Experiencias que me animé a vivir...
Como luego de una noche de sabado, cambió mi visión del sexo que acarreaba mi ser...
Sábado a la noche, salgo con una amiga: "noche de cervezas y de charlas" como solemos denominarlas.
Con el correr de las horas esos momentos se vuelven cada vez más animados.
Algún que otro se acerca para intentar intervenir en la charla de amigas y tal vez lograr algún levante, pero solo lograban un saludo para luego quedar colgados en un código especial que no logran entender.
Una jarra saliente saluda a otra recién llegada y así las cervezas y las charlas aumentan en intensidad. Lógicamente, como siempre el ver y criticar al entorno es muy normal. Miramos, comparamos, hicimos conjeturas y en un momento dado, ambas miramos a un chico al mismo tiempo, quien también estaba mirando hacia nuestra mesa. Realizando una media sonrisa, nos hizo notar que sabía de qué podíamos estar hablando. Nosotras igualmente seguimos en lo nuestro.
Seguían acercándose cervezas. Seguían acercándose gente para charlar. Alguien comienza a cantar viejos temas de rock nacional y el ambiente se fue volviendo divertido. Comenzamos a bailar entre la gente, cuerpos rozando otros cuerpos en un espacio reducido.
En un momento en que bailaba con los ojos cerrados, cerca de mi amiga, siento que alguien se pega a mi espalda y apoya sus manos en mi cadera apretándose más a mí. Siento como la persona bailaba acompañando mis movimientos; su pelvis pegada a mi cola, sus labios pegados a mi cuello. Yo solo me dejo llevar. Escuché que susurró en mi oído un "hola". Ayudó a darme vuelta, sin soltarme. Ahí me di cuenta de quién era el que me estaba tomando y haciendo sentir su presencia; era el mismo que anteriormente nos hacía una media sonrisa cómplice. Le sonreí y continué bailando.
Su boca ahora se ubicó en mi mejilla, sus manos me abrazaron para pegarme más a él. Ya nuestros cuerpos no llevaban el ritmo de la música, sino su propio ritmo.
Cuando los músicos hicieron una pausa, nos dirigimos a la mesa que ocupaba con mi amiga. Ella no estaba allí.
Él se ubicó a mi lado, pedimos algo para tomar y comenzamos a charlar los temas banales de siempre: la vida, el trabajo, los gustos, etc; pero lo hacíamos muy pegados el uno con el otro. A veces rozábamos los labios hasta no aguantar más y los pegábamos totalmente, para luego volver a separarlos para seguir con la charla. Yo estaba muy excitada con la situación, mi corazón palpitaba aceleradamente, y muchas veces tuve que concentrarme mucho para que no se notara que estaba nerviosa y ansiosa a la vez.
Así estuvimos un buen rato hasta que se acercó mi amiga que deseaba decirme algo. Me paré, caminé hacia ella y me acerqué a escucharla. Ella me dijo que se iba con unos amigos a seguir la fiesta, no iba a volver hasta muy entrada la mañana seguramente, es por ello que me dejó las llaves de su departamento (lugar en el que yo momentáneamente estaba viviendo), se despidió de mí con un sonado beso y se alejó con un grupo de 4 personas.
Volví a la mesa, algo preocupada por la situación y la responsabilidad de estar en su departamento, sola. Es por ello que le digo a él que debía irme. No quería dar muchas explicaciones ya que iba a estar sola. Él me dijo: -te llevo-. No accedí, así que me despedí con un beso tímido en los labios y me dirigí a la salida. Percaté que no me seguía, seguramente se había ofendido porque le dije que no me acompañara, pero qué va!
Salí a la calle, caminé hasta la esquina y esperaba un taxi. Casi sin hacer ruido, se acercó y me dijo que no me iba a dejar ir sola. Yo me asusté de tal manera que me giré como para pegarle hasta que lo reconocí. Ahí mismo me abrazó y me apretó contra su cuerpo. Volvió a besarme. Yo me entregué a esos besos y a esos brazos. Mi cuerpo deseaba lo que mi cabeza indicaba que no debía ser. Lógicamente ganó mi cuerpo y mi adrenalina.
Subí a su auto, acomodé mi campera y mi cartera en el asiento trasero. Giré para ponerme el cinturón de seguridad y es en ese momento que me di cuenta que me estaba mirando, ahí le pregunté si pasaba algo y él solo me sonrió, arrancó el auto y comenzó la marcha.
