Experimentando con mi amiga

Saludos, me llamo Molly y voy a contaros la historia de como experimenté por primera vez con una chica. No viene al caso, pero contiene pequeñas referencias a Juego de tronos. Si, vale lo reconozco ¡Lo he dicho para llamar la atención! Pero es cierto que contiene pequeñas referencias.

S aludos a todos. Me llamo Molly, tengo veintitrés años y vivo desde hace un año en un apartamento de Nueva York. He de decir que el apartamento es bastante lujoso. Está en pleno centro de la ciudad. Es lo que tiene que el padre de tu amiga tenga sesenta años y multimillonario gracias a un par de empresas, una benéfica y otra informática. No quiero perderme en detalles, pero por si hay algún curioso ofrezco la versión resumida: su padre empezó a trabajar a los quince años, a los treinta se labró la primera empresa, la benéfica, la cual le permitió ocho años después alcanzar su otra empresa y hacerse de oro. Ambos, mi amiga y su padre, son asiáticos (Hago hincapié en esto, pues ella podría haber sido adoptada, pero no), de Japón, Tokio, aunque se vinieron a América. Yo soy americana, pero tengo el grado bilingüe de español. Soy una chica de tez blanca, con ojos verdes; pelirroja. Muchas de mis amigas me apodan "Sansa" en honor a Juego de tronos. Me parece algo estúpido, la verdad.

En fin, volvamos al tema. Mi amiga se llama Sakura, tiene el cabello negro y ojos verdes como yo. Es bastante lanzada, nada que ver con los estereotipos japoneses. Quizás tuviera que ver con su mudanza, no lo sé. El día que os voy a relatar era sábado. Me desperté y lo primero que escuché fue el bullicio de la ciudad. Me levanté con el cabello desparramado por toda mi cara. Me lo aparté y escupí algo de pelo de mi boca.

Definitivamente, necesito cortármelo Me dije a mi misma.

Me hice la cama y bajé a desayunar. Llevaba por pijama un pantaloncito corto rosa y un mini top blanco.  Bajé las escaleras, pues el apartamento era un Loft. Allí se encontraba Sakura, muy guapa con su mini top amarillo y sus braguitas rojas. Me enrojecí solo de verla. Nunca se lo dije, pero yo siempre he sido Bisexual, aunque jamás lo he probado con ninguna chica. Ella no es lesbiana, pues no deja de traerse chicos a casa todas las semanas. Si bien yo también, me gustaría probar algo con ella.

Y me decidí que sería hoy. Lo intentaría hoy. Sino ¿cuándo? Pero el miedo a perder su amistad era peor y me acobardé. Si pudiera hacérselo saber de una forma sutil...

Se me ocurrió una idea. Era tan simple que me sentí estúpida porque no se me hubiera pasado antes por la cabeza.

— Oye Sakura... espero que no te moleste que pregunte esto — reí —. Pero... ¿alguna vez has pensado hacerlo con una chica?

— Sip.

Su rápida respuesta y su tranquilidad al contestarla mientras estaba de espadas a mí (pues se estaba sirviendo leche en un vaso) me asombró. Se dio la vuelta y me miró mientras se tomaba la leche. La depositó en la encimera y me sonrió traviesa.

— Quieres probarlo conmigo.

Aquello provocó una convulsión en mi cuerpo.

— Yo... ¡Venga ya! ¿Cómo lo has sabido?

Ella se partió de risa, como si hubiera escuchado el mejor chiste del mundo. Tras cerca de un minuto así y viendo mi cara de pocos amigos, se detuvo, aunque notaba que le costaba hacerlo horrores.

— Perdona "amorcín" pero no puedes engañarme. Tu mirada te delata.

Me enrojecí al escuchar "amorcín". Así era como me llamaba cuando más cariño sentía por mí. Dicho por ella las navidades pasadas.

No contesté, aunque aparté la mirada de ella. Esta, cariñosa, se acercó a mí.

— Estas de suerte "Sansa". Hoy vamos a disputarnos "el coño de hierro".

No pude evitarlo y me partí de risa. Ella me acarició el cabello. Yo hice lo propio. Acerqué mi boca a la suya y ambas nos fundimos en un tierno beso, con lengua incluida. Estas jugaban, enroscándose, chocándose entre sí, buscando la saliva la una de la otra, para luego chocar ambos labios con suavidad, pero con cada vez más pasión. Se quitó el mini top quedando únicamente en braguitas rojas. Excitada, no pude evitar tocar un pezón bajo mi top y mi coño con la otra mano que tenía libre. Excitada por lo que veía, Sakura me agarró el top y lo levantó con fuerza, tirándolo por ahí. Ambas estábamos en braguitas con las tetas al aire. Le agarré sus pechos y ella me agarró los míos. Nos lo removimos con suavidad para no hacernos daño y entonces me abalancé sobre su teta derecha sin poderlo remediar. Riendo, Sakura me acarició el cabello mientras yo chupaba su pezón, le daba lamidas y le daba besos.

—     Pareces una bebita — me dijo con dulzura.

Yo respondí mamando su teta como si fuera un bebé. Las dos nos reímos. Entonces Sakura me cogió la mano y subimos arriba, hacia el dormitorio. Nos tumbamos en la cama. Mi vagina estaba cada vez más húmeda. Apenas llevábamos cinco minutos y ya me estaba mojando más que con ningún chico. Nos quitamos las braguitas. Ya está. Estábamos completamente desnudas. Me mordí el labio inferior, excitada. Mi vagina no tenía un solo pelo. Estaba rasurada, pero Sakura si se había dejado un poco de vello. La verdad, me gustaba más sin pelo, pero en aquel momento no me importó lo más mínimo. Inconscientemente, me toqué la vagina con el dedo índice y anular. Sakura me miró divertida. Se inclinó suavemente hacia mí y me dio un tierno beso en los labios.

