Experiencias infieles con Rocío
Ser padre te cambia la vida en muchos aspectos. Uno de ellos es que tu vida social se nutre de nuevas amistades. Así fue como conocí a Rocío en la guardería de nuestros hijos. Una atracción mutua desde el principio que desemboca en nuestro primer encuentro sexual.
El nacimiento de un hijo te cambia la vida. Por mucho que intentes hacerte una idea durante el periodo del embarazo de los cambios que se van a producir en tu día a día hasta que no ocurre el acontecimiento no eres realmente consciente. Una nueva personita acapara toda tu atención y aquello que se llamaba tiempo libre (que ya de por sí era escaso) deja de existir. Los primeros meses se pasan entre biberones, cambios de pañales, falta de sueño,… Salir de casa a pasear o hacer un recado supone más de una hora, ducharse se convierte en un lujo, comer a una hora decente todo un reto… Los ánimos son como una montaña rusa. Pero a pesar de todo esto merece mucho la pena ver crecer y desarrollarse a esa adorable criatura que te quita el sueño o el hambre cuando te lanza una sonrisa.
Tener un hijo también supone cambios en tu vida social. Conoces gente nueva en la guardería, en el parque, en las clases de piscina,… Tu vida se rodea de un nuevo círculo de personas. Aunque también es cierto que la mayoría de esas nuevas amistades son personas casadas o con pareja. Pero, ¿a quién no le atrae lo prohibido?
Reconozco que estaba muy inquieto el primer día de guardería de mi hija. Por un lado, pensando en ese momento de dejarla allí (probablemente llorando) y tener que marcharme con el corazón roto. Y por otro lado, pensando también en las madres que acudirían a la guardería a dejar a sus hijos. Así que usaba el segundo pensamiento para evitar pensar demasiado en el primero. Siempre he sido muy morboso y la idea de conocer mujeres nuevas he de reconocer que me excitaba.
Aquel primer día todo salió según lo esperado: por un lado, tanto mi hija como yo nos separamos entre lágrimas y por otro lado no pude evitar fijarme en varias madres. Pero muy especialmente en una de ellas que me pareció muy atractiva y alimentó mi imaginación. Era una mujer de pelo rubio y liso, ojos marrones claro verdosos, más baja de estatura que yo, delgada y de generosos pechos por lo que se intuía en su ropa. Mis ojos no pudieron evitar buscarla en varias ocasiones y en alguna de esas miradas me dio la sensación de que ella hacía lo mismo conmigo. Si bien es cierto que en algunas ocasiones uno se hace falsas expectativas creo que en otras ocasiones el intercambio de miradas muestra de manera evidente una atracción mutua entre dos personas. Aun así, preferí no hacerme muchas ilusiones. Yo era un hombre casado y lo más probable es que ella también.
Sin embargo, todas las mañanas ella aparecía en mi pensamiento. Deseaba que llegara ese momento de ir a la guardería para poder verla unos minutos. Aunque nuestros hijos estaban en el mismo rango de edad su hijo iba a una clase y mi hija a otra. Era una pena que no hubieran coincido en la misma clase porque el acercamiento a ella habría podido ser más fácil. Deseaba poder entablar algún tipo de conversación que rompiera el hielo pero no había mucha posibilidad para ello. Pero lo que sí se producía todas las mañanas era el intercambio de miradas. Era como si ninguno de los dos lo pudiera evitar. Pero a la vez ninguno se atrevía a un mayor acercamiento. ¿Sería por el peligro de esa atracción?
