Experiencias homosexuales I - Mi primera vez

Saga en la que narro mis experiencias homosexuales

Son ya varios los relatos que he escrito, pero será esta saga en la que narre mis experiencias reales, siendo pues el resto de relatos fruto de mis fantasías sexuales. Tal vez resulte menos excitante su lectura, pues no existen los adornos propios de la imaginación, pero sentía la necesidad de compartir con vosotros dichas experiencias.

En primar lugar debo decir que no me considero homosexual, pero desde hace ya algunos años venía sintiendo cierta curiosidad por probar con un hombre, si bien no siento ningún tipo de atracción física por los hombres, sino más bien por una buena polla, siendo cada vez mayor mi deseo de mamar una verga.

Desde bien pequeño sentí especial predilección por mi ano. Desde que tengo uso de razón recuerdo como siempre me ha gustado introducir alguno de mis dedos en el culo. Aún a día de hoy disfruto con esta práctica, siendo raro el día que mi agujero no recibe alguna visita.

Al llegar a la pubertad mi interés por mi trasero se fue intensificando, comenzando por esta época mis fantasías homosexuales. Fue al cumplir la mayoría de edad cuando comencé a escribir relatos, alguno de los cuales están publicados en esta misma página, en los que describía alguna de mis fantasías.

Durante muchos años me plateé la posibilidad de contactar con hombres a través de internet, pero a la hora de la verdad no me atrevía a llevarlo a cabo; al considerarme heterosexual, me resultaba una decisión difícil. Un día llegué a pasear en bicicleta por una zona de cruising, dispuesto a probar con un hombre de una vez por todas, pero una vez más me faltó decisión, volviendo a casa sin cumplir mi objetivo.

Fue a mediados de abril de 2011, con 27 años, cuando por fin llevé a cabo mi primera experiencia homosexual. Por motivos laborales debía emprender un viaje a Jaén, donde permanecería un par de días. A través de internet localicé un punto donde se practicaba el denominado “cruising” (sexo en un lugar público con desconocidos), en la antigua carretera de Fuerte del rey.

Al día siguiente, tal y como había planeado, al llegar a Jaén, sobre las 14:00 de la tarde, accedí a la zona dispuesto a cumplir mi fantasía. Se trataba de un antiguo camino, malamente asfaltado, por el que no existía tráfico, facilitando únicamente el acceso a los campos de olivos allí existentes. A los pocos metros encontré un coche aparcado con su conductor dentro, confirmando que allí tenía lugar aquel tipo de prácticas sexuales. Seguí mi camino sin detenerme, encontrando otros tres coches a lo largo del camino. Cuando llegué a un punto en que no se divisaban más coches emprendí media vuelta, planteándome la idea de abandonar aquel lugar. Tras unos segundos de intenso debate interior decidí que no debía marcharme de aquel lugar sin probar una polla.

Recorrí nuevamente el camino, en esta ocasión dispuesto a cumplir mis deseos ocultos. Al aproximarme al primero de los coches me encontré con un hombre de unos treinta y cinco años, con pelo largo y frondosa perilla que no me causó especial atención, por lo que seguí adelante. Mientras me acercaba al siguiente coche noté como de éste salía un hombre al que fui examinando a medida que terminaba de acercarme. Se trataba de un hombre de unos cuarenta años, con poco pelo y un ligero sobrepeso. No resultaba atractivo pero su aspecto me resultó agradable. Parecía un padre de familia normal, y su vestimenta indicaba que era un trabajador que había parado por allí en busca de un pequeño respiro. Decidí finalmente que aquel hombre sería bueno para satisfacer mis necesidades.

Al llegar a su altura aminoré la marcha hasta frenar a su lado, abrí la ventanilla y me dirigí a él.

– ¡Hola! – saludó amablemente, con una voz ligeramente afeminada.

– Hola, yo la chupo – dije secamente. Estaba tan nervioso que traté de ser bastante directo, aunque tal vez había resultado violento.

– Vale, perfecto – contestó –. Aparca el coche delante del mío. Y ciérralo con llave.

Una vez fuera del coche nos adentramos a pie hacia uno de los campos de olivos, alejándonos del camino unos metros en busca de cierta intimidad.

– Es mi primera vez y no sé muy bien como funciona esto – comenté mientras nos acercábamos a uno de los olivos. Tal vez resultara un comentario absurdo, pero estaba tan nervioso que no sabía que decir para romper el hielo.

– No te preocupes. Aquí estaremos bien – dijo mientras nos deteníamos bajo uno de los olivos.

Una vez resguardados bajo uno de los olivos me sujetó del brazo, girando levemente su cara, invitándome a besarlo en la boca.

