admirando, no…bueno, la verdad es que el cambio es … tan radical, si me permite decírselo.- Me había pillado con el carrito de los helados y procuré salirme del  atolladero.

Claro que lo es ¿ no pensará que me voy a presentar en el vagón restaurante vestida como si fuera su tía ? Tampoco crea que soy tan vieja, aunque a Ud. se lo parezca.- Me soltó socarronamente.

No, no…, es que no me lo parece, al contrario, para nada, está Ud…. muy elegante y además le tengo que reconocer que a muchas veinteañeras ya les gustaría tener su belleza y figura, se lo digo sin ánimo de molestarla.- Le solté con cierto temor a que su repentina proximidad se convirtiera de nuevo en frialdad polar.

Parece que le gustó el piropo y me lo confirmó con una sonrisa mientras inconscientemente se ajustaba su vestido. Bueno, bueno, por lo menos íbamos a cenar con cierta complicidad. Sobre todo porque me pidió que nos tuteáramos, que tratarla de Ud. la hacía sentirse muy mayor.

Nos dirigimos hacia el vagón restaurante y sentados ya en la mesa le quise servir vino en su copa. Puso la mano encima y me dijo que prefería tomar agua. Yo pasé del asunto y me serví una buena ración.

Cuando nos dimos cuenta, la cena iba transcurriendo en medio de una conversación muy amena en la que a pesar de sus reticencias iniciales, pasado un rato se sumó con entusiasmo a vaciar conmigo dos botellas de vino y ya estábamos a punto de dar buena cuenta de la tercera.

Yo me sentía  achispado y a ella se le notaba un brillo divertido y pícaro en los ojos, pero me parece que aguantando el alcohol mejor que yo. Tengo que reconocer que era una excelente conversadora, muy culta, con mucho mundo recorrido, divertida, de fina ironía y por encima de todo,  una inesperada sensualidad en sus gestos, en sus poses,  en su tono de voz, que me estaban hipnotizando por momentos, no vi que fue una pose  forzada buscando algo, era más bien que ante mi se había despojado de su coraza y se estaba desplegando su verdadera personalidad.

Pasado el recelo inicial, la encontraba relajada, a gusto en mi compañía y eso se notaba. Si alguien me asegura hace tres horas  que tendría una velada como la que ahora estaba disfrutando, me habría reído en su cara. Se me pasó la cena volando y aunque hablamos de mil temas, ni ella comentó demasiado sobre su vida actual, salvo algunas referencias vagas ni yo tampoco me esforcé en calentarle la cabeza explicándole mi vida.

Solo mencionó que estaba casada, tenía una hija adolescente y que en pocas semanas tenía previsto firmar los papeles del divorcio de un matrimonio extenso en años pero pobre en resultados. No quise indagar nada más sobre su vida, ni ella tampoco se esforzó en darme más detalles.

¿Tienes novia? Porque a un chico como tu seguro que no le faltan pretendientes…:- Me lo dijo sonriente mientras degustaba una porción de tarta.

Pues no, la verdad es que entre los estudios, el verano en la costa,  entre unas cosas y otras, solo tengo alguna amiga y nada más, tampoco es que ande buscando, creo que ni estoy preparado aun para una relación, ni tampoco es el momento. – Le contesté devolviéndole la sonrisa.

Vaya…pues si que tienes claras las cosas, supongo que no se te dará mal conquistarlas con esa miradita de cordero que pones ¿o es cosa del  vino?.- me hizo notar sonriéndose.

Creo que estoy así de contento y satisfecho por haber podido compartir una cena inesperada en tan buena compañía.- le solté un poco azorado.

Se echó a reír mientras me tachaba de adulador. Nos levantamos para retirarnos a la cabina y noté que ambos nos costaba un poco caminar con normalidad, el tinto estaba haciendo su efecto en nuestro sentido del equilibrio.

Al llegar me dijo que entrara yo a cambiarme en el escusado mientras ella lo hacía fuera, me jodió un poco porque con mi envergadura me sentía como una sardina metida en una lata, Eche una buena meada y me aseé un poco. Me puse una camiseta y un pantalón corto.