Habían transcurrido ya dos meses desde el inicio de las clases de guardería. Como todos los días laborables el despertador sonó a las seis de la mañana. Me levanté e inicié la rutina habitual. Primero me duché, luego preparé el desayuno mientras mi mujer se daba una ducha, después desayuné con ella y por último recogí la cocina mientras mi mujer se preparaba para ir a trabajar. A eso de las siete de la mañana mi mujer salía de casa rumbo al trabajo. Y a mí aún me quedaba media hora para mí antes de despertar a la pequeña. Me asomé a la ventana de la cocina. El día había amanecido lluvioso. No es que llueva demasiado en Madrid pero no me apetecía nada tener que ir andando a la guardería bajo el paraguas. Observé como el coche de mi mujer salía del garaje y ponía rumbo a la oficina. Era entonces cuando mi pensamiento se iba hacia la mujer rubia objeto de mi deseo. Y aquella mañana, como ocurría con frecuencia en los últimos dos meses, acabé dentro del cuarto de baño con el pestillo echado, los pantalones y el boxer bajados hasta los tobillos, sentado en el wc, con la polla en la mano y pajeándome fantaseando con aquella mujer. Si ella supiera que casi todas las mañanas acudía a la guardería con los huevos descargados de leche a su salud.
A las siete y media empezaba la rutina con mi pequeña. Hora de levantarla, preparar su desayuno, desayunar y vestirla para ir a la guardería. Cuando le dije a mi pequeña que estaba lloviendo ella se puso loca de contenta. Por fin iba a poder estrenar el paraguas que le habían regalado por su cumpleaños. Así que antes de salir de casa ella cogió su paraguas y yo hice lo mismo con otro para mí. Pero cual fue nuestra sorpresa que al salir del portal de casa había dejado de llover. Sin embargo, a pesar de la desilusión inicial le dije a mi pequeña que no se preocupara porque podía ir camino a la guardería con su paraguas abierto no fuera que empezara a llover de nuevo. Y aunque no cayó ni una sola gota en el trayecto ella fue feliz con su paraguas durante el trayecto de diez minutos que había desde casa a la guardería. Entramos al hall y pude ver a la mujer rubia hablando con una de las profesoras de su hijo. Yo me dirigí a dejar a mi hija en su clase. Intercambié unas pocas palabras con el padre de una amiguita de mi hija y luego decidí marcharme a casa. Busqué a la mujer rubia en el hall pero ya no estaba. Sin embargo, la encontré a la puerta de la guardería resguardada debajo de un pequeño techado. Estaba lloviendo con fuerza. De buena nos habíamos librado mi pequeña y yo. Ella estaba hablando por el móvil. Le estaba diciendo a alguien que llegaría lo antes posible pero que estaba lloviendo mucho y no había cogido paraguas al salir de casa. Colgó la llamada. Se la notaba muy nerviosa y con cierta ansiedad por la lluvia. Así que decidí prestarle mi ayuda.
- Hola, perdona, no he podido evitar escuchar tu conversación de teléfono y quizá pueda ayudarte, ¿quieres que te preste mi paraguas? Te noto bastante agobiada.
- Si, estoy muy estresada. Tengo que ir a hacer un recado urgente y con la que está cayendo voy a llegar totalmente calada al coche.
- Puedes llevarte mi paraguas y mañana me lo devuelves.
- Pero entonces tú te quedas sin paraguas. La culpa es mía por no haberlo cogido pero justo cuando salí de casa no llovía.
- No te preocupes, no tengo prisa y no creo que dure mucho la lluvia. Parece una tormenta pasajera. Además, tengo otro paraguas (dije mostrando el paraguas de mi hija).
- Jajajaja, pero si ese paraguas no te da ni para taparte la cabeza.
- Yo con no mojarme el pelo tengo suficiente jeje. En serio, llévate mi paraguas porque te noto muy nerviosa.
- De acuerdo, me haces un gran favor. Muchísimas gracias. Mañana sin falta te lo devuelvo.
Observé como ella abría el paraguas y salía corriendo bajo la lluvia en busca de su coche. Yo esperé unos minutos a que cesara de llover. En el camino de vuelta a casa no pude dejar de pensar que al día siguiente volvería a hablar con ella. Y eso me gustaba mucho. Podría ser el punto de partida para romper el hielo y que pudiéramos hablar en más ocasiones. Llegué a casa excitado de pensarlo. Y era pensar en esa mujer y mi polla se ponía dura al instante. Así que fui camino del baño para hacerme la segunda paja de la mañana.
