Experiencias sexuales cuando te deja la ex
Cuenta como vivo experiencias sexuales después de que me dejara la ex.
Desde que mi exnovia me dejó plantado por otro, tengo una vida sexual mucho más activa. Antes solamente follaba cuando a ella le apetecía, algo que rara vez ocurría, pero que finalmente comprendí la razón de esta escasez cuando me la vi abierta de piernas mientras otro la penetraba por detrás. Toda una odisea mental ver como la chica que pensabas que te quería se encontraba en tu cama de matrimonio a cuatro patas, mientras él la embestía salvajemente y sus pechos iban y venían rítmicamente. Jamás la había escuchado gemir de aquella manera. Como podéis imaginar, la situación fue algo violenta, sobre todo cuando el chico termino con un dolor de huevos gracias a la patada dirigida a su entrepierna que le propiné y cuatro dientes menos en su colección. Follar podría follar de nuevo, pero volver a sonreír con todas sus piezas dentales le costaría caro.
Después de esto, quise huir, alejarme de todo lo que había conocido, amigos, familia, trabajo, todo. Para que este cambio se hiciera factible, tenía que buscar un lugar que me mantuviese físicamente distanciado, por lo que compré unos billetes para Canarias y me estuve alojando en una casa rural hasta que encontré un trabajo en una gasolinera por las noches. Poca cosa, pero me ayudaba, por un lado, a desconectar, y por otro, reunir el dinero suficiente para empezar a alquilarme un pisito de mala muerte, pero que podía llamar hogar. Además de esto, una gasolinera era un buen sitio para hacer amistades y era increíble la cantidad de mujeres que pasan por allí, con sus escotes mostrando sus voluminosos pechos que te incitan a que saltes el mostrador y metas la cabeza entre ellas, y los culitos prietos en los que meter la polla sería el paraíso.
Unos meses y unos polvos esporádicos después, entró en la gasolinera una chica que no había visto hasta entonces, sus movimientos desprendían sensualidad e incluso a unos cuantos metros de donde me encontraba, se podía notar que era una mujer de armas tomar, atractiva de los pies a la cabeza, con una larga melena morena, cuerpo trabajado, de los que nunca se cansan incluso dándole una sesión completa de sexo salvaje en una noche pasional. Cuando estuvo frente a mí noté que sus ojos azules penetraban mi mirada, mi cabeza y creo que, hasta mi mente, porque su sonrisa picarona, juguetona, caliente parecía responder a todo lo que deseaba hacer con su cuerpo. Estuvimos hablando, y a mi respuesta de que me diera su número de teléfono, me pasó un papel y se fue. Cuando vi lo que había escrito, me sorprendí, ya que me encontré con una dirección web y un nombre, su alias. Chateaba con ella en esta página y empezamos a calentarnos mutuamente. Ambos teníamos historias muy parecidas y habíamos llegado a Canarias para huir de nuestro pasado, vivir experiencias nuevas y pasarlo en grande. Y yo estaba dispuesto a hacer que lo pasara en grande.
Después de una semana en la que sabíamos todo de nosotros, menos como follábamos, nos vimos en mi apartamento. Debo decir que jamás había disfrutado tanto con una mujer, su cuerpo era tal y como me lo había imaginado, incluso mejor. Lo mejor del sexo esporádico es que puedes experimentar desde cero, besando, acariciando, lamiendo, metiendo hasta la saciedad. En primer lugar, nuestros cuerpos jugaron a conocerse, besándose lentamente, hasta que ella empezó a bajar con su boca hasta mi miembro erecto, deseoso de notar como su boca húmeda, caliente engullía mi polla una y otra vez mientras gemía y acariciaba mis testículos. Puro placer. Sin embargo, yo soy un caballero, me gusta responder de la misma manera, por eso, después de que ella terminase conmigo, con la boca sabiendo a mí, la tumbé en la cama y abriéndole las piernas, empecé a disfrutar de su sexo. Abrí sus labios carnosos para empezar lamer su cuerpo, sus fluidos, girando mi lengua por su clítoris, metiendo primero un dedo en su interior, luego otro más, hasta comprobar que tres dedos era la cifra exacta en la que ella se arqueaba y más gemía de placer. Notar como una mujer tiembla de placer es una de las mejores experiencias de la vida. Con tan solo unos dedos y una lengua la puedes hacer llegar al cielo en cuestión de minutos.
Una vez finalizados los aperitivos, nos entregamos al primer plato, en el que, en primer lugar, ella disfrutó de mis embestidas, primero suaves, notando como su sexo se abría a mí, pero después con pasión, con ganas. Después ella aprovecho su turno para montarme. Con sus manos en mi abdomen empezaba a mover sus caderas volviéndome loco de placer.
Esa noche en particular, no sé cuántas veces nos amamos. Pero después de esa noche, vinieron otras, y luego otras, hasta que ha pasado prácticamente un año de nuestro encuentro sexual, pero como buenos amantes, seguimos dándonos lo que nos gusta como si fuese la primera vez, con picardía, con deseo, con pasión, y sin descanso.