Al salir, las luces estaban apagadas y solo se apreciaba un difuminado resplandor azulado gracias a la luz de un pequeño aplique. Me metí en mi cama y justo en ese momento, ella se levantó oyéndola como entraba en el escusado. Mi cansancio parecía que se había esfumado por arte de magia  y me sentía bien despierto. Escuché la puerta y como ella pasó junto a mí, con mis ojos acostumbrados ya a la relativa oscuridad,  pude percibir que llevaba un camisón negro con tirantes que le llegaba hasta medio muslo mientras sus enormes calcetines le creaban el efecto óptico de llevar puestas unas extrañas botas. Me hizo sonreír, Mientras se arropaba con la manta, ella me dio las buenas noches.

Los minutos pasaban y el sueño no acudía. Estaba vuelto de lado hacia donde ella estaba tumbada. Me sobresalté al comprobar que tenía los ojos abiertos y me estaba mirando.

¿No tienes sueño? Pues ya somos dos, porque yo tampoco, debe de ser este vaivén maldito .- susurró su voz en medio de la oscuridad

Puede que el vino tenga algo que ver, no lo descartes.- le contesté, hacía casi una hora que empezamos a tutearnos como si fuéramos amigos de toda la vida.

¿Te gustan las cartas? ¿los naipes?.- ante mi gesto afirmativo, saltó de la cama y encendiendo la luz de la pared se fue a buscar algo a su equipaje. Al momento estaba con una baraja de poker en la mano mientras se sentaba en los pies de mi cama y empezaba a barajarla. Me ofreció una visión momentánea de sus braguitas negras mientras se recogía las piernas, las cuales,  me parecieron de lo más hermosas.

Algo empezó a crecer en mi entrepierna mientras procuraba pensar en guardias, maniobras, pistas americanas y por fin, con la cara de mi coronel dibujada en la mente recriminándome haber abandonado la patria parece que por fin  mi soldadito empezó a desfallecer. Más tranquilo, me destapé y me senté con las piernas cruzadas frente a ella.

Bueno, jugar sin apostar no es jugar, ¿Qué nos apostamos?. – Me soltó  mirándome con ironía mientras manejaba las cartas como si fuera una consumada crupier de casino.  En esos momentos tuve una mala sensación, un mal presentimiento de que me dejaría sin un puto billete en la cartera si aceptaba sus sugerencias.

Dinero, mejor que no, no tengo demasiado y además, es feo desplumar a tu compañero de cuarto cuando a penas aun lo conoces .- Le contesté riéndome. Captó la indirecta y se puso a manipular los naipes con fingida torpeza. Ella pagó la cena y no hubo manera de convencerla de lo contrario, entre otras cosas porque aprovechó el irse al lavabo para liquidar la cuenta. La quise compensar con una copas pero se negó alegando que tenía ganas de meterse en la cama.

Bien, pues sin riesgo no hay placer.´- Me miró con intensidad y fue cuando vi en sus ojos una mirada de depredadora consumada además de estar muy achispada por el vino que se había tomado. La verdad es que tenía sentimientos ambivalentes, me sentía excitado e inquieto, todo  a al vez.

Estaba pensado que como somos ambos adultos y gente de mundo….jugaremos a las prendas como si fuéramos dos adolescentes y lo haremos de la siguiente manera. Elige cinco piezas de ropa de tu equipaje, yo haré lo mismo. Si ganas, te podrás poner una, si pierde pues te la quitas, si tienes mala suerte, puede que acabes desnudo, si acabas desnudo, cada vez que falles, tienes aun esas cinco para saldar la jugada, si esas también se acaban , entonces te tocará hacer algo que yo pida, lo mismo vale para mi,  jajajaja., espera,  atento a este detalle, si alguno de los dos saca un full, una escalera, un poker o un repoker, entonces el pago son tres prendas de una vez – Que cabrona, se estaba relamiendo sabiendo algo que se me escapaba a mi. Me estaba retando a ver si me arrugaba o le seguía el juego.