Me costó mucho conciliar el sueño esa noche. No dejaba de pensar qué ocurriría al día siguiente en la guardería. ¿Cómo sería la conversación? Se me aceleraba el corazón de pensarlo. Esa mujer me atraía muchísimo. Al final me dormí muy avanzada la noche y cuando sonó el despertador apenas había descansado un par de horas. Luego transcurrió la rutina habitual aunque con una mezcla de cansancio y nerviosismo en mi cuerpo. De hecho, mi mujer lo notó y me dijo que tenía mala cara esa mañana. Le dije que no había dormido muy bien esa noche. Ella me preguntó el motivo pero yo le dije que no lo sabía. Con lo celosa que era como para decirle que había estado toda la noche pensando y fantaseando con otra mujer. Cuando ella se marchó me dirigí al cuarto de baño. Necesitaba relajarme. Y qué mejor que una buena paja para ello. Luego llegó la rutina habitual con mi pequeña. Conseguí que saliéramos de casa unos minutos antes de lo habitual. Quería llegar pronto a la guardería. Cuando llegamos busqué con la mirada a mi deseada mujer de pelo rubio. Pero no la encontré. Dejé a mi niña en su clase. Seguía sin verla. Decidí hacer un poco de tiempo mirando los papeles de los tablones de anuncio. Y en esto que al poco tiempo ella apareció junto a su niño. Y llevaba mi paraguas en su mano. Ella me buscó con la mirada. Me hizo un gesto con los dedos índice y pulgar como queriendo decir “dame un momento que ahora estoy contigo”. Yo levanté mi dedo pulgar hacia arriba en señal de conformidad y le indiqué también por gestos que la esperaba fuera. Ella asintió con la cabeza. Salí de la guardería y esperé en la acera del exterior. Prefería hablar con ella fuera.
Al cabo de un par de minutos ella apareció por la puerta de la guardería y se acercó donde yo estaba:
- Hola, aquí tienes tu paraguas. Muchas gracias por lo de ayer.
- No hay de qué. ¿Pudiste llegar a tiempo?
- Sí. De no haber sido por tu ayuda no lo habría conseguido. En cuanto llueve el tráfico se pone horrible.
- Me alegro mucho.
- No sé cómo agradecértelo.
- No hace falta. Simplemente te vi ayer muy agobiada y quise ayudar si estaba en mi mano. Con saber que lo conseguí me doy por satisfecho.
- Pues yo había pensado invitarte a un café. No sé si te apetece o dispones de tiempo.
- Sí, tengo tiempo. Y hace ya unas horas que he desayunado así que me vendrá bien ese café.
Tuvimos una charla muy agradable en la cafetería. Me contó que se llamaba Rocío. Me gustó poder ponerle nombre a partir de ese momento. Me contó que estaba casada y que el peque era su primer hijo. Tenía un negocio antes del nacimiento de su pequeño pero decidió dejarlo porque no podía con todo. En esas condiciones ni estaba con el niño ni podía trabajar bien. Así que tuvo que decidir. Me contó lo duro que le resultaron los primeros meses de ser madre. La frustración de no poder tener tiempo para nada y menos para una misma. Aunque ahora que el pequeño iba a la guardería lo llevaba mucho mejor. Yo le dije que me llamaba Jesús y le conté que también estaba casado y que era padre primerizo al igual que ella. Había dejado mi trabajo para cuidar de la pequeña y además probar una nueva aventura relacionada con el mundo de la Bolsa. De momento me estaba formando haciendo un curso con la idea de poder dedicarme en el futuro a ello. Entendí perfectamente ese sentimiento de frustración con el cuidado de la pequeña. Yo también lo había vivido en mis propias carnes. Nos dimos cuenta de que teníamos muchas cosas en común. Era muy agradable encontrar a otra persona que supiera entender la situación vivida en los últimos meses.
