Explorando mi sexualidad, juntas

Mi madre me enseñó como disfrutar con mi sexo. Desde aquel día mi madre empezó a llamarme gatita, sabía que lo que le hacía a mi madre a ella le gustaba muchísimo, y yo la quería mucho y quería lo mejor para ella.

EXPLORANDO MI SEXUALIDAD, JUNTAS

Decidí escribir este relato para compartir una de las partes de mi díario de las que estoy más orgullosa, y que recuerdo con mucho placer.

Me llamo Jazmín y tengo 18 años, mi madre se llama Sara y tiene 46. Mi madre y yo siempre hemos estado muy unidas, nos llevamos fenomenal.  A pesar de la diferencia de edad ella es para mí como cualquiera de las amigas de mi edad. Mi padre murió cuando yo era muy joven, dejó a mi madre viuda, y tuvo que trabajar mucho para poder sacarnos adelante a mi hermana y a mí. Por ese motivo nunca hemos tenido una figura masculina en casa, siempre hemos sido las tres chicas, aunque a mí me hubiese gustado conocer a mi padre a una edad en la que me pudiese acordar de todo, mi madre nos ha contado muchas cosas de él, y le hemos llegado a quererle y admirarle de verdad a pesar de no conocerlo casi. Solemos ir a visitarlo al cementerio y cuando volvemos a casa las tres siempre hacemos algo juntas y nos sentimos muy bien.

Como iba diciendo antes de desviarme del tema, mi madre y yo estamos muy unidas. Últimamente me empezó a hablar de cosas de los hombres, de sexo y tal. Pensaba que me sentiría incómoda hablando de eso con mi madre, pero para mi sorpresa fué muy agradable, y siempre le intentaba sacar el tema para que me hablara más de esas cosas. Nos gustaba ver la tele y hablar de los chicos que salen, los chicos guapos sobretodo.

En ese momento yo no había tenido ninguna experiencia, por lo que las cosas que me decía me sonaban a nuevas y muy apetecibles. Lo máximo que había hecho era estar besándome con un chico y tocarnos por encima de la ropa. Mi madre a veces hablaba sobre mi padre en ese aspecto, me dijo que había sido el primer hombre en su vida y el último. Le pregunté si no quería estar con nadie mas, pues había pasado mucho tiempo ya desde que él no estaba. Me confesó que sí le apetecía, pero que no había tenido oportunidad, y que se conformaba con pensar.

Le confesé que yo también pensaba mucho y no había tenido relaciones sexuales, y que cuando pensaba me tocaba. Me dijo que donde había aprendido a tocarme y le conteste que hacia lo que podía para quitarme la calentura, y que como ella sabría mucho más que yo me podría enseñar algún día.No sé porque dije eso, pero lo dije, y me avergoncé al oirme decirlo. Ella, con toda naturalidad, aceptó y me dijo que otro día que estuviésemos más tranquilas y las dos tuviésemos ganas me enseñaría.

Esas palabras se grabaron bien en mi mente, y esperaba ansiosa que aquel día llegase, tenía mucha curiosidad, quería aprender todo lo que mi madre sabía, pues al ser mayor sabía que tendría mucha experiencia en ese tema, y me haría descubrir cosas muy agradables y placenteras. La verdad es que en esa época yo era bastante bobita en esos temas, cuando hablaba con mi madre de aquello era como si estuviese interpretando el papel de alguien que sabe, pero en realidad mis masturbaciones a ojos de alguien con un mínimo de experiencia habrían resultado ridículas.

El tan esperado día llegó, mi hermana no estaba, mi madre estaba desocupada, y yo aunque no lo estaba fingí estarlo, porque me interesaba mas aprender con mi madre que estudíar para un examen.

  • ¿Estás ocupada mama? - le dije de repente mientras estaba en la cocina

  • no hija, ¿por que?

  • te acuerdas de lo que hablamos el otro día... pues yo ahora no tengo nada que hacer. - dije agachando la cabeza

  • Ah, sí, me parece que ya sé de lo que hablas, de acuerdo cielo, me parece un buen momento - dijo mirándome con una sonrisa encantadora

Fuí a la cama de mi madre, con ella, seguía siendo la cama de matrimonio enorme en la que mi madre y mi padre compartieron su amor. Estaba muy nerviosa, mi madre dijo que lo mejor era tener una atmósfera agradable, así que encendió unas velas y puso la cortina de la ventana para dar un poco de oscuridad. Nos sentamos encima de la cama y nos pusimos a hablar. Tardamos bastante tiempo hasta que nuestra conversación fue por el camino de la sexualidad.

  • Cariño, me has dicho muchas veces que no sabes si te masturbas de la mejor forma posible  - dijo mi madre con su mirada clavada directamente en mis ojos.