Hecho, pero antes hay que contar cuantas prendas tiene cada uno, porque no aceptaré como prendas ni anillos, ni colgantes o pendientes. Solo ropa. – Tampoco me chupo el dedo como para caer en esa trampa tan evidente.

Es justo, yo llevo dos calcetines, mi camisón y las braguitas. Además, sumo a ellas estas tres medias, este liguero y este baby doll.- Supongo que se estaba meando de risa interiormente mientras me pasaba por delante de los morros una lencería que a cualquier tío le pondría la polla más dura que una barra de titanio. Tragué saliva con cierta dificultad ante semejante despliegue de lencería íntima. .

Bueno, pues yo llevo estos pantalones, los slips, esta camiseta y añado cuatro camisetas más y dos calcetines. – No había color entre mis prendas y las suyas,  era como comparar la belleza de un arpa de orquesta con la flauta de pastor. Tanta sofisticación de encajes chocaba con mis más que vulgares  prendas.

Venga, empezamos, cinco cartas con dos robos al montón. – Repartió y cuando miré las mías, no pude evitar una sonrisa, tenía una pareja de seises y posibilidad de sacar un trío o una doble pareja. Así fue, con las dos nuevas conseguí tener una doble pareja. Estaba más satisfecho con mi jugada que un ratón sentado sobre un queso.

Trio de ochos….- Soltó con cara satisfecha. Me quedé con la miel en los labios y me saqué la camiseta ante su atenta mirada. Repasó nuevamente mi torso con poco disimulo y volvió a barajar de nuevo con una sonrisita feroz en los labios.

En el segundo envite , gané yo con una triste pareja de reinas. Fuera uno de sus calcetines. Tenía un pie de lo más bonito y cuidado, con las uñas pintadas de color rojo intenso. Rápidamente metió el pie bajo el cachete de la otra pierna, supongo que era más friolera que un brasileño paseándose en bañador por el ártico.

Full de cuatros y reyes……jajajaja .- La muy hija de su madre se estaba tronchando de risa. Me la acababa de meter doblada hasta la empuñadura.

Queeeee!!!!.- exclamé consternado, me acababa de dejar en pelotas de una sola tacada. Joder…joder….me puse a quitarme ropa con cara de poker, nunca mejor dicho y dado su desparpajo, pensé que si no le importaba a ella acabar enseñándome el coño, yo no iba a ser menos. Comprensiva con mi situación se fue al escusado y trajo la botella de vino que dejamos por la mitad para darme un  trago, se ve que se la había traído del restaurante sin que yo me diese ni cuenta. Yo a cambio le ofrecí mi petaca de coñac pensando que la rechazaría pero le metió un trago largo que la hizo humedecerse los ojos mientras tosía. Joder, le daba a todo sin ascos y en abundancia.

Trio de ases, (mierda…un as más y la dejo con el culo al aire). – Otro calcetín fuera, a este paso llegaríamos a Madrid,  yo en pelotas y ella vestida con un camisón, tres pares de medias y un ligero.

En la siguiente tirada, volví a ganar otra vez con una pareja de sietes. Ahí se quedó un momento pensativa y decidió quitarse el tanga. Bueno, ahora solo estaba con el camisón y puede que…

Joder, zasss en toda la boca, me ganó por con una doble pareja cuatros y cincos. Me tocaba pagar prenda, le di una de las camisetas, mientras ella se volvía a poner las bragas.

Sería la una de la madrugada cuando la excitación ya se podía mascar en el aire, habíamos prácticamente agotado las prendas que podíamos darle al otro ( y por tanto no se podían recuperar). Yo estaba con los slips puestos y una considerable erección, mientras que ella solo llevaba encima su tanga. Lo siguiente que ya se estaba vislumbrando en el horizonte es que seguramente yo o puede que ella, si no se tenía prenda que ofrecer, se tendría que pagar con un deseo . Le pregunté donde estaba el límite, no quería malos entendidos y ella muy seria me contestó que el límite estaba en la derrota total del otro. No acabé de entenderla, pero tampoco se molestó ella en aclarármelo.