A partir de aquel día cada vez que nos veíamos en la guardería nos saludábamos. Y algunos días entablábamos una pequeña conversación principalmente de cosas relacionadas con la guardería o nuestros pequeños. Me gustaba mucho charlar con ella y se notaba que a ella también.
Un día a la hora de despedirnos le dije que tenía un poco de prisa porque tenía hora para ir a la peluquería.
- Vaya, si me lo hubieras dicho yo misma te habría cortado el pelo. El negocio que tenía era de estética así que tengo cierta experiencia en ello.
- Interesante saberlo, ¿te pido cita entonces para el próximo corte de pelo?
- Me parece una estupenda idea.
Mientras iba camino de la peluquería decidí cambiar mis planes. Así que me acerqué a la peluquería pero simplemente a decir que lamentablemente me había surgido un imprevisto y tenía que cancelar la reserva de hora. La peluquería estaba con gente esperando su turno así que no les ocasioné ningún trastorno grave. Creo que hasta les hice un favor.
A la mañana siguiente Rocío se dio cuenta nada más verme.
- ¿Pero no se supone que ayer ibas a ir a la peluquería?
- Esa era la idea pero por el camino cambié de opinión.
- ¿Y eso?
- He pensado que quería cambiar de peluquera. Así que me preguntaba cómo tienes tu agenda. ¿Tendrías hueco para esta mañana?
- Pues mi agenda está libre pero el problema es el lugar.
- Podríamos ir a mi casa si quieres.
- ¿Estás seguro? A ver si vas a tener luego problemas con tu mujer.
- No te preocupes, no habrá problemas. Tendré tiempo para recogerlo todo antes de que llegue.
- Pues en ese caso por mí no hay problema. Pero tengo que ir a casa a coger mi maletín de peluquería.
- ¿Te parece que quedemos en media hora en la puerta del supermercado del barrio? Está cerca de mi casa.
- Vale, me parece bien. Allí nos vemos.
Media hora después nos encontramos en el lugar acordado. Tuve que pedirle un favor a Rocío:
- ¿Te importa que subamos a mi casa por separado? Prefiero que no nos vean entran juntos en mi casa. Basta que no quieras que nadie te vea para que te encuentres con la persona menos adecuada.
- No te preocupes. Te entiendo perfectamente.
Le indiqué el número, portal y piso de mi casa. Yo me adelanté y llegué a casa primero. Al cabo de un par de minutos sonó el timbre del telefonillo. Unos segundos más tarde Rocío entraba en mi casa. Vestía una blusa blanca con una chaquetita de punto abierta de color verde oscuro, pantalones vaqueros y unas botas de color negro. No me podía creer que ella estuviera en mi casa. Decidí que nos pusiéramos en el salón. Era la habitación con más espacio de la casa y además sus ventanas no daban al patio interior. Rocío me pidió que trajera un barreño con un poco de agua y un taburete o silla baja para sentarme. Llevé al salón lo que me pidió y luego me senté en el taburete. Ella me puso por encima un plástico que habría traído para que el pelo cortado no cayera encima de mi ropa. Le dije cómo quería el corte de pelo y ella se puso manos a la obra. Mientras tanto estuvimos charlando animadamente. Me gustaba sentir sus manos en contacto con mi pelo.
Al cabo de unos minutos dio su trabajo por acabado.
- Espera que te acerco un espejo para que te mires.
Después de verme en el espejo constaté que Rocío había hecho un gran trabajo.
- Ahora tienes que decirme cómo te recompenso por este maravilloso corte de pelo que me has hecho incluyendo el desplazamiento a domicilio.
- No te pienso ni cobrar ni pedir nada a cambio. Lo he hecho encantada y aquí me tienes para cualquier cosa que quieras de mí.
- Creo que no deberías decir una frase como esa.
- ¿Qué frase?
- Eso de que te ofreces para cualquier cosa que quiera de ti.
- Si te lo digo es porque es cierto. Aquí me tienes para lo que quieras.
- Por favor, no vuelvas a repetir la frase jajaja.