Al llegar, yo agradecí muy segura de mí misma su gesto de traerme, y cuando me incliné hacia atrás para tomar la cartera y la campera, me tomó de la cara y me besó nuevamente. Esta vez mi cuerpo me indicó que no debía parar, que me dejase llevar, y es así que comencé a entregarme a sus labios. Bajamos del auto, casi sin decir palabras, busqué la llave de mi amiga y abrí la puerta. Mientras buscaba la luz él cerró la puerta. Giré y sentí como me tomó fuertemente, sus labios volvieron a pegarse a los míos, ahora mucho más fuerte. Su lengua invadió mi boca, su respiración estaba acelerada, tanto como la mía. Sus manos comenzaron a tocar mis pechos, pero no con la misma efusividad que su boca, sino lento, ahora se separó de mi boca, me empujó levemente contra la pared y comenzó a lamer mis pezones sobre la ropa, estos estaban totalmente rígidos ante tanta pasión. Intenté tomar su cabeza, pero no me lo permitió, puso mis manos contra la pared y me dijo, con voz firme: - Quiero que confíes en mí, no voy a hacerte daño, pero quiero que seas mía, a mi manera, quiero poseerte de una forma que jamás experimentaste, pero para eso tenes que dejarte llevar, hacer lo que yo te diga-. Yo estaba como turbada por ese comentario, no sabía en qué me metía, pero muy dentro de mí, deseaba seguir el juego. Subí y bajé la cabeza en señal de aprobación.
Tomó un pañuelo que mi amiga tenía colgando en el perchero, con él me vendó los ojos. Estaba excitada, temblorosa, con la respiración muy acelerada. Sentí sus manos desabrochándome el cinturón y el pantalón. Me acercó hacia una silla, antes de sentarme me bajó el pantalón y la tanga. Yo me sentía vulnerable, pero debía seguir. Me sentó y me terminó de sacar el pantalón. Ahora se ocupo de mi remera, me la sacó y lo mismo hizo con mi sostén. Ayudó a recostarme en el respaldo de la silla. Sus manos ahora recorrían mi cuerpo, tocando mi piel, apretando mis pechos, mis muslos, el comienzo de mi entrepierna. Yo solo gemía suavemente ante tanta pasión.
Abrió lentamente mis piernas, y por unos instantes no sentí nada más. Solo el ruido que hace la ropa al caer al suelo, y algún que otro movimiento. Comencé a temblar. Era tal mi estado que cuando volví a sentir sus manos en mi cuello me sobresalté de sobremanera. Ahí escuché su voz nuevamente diciendo que me tranquilizara, que mi cuerpo sentiría una experiencia inolvidable. Ahora sentí como colocó su cuerpo en medio de mis piernas, y sus manos volvieron a tomar mi cuello. Su boca volvió a besarme, su lengua volvió a explorar la mía. Su respiración estaba acelerada, pero en su tono de voz no lo evidenciaba. Sus labios comenzaron a bajar, primero por mi cuello, luego por mi pecho lamiendo cada centímetro de ellos. Su boca siguió bajando, jugó con mi ombligo y luego con el comienzo de mi sexo.
Su boca comenzó a lamer mis labios, rozando mi clítoris, soplándolo levemente, haciendo que mi cuerpo viviera esas experiencias que me dijo al principio que iba a sentir. Sus dedos se metieron dentro de mi cuerpo, sintieron la humedad que tenia dentro de mí. Al sacarlos hizo una pausa, una pausa que me pareció eterna, y luego sentí sus labios nuevamente en mi boca, ahora con un sabor especial, el sabor de mis propios jugos.
Sus dedos volvieron a introducirse en mi vagina, ahora haciéndome temblar de placer. Los movía metiéndolos y sacándolos, cada vez más rápido, hasta lograr lo que se proponía, hacerme terminar en un orgasmo totalmente ruidoso. Terminé en sus dedos, recosté del todo mi cuerpo en el respaldo de la silla y mi boca pedía a gritos retomar su aliento, es por ello que quedó abierta, a la búsqueda de aire.
Así estuve unos instantes, aún con mis ojos vendados, y totalmente desnuda, no lo sentía a él, no escuchaba ni un movimiento, hasta que sentí que se acercaba aún más a mi cuerpo, parándose frente a mí. Me pidió, susurrándome al oído, que me arrodillara; me tomó del cuello y me acercó hacia adelante, es así como fui sintiendo que mi boca se iba llenando, que me estaba colocando su pene dentro. Yo respondí a ello recibiéndolo muy obedientemente. Sus manos ahora se colocaron detrás de mi cabeza para dirigir él los movimientos que le darían placer. Iba, su cuerpo, de atrás hacia delante, mis labios recorrían todo el tronco de su pene, mi lengua lo lamía, las sensaciones inexplicables que me provocaban mis sentidos al tener mis ojos tapados, hacían que mi excitación estuviese al límite.
El aire estaba cargado de sonidos: los que provocaba mi boca al lamer su pene y sus gemidos, ahora cada vez más fuertes.