Tenía unas tetas bastante bonitas, no muy grandes pero con una caída deliciosa acompañadas de unos pezones oscuros y puntiagudos. Parecía sentirse como en su casa a pesar de la situación nada convencional. De hecho yo tenía la sensación de que ganar para ella era más importante que cualquier otra posibilidad, a esta pensé, no le gusta perder ni debajo del agua. Habíamos acordado que el juego se acabaría a las dos de la mañana fuese cual fuese la situación.

Jajajajaja….dame tus slips compañero, tengo un trio de reinas.- Coño, otra vez con la polla al aire y ahora la tenía en su máxima expresión. Joder….que corte me daba quitármelos, siendo negros, me difuminaban bastante el bulto a pesar de que no ando mal de rabo y la punta de mi verga estaba a milímetros de asomar la cabeza por el elástico. Me los quité y apretando los dientes se los dí mientras ella contemplaba sin disimulo ni vergüenza alguna mi erección.

Uffff…pobrecito, parece que vas a tener que hacer algo al respecto…jajajaja.- La muy zorra se lo estaba pasando de miedo a mi costa. Recé a San Zipote Virgen a ver si me concedía un deseo pero lo peor aun tenía que llegar.

Me volvió a ganar con una tristísima y asquerosa pareja de cuatros. Joderrrrrrrr….ahora si que estaba en sus manos.

¿Tengo que pagar prenda no?.- Le pregunté con mi mejor cara de niño bueno.

Pues si, salvo que te arrugues ahora, si lo haces, lo comprenderé…solo es un juego, ya me entiendes.- Sus ojos en cambio me estaban valorando a ver si era un tipo de palabra o un cobardita llorón.

¿Tu seguirías y pagarías prenda si te toca? .- La puse yo contra las cuerda a ver si ella era tan valiente como esperaba que lo fuera yo.

Hasta las dos y aun quedan tres cuartos de hora, lo que salga es lo que se hace, te doy mi palabra.- Me lo dijo sin cortarse ni un pelo.

No seré menos, venga dime que prenda pago.-

Quiero que te sientes con las piernas abiertas y te masturbes muy lentamente para mi durante dos minutos. ¿Pagarás la prenda?. Sus ojos me estaban mirando con una intensidad aterradora mientras su boca húmeda y entreabierta mostraba la excitación que tenía en esos momentos.

Siguiendo sus instrucciones, me situé de esa guisa y cuando empecé a acariciarme lentamente, subiendo y bajando con suavidad la piel de mi capullo  mirándola con fijeza, ella se situó entre mis piernas para no perderse detalle. Hice un intento de tocarla pero no me dejó apartándome la mano con suavidad, solo se quedó allí observando como me masturbaba.  Mi rabo alcanzó un tamaño increíble y a punto estuve de correrme si no llega decir ¡tiempo!. casi a voz en grito .

Viendo que me relajaba un poco y orgasmo se alejaba, parece que se quedó más tranquila, como si mi corrida prematura pudiera representar un inconveniente para sus planes. Yo estaba francamente cardiaco, en esos momentos la habría cogido del pelo y le habría incrustado mi polla hasta las amígdalas, pero me contuve porque una vocecita me estaba diciendo que cualquier estúpido error rompería la magia del momento.

A los pocos minutos, con mi siguiente victoria la dejé como su madre la trajo al mundo. Su coñito, perfectamente depilado se mostraba ante mi con una humedad más que evidente. Una fina línea sobre su pubis mostraba las huellas de supuse una antigua cesárea. Tenía un cuerpo muy bonito, sin rastro de michelines, bien trabajado,  con un abdomen plano y algo musculoso, con unas piernas largas y torneadas. Supongo que frecuentaba algún gym y eso unido a su buena genética la mantenía muy apetecible a pesar de sus cuarenta y siete años.