- Pero, ¿por qué? ¿Hay alguna cosa que quieras pedirme?
- Creo que mejor me lo guardo. No quiero que tengas una mala opinión de mí y dejes de verme como una buena persona.
- No, ahora no me puedes dejar con la duda. Ya somos mayorcitos, no me voy a asustar con lo que me digas. Imagino que lo que tienes en mente es una proposición indecente y quiero saberla.
- ¿Estás segura de que quieres saberlo?
- Sí, venga cuenta que me tienes en ascuas.
- Me gustaría comerte el coño.
Rocío abrió los ojos y la boca en modo de sorpresa.
- Bufff, no me esperaba algo así jejeje. ¿Lo dices en serio?
- Totalmente. Me encantaría. He de confesarte que me atraes muchísimo desde el primer momento. Y cuando una mujer me atrae mucho lo que deseo es poder hacerle sexo oral.
- Pues ya que tú has confesado tengo que decirte que a mí también me ocurre lo mismo. Me gustas desde el primer día que te vi en la guardería. Pero dime, ¿has sido infiel alguna vez?
- Sólo una vez, pero ya hace tiempo de aquello. Y la verdad es que tengo muchas ganas de una aventurilla. Sobre todo, de probar un coño nuevo.
- Yo no sé si sería capaz… Creo que mi conciencia luego se sentiría mal.
- No te puedo negar que ese sentimiento existe pero si te lo pasas bien y lo haces de forma discreta para no meter la pata con tu pareja ese sentimiento de culpa desaparece. No deja de ser una necesidad de tu cuerpo.
- No sé… no sabría decirte la verdad. ¿Puedo preguntarte que hiciste con esa mujer?
- Le comí el coño.
- ¿Sólo eso? ¿No hicisteis nada más? ¿No follasteis?
- Sólo sexo oral. Ella era una mujer casada también y no quería llegar a más. Además, he de confesarte que practicar sexo oral no me hace tener remordimientos en cuanto a experiencia de infidelidad pero en cambio creo que si hubiera penetración sería diferente.
- ¿Y dónde conociste a esa mujer?
- En un chat. Aunque luego hablábamos sobre todo a través de Line.
- Yo tenía Line hace tiempo pero lo borré porque me parecía peligroso. Mi marido suele mirar mi móvil en algunas ocasiones.
- ¿Y no te gustaría que nos pudiéramos escribir?
- Me da miedo volver a instalarlo.
- Siempre podrías instalarlo cuando puedas hablar y después borrarlo.
- Podría ser una opción. Bufff qué calores me están entrando.
- ¿Por qué? Jejeje
- Prefiero no decírtelo.
- No, no, ahora eres tú la no me puede dejar con la intriga. Como bien dijiste antes ya somos mayorcitos y no me voy a asustar.
- Ok, me parece justo. Ya que estamos puestos hoy a confesar… Me da vergüenza decirlo pero llevo demasiado tiempo sin sexo…
- Vaya, pues creo que estamos en el mismo club.
- ¿En serio?
- Me temo que sí. ¿Puedo preguntarte cuanto tiempo llevas sin sexo?
- Pues no sé, meses. Perdí la cuenta.
- Pues entonces tristemente estamos igual.
- Nunca lo habría imaginado. Eres un hombre que físicamente está muy bien.
- Yo tampoco lo habría imaginado de ti. Y he decir que por el mismo motivo jejeje.
- Bueno, creo que voy a ir recogiendo para irme porque todavía acabamos haciendo una locura.
- De vez en cuando sienta bien salir de la rutina con una locura.
- Ya, pero muchas veces uno se arrepiente de las locuras cometidas.
- Te aseguro que de ésta no te arrepentirías. Sería nuestro secreto. Creo que conectamos muy bien por todas las circunstancias comunes que estamos viviendo en los últimos meses.
Rocío se quedó pensativa. Notaba como su respiración era algo agitada. Al cabo de unos segundos me miró a los ojos.