Sus manos no dejaban de tomar mi cabeza, apretando aún más contra su cuerpo. En un momento, con voz ronca, me dijo que no podía aguantar más, fue entonces cuando la presión de sus manos disminuyeron, ahí mismo, y sin pensarlo le pedí, le rogué que me penetrara, que quería ser suya justo en ese instante.
Me ayudó a levantarme, y ahí no lo sentí más, me encontraba desorientada, no había ruidos a mí alrededor, comencé a temblar, no sabía si me había dejado sola o si había pasado algo. Ahí estaba yo, totalmente desnuda, parada en la oscuridad total producto de la venda que me impedía la visión. Pregunté donde estaba, pregunté si estaba sola, y cuando intenté sacarme el pañuelo de mis ojos, volví a sentir sus manos. Nuevamente me sobresalté.
Me susurró al oído que estaba allí, que estaba observándome completamente desnuda, completamente indefensa. Se volvió a alejar, ahora sentí que se sentaba detrás, en la silla que me albergó instantes antes cuando él recorrió mi cuerpo.
No supe que hacer, me sentí desfallecer, era como si una parte de mi quería que el juego terminase pero otra más fuerte, más dominante se excitaba al saber que él me estaba observando, que él decidiría cómo y cuándo seguir.
El sonido de su voz rompió el silencio que reinaba a nuestro alrededor. Me dijo que quería ver como recorrían mis manos mi cuerpo. Tímidamente coloqué mis manos en mi cuello y lentamente fui bajando hacia el centro de mis pechos. Fui recorriendo su redondez, rozando con mis dedos mis pezones.
Poco a poco me fui animando a dejar la timidez, es así que comencé a tocarme como sabía hacerlo en la soledad de algunas noches en mi habitación. Los dedos de una de mis manos ahora tomaban los pezones entre ellos, apretándolos, mientras que la otra mano bajaba lentamente hacia mi sexo; mis piernas se abrieron levemente y esa mano comenzó a jugar con mi clítoris, a disfrutar de esos jugos que ya estaban emanando producto de la excitación del momento.
Mi cuerpo estaba totalmente eclipsado, mis ojos inmersos en la oscuridad por el pañuelo que me impedía la visión, y mis manos en la labor de darme placer.
En un momento las piernas no me respondían ante el temblor de mi cuerpo, es ahí cuando me sentí caer al perder la estabilidad, y fueron sus brazos los que me tomaron y me dirigieron hacia donde él estaba, me ayudaron a sentarme sobre su falda, a recostarme sobre su cuerpo sintiendo en mi espalda su pecho agitado. Ahora sus manos reemplazaron a las mías y no tardaron mucho en provocar un orgasmo ruidoso y fantástico.
Dejó mi cuerpo apoyado en el suyo, su mano comenzó a recorrer mi cuerpo aun agitado, su boca me besaba delicadamente el cuello. Me ayudó a pararme, él se colocó detrás de mí y delicadamente me sacó el pañuelo que cubría mis ojos. Me giró y comenzó a besarme, nuestros cuerpos desnudos estaban pegados, nuestras lenguas jugando a la guerra, muestras manos recorriendo el cuerpo que tenían enfrente, una conjunción de deseos, se hicieron piel en esos minutos.
No me di cuenta cómo llegamos hasta la pared, pero cuando mi espalda sintió el frio del cemento, mi piel se erizó, firmemente me giró e hizo que mis manos se apoyaran contra la pared. Tomó mi cintura y alejó mi cola hacia fuera, yo solo me dejé acomodar.
Le rogué, le supliqué que me penetrara y no me hizo esperar mucho más. Sentí su pene entrando dentro de mi vagina, como una estaca palpitante, bien dura y gruesa, bien dentro de mí. Un gemido se escapó en ese instante de mi boca, y otro más entrecortado de la suya.
Luego comenzó a moverse, metía y sacaba su pene con fuerza, yo sentía que mis piernas temblaban, no podía contener tanto placer. No podía controlar mis gemidos, como así tampoco pude controlar el acabar antes que él, pero fue solo un instante antes de sentir que me llenaba mi interior con su esencia.
Con mis manos aun en la pared, estaba logrando respirar, mi boca abierta buscaba el aliento perdido en el placer. Su cuerpo, suavemente se fue despegando de mí, sin dejar de besar mi espalda. Sentía su aliento entrecortado. Me giré y lo besé, desesperadamente, sus brazos volvieron a rodear mi cintura, su cuerpo a pegarse al mío.
Abrazados los dos, nos dejamos caer en la alfombra, acomodé mi cuerpo como buscando protección en ese hombre que me había hecho sentir una experiencia única, como lo había prometido.
Su boca se acercó a mi oído y me susurró que esto no iba a terminar allí, que aún faltaba mucho más