La siguiente jugada me puso en cierta manera en un aprieto, gané de nuevo y ahora era ella quien debía pagar con una acción. Por mi cabeza pasaron mil posibilidades, a cual más bellaca he de reconocerlo, ella me estaba mirando intensamente, como intentando descubrir hasta donde llegaría mi osadía. Opté por la generosidad y creo que fue un punto de inflexión en la opinión que pudiese tener de mi.

Me quiero comer tu coño durante cinco minutos….- Ala, ya lo había dicho, aunque me encanta que me acaricien y me hagan cosas, reconozco que devorar un buen chochito está entre mis manjares favoritos. Una amiga danesa que tenía en mi pueblo fue la que me vició en esta práctica y de paso me enseñó los secretos de esa técnica que si era bien ejecutada,  te dejaba una mujer abierta y receptiva a cualquier sugerencia posterior.

Supongo que la sorprendió, quizás esperaba que le pidiera que me la meneara o que me la chupara y se quedó algo descolocada con mi deseo. Se apoyó contra la pared y me abrió las piernas lentamente,  mostrándome sin pudor alguno su rosada y húmeda rajita. No me quitaba los ojos de encima mientras con delicadeza la acabé recostando en la cama y le puse una almohada bajo sus nalgas para elevarle el pubis hasta la altura que yo necesitaba.

No me lancé como un poseso a por el, empecé acariciándole los muslos mientras le iba besando y lamiendo la parte interna de ellos, tampoco podía perderme en las ramas,  estaba dispuesto a dejarla para el arrastre en tan escaso tiempo y tenía que cumplir supuestamente con los cinco minutos.

Comencé a introducir la lengua en su cavidad sorbiendo los fluidos que empezaban a escapársele de su interior, mientras,  con mucha delicadeza le introducía un dedo en su vagina removiéndolo con cuidado. Sus suspiros eran poemas para mis oídos.

Poco a poco empecé a trabajarle el clítoris con mis labios, sin presionar demasiado mientras mis dos dedos la iban follando con calculada lentitud. Empezó a removerse con cierto descontrol y a susurrar palabras en francés, español y creo que hasta alguna en arameo., momento que aproveché para clavar la punta de mi lengua en su pepita, con mis dos dedos procurándola una follada rápida y enérgica. De forma brusca y salvaje, sus muslos me aprisionaron  la cabeza con la fuerza de una tenaza gimiendo y agarrándome con los dedos mis cabellos como si se encontrara en medio de una agonía infinita de placer, siguió gimiendo y murmurando frases ininteligibles. Cuando conseguí sacar la cabeza de aquel cepo y retirarme respirando con dificultad, el cuadro que se ofrecía ante mí era uno de los que a cualquier hombre le hacen sentirse orgulloso. Ella estaba totalmente espatarrada, derrumbada sobre la cama respirando agitadamente con los ojos cerrados y su coño empapado de sus flujos y mis babas. La vi terriblemente hermosa y deseable, como nunca antes había visto a ninguna de mis conquistas.

Se incorporó de golpe y !lzassshhh!! la bofetada que me dio sonó como un latigazo  por toda la cabina. Mi cara de perplejidad y de no entender nada,  supongo que era para enmarcarla.

¡!cabrónnnnnn!, mira que me has hecho….eres un ….´- se abrazó a mi y me empezó a devorar la boca como si estuviéramos a escasos segundos del fin del mundo. Joder, primero me zumba una hostia y ahora…. como besaba la Michelle, siguió con su beso de tornillo mientras poco a poco acabó encima mío frotándose conmigo como si quisiera fundirse con mi piel. Su pubis abarcaba a lo largo toda la longitud de mi polla dejándomela inundada con sus flujos, sus pechos, con unos pezones duros como piedras parecía que me estaban haciendo surcos sobre el pecho. Ni os cuento las ganas que tenía de follármela a fondo, a lo bestia, sin suavidades ni gaitas, perforándola como si fuera una taladradora industrial y volver a escuchar de nuevo sus grititos y suspiros de gata en celo mientras la sometía a la tiranía de un buen rabo hundido en su vagina.