- ¿De verdad que me lo comerías ahora mismo?
- Sí. No sabes cuánto lo deseo. Ven conmigo.
Le pedí a Rocío que me siguiera. Salimos del salón y enfilamos un pasillo hasta llegar al dormitorio.
- Créeme que no vamos a tener una oportunidad mejor que esta. Si ahora te marchas le darás tantas vueltas al asunto que tu cabeza buscará excusas para no llevarlo a cabo a pesar de lo mucho que lo deseas.
- Pero aquí, en tu dormitorio, ¿no te da un poco de cosa?
- He de confesar que sí. No es el lugar más apropiado pero es lo que tenemos a mano y no hay otra opción en este momento.
- Ok, pues si a ti no te importa sin problema. Quiero esa comida de coño. La necesito. ¡¡Bufff qué mezcla de nervios y excitación!!
Rocío se inclinó para bajar la cremallera de sus botas. Luego sacó sus pies de ellas. A continuación, sus dedos desabrocharon el botón de su pantalón vaquero y bajaron la cremallera.
- Ufff, espera… Acabo de caer en una cosa…
- ¿Qué ocurre?
- Pues…. que tengo el coño en plan madre…
- ¿Y eso como es?
- Jajaja… pues un poco abandonado. Tengo que ponerlo en orden pero no saco tiempo. Porque total para el uso que le doy…
- Por mí no hay ningún problema. Me gustan los coños al natural.
- Ya, pero a mí no me gusta así. Prefiero llevarlo depiladito.
- Reconozco que depilado se come y lame mucho mejor. Pero por mí no hay ningún problema.
- Ok, bueno tu come y no lo mires mucho entonces jejeje.
Rocío bajó sus pantalones vaqueros y los sacó por sus pies dejándolos en el suelo. Luego hizo lo mismo con sus bragas de color negro. Después se subió a la cama, se tumbó boca arriba y separó sus piernas. Yo me tumbé boca abajo en la cama con mi cabeza entre sus piernas. Le pedí que flexionara las rodillas para poder colocar mis manos por debajo de sus muslos. Acerqué mi cabeza a su coño. Y pude sentir su olor. Cerré los ojos por un instante para embriagarme de ese excitante aroma. Mi polla llevaba tiesa desde que entramos en el dormitorio. De hecho había empezado a crecer sin control desde que la conversación giró al tema sexual. Pero ahora, sintiendo ese olor a coño en mi nariz sentía como mi polla crecía de grosor dentro de mi pantalón. A pesar de que mi mayor deseo en esos momentos era comerme ese coño mi polla estaba lista para follar. Aproximé aún más mi cara. La punta de mi nariz tocaba sus pelitos. El olor se hizo más intenso. Era la prueba de que ella estaba también muy excitada desde hace tiempo.
Desplacé mi cabeza hacia abajo lentamente en busca de la zona más húmeda. Una vez allí hundí mi nariz. Sentía como mi polla había alcanzado su estado de mayor longitud y dureza. Aproximé mi boca a esos labios húmedos. No me importaban en absoluto los pelitos alrededor de la zona. No era la primera vez que mi boca se comía un coño así por lo que sabía cómo llegar sin problemas al objeto de deseo. Saqué mi lengua y lamí brevemente aquella zona jugosa. Apenas un pequeño lametón. Pero el contacto de mi lengua hizo que Rocío emitirá un pequeño gemido. Saboreé sus jugos. ¿Por qué me gustaba tanto ese sabor? Volví a lamer y saborear. Pero yo quería más humedad en esa zona así que fui desplazando mi cara poco a poco hacia arriba. Mi nariz fue abriéndose paso entre los pelitos hasta llegar a su clítoris. Primero lo acaricié con mi nariz pero luego fue mi boca la que llegó a su alcance y lo atrapó con sus labios. Lo empecé a succionar suavemente. El gemido de Rocío fue mucho mayor esta vez. A la succión le acompañó a su vez el frote de mi lengua. Cerré los ojos para disfrutar de ese momento. Ese juego de succiones y movimientos de lengua con diferentes intensidades y velocidades. Sentí como Rocío colocó sus manos sobre mi cabeza y me apretaba contra su coño. Quería agarrarme también del pelo pero después del corte que me había hecho lo tenía demasiado corto para ello.