– No, besos no – rechacé su propuesta, como si de una prostituta me tratara. Aquel gesto me hizo ver que me había equivocado en mi pronóstico, y aquel hombre no era un casado en busca de diversión, sino que debía ser homosexual.

No pareció molestarle mi rechazo, y acto seguido procedió a desabrochar sus pantalones, mientras yo me arrodillaba para quedar a la altura de su cintura. En pocos segundos su miembro quedó al descubierto, aún flácido y con el glande destapado, posiblemente porque estaría operado de fimosis.

– ¡Mmm! ¡Buena poya! – comenté tratando de mostrarme cálido, si bien estaba tremendamente nervioso y ni tan siquiera fui capaz de calibrar las dimensiones que alcanzaría aquel miembro una vez erecto.

Apoyando mi mano izquierda sobre su muslo acerqué mi mano derecha al miembro, sujetándolo suavemente con mis dedos. Sin dudar un instante lo llevé a mi boca, apreciando por primera vez la textura de una poya. Sin dificultad conseguí tragar toda su extensión, iniciando una mamada que consiguió que aquel pene comenzara a erguirse.

Tras varios segundos mamando noté como se había erguido por completo, mostrando un tamaño no muy grande, que me decepcionó ligeramente. Proseguí chupando sin descanso, dejando escapar algún que otro ruido al intentar tragar toda su extensión. Estaba tan nervioso que apenas percibía placer, pero mientras escribo estas líneas y me recuerdo arrodillado y emitiendo aquellos ruidos, siento enormes ganas de masturbarme.

Durante unos minutos mamé aquel falo todo lo bien que pude, intentando no defraudar a aquel hombre, aunque yo no estaba disfrutando demasiado. Sentía tanta vergüenza que no me atrevía a levantar la mirada para ver el rostro de aquel hombre para ver si estaba disfrutando de mi felación.

A los pocos minutos alguien se acercó. Debía ser el hombre de pelo largo y perilla que había visto anteriormente en el camino. Era tanta mi vergüenza que no quise levantar mi mirada para comprobarlo. Mi compañero hizo varios aspavientos invitándolo a que se marchase, teniendo que insistir varias veces hasta que finalmente se alejó, al ver que no era invitado a la fiesta.

Como suele decirse, los nervios pueden jugarte una mala pasada, y es lo que pienso cada vez que recuerdo aquel episodio. Aquel día dejé escapar una gran oportunidad para cumplir una de mis fantasías que a día de hoy todavía no he cumplido: mamar dos vergas a la vez. De hecho, han sido muchas las veces que he fantaseado con volver a repetir aquel momento, pero invitando a aquel nuevo desconocido y pudiendo disfrutar de dos pollas para mí. Pero bueno, el tiempo no puede volver atrás y tendré que esperar una nueva ocasión para llevarlo a cabo, aunque creo que difícilmente dispondré de mejor ocasión que aquélla.

Aquella intromisión hizo que el miembro de mi compañero se viniera un poco abajo. Me pidió que le chupase los huevos, cosa que hice servilmente. Durante varios minutos cumplí sus instrucciones, lamiendo sus peludos testículos y mamando el semierguido falo.

No sé cuantos minutos pasaron, pero llegó un momento en que pensé que aquel hombre no terminaría por correrse. Como dije anteriormente, estaba tan nervioso que no estaba disfrutando demasiado de mi primera experiencia homosexual, y no quería que aquello se eternizase, por lo que decidí que debía poner fin.

– Me tengo que ir ya – dije.

– Vale, no te preocupes – contestó sin poner ningún impedimento. Tal vez él también era consciente de que no alcanzaría el orgasmo, y por ello no puso ninguna objeción. Lo que nunca sabré es si sería por sus propios nervios, por la aparición de aquel otro desconocido, o bien porque mi mamada había dejado mucho que desear. Sólo espero que no fuera por este último motivo.

Me puse en pie, sacudí mis rodillas para limpiar el polvo, y me dirigí rápidamente al coche, sin volver la vista atrás. Durante el resto de la tarde tuve la sensación de que aquella experiencia había sido decepcionante, y que jamás volvería a repetir con un hombre.

Por la noche, al llegar al hotel, me di una ducha y me tumbé relajado en la cama, completamente desnudo. Todavía percibía el característico sabor de aquella polla en mi boca, haciéndome sentir cierta excitación, que fue en aumento mientras recordaba lo ocurrido aquella tarde, llegando a tal punto que agarré mi ya endurecido pene para masturbarlo. En tan solo unos segundos cuatro abundantes chorros de esperma cubrían mi pecho y abdomen.

Espero vuestros comentarios y sugerencias. Pueden ponerse en contacto conmigo a través de la dirección de correo: phu_222@yahoo.es