Experimentando cosas nuevas
Todo comenzó una noche en la que nos quedamos varios amigos (entre ellos ella y yo) en una casa en la playa
Como ya habreis escuchado alguna vez en algún relato o historieta me he enamorado de una de mis mejores amigas. El caso es que tanto ella como yo somos heteros (bueno, ya nos consideramos más bisexuales que otra cosa) y jamás hubiéramos pensado que acabaríamos juntas y menos de la forma en que ha pasado todo.
Todo comenzó una noche en la que nos quedamos varios amigos (entre ellos ella y yo) en una casa en la playa. Éramos dos chicos y dos chicas y la verdad es que aquella noche perdimos un poco el control. Bebimos mucho y nos dio por jugar al típico juego de la botella. El caso es que con las tonteras y el alcohol nos acabamos liando las dos parejas ¡Y nosotras también!
A partir de aquello, nos dimos cuenta de que nos gustaba liarnos y nos sentíamos muy muy a gusto y empezamos a repetirlo una y otra vez, hasta que una noche de juerga, entre copa y copa pasó algo. Como en la ciudad donde vivimos no podemos liarnos sin que nos mire todo el mundo nos íbamos a los servicios para poder besarnos y allí, una de las veces, me estampó contra la puerta y empezó a rozarse contra mí, como nunca lo había hecho antes.
Cuando salimos, seguimos bebiendo en un bar y en otro y empezamos con el juego de miradas, risitas, tonteos que nos fueron poniendo cada vez más cachondas. Hasta que al final le dije que se quedara a dormir en mi casa.
Eran las siete de la mañana y en mi casa estaban mis padres y mi hermano durmiendo en las habitaciones de al lado, pero no me importo que se quedara, porque ¿Quién iba a pensar que podía estar pasando algo entre nosotras?
Cuando entramos en mi cuarto no tenia ni idea se si pasaría algo o no, ni tampoco de si realmente estaba segura de que lo que pasara me fuera a gustar, pero la verdad es que no me importaba, quería ver hasta dónde podía llegar todo aquello.
Así que nos metimos en la cama y empezamos a hablar un buen rato, hasta que se nos hizo totalmente de día y, cuando me di cuenta me estaba besando. Pero no era un beso cualquiera, era uno de esos besos dulces pero muy muy calientes y cada vez mas intenso.
De repente empecé a sentirme bastante acelerada y nerviosa, y noté que a ella le pasaba lo mismo, sin embargo sentía que quería mas, que mi cuerpo estaba caliente y necesitaba culminar aquella noche tan intensa. Así que la cogí por la espalda y apreté su cuerpo contra el mío, para sentir sus pechos, su respiración, su cuerpo. Cuando me dí cuenta estaba besando su cuello y bajando hasta sus impresionantes pechos que me vuelven loca. Ella me decía que qué estaba pasando, pero yo no podía parar de chupar su cuerpo. Su respiración se hizo todavía más intensa sin llegar a gemir, por miedo a que nos descubrieran, pero yo necesitaba seguir con aquello que hacía que mi cuerpo estuviera cada vez más caliente.
Mi mano se abrió camino entre sus piernas, y empezó a tocar su coño, abriéndolo con los dedos. Éste estaba húmedo y muy caliente. Era una sensación rara, ya que nunca había estado con una chica, ni había tocado un coño que no fuera el mio, pero era una sensación que me gustaba, así que seguí tocando su clítoris lentamente y ella hizo lo mismo conmigo.
Ahora ya si que no podía más. Ahí estábamos las dos, gimiendo de placer, tocándonos el clítoris la una a la otra y sintiéndonos cada vez más mojadas, pero, de repente, me cogió los dedos, y me los metió dentro de su vagina, emitiendo un gemido que hizo estremecer todo mi cuerpo. Así que nos pusimos una frente a la otra, mirándonos las caras de placer, y metiéndonos los dedos hasta el fondo cada vez más rapido y, cuando nos dimos cuenta, estábamos teniendo un orgasmo juntas.
Nunca olvidaré esa sensación de miedo, nerviosismo, incertidumbre y a la vez de placer. Aquella fue la primera noche que pasé con una chica, y fue el comienzo de una preciosa historia de amor, que todavía hoy perdura. Ahora llevamos más de una año y hemos evolucionado mucho en cama pero eso ya os lo cuento otro día.