  • así es mamá, yo solo hago lo que puedo para calmarme

  • Si quieres yo puedo decirte si lo haces bien o no, pero para eso tendrás que mostrarme como lo haces - dijo mi madre sonriéndome cómplice

  • pero así sin más no me sale, sólo lo hago cuando estoy excitada

  • entonces tendremos que excitarnos ahora, si quieres podemos hablar de chicos, imaginarnos cosas juntas

  • si tú lo dices me parece una buena idea - le sonreí emocionada

Nos pusimos a hablar sobre chicos, me quedaba hipnotizada mirando a mi madre, hablaba pausada y despacio, saboreando cada palabra, mirándome fijamente, y a la luz de las velas estaba guapísima, no podía quitar la vista de sus ojos, de sus labios. Poco rato después me notaba acalorada, creo que tenia las mejillas sonrosadas, estaba empezando a mojarme un poquito, y se lo hice saber a mi madre.

  • Mamá, creo que ha funcionado, me noto algo mojada  - le dije con vergüenza.

  • Eso es un buen comienzo - dijo mientras me guiñaba el ojo risueña y me daba un beso en la mejilla. - Ahora ya puedes quitarte la ropa cielo

  • Me da un poco de vergüenza - dije completamente roja

  • No tienes de que tener vergüenza cariño, me desnudo yo también y así veras que no pasa nada

  • Esta bien - musité concluyente

Empezó a quitarse la ropa, y yo la seguía, siempre una prenda por detrás de ella, mirándola todo el rato. Cuando dejó sus pechos al descubierto me quedé mirándolos embobada, solo desperté cuando me dijo que yo también tenía que quitarme lo de arriba, me lo quité y me miré mis pechos, comparándolos con los suyos, la verdad es que no se parecían en absoluto, los míos son pequeños, y más aún comparados con los suyos, que eran grandes y parecían tener movimiento propio, pues cada gesto suyo, cada vez que ella se movía aunque fuese ligeramente se reflejaba en sus pechos, con un movimiento retardado y fugaz. Me gustaba mirarlos y la verdad es que tenía envidia de esos pechos, en ese momento deseaba tenerlos igual a los suyos.

Siguió desvistiéndose hasta quitárselo todo, y con un rápido y elegante gesto quedo encima de la cama con las dos piernas a un lado, dobladas, ocultando su entrepierna. así permaneció esperando a que yo hiciese lo mismo, y así lo hice. Allí estábamos las dos, una enfrente de otra, mirándonos, observando con curiosidad nuestros cuerpos desnudos. Hasta que ella rompió el silencio:

  • A ver si es verdad lo que me decías de que estabas algo mojada - me dijo sonriente

No sin esfuerzo, debido al pudor que tenía, separé mis piernas y pudo ver el brillo que hacia la luz de las velas en mi entrepierna, me miró durante unos segundos, y sin decir nada ella hizo lo mismo, y observé que también ella estaba mojada, puesto que también veía el brillo entre su bello.

  • Cuando quieras empezamos cielo

Estaba tan nerviosa que me quedé quieta y no hice nada, así que mi madre me dijo que me acercara más a ella y la obedecí. Estábamos tan juntas que sentía su respiración, aunque el único contacto que había entre nosotras eran mis rodillas con sus piernas.

  • A ver cielo, enséñame como lo haces

Puse mi mano sobre mi vulva, y la empecé a mover despacito, como solía hacer habitualmente.

  • ¿ Eso es todo lo que haces hija ?  - dijo mi madre sorprendida

  • No, solo eso no - dije mientras abría más las piernas y empezaba a pasar mi mano por toda mi rajita desde abajo hasta arriba del todo, pasando los dedos y apretando un poquito.

  • Muy bien cielo, pero aun tienes muchas cosas que aprender - me dijo guiñándome un ojo.

Puso una de sus manos sobre sus pechos, empezó a acariciarlos, lentamente, alternando de uno a otro, repasando sus pezones con sus dedos, incluso agarrando los pezones entre las yemas de los dedos. Me pareció algo sumamente sensual. A continuación separó sus piernas, y puso su mano como yo la tenía puesta, empezó a pasársela por todo, con sus cuatro dedos presionaba su rajita y los movía a los lados, luego iba subiendo y haciendo círculos con sus dedos sobre su clítoris que no lo veía pero sabía que estaba ahí debajo de su bello.

  • Haz lo mismo que yo cariño
  • Sí mamá

Me puse manos a la obra, intentando imitar todos sus movimientos, como si se estuviese mirando en un espejo, todo lo que ella hacía yo lo repetía. Me tocaba los pechos y la rajita como ella hacía, como ella me estaba enseñando. Se pasaba los dedos recorriendo la rajita, de abajo a arriba, con el dedo central más hundido que los demás, aunque yo no me di cuenta de que hacia eso:

  • No hija, así no, mira - se acercó a mí y puso su mano sobre mis dedos, cuando me los tocó me recorrió un escalofrío, como si hubiese saltado una chispa. Su mano hundió uno de mis dedos entre mis labios, tal y como estaba haciendo ella.