Espera…espera, tenemos tiempo, deja que te sienta en mi piel, ahora me toca a mi, ahora pagaré yo mi prenda, será algo especial, algo  para que no me olvides nunca, por muchas mujeres que conozcas, esta noche, este tren y esta hembra quedarán para siempre grabados en tu memoria….- Y así fue, comenzó sin prisas a lamerme, a besarme,  a acariciarme sin pausas, bajó por mi abdomen, lamió y metió la lengua en mi ombligo, sus manos funcionaban sincronizadas, sus cuidadas uñas rozaban mi piel dejándome partes de mi cuerpo en carne de gallina, sentía hasta escalofríos. De repente, su lengua empezó a recorrer toda la superficie de mi capullo que en esos momentos estaba expulsando hilillos de líquido preseminal como si de un manantial se tratase, se entretuvo haciendo pequeños recorridos entre la punta y el frenillo, sin prisas por metérsela en la boca o chuparla con fuerza. Yo estaba que si me ponen un desfibrilador lo fundo yo a el de una descarga.

Me agarré a una barra de hierro que había en la pared y creo que empecé a ver como se combaba ante mis ojos bajo la presión de mis manos. Cuando empezaba a controlarme, cuando creía que estaba recuperando el control, ese por el que he conseguido mantenerme sin llegar al orgasmo estando con cualquier mujer y que en esa época ya dominaba casi siempre, mi francoalemana creo que percibió como empezaba a resistirme a sus lengüetazos y actuó en consecuencia tragándosela lentamente mientras su lengua haciendo de cuchara recorría como una funda mojada toda la longitud inferior de mi polla, comenzando a subir y bajar con la cadencia y ritmo de una perforadora. Me mantenía con mucho esfuerzo por mi parte en una estrecha franja entre la resistencia y el orgasmo, quería sentir y disfrutar de su arte y no quería que acabara demasiado pronto mi intenso placer solo por alcanzar el climax.

Ella se percató de mi resistencia y decidió subir un grado más la apuesta, chupaba y chupaba cuando noté como uno de sus dedos empezó a acariciarme con cuidado el ano. Al principio di un respingo que ella se ocupó de calmar mirándome y guiñándome un ojo mientras me rogaba que la dejara hacer. Poco a poco, con mucho tacto y suavidad me lo fue introduciendo hasta supongo llegar a la altura de mi próstata. Entonces si que se desató el infierno… o mejor dicho el cielo, aumentó aun más su mamada mientras su dedo me estimulaba con insistencia y presión, mientras su otra mano tampoco estaba ociosa,  se dedicaba a pasarme suavemente las uñas por mis pelotas o a amasármelas.

Exploté como un globo mientras notaba como perdía todo tipo de control, sentía como los chorros de semen recorrían toda mi uretra para acabar golpeando con fuerza en el interior de su boca, levantando como pude la cabeza con un tremendo esfuerzo,  vi que al tercero o cuarto se la sacó de la boca supongo que para acomodarse mejor la corrida que tenía ya dentro de ella, entonces de forma inesperada,  un quinto chorro salió de mi polla y le cruzó los labios hasta acabar buena parte de el sobre su ojo y su ceja haciéndola dar un respingo. Se agachó con rapidez y con ella nuevamente aprisionada entre sus labios,  esperó a que acabará del todo.

No hizo gestos obscenos, ni tampoco me enseño la corrida, nada de esas escenas peliculeras que algunos cuentan, simplemente escuché el sonido de alguien que está tragando. Cuando ya me encontraba recostando de nuevo mi cabeza en la almohada y se apoderaba de mi una flojera maravillosa volvió a frotarse contra mi pecho y me propinó un beso profundo mezclando nuestras salivas y mi semen en nuestras bocas mientras ella me miraba a ver que reacción me provocaba saborear mi propio néctar. Satisfecha de mi falta de reacción, acercó sus labios a mi oreja y escuché…..

Descansa unos minutos compañero….pero no te olvides de que esto no ha hecho más que empezar, es tu turno, ahora te toca a ti pagar prenda… .

CONTINUARÁ…..