- Joder, no pares. Me estás matando de gusto.
Seguí por unos segundos más jugando con mi lengua en su clítoris. Me gustaba sentir sus manos sobre mi cabeza. Sabía que cuanto mayor era su ímpetu por intentar agarrar mi pelo mayor era su placer. Al cabo de unos minutos bajé mi boca unos pocos centímetros para recoger mi premio. Hundí mi lengua entre sus labios. Aquello rebosaba humedad. Lamí la zona con mucha lengua. Era increíble con que facilidad se colaba mi lengua por dentro de sus labios rebosantes de jugos. Cada vez que mi lengua volvía al interior de mi boca me invadía una explosión de sabor a jugo vaginal. Uno de mis sabores favoritos así que lo único que quería era lamer y lamer. Sentía toda mi boca llena de humedad. Era realmente fácil mover mi cara por toda la zona con tanta lubricación. Volví al clítoris. Mi lengua volvió a frotarlo. Esta vez con mucha rapidez e intensidad. De nuevo escuché un profundo gemido.
- Dios, vas a hacer que explote en poco tiempo como sigas así.
Y dicho esto sentí como sus piernas se cerraban alrededor de mi cabeza. Yo también estaba realmente excitado por la situación. Mi lengua se propuso no parar hasta que Rocío llegara a su orgasmo. Atrapé de nuevo su clítoris con mis labios y comencé a frotarlo en todas las direcciones posibles con mi lengua. En función del estado de dureza en el que pusiera mi lengua se lo frotaba con mayor o menor intensidad. Pero dado el estado de excitación de ambos y la enorme lubricación de la zona el movimiento de mi lengua era muy intenso. Las piernas de Rocío volvieron a abrirse y a estar en contacto con la cama. Temblaban de placer.
- No pares, no pares, no pares.
Se notaba que estaba a punto de explotar de placer. Su cuerpo empezó a convulsionar. Sus manos apretaban fuertemente mi cabeza contra su clítoris. Mi lengua obedeció sus palabras y no paró de moverse hasta que escuché un profundo gemido de placer.
- Ohhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh.
Su cuerpo tembló en varias ocasiones. Primero de manera violenta y después poco a poco con espasmos de menor intensidad. Hasta que finalmente Rocío se quedó tumbada en la cama con una respiración agitada. Yo moví un poco mi cabeza hasta dejarla apoyada en uno de sus muslos. Sentí como Rocío colocó una de sus manos en mi cabeza y me acariciaba con los dedos mientras se recuperaba de su explosión de placer. Nos quedamos así unos minutos.
- Ha sido realmente increíble.
- Me alegro mucho de que te haya gustado.
- No sabes cuánto necesitaba esta sensación de placer y liberación.
- Yo también necesitaba una experiencia así que me sacara de la dura rutina de los últimos meses.
- Ya, pero, ¿y tú? Para ti esta experiencia no ha sido placentera.
- No te puedes imaginar lo mucho que he disfrutado con lo que acaba de ocurrir.
- Sí, pero tú no te has corrido ni nada. ¿No te apetece acabar también?
- Sí claro, ahora cuando te vayas lo haré.
- ¿Y por qué cuando yo me vaya?
- Bueno, me supongo que no ha sido fácil para ti dar este paso como para ir todavía más allá.
- Ya que estoy metida en faena quiero más.
- ¿Y qué te apetece?
- Puestos a pedir muchas cosas. Pero como no quiero sentirme luego muy culpable me conformaría con ver cómo te corres. ¿Podría ver cómo te haces una paja?
- La verdad es que me da mucho morbo tu propuesta.
- Además, tengo mucha curiosidad por ver lo que tienes ahí escondido. ¿La tienes dura?