  • ves, así mejor ¿no?

A partir de ese momento me excité tanto que era incapaz de seguir imitándola, y me limitaba a mover mi mano para seguir dándome placer, mi madre vió mi situación de éxtasis y se levantó para sentarse a mi lado. Pasó su brazo alrededor de mi cintura, me apoyo contra ella, y con la mano con la que había estado masturbándose cogió mi mano y la puso sobre su coño, cuando sentí aquella humedad y calor tan conocido pero ajeno no pude evitar empezar a tocarlo como hacía con el mío. Con la mano que tenía alrededor de mi cintura se metió por debajo de mi mano, sustituyéndola en la tarea de darme placer. Su mano, mucho más experta, empezó a masturbarme de una manera que no podía ni haber imaginado, se movía sin cesar, deprisa, despacio, presionando, mojando cada rincón con mis propios jugos.

Mi cabeza estaba sobre sus pechos y no pude evitar sacar mi lengua y pasarla por ellos, estaba tan excitada que no sabía lo que hacía, simplemente lo hacía. Mi madre metía un poco de su dedo en mi vagina, jamás lo había hecho yo y me pareció una sensación nueva y placentera, que aceleró aún más mi excitación, que ya no pude controlar, y acabe teniendo un orgasmo increíble mientras mi madre también lo tenía, gracias a mi inexperta mano, que intentaba darle el mismo placer que ella me daba a mí. Terminamos abrazadas, desnudas, tumbadas sobre la cama, con las manos mojadas. Me sentía satisfecha, jamás había sentido tanto placer.

Pasaron días hasta que pude volver a estar con mi madre a solas, y con tiempo. Durante esos días pensé una y otra vez en lo ocurrido, me masturbé a díario pensando en que mi mano era la suya. El día que volvimos a quedarnos a solas se repitió el ritual, velas, desnudez, y masturbación. Cuando estábamos masturbándonos, mi madre dijo que me iba a enseñar una cosa nueva. Yo estaba impaciente por conocer que era eso que quería enseñarme, y no me hizo esperar mucho. Me dijo que me tumbase en la cama, que me relajase y cerrase los ojos. Hice todo lo que me dijo, y así estuve tumbada, intentando relajarme y sin ver nada de lo que sucedía a mi alrededor.

De repente sentí aire caliente en mi zona púbica, era aliento, antes de que me diese cuenta, sentí su lengua posarse completamente sobre mi coño, llena de saliva. Aquello me hizo estremecer todo el cuerpo, desde los pies a la cabeza, de la sensación incluso levante mi tronco hasta casi estar sentada, pero mi madre me hizo volver a tumbarme. La lengua de mi madre empezó a cobrar movimiento, y a lamerme cada centímetro de mi rajita, la sentía hacer dibujos, mojada, caliente, me estaba volviendo loca, se introducía entre mis labios, se intentaba meter en mi vagina. No podía más, me llegó un orgasmo mayor aún que el que experimentara por primera vez con mi madre, mientras agarraba la colcha con mis manos con toda mi fuerza, estuve apunto de perder el sentido.

Cuando recobré el sentido no sé cuanto tiempo había pasado, creo que poco, pues todo seguía igual, y mi madre seguía lamiéndome suavemente. Decidí que era el momento de devolverle aunque sólo fuese una parte de todo el placer que me había dado, así que me incorporé y me acerqué a ella, empecé a besarla y a lamer su cuerpo. Me encantó hacerlo, lamía su piel ansiosa, su sabor me saciaba y no podía despegarme de ella, no podía. Baje hasta su entrepierna, y allí comencé a lamer como mejor pude, pasaba la lengua enredándola con sus pelitos, mojándolos, sintiendo el tacto de su piel mojadita.

  • así cielo, así mi gatita, te quiero mucho - suspiraba mi madre

Su olor y su sabor me llamaron la atención, me atraía, me atraía tanto que no podía dejar de lamerlo, y contra más lo hacía más salía, y más la lamía. Al rato de estar jugando con mi lengua sobre su coñito noté que su cuerpo se ponía tenso, y me imaginé que iba a tener un orgasmo, así que aceleré mis movimientos y mi lengua no paraba de lamerla, con fuerza, con ansia. Se vino en un escandaloso orgasmo, en el que grito mi nombre varias veces, haciéndome sentir especial y tremendamente feliz.

Desde aquel día mi madre empezó a llamarme gatita, lejos de molestarme me gustaba mi nuevo apodo, sabía que lo que le hacía a mi madre a ella le gustaba muchísimo, y yo la quería mucho y quería lo mejor para ella, por lo que era realmente feliz haciéndola sentir tan bien, tanto como ella me hacía sentir a mí.

Para contactar conmigo: yasmina_gatita18@hotmail.com , yasmina_gatita@yahoo.es