Nuestras lenguas volvían a juntarse al tiempo que nos tocábamos la vagina. Entonces ella empezó a meterme mano y yo hice lo propio. Notaba su coño húmedo y calentito y me gustó. Era muy diferente a tocar el mío. Además, no sabía si era cosa mía, pero parecía algo más profundo que el mío. Dejé de besarla y pasé a besar cada uno de sus pechos, para pasar al estómago y finalmente donde quería llegar: la vagina. Ella gimió y supe que estaba haciéndolo bien, para mi alivio. Le di varios besos más en su vagina, al tiempo que intercalaba varios dedos dentro de ella y luego pasaba directamente los dedos a su boca, mientras la miraba con expresión divertida. Ella chupó mis dedos como si mamara una polla. A ella también debía recordarle a eso, porque dijo:

—     Déjame que traiga algo tesoro.

—     ¿El qué? — quise saber curiosa.

—     Es una sorpresa — me guiñó el ojo.

Se incorporó, con su coño goteando líquido blancuzco transparente. El flujo vaginal.

Sakura no tardó en aparecer, pero ya me estaba tocando cuando apareció con un arnés con strapon.  El pene de plástico era realista y de color negro.

—     Madre mía…

Aquella cosa debía medir al menos veinte centímetros…

—     ¿Qué te parece si nos turnamos con esta cosita tesoro?

Volvió a guiñarme un ojo y ya no pude negarme.

Ella se colocó el juguete en la cintura y agarró de un cajón un bote de lubricante.

—     ¿Has hecho esto… con alguien más? — pregunté tímida.

Ella negó con la cabeza al tiempo que untaba el lubricante en el pene y luego lo restregaba con una mano.

—     Solo conmigo — me miró divertida —. Eres mi primera nena.

Aquella respuesta me gustó y la abracé. Ella me correspondió. Podía oler su perfume. Olía muy bien. Me excitó su olor y la besé en el cuello. Ella rió.

—     Mi nena — me dijo cariñosa.

Nos besamos y luego me tumbé cuan larga era en la cama. Ella empezó a meter el pene de plástico dentro de mí. Era algo raro pensé. Siempre lo había hecho con chicos, pero sentir un pene de plástico en vez de uno real… era una experiencia extraña.

Poco a poco entró todo. El lubricante y mi excitación ayudaron al pene a entrar del todo en mi vagina. Ver toda esa cosa dentro mía me excitó más y me gustó. Sakura se inclinó y me dio un tierno beso en los labios. Luego me agarró las piernas con cada mano y empezó a bombear. Adentro, afuera. Adentro, afuera. Una y otra vez, consiguiendo que gimiese de puro placer. Me puso a cuatro patas y siguió embistiendo, cada vez con más fuerza. La cama entera temblaba y yo gemía como hacía mucho que no. En un momento dado volvió a darme la vuelta para quedarme frente a ella. Me abrazó a ella y me besó. Ella dominaba totalmente la situación. Y la adoré por eso. Entonces ella se tumbó cuan larga era y tuve que cabalgarla. El pene entró en mí más fácil y rápido de lo que yo pensaba.

—     Que rico — gemí.

Enseguida me puse roja, porque no tenía pensado decir eso… pero lo dije. Sakura sonrió con infinito cariño. Me acarició el cabello y susurró:

—     Niña disfruta.

Y lo hice. Cabalgué ese juguete de plástico al tiempo que besaba a mi chica y lamía sus pechos. Besé su cuello, aspirando su olor y amando cada parte de ella. Mi coño entraba y salía de ese pene con una facilidad pasmosa.

Entonces las tornas cambiaron: ahora era yo quien poseía el pene de plástico y me sentí poderosa. Y cachonda. La puse a cuatro patas y empecé a embestir con fuerza. Ella gemía.

—     Qué bien “Sansa” eres toda una “reina”.

Lejos de ofenderme, me hizo mucha gracia. Me reí conforme seguía jugando con su coño.

Era tan bonito… me daba morbo el sexo con otra chica, pero nunca imaginé que sería algo tan hermoso. Me resultaba algo precioso, lleno de dulzura y amor. Seguí penetrándola, hasta que me tumbé y ella empezó a cabalgarme. Embestía mi polla de mentira en su coño real y escuchaba embelesada sus gemidos, como si fuera la mejor de las sinfonías. Sus tetas botaban de sincronizadas a la perfección; yo agarraba sus caderas con ambas manos. No pude resistirme y la besé. Noté otra vez su lengua junto a su saliva jugando con mi lengua y saliva propias. Me quité entonces el arnés. Estábamos llegando al límite. Notaba que ella estaba llegando también por su forma de jadear: cada vez más insistente, más desesperada. Nuestros coños se juntaron, se rozaron. Jugaron el uno con el otro mientras ambas nos besábamos. Yo metí una mano en su coño y ella una en mi teta izquierda. Con la otra nos acariciábamos el cabello la una a la otra. Y finalmente explotamos. Ambas a la vez. No esperaba que nos viniésemos juntas, pero así fue y nos pusimos chorreando. Pelo, cara, tetas… todo chorreando de fluido vaginal.

Ambas soltamos un gemido muy placentero y caímos derrotadas en la cama. Ella puso su cabecita en mi pecho derecho. Me miró con dulzura y me besó los labios.

—     Me ha encantado — reconoció ella.

—     Y a mí — dije sonriente.

—     Lo haremos más veces ¿verdad?

Le di un suave beso en la frente al tiempo que le prometía:

—     Claro que sí corazón.