- ¿Quieres palpar mi pantalón para comprobarlo tu misma?
- Mmmmm, por supuesto.
Bajé de la cama. Rocío se desplazó a uno de los bordes de la cama y yo me acerqué a ella permaneciendo de pie. Sentí como su mano se acercaba a mi paquete y lo palpaba. Mi polla estaba muy empalmada y ella no tardó en notarlo.
- Madre mía, pero si estás durísimo.
- Ya te dije que lo ocurrido me había hecho disfrutar mucho.
- Y la verdad es que por lo que palpo no andas mal dotado.
- ¿Lo quieres comprobar?
- Síiiii, adelante.
- ¿Quieres sacarla tú o lo hago yo?
- Hazlo tú, yo miro.
Me quité los zapatos. Luego llevé mis dedos al botón del pantalón. Lo desabroché. A continuación, bajé la cremallera. Después bajé mi pantalón y me lo quité.
- Espera. He cambiado de opinión. ¿Me dejas seguir a mí?
- Por supuesto.
Rocío acercó su mano derecha a mi bulto y lo palpó durante unos segundos. Luego sujetó la parte superior de mi boxer con sus dedos y tiró hacia abajo quedando a la vista mi polla enormemente tiesa y dura. Saqué mis boxer por los pies y me quedé desnudo de cintura para abajo.
- Qué maravilla de polla tienes. Me gusta mmmmmm
- Gracias.
Su mano no pudo resistir la tentación de agarrarla y pajearla por unos segundos.
- Ahora quiero ver cómo te pajeas y sacas tu leche para mí.
Agarré mi polla con la mano derecha y empecé a pajearme ante la atenta mirada de Rocío. Ella no lo sabía pero esa situación me resultaba muy estimulante. Yo no paraba de mirar su cara y observaba como ella dirigía la mirada unas veces a mi polla y otras a mi cara. Me excitaba cuando nos quedábamos mirándonos fijamente a los ojos. Estaba muy excitado. Mi corazón latía con fuerza y jadeaba de placer.
- Creo que no voy a aguantar mucho más. Me voy a correr pronto.
- No sabes lo que me excita escucharte jadear. Dale más fuerte. Quiero que llegues a gemir para mí.
Mi mano se movió aun con mayor rapidez y fuerza. Mi corrida estaba próxima. Esa oleada de enorme placer estaba en camino. Iba a llegar en breve. Mi mano no paraba. Y entonces….
- Ohhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh.
Un sonoro gemido salió de mi boca instantes antes de que empezara a brotar de mi polla ese líquido de color blanco. Fueron dos chorros grandes de semen los que cayeron al suelo seguidos de otros de menos intensidad y cantidad.
- No sabes lo que me excita escuchar gemir de placer a un hombre.
- Ha sido una corrida muy placentera.
- Así me voy más tranquila sabiendo que ambos nos hemos corrido.
- Me ha gustado mucho lo que ha ocurrido.
- A mí también. Pero para la próxima tendré el coño más arreglado. Me da hasta vergüenza que me lo hayas visto así.
- ¿Eso quiere decir que estás pensando en una próxima vez?
- Esto… bueno, era una forma de hablar. No sé. Es una locura lo que hemos hecho.
- Por si te sirve de algo, yo sí quiero que haya una próxima vez.
- ¿En serio?
- Totalmente en serio.
- La verdad es que a mí también me gustaría. Pero me da miedo que esto se nos vaya de las manos.
- Tendremos cuidado. ¿Te apetece que nos vayamos escribiendo por Line y vamos hablando?
- De acuerdo, me gusta la idea.
Rocío se volvió a vestir y yo hice lo mismo. Después de intercambiar nuestros nicks de Line ella se marchó. Yo fui en busca de la fregona. Luego volví al dormitorio. Allí estaba mi corrida en el suelo. El recuerdo palpable de lo que acababa de ocurrir. ¿Volvería a tener otra cita similar con ella?
Correo electrónico: numismatica69